La
solemne apertura de las Cortes por el Jefe del Estado, el Rey Felipe VI, con un
impecable discurso democrático apelando al diálogo, a la regeneración política
e institucional, a la generosidad y altura de miras como método para afrontar
los grandes retos que España tiene planteados debiera editarse en video y
emitirse frecuentemente para que todos los ciudadanos percibiesen directamente
la abismal diferencia entre comportamientos democráticos educados cívicamente,
protagonizados por la inmensa mayoría de la Cámara, y comportamientos
totalitarios y maleducados, protagonizados por Unidos Podemos, al margen de las
ausencias de ERC y Bildu, que se descalifican en sí mismas. Habla por sí misma
(y valga la redundancia) la imagen del contraste en un Hemiciclo abarrotado
(350 diputados y 266 senadores) puestos en píe tras el discurso real y
aplaudiéndolo sonora y largamente (salvo peneuvistas y convergentes, que, en
pie como los demás, no aplaudieron) con el de una minoría podemita y variopinta
(71 diputados y un senador), sentada en sus escaños de forma irreverente (sin
aplaudir, por supuesto) y haciendo gala de todo tipo de gestos, impropios del
momento y del lugar, contra la Jefatura de Estado elegida por los españoles,
como es la exhibición de una bandera republicana con la inscripción de “III República”,
la camiseta de Cañamero con la inscripción de “Yo no voté a ningún Rey” o la de
unos podemitas sentados y otros de pie mientras sonaba el Himno… etc etc,
evidenciando el abismo entre entendimiento e intransigencia, tolerancia e
intolerancia, política y barbarie y, en definitiva, entre totalitarismo y
democracia. Instalados en la algarada callejera, en la irreverencia y en la
demagogia supina que les caracteriza los totalitarios y maleducados diputados
podemitas se olvidaron intencionadamente de que se les paga para hacer política
y que, desde que decidieron libremente ser diputados, representan a todos los
españoles y no a unos cuantos y han de respetar, les guste o no, el entramado
institucional que los españoles, democráticamente, nos hemos dado. Es lo que
hace o debe hacer cualquier demócrata al margen de las preferencias ideológicas
que tenga. Si constituyendo semejante clarísima minoría en el Parlamento se
muestran tan despóticamente intolerantes, ¿se imaginan su comportamiento si
alguna vez fuesen mayoría?
Ni
siquiera atenúa semejantes conductas totalitarias y maleducadas que su líder,
Pablo Iglesias, que encabezó el impresentable comportamiento global de su
grupo, achacara las esperpénticas exhibiciones de bandera republicana o
camiseta propagandística antimonárquica a iniciativas individuales, pues se
desenmascara al decir que “algunos son Jefes de Estado porque son hijos de una
dinastía” y “a nosotros nos vota la gente”, en clara sintonía con el asalta
fincas y supermercados Cañamero y su “yo no voté a ningún Rey”. Miente
descaradamente deslegitimando al Rey como Jefe del Estado y descalifica
indecentemente a democracias de sobrada solvencia (como la inglesa, sueca,
danesa, noruega….) que, como España, por decisión democrática de sus
respectivos pueblos optaron por el modelo de Estado de Monarquía Constitucional,
tan legítimo y democrático como la de otros pueblos que optan por el de
República. Que Cañamero no votara a ningún Rey (seguramente porque no quiso o
porque eligió votar en contra de la Constitución y quedó en minoría, pues ya es
mayorcito) o que los ya nacidos en democracia no tengan que hacerlo, salvo que
en algún momento se ponga mayoritariamente en cuestión la forma de Estado en
España (y la experiencia histórica aconseja todo lo contrario), es irrelevante
y en ningún caso le exime, como representante de todos los españoles, de acatar
y respetar lo instituido, al margen de las preferencias ideológicas que se
tengan. Tampoco es argumento el que “a nosotros nos vota la gente” pues
obviamente la gente también vota al resto de la Cámara que, mayoritariamente,
opta por nuestro modelo de Estado democrático y por el respeto y buena
educación ante sus instituciones democráticas; y menos aún que Carolina
Bescansa equipare demagógicamente a su hijo con las hijas de Felipe VI, que,
siendo equiparable a nivel personal y humano, a nivel institucional son
totalmente desiguales, como la propia Bescansa es desigual institucionalmente a
la mayoría de los españoles que no somos parlamentarios.
Aprovechar
la apertura solemne de la Legislatura con un desplante al Rey para cuestionar
la legitimidad de la Corona y hacer apología de la República en un acto
institucional tan importante, democráticamente hablando, es una majadería
política más y una burla intolerable al pueblo español representado en las
Cortes que, siendo soberano incluso para concederles legitimidad y autoridad a
semejantes personajes se ve amenazado por ellos con tamaños comportamientos
totalitarios y desvergonzados. Quebrantar la normalidad y el protocolo durante
el discurso del Rey, burlarse de las instituciones democráticas actuando cada
quien como le viene en gana, atacar no sólo el fondo sino las formas de la
democracia con el fin de menospreciar su imagen, es la antesala del
totalitarismo y la desvergüenza, que sólo se puede combatir con un amplio
programa de pedagogía política democrática. La exhibición del video de la apertura
solemne de la XII Legislatura podría ser el inicio.
Fdo. Jorge
Cremades Sena