No cabe duda, en España los presuntos golfos
y sus aledaños tienen una jeta que se la pisan. Ya no sé si es así o al revés,
pues seguramente por tener tanta jeta es por lo que son tan golfos. Bueno, y,
sobre todo, porque aquí se lo permiten incluso de forma continuada y reiterada
durante largos periodos de tiempo. Ahora resulta que, mientras los Pujol alegan
ante el juez que son investigados por una persecución contra el soberanismo y
que además un directivo bancario robó sus datos financieros, imputándole a la
comisión rogatoria una intencionalidad política, la Junta de Andalucía alega
que también dio a Cruz Roja subvenciones, como justificación de las ayudas
fraudulentas al exconsejero Ojeda para la formación y, al igual que los Pujol,
los expresidentes Chaves y Griñán dan a entender que la jueza Alaya actúa con
cierto interés político o manía persecutoria en el caso de los ERE fraudulentos.
Menos mal que éstos, al menos de momento, no se atreven a identificar Andalucía
con ellos, tal como hace Pujol con Cataluña, y por tanto no les cabe el cinismo
de afirmar que se trata de un ataque a la comunidad autónoma. En fin, que, si
nos descuidamos, se van todos de rositas y ni nos enteramos. Entretanto, soportamos
una doble dosis de cinismo intolerable, ya que ni al que pillan con el carrito
del helado (bien sea para él, para sus familiares, amigos o coleguitas
políticos) tiene la decencia de asumir su responsabilidad, sino que pretende
seguir engañando al respetable tomándolos como imbéciles, convencidos,
seguramente, de que van a encontrar a demasiados que seguramente lo son. ¡Acaso
no arrasan una tras otra en todas las elecciones!
Así, al final, todo lo que sucede en Cataluña y en
Andalucía (también en otros lugares de España que, hoy por hoy, no están de
moda mediática) es mentira, pues se trataría de encerronas político-jurídicas
para frustrar proyectos políticos de envergadura, como el independentismo, para
derribar gobiernos sólidamente instalados, o para ambas cosas a la vez, pues,
en definitiva, los perversos investigadores (jueces, periodistas, contrincantes
políticos, etc) lo que pretenden es cortar de cuajo tanta bonanza conseguida
por ellos como gobernantes (sin especificar si es para el pueblo o para ellos
mismos). Por tanto, ni comisiones ilícitas, ni cuentas en paraísos fiscales, ni
cuantiosas fortunas opacas, ni sobrecostes en las facturas, ni enchufismo de
familiares y amigos en la administración pública, ni subvenciones irregulares,
ni despilfarros manifiestos, ni descontroles del dinero público, ni
favoritismos empresariales, ni empresas tapadera constituidas “ad hoc”, ni
actuaciones subjetivas y opacas…. Ni nada de nada. Todo, ya ven, es producto de
la inventiva de los malvados. Nada es real ni verdadero, aunque lo sepamos, lo
veamos o lo intuyamos, incluidas las desorbitadas riquezas, los ascensos
laborales o las mejoras patrimoniales suculentas, propias o de sus hijos,
hermanos, familiares o colegas ideológicos. La coincidencia de todo ello con el
paso por el poder de los “perseguidos” es mera casualidad. Hay que tener jeta
para, incluso cuando la evidencia lo demuestra, aunque la justicia pueda no
hacerlo (ya saben: prescripciones, irregularidades procesales, testigos, etc),
no sólo salir a la calle con la cabeza bien alta, sino además arremeter contra
quienes publican los hechos o colaboran en el esclarecimiento de los mismos,
exhibiendo y disfrutando además de todo el botín acumulado.
Y en este ambiente de impunidad y cara dura se nos sigue
hablando de la “honradez y la decencia” de los protagonistas, de que estaban
convencidos que actuaban “desde el punto de vista legal”, de que quienes les
critican, se rebelan o acusan son “traidores, pero lo pagarán”, de que están “a
disposición de las instancias jurídicas y tributarias”… y otra serie de
mensajes indecentes por el estilo, convencidos de que, en el peor de los casos,
las decenas, cientos o miles de millones de euros malversados, apropiados o
despilfarrados, les van a salir a precio de saldo y, obviamente, a buen
recaudo. ¡Acaso no dedicaron toda una vida de sacrificio para conseguir el bien
del pueblo al que representan! Seguro que algunos hasta están convencidos de
que, en definitiva, se trata de la recompensa merecida por los servicios
prestados. En todo caso, tienen la certeza de que todo juega a su favor. Saben
que ni la ley les hará pagar con creces sus fechorías, ni los partidos a los
que pertenecen y, si me apuran, ni el pueblo al que representan. Son demasiados
quienes, cuando conocen a algún político ya retirado, que vive como cualquier
hijo de vecino (que también los hay), pasando estrecheces para llegar a fin de
mes, pagando todavía la hipoteca de su vivienda y viviendo de su trabajo de
siempre (no del conseguido cuando estuvo en la política) o de su pensión de
jubilación, manifiestan asombrados: “¡Yo iba a estar así si hubiera estado en
tu lugar!”. Por tanto, hay que tener jeta para actuar como actúan algunos, pero
no es menos cierto que la tienen especialmente porque nosotros se lo
permitimos. No me cabe la menor duda.
Fdo. Jorge
Cremades Sena