El
título del artículo puede ser un buen slogan para animar la totalitaria
convocatoria “Ocupa el Congreso”, promovida en Internet y apoyada por
Llamazares, quien matiza que debiera denominarse “Libera el Congreso” ya que,
como diputado, se siente ocupado desde dentro. Si, como parece, el objetivo es
rodear “indefinidamente” la Cámara Baja hasta conseguir “la dimisión del
Gobierno en pleno”, “la disolución de las Cortes y de la Jefatura del Estado” y
“la apertura de un proceso constituyente trasparente y democrático para
redactar una nueva Constitución”, en el fondo, se trata de un intento de golpe
de Estado, aunque su forma difiera de los realizados anteriormente. Sus objetivos
son idénticos: una minoría de ciudadanos – que se sepa, varios miles que lo
apoyan desde las redes sociales-, más Llamazares, pretenden disolver el
Parlamento y secuestrar la soberanía popular mediante la coacción y la fuerza.
Sólo falta que algunos militares se dispongan a secundarlo y proporcionen medios
contundentes. ¿Recuerdan la trama civil del esperpéntico 23-F de Tejero? Pues,
eso. Menos mal que ahora falta la trama militar, pues la proclama civil está
servida.
¿De
quién pretende liberar Llamazares el Congreso? ¿De los diputados elegidos
recientemente, entre ellos, él mismo? ¿De la composición actual del Congreso
elegida por los ciudadanos? El señor Llamazares, como legítimo representante de
la soberanía popular, debe aclarar estas cuestiones y explicar por qué, como
diputado, dentro de la Cámara se siente violento en un “Estado de Excepción y
de Estado de Emergencia”. Sólo así la ciudadanía podrá entender su pintoresco
discurso político, para evitar que, siendo líder de IU en legislaturas
precedentes, su formación política estuviera a punto de quedar fuera del
Parlamento al obtener los peores resultados electorales de toda su historia.
Pero además, los actuales dirigentes de IU, con quienes la formación ha vuelto
a remontar el vuelo hacia sus mejores éxitos en tiempos de Anguita, deben
manifestar si avalan o no las declaraciones de Llamazares, al tratarse de un
militante cualificado. Deben dejar muy claro si, como dice Llamazares, “estar
con los ciudadanos” significa ponerse al lado de los miles que apoyan la
ocupación del Congreso por coacción o alinearse con los más de 24 millones que,
con sus votos en 2011, decidieron ocuparlo legítimamente a través de sus
representantes, incluidos los de IU. Si algunas plataformas vinculadas al 15M,
entre ellas “Democracia Real Ya”, se han desvinculado como tal de la
esperpéntica convocatoria, lo menos que debe hacer IU, tras las manifestaciones
de Llamazares, es aclararle a la ciudadanía su posición política al respecto
como grupo político. Es lo mínimo exigible por mera higiene democrática, pues las
legítimas movilizaciones sociales en democracia tienen sus límites y dirigirlas
hacia el Parlamento para ocuparlo nada tiene que ver con presiones al poder
económico o al poder político de un gobierno errado; es un ataque directo al
sistema democrático. En esencia, un golpe de estado al margen de quienes sean
sus protagonistas. El objetivo esencial de cualquier golpista es acabar con el
Parlamento o, en su caso, forzarlo a un funcionamiento restringido.
En
enero de 1874 el general Pavía, republicano progresista, disuelve por la fuerza
y sin apenas resistencia el Congreso de los Diputados. Su presidente, Salmerón,
en un duro enfrentamiento con Castelar, Presidente de la República, ha obtenido
una pírrica victoria en una moción de censura contra el Gobierno de Castelar. Son tiempos difíciles que, como ahora,
requieren un esfuerzo común de entendimiento en vez de agrios enfrentamientos,
descalificaciones e intransigencias ideológicas. Salmerón interrumpe el
escrutinio para elegir a un nuevo Presidente, anunciando que Pavía, quien
mantiene buena relación con Castelar, marcha hacia el Congreso y ordena que se
desaloje la Cámara de inmediato. Algunos diputados huyen por las ventanas.
Castelar sube a la tribuna: “Yo, señores, no puedo hacer otra cosa más que
morir aquí el primero con vosotros”. Los escasos diputados que quedan le
aplauden y proponen concederle un voto de confianza. Castelar, obviamente, lo
rechaza y, cuando aparecen los golpistas, se enfrenta a ellos: “Yo declaro que
me quedo aquí y aquí moriré”. Los golpistas le desalojan junto a sus pocos
seguidores. Pavía le ofrece seguir en la Presidencia pero Castelar no acepta
mantenerse en el poder por medios antidemocráticos. Así moría el primer régimen
republicano español tras una corta y turbulenta existencia de once meses con
cuatro presidentes. Pavía convoca a los partidos que quiere para formar un
gobierno de concentración nacional con el general Serrano a la cabeza. Casi un
año después otro general, Martínez Campos, finiquita con un pronunciamiento
esta especie de dictadura republicana, dando paso a la restauración monárquica.
Salvando
todas las distancias, este lamentable episodio histórico, ilustra sobre el
correcto proceder de los demócratas ante cualquier agresión al santuario de la
democracia, el Parlamento. Minimizarla o justificarla por la condición de sus
agresores o cualquier otra circunstancia es, sencillamente, antidemocrático.
Fdo. Jorge Cremades Sena