sábado, 31 de diciembre de 2011

TRISTE REALIDAD


            Pasados los primeros momentos de felicitaciones, elogios y parabienes al nuevo gobierno de Rajoy, llega la hora de la verdad. Una cruda verdad, descarnada y cruel, consecuencia de la triste realidad por la que atraviesa España, gracias a una herencia paupérrima no sólo en el ámbito económico, sino también en el ámbito social, político e institucional. Una triste realidad que, frustración tras frustración, ha ido impregnando a una ciudadanía que, engañada y resignada, considera el paro como el primer problema (81%) y piensa que aún seguirá creciendo (57%), que los impuestos no se distribuyen de forma justa (85%) y son excesivos (58%), que hay mucho fraude (91%) y que la gestión económica es mala o muy mala (72%), así como la de empleo (67%), vivienda (62%) e inmigración (57%). En definitiva, un alto grado de pesimismo (71%) sobre la economía nacional que suponen empeorará en el futuro inmediato. Por si cupiera alguna duda a la esperanza, el flamante ministro Luis de Guindos, corroborando el pesimismo ciudadano, vaticina una probable recesión económica si en el primer trimestre del 2012 la economía decrece como en este último trimestre, en que, una vez más, las previsiones del gobierno de ZP han sido imprevisiones, evidenciando que lo malo aún puede ser peor. En este dramático contexto, si en 2011 se logra ajustar el deficit público al 6% del PIB, el compromiso ineludible con la UE de rebajarlo al 4´4% en 2012 supone, en roman paladino, un recorte de gasto de 16.500 millones de euros, aunque lo más probable es que dicho desfase se eleve este año hasta alrededor de un 8% -a causa de las CCAA y la SS- con lo que la cifra puede llegar hasta unos 40.000 millones.   
            Los españoles, cansados de oir permanentes cantos de sirena, han apostado por un nuevo gobierno que, con toda crudeza, exponga con trasparencia esta cruda realidad y actúe sobre ella con contundencia para modificarla, asumiendo “a priori” los ajustes o recortes que sean necesarios, siempre que no afecten a los servicios básicos que avalan la supervivencia de nuestro maltratado estado del bienestar. Pero este aval ciudadano a Rajoy puede tornarse pronto en una nueva frustración irreversible que puede llevar al PP al borde del abismo, como le ha sucedido al PSOE, poniendo en grave riesgo la estabilidad gubernamental y la convivencia pacífica en un futuro próximo. Si ZP achacaba todos los males a la crisis ocultando la incompetencia de su gobierno para afrontar los tiempos difíciles –aunque sus colaboradores hagan ahora autocrítica-, es inadmisible que Rajoy haga lo propio con la herencia recibida por muy deplorable que ésta sea. La mayoría absoluta otorgada para gobernar, tanto a nivel nacional como en la mayoría de las CCAA y entidades locales, supone un plus de responsabilidad para que, sin excusa alguna, afronte la difícil situación con valentía política, procurando que los costes de la crisis recaigan principalmente en quienes menos la sufren, sin menoscabo de que cada uno asuma la parte alicuota que le pueda corresponder. Hacer lo contrario sería un abuso de poder intolerable. Una majadería imperdonable.
Es un mal síntoma si, como al parecer, los recortes, para ahorrar unos 1.100 millones, se inician congelando en 2012 los salarios de los funcionarios –muchos de ellos mileuristas-, a los que ZP ya se los recortó en 2010 y se los congeló en 2011. Cuando el colectivo de Técnicos del Ministerio de Hacienda estima que la evasión fiscal de grandes fortunas, corporaciones empresariales y grandes empresas alcanzó los 42.711 millones en 2010, es un sarcasmo que los recortes comiencen machacando a los funcionarios, ya que simplemente reduciendo a la mitad dicho fraude se superaría con creces la cantidad inicialmente prevista para conseguir el objetivo de ajustar el deficit al 4´4 % y acabando con dicho fraude incluso se superaria la peor de las previsiones. Por ello, estando de acuerdo con la vicepresidenta Sáenz de Santamaría en que “no es justo hacer cargar sobre los más débiles los efectos de la crisis” y reconociendo que los funcionarios no están en dicho colectivo, queda claro que de sus declaraciones no se puede deducir que lo justo para ella sea cargar los efectos sobre los más fuertes. Es más, si además se congela el salario mínimo interprofesional, se puede concluir que la vicepresidenta sólo considera exentos de la carga a los que nada tienen, es decir, los parados y los indigentes, a los que obviamente nada se les puede pedir.
Cuando lo realmente urgente es hacer una serie de reformas estructurales para poner orden definitivamente en los verdaderos abusos económicos y administrativos (corrupción, fraude, duplicidad de gestión, contratación pública, subvenciones sin control e innecesarias, asesores y empleos públicos a dedo, empresas públicas y organismos autónomos,  publicidad institucional y televisiones públicas, inversiones improductivas, trasparencia y control del gasto, sueldos desorbitados, control de CCAA y Ayuntamientos, etc. etc.) que, en conjunto, dilapidan anualmente miles y miles de millones de euros, que pagamos entre todos, sin que sus responsables asuman responsabilidad alguna de tipo civil o penal, es incomprensible que un gobierno, que dice saber como sacarnos del atasco, inicie el camino poniendo los bueyes detrás del carro. Optar por lo más fácil para obtener lo mínimo frente a lo más difícil para obtener lo máximo es la peor de las soluciones en tiempos tan complicados. Habrá que estar atentos para ver quien paga los 15.400 millones que faltan o los 38.900, que es lo más probable. El gobierno, si se confirman los rumores, ya ha decidido quien paga los primeros 1.100 millones: sus propios trabajadores.
Fdo. Jorge Cremades Sena

lunes, 26 de diciembre de 2011

RIZAR EL RIZO


            La respuesta de Zapatero a la pregunta de Melchor Miralles acerca de su opinión sobre la conducta de Blanco al reunirse en una gasolinera con el empresario Dorribo, presunto corrupto, me deja estupefacto. En realidad, me deja estupefacto el conjunto de las respuestas de su última entrevista como presidente de gobierno, así como las manifestaciones de otros personajes. Cuando lo fácil, lo más normal, hubiese sido decir que no le parecía adecuado el lugar de la reunión elegido por Blanco y que, por tanto, desaprobaba el modo de proceder de su ministro, responde, rizando el rizo, que dichas conductas sólo son menos frecuentes. Se deduce, rizando el rizo como él, que los despachos ministeriales no son los lugares destinados a las audiencias de los ministros para despachar sus asuntos, sino que sólo son los más frecuentes. Por tanto, no caben alarmas ni sospechas. A Dorribo, tal como dice ZP, le han recibido otros gobernantes en sus despachos y, siendo obvio que quien quiera delinquir también puede hacerlo desde los mismos, para seguir rizando el rizo, se podría concluir la conveniencia de sugerir a Rajoy que convierta los despachos ministeriales en los lugares menos frecuentes para despachar los asuntos y viceversa. Generalizando las entrevistas ministeriales en las gasolineras, los polígonos industriales y otros lugares similares, conseguiría ahorro presupuestario y más trasparencia, pues, como dice el propio Blanco para justificar su conducta, la mayor privacidad está en su despacho. Conclusión, el lugar más adecuado si se quiere delinquir; por tanto, cualquier otro lugar debe ser menos sospechoso.
Y es que rizar el rizo -arte de hacer algo más difícil de lo necesario-, si se combina con salirse por la tangente, puede servir para distorsionar u ocultar una determinada realidad o acto concreto hasta convertirlo en virtual. Así, la polémica tramitación de la Ley Sinde se aparca en sede gubernamental simplemente para satisfacer los deseos ciudadanos manifestados en la red; el indulto al banquero Alfredo Saenz, condenado por el Supremo a prisión e inhabilitación, obedece exclusivamente a una tramitación normal de una petición entendida como razonable; la deuda española garantiza no estar al borde de la ruina porque es inferior a la media europea y su déficit un pelín mayor, mientras Francia y Alemania tienen más deuda; las duras medidas sociales de mayo de 2010 posibilitan que España se autofinancie gracias a la no dimisión del gobierno como gesto de mera responsabilidad; y la negación de las negociaciones con ETA tras el atentado de la T-4 no suponen mentir a los ciudadanos. . . Conclusión, un país zarandeado por la crisis universal, pero que goza de paz y estabilidad institucional gracias a gobernantes sinceros y asesinos no arrepentidos, pero que dejan de matar para hacer política tras una negociación trasparente; se autofinancia gracias a gobernantes responsables que no dimiten para gestionar bien los momentos difíciles; goza de solvencia económica al tener menos deuda que otros, se supone que por la buena gestión gubernamental del gasto; y tiene gobernantes benévolos con las ovejas descarriadas y receptivos a los deseos de sus ciudadanos.
            Con semejante balance no se entiende bien que se esté poniendo de moda en el Congreso la fórmula de acatar la Constitución “por imperativo legal”, salvo que sea para enfatizar el respeto a sus preceptos y la defensa de los mismos, ya que el simple juramento o promesa anterior no aclara las razones del acatamiento. Tampoco se entiende que ZP adelante las elecciones, salvo que, superados los tiempos difíciles, lo haga por generosidad para que otros gestionen los tiempos fáciles; ni que cinco millones de trabajadores estén en paro, salvo que, como dice Cayetano, vástago de la “arruinada” Casa de Alba, sean todos andaluces “sin ánimo de progresar”; ni que estemos en recesión, salvo que, como en época franquista, un contubernio judeo-masónico busque nuestra perdición; ni que se niegue el indulto a muchos condenados anónimos socialmente, salvo que ninguno sepa tramitar con normalidad su petición y por tanto no se pueda considerar como razonable; y, finalmente, ni que se desestime el deseo ciudadano para aparcar la tramitación de otras leyes tan polémicas como la Ley Sinde, salvo que ésta sea el ensayo para institucionalizar las redes sociales como el mejor modo de protesta ciudadana con el fin de evitar desórdenes y manifestaciones callejeras que perturban la convivencia pacífica.
Así, Rajoy lo va a tener muy fácil para que entendamos dichas salvedades. Seguramente lo que más le va a costar sea convencer a los cinco millones de parados para que tengan ánimo de prosperar y que, para ello, lo mejor es ocupar los cinco millones de puestos de trabajo vacantes. Lo demás es coser y cantar. Ya ven, el tema de los indultos, por ejemplo, sólo bastaría con tramitarlo con normalidad para obtenerlo y se evitan las suspicacias. Es cierto que hay otros asuntos que preocupan y explicaciones a los mismos que no se entienden, pero seguro que, como éstas, si se explican con claridad, se entenderán perfectamente. Eso sí, sólo en la realidad virtual creada rizando el rizo y saliéndose por la tangente. Lo real es otra cosa, que hay que gestionar y explicar de otra manera. ¿Lo hará Rajoy?.
                             Fdo. Jorge Cremades Sena 

jueves, 15 de diciembre de 2011

A LAS DURAS Y A LAS MADURAS


            Es de sentido común que la pertenencia voluntaria a cualquier asociación o alianza obliga a cada uno de sus miembros a someterse al interés general, que siempre debe prevalecer sobre los intereses particulares de cada uno de ellos. Lo contrario sería un contrasentido. O estás a las duras y a las maduras o te vas. Lamentablemente algunos gobernantes de los estados-miembros de la UE no suelen estar a la altura de las circunstancias al aplicar en cada momento este principio básico de funcionamiento. Prefieren las medias tintas, poniendo en grave riesgo la propia existencia de la UE y convirtiendo en una entelequia su destino final. Cierto que sus raíces están ancladas sólo en bases económicas –necesidad acuciante de la postguerra mundial-, pero su evolución posterior, así como la del resto del mundo, excede hoy ampliamente dicho ámbito, aunque algunos de sus miembros, fundadores o no, quieran mantener dichas bases como único motor de su desarrollo futuro. Olvidan que la mayoría de países europeos, por sí mismos, carecen de la suficiente entidad –territorial, demográfica y productiva- para protagonizar el futuro en un mundo, hoy globalizado y fuertemente competitivo, donde sólo la unidad, y su correspondiente fortaleza, les puede garantizar, no sin dificultades, el protagonismo global adquirido y el estado del bienestar que disfrutan sus pueblos. Pero dicha unidad, que no sólo ha de ser económica, exige una serie de compromisos ineludibles para consolidar una verdadera gobernanza europea, ágil y eficaz, imprescindible incluso aunque sólo sea para tratar asuntos económicos. La actual crisis del euro lo pone, una vez más, en evidencia.
            Un gobierno sin la capacidad efectiva de gobernar; un parlamento, sin la de legislar; y una justicia, sin la de juzgar, no sirven absolutamente para nada. Es más, suponen una excesiva carga burocrático-política, pagada por todos los contribuyentes, para, en el mejor de los casos, emitir una serie de resoluciones y directivas que, sin ningún tipo de control eficaz, cada estado-miembro –es decir, su respectivo gobernante de turno- puede saltarse a la torera. O se apuesta decididamente por la consolidación de unos Estados Federales de Europa o, simplemente, por unos acuerdos económicos multilaterales que, en todo caso, resultarían mucho más baratos. Cualquiera de las dos opciones no hubiera producido este caos del euro, que, tarde y mal, se pretende enmendar “in extremis”, dejando grandes incertidumbres futuras que, inevitablemente, ponen sobre el tapete el dilema de apostar definitivamente por una de las dos opciones. Urge optar por el europeísmo o el no europeísmo, lo inaceptable es el euroescepticismo que, en definitiva, sólo busca estar a las maduras pero no a las duras. El bloqueo por parte del inglés Cámeron a este nuevo tratado de la UE sobre disciplina presupuestaria en la zona euro -a la que, curiosamente, no pertenece- si no se incluía un protocolo para exonerar a su país de algunas normas sobre regulación de servicios financieros, obligando a los países de la eurozona a reducirlo a un mero pacto intergubernamental –al que se han sumado los demás países, excepto el Reino Unido-, es el mejor de los ejemplos, que no el único, de lo que no debe volver a suceder. Evidencia que la coexistencia con carácter definitivo de varias monedas, atenta contra la unión monetaria; la unanimidad en la toma de decisiones, contra la democracia; los protocolos excluyentes, contra la confianza, la igualdad y la reciprocidad. Y así no es posible seguir construyendo una Europa unida con credibilidad suficiente en el resto del mundo.
Aunque el nuevo pacto intergubernamental, del que se autoexcluye el Reino Unido, es positivo para el control financiero y del déficit público de la eurozona, sólo supone un pequeño avance sobre lo mucho que queda por hacer -en el terreno político, social y económico- para conseguir una verdadera UE en la que sus miembros, a cambio de cesión de soberanía, queden protegidos como tales sin necesidad de estar, como ahora, a expensas de los intereses de sus socios más poderosos, sin menoscabo del papel más o menos protagonista que cada uno tenga dentro de la Unión. Ni el egoísmo de Cámeron, excluyéndose de la solución global para proteger los intereses financieros de la City londinense, ni el pacto coyuntural de conveniencia Merkel-Sarkozy, buscando una solución momentánea para proteger especialmente los intereses de los bancos alemanes y franceses son admisibles, aunque, coyunturalmente, consiga sacar al euro de su estado agónico. Ni cada estado-miembro puede hacer lo que le venga en gana, ni tampoco puede estar a expensas de lo que quieran acordar por conveniencia propia determinados socios aunque ello suponga un cierto alivio global. Ni locomotoras, ni vagones descarrilados o a remolque, sometidos a determinadas velocidades. Esa no puede ser la solución definitiva. El futuro sólo puede ser halagüeño si las relaciones entre unos y otros socios se basan definitivamente en la solidaridad y la confianza recíprocas para crear un marco en el que todos salgan beneficiados recíprocamente y no, como sucede ahora, en una suma de intereses particulares que, en cualquier momento, pueden ser antagónicos, haciendo inviable el proyecto o retrasando “sine die” su consolidación. Quien no esté dispuesto a recorrer el camino lo que debe hacer es abandonar el tren en vez de seguir en él poniéndo obstáculos en las vías. Si no lo hace “motu proprio” lo más ecertado sería invitarle a que lo haga de una vez por todas.
                            Fdo. Jorge Cremades Sena 

jueves, 1 de diciembre de 2011

MÁS DE LO MISMO


            He de reconocer mi sintonía con la diagnosis que algunos dirigentes socialistas valencianos, como Luna o Alarte, hacen sobre la grave enfermedad que sufre el PSOE y, muy especialmente, el PSPV. Coincide a grandes rasgos con las que han hecho otros en cada una de las recaídas sufridas en anteriores elecciones aunque, en esta ocasión, ante la gravedad de los síntomas, se expongan con más crudeza. No hacerlo así supondría dejar morir al enfermo por inanición. Sin embargo, no basta con el diagnóstico para curar la enfermedad; se requiere además un tratamiento adecuado que, al menos, consiga los primeros síntomas de mejoría, pues, ante dolencia tan crónica, no existen los milagros. Si, desde hace tiempo, el “qué” está bastante claro, lo que hay que aclarar ahora es el “cómo y el quién”, y es obvio que, en ambos supuestos, no puede recetarse más de lo mismo como en ocasiones anteriores. Pero tengo la sensación de que, tan ilustres dirigentes, ofreciéndose de nuevo para el enésimo sacrificio de seguir gobernando el partido, no acaban de entender que, precisamente, quienes han sido los principales causantes de la enfermedad, difícilmente pueden ser los sanadores de la misma. Carecen de la credibilidad necesaria para hacerlo. Rubalcaba bien lo sabe.
Que Angel Luna, a estas alturas, descubra que “el PSOE se ha convertido en una máquina de selección de cargos”, que padece “endogamia y un aislamiento notable de la sociedad” y un grave problema de “funcionamiento interno”, es, al menos, sorprendente, pues, como dirigente que es, debiera haberlo descubierto antes y, sobre todo, poner los medios para que ello no sucediera. Seguro que algunos se lo habrán dicho alguna vez. Sin ir más lejos, yo mismo -siendo coordinador del grupo parlamentario socialista y él secretario general de Alicante-, ante sus declaraciones públicas criticando a algunos parlamentarios, aunque a mí directamente no (Ver hemeroteca de la época, enero 1996), ya le advertí que con sus criterios “en vez de mejorar vamos a peor y así lo vienen aclarando los resultados electorales”, pero si además era Secretario General “la cosa es mucho más grave todavía”. Era enero de 1996, se iban a celebrar elecciones generales. Lo hice por carta (Ver   entrada “A la deriva” en este blog), que conservo, y concluía “solamente deseo que al menos reconozcas públicamente los errores de tus últimas declaraciones, para evitar que lo tenga que hacer yo, pues al menos siempre defenderé mi dedicación a lo largo de tantos años a este partido y jamás fui indisciplinado con sus órganos de dirección. Mi conciencia está tranquila y no voy a permitir que ni siquiera tú pongas en entredicho mi entrega a las tareas encomendadas, aunque tú jamás, como responsable del partido, jamás me hayas encomendado ninguna”. No tuve respuesta, Luna no rectificó públicamente, yo preferí guardar silencio para no perjudicar al partido. Perdimos las elecciones. Poco después abandoné la militancia hasta hoy. Es seguramente el destino de otros muchos militantes ante el ahora reconocido problema de funcionamiento interno. Compañeros que, como yo, saben que se está muy bien trabajando en tu oficio sin necesidad de hacerlo para quienes con la “máquina” quieren vivir del presupuesto, ejerciendo cargos políticos hasta su jubilación.
¡Claro que hay que cambiar prácticas! ¿Me lo van a decir a mí? ¡Claro que la solución está en los militantes! El problema es si les dejan hacerlo. Y para ello lo más decente es que, ante una pésima gestión de credibilidad, perfecta como “máquina de selección de cargos”, quienes los ostentan gracias a dicha metodología, los pongan a disposición del partido, es decir, de todos los militantes, para que ellos, desde la más absoluta libertad y sin ninguna coacción, elijan el nuevo proyecto y a quíenes han de liderarlo. Es sintomático que Luna no se pronuncie entre Rubalcaba y Chacón; sí, apoyando a Alarte; no, con Ana Barceló; y, con Leire Pajín, simplemente diga que ella sabrá lo que tiene que hacer. ¿No lideraban todos ellos el mismo proyecto hasta el 20-N? Y es que, como dice Alarte, dimitir no es la solución, ni reducirlo a una pelea por quién se queda con uno u otro sillón, lo que me sugiere que lo mejor sería convencer a Zapatero para que no deje el suyo, evitando así la anunciada pelea entre Rubalcaba y Chacón. Aquí ya está claro: si él no dimite no habrá ninguna lid, sólo se hablará de “proyectos, de ideas, de sumar gente y comportarnos con responsabilidad”; también, que apoyará a Rubalcaba, según algunos, el de mayor inteligencia del resto de los mortales. Así ha sido presentado en la campaña, como un verdadero salvador, aunque a Alarte, como a mí, le cause miedo y desconfianza quien se autoproclama, que no es el caso, como la solución, considerándolo peligroso. A mí, sin embargo, me causan más miedo que el que se autoproclama, quienes lo proclaman como tal, pues a éstos nunca se les ve venir y, sin ellos, el primero no sería nada.
Coincido con Luna en la evolución del partido socialista hasta convertirse en una máquina de selección de cargos. Yo, hace tiempo, lo definí como “una confederación de empresas de trabajo temporal” (Ver artículo “El espectáculo del PSPV-PSOE”, Diario Información, 15-7-1999) cuando, a pesar de todo, aún quedaban muchos puestos de trabajo que ofrecer por las distintas “familias” que lo conformaban. Lo grave, si alguien no lo remedia, es que por este camino del “más de lo mismo”, incluso, muy pronto puede dejar de ser ambas cosas. La crisis, ya se sabe, ha hecho estragos, aunque, obviamente, sus efectos siempre afectarán menos a los grandes empresarios, los pequeños y los trabajadores seguirán siendo los verdaderos perjudicados. Mientras queden algunos se puede aguantar.
                                   Fdo. Jorge Cremades Sena 

domingo, 27 de noviembre de 2011

ERRE QUE ERRE


            No hay peor ciego que quien no quiere ver, dice la sabiduría popular, y bien podia aplicarse con total garantía al PSPV que, mirando hacia otro lado, sigue, erre que erre, cosechando derrotas desde hace ya más de dos décadas sin que, ni dirigentes, ni militantes hagan absolutamente nada para intentar remediarlo. Teniendo en cuenta que, anteriormente, en la Comunidad Valenciana votaban socialismo hasta las piedra, es una verdadera vergüenza que la situación actual se perpetúe “sine die” y sin perspectivas de solución. Ni siquiera el reciente batacazo del PSOE puede servir de excusa para justificar el desastre del PSPV -también lo era cuando el PSOE ganaba-, que es lo que esgrimirán los dirigentes socialistas valencianos para seguir instalados en sus cargos a pesar de su demostrada incompetencia y falta de liderazgo. Basta hacer un mínimo análisis de los resultados obtenidos para, al margen de una derrota prevista, darse cuenta de que aquí la tragedia es bastante mayor que en la mayoría de los demás territorios españoles.
            De los 542 municipios que conforman la Comunidad Valenciana el PSPV sólo ha conseguido ganar las elecciones en 29 de ellos (4, de los 141 que tiene Alicante; 11, de los 266 de Valencia; y 14, de los 135 de Castellón), siendo el castellonense Morella, con unos 2.900 hab., el de mayor población, que, sumada a las demás, no alcanzan ni los 18.500 hab., más o menos la que tienen municipios como La Nucía, por ejemplo. Es un dato estremecedor que el liderazgo político local sólo sea ejercido por los socialistas no sólo en tan pocos municipios, sino también con tan escasa entidad demográfica, cuando la estructura demográfica en la Comunidad Valenciana es bastante concentrada, pues cuenta con unos 160 municipios de más de 5.000 hab. En ninguna de las capitales, ni en pueblos densamente poblados, ni en otros de tamaño medio, el PSPV ha conseguido alzarse con el liderazgo, consiguiendo la victoria, con la excepción de Morella, sólo en lugares con menos de 2.000 hab. Tan trágico como que en la provincia de Alicante, la suma de población de los pueblos en que han ganado (Benejama, Quatretondeta, Benidoleig y Vall d´Ebo) queda por debajo de la población de Biar y bastante distanciada de la de Agost, por ejemplo; en la de Valencia, con Riola como la mayor de todas, la suma de los 11 municipios no alcanza a la de Benejúzar; y en Castellón, entre los 14, no llegan a la de Castalla. Si esto no es trágicamente catastrófico, que venga Dios y lo vea.
            Sin embargo nadie dimite, nadie es responsable de nada, nadie pide explicación alguna a lo sucedido y a lo que viene sucediendo. Todo lo contrario; al parecer, los dirigentes, desde sus respectivas poltronas, una vez más, se disponen a reavivar el cainismo político, conformando una nueva mayoría mecánica entre las distintas familias o clanes, para fagocitar cualquier iniciativa novedosa que pueda desalojarles de sus privilegios casi hereditarios. Entretanto, una militancia, mayoritariamente clientelar, cada vez más mortecina, se resigna al silencio cómplice y a la obediencia casi castrense a su respectivo gurú local quien, como parte de la trama piramidal, se encargará de elevar al vértice la cuota de poder mecánico conseguido para que su correspondiente patriarca familiar intente llevar a buen término la fratricida negociación que le conduzca al éxito. Un método, viciado y vicioso, que, si no es erradicado mediante una revolución de la militancia, sólo conduce al progresivo deterioro de apoyo ciudadano aunque, entretanto, sirva para que unos pocos, cada vez menos, puedan seguir disfrutando la parte alicuota de poder, cada vez menor, que les corresponda y sus correspondientes privilegios. La militancia, si no quiere llevar al PSPV directamente al suicidio, debe rebelarse de forma contundente frente a quienes, sin sonrojarse, tienen la desfachatez de postularse de nuevo para seguir dirigiendo el caos en vez de poner sus cargos a disposición del partido ante los pésimos resultados obtenidos bajo su desastrosa gestión. Si ellos no son capaces de estar a la altura de las circunstancias, sólo la militancia puede ponerles en su sitio negándoles rotundamente su apoyo y apostando por una nueva alternativa, que seguro que la hay, capaz de diseñar un nuevo proyecto que, con un nuevo liderazgo, libre de hipotecas del pasado, devuelva la ilusión perdida a millones de ciudadanos, defraudados por tanta incompetencia e incapacidad, y sirva como modelo alternativo, imprescindible para la higiene democrática.
            ¿Qué nivel de descrédito hay que acumular para tener la decencia de dimitir o de ser cesado? Si el de los dirigentes del PSOE ya es bastante bajo, el de los del PSPV está por los suelos. ¿No es suficiente haber perdido la credibilidad en todas las CCAA y en casi todos los pueblos importantes de España? ¿Ni siquiera haberla perdido en todos los pueblos valencianos con más de 3.000 habitantes? Es obvio que Rubalcaba, Chacón y Alarte lo consideran insuficiente ya que se sienten legitimados para seguir liderando tan atractivo proyecto. La incógnita entonces es si la militancia socialista coincide o no con ellos y les va a apoyar o no en tan loables pretensiones. De momento todo indica que, unos y otros, seguirán, erre que erre, a lo suyo. Los recaudadores de votos van a tener bastante trabajo en las diferentes agrupaciones locales.
                                   Fdo. Jorge Cremades Sena 

miércoles, 23 de noviembre de 2011

BATACAZO ELECTORAL SIN PRECEDENTES


            El éxito sin precedentes del PP de Rajoy en las elecciones generales, que le va a permitir gobernar con la más amplia mayoría de su historia con 186 escaños, queda eclipsado por el estrepitoso batacazo sin precedentes sufrido por el PSOE de Rubalcaba, que con 110 escaños se sitúa por debajo de los apoyos obtenidos en la predemocracia. Una espeluznante derrota que ni los más pesimistas se atrevían a vaticinar a pesar de estar cantado el triunfo popular. La bajada socialista de votos y escaños en todas y cada una de las CCAA contrasta con la subida o el mantenimiento de los populares en cada una de ellas, salvo en Asturias, donde ambos partidos bajan, al extremo de que sólo en dos circunscripciones provinciales, Barcelona y Sevilla, el PSOE es el más votado, aunque perdiendo apoyos. Algo impensable hace poco más de un año. Aunque quienes pensaban que era imparable el tsunami azul, se equivocaron estrepitosamente. El PP ha incrementado sus apoyos alrededor de medio millón de votos, mientras el PSOE ha perdido más de cuatro millones. Es pués más acertado concluir que el PSOE ha perdido por méritos propios, en tanto que al PP sólo le ha bastado con mantener su suelo electoral e incrementarlo mínimamente, sin que ello reste ningún mérito a su aplastante mayoría absoluta. Pero el beneficiario directo del autodescalabro socialista no ha sido el PP, que sí lo es al repartir los escaños, sino los partidos minoritarios -especialmente IU y UPyD- y los nacionalistas -especialmente PNV, AMAIUR y CiU- quienes, aprovechando las erróneas estrategias socialistas, han añadido una dosis de confianza a su coherencia estratégica e ideológica frente a los devaneos y frivolidades de un PSOE que, al menos, debe aprender, entre otras cosas, que es imposible absorber y soplar al mismo tiempo.
            Algunos hemos manifestando, pública y reiteradamente, la deriva insostenible del zapaterismo y ahora lamentamos la cruda realidad, sobre todo los que somos socialistas, al constatar que, desgraciadamente, acertábamos frente a aquellos que, vaya usted a saber porqué, defendían lo indefendible. Algo que se veía venir y de forma muy clara con el descalabro sufrido en las últimas elecciones locales, mientras los dirigentes socialistas, con el beneplácito de sus palmeros, no hicieron nada para remediarlo. Tan evidente como que un partido que gobierna en España y tiene vocación mayoritaria ni puede, ni debe, ensimismarse en estrategias ideológicas o nacionalistas radicales, más allá de lo razonablemente aceptable por la mayoría ciudadana, claramente de centro, como en el resto de los países desarrollados, que prefiere soluciones moderadas -hacia la izquierda o derecha, o el autonomismo- frente a aventuras radicales ideológicas o nacionalistas que puedan poner en riesgo la estabilidad y el bienestar que, a pesar de todo, disfrutan dichas sociedades. Tan obvio como que, en todo caso, puestos a jugar al radicalismo, siempre es mejor apostar por sus genuinos representantes que por los sucedáneos de peor calidad y menos creíbles. Ello puede explicar, en parte, el descalabro socialista frente a IU, UPyD, AMAIUR o CiU que por primera vez gana en unas generales al PSOE en Cataluña. Craso error creer que de movimientos radicales, como los indignados, o de nacionalistas auténticos, se puden arañar votos jugando a su juego y abandonando tu proyecto socialdemócrata mayoritario. Basta recordar el experimento del tripartito, las luces y sombras en el tema vasco o los fogonazos de un izquierdismo que al final defrauda la esperanza regalada a muchas gentes por su inviabilidad real.
            También hemos manifestado que la pésima gestión de la crisis por un gobierno claramente incapaz e incompetente, cargado de ocurrencias y despropósitos, de vaivenes e incoherencias, carente de autocrítica y de previsión, y culpando de todos los males a causas ajenas, arrastraría, no sólo a la economía a la pésima situación actual, sino también al partido que lo sostiene, el PSOE, a un callejón de difícil salida. Desgraciadamente así ha sido. Un partido que, ante el claro aviso de las elecciones locales, ha preferido perpetuar el denostado zapaterismo, aunque sin Zapatero, designando como sucesor a Rubalcaba, uno de sus más cualificados protagonistas, en vez de convocar un congreso, como ha hecho ahora –supongo que para erradicarlo-, sólo puede aportar falta de credibilidad. Más aún si éste basa la campaña en el terror, que nadie cree, e intenta ocultar sus responsabilidades inmediatas para resucitar sus responsabilidades remotas durante el felipismo que, en su ocaso, tampoco fueron dignas de alabanza, obligándose finalmente a ir modificándola para acabarla al fin en clave interna. Ni los niños condenados a la mala educación, ni los pacientes muriendo en los quirófanos, ni los ajustes reales –para Rubalcaba, recortes- en las CCAA gobernadas por el PP y en Cataluña por CiU, ni las protestas, ni las huelgas… han restado apoyos a populares o convergentes, sino todo lo contrario, dejando a Rubalcaba y a Chacón en evidencia. Ambos, ni siquiera con los mal disimulados mimitos, han podido ocultar la fractura interna dentro del propio zapaterismo y, como genuinos representantes del mismo, quedan invalidados, a mi juicio, para liderar el futuro de un PSOE que urgentemente necesita pasar página de tan deprimente proyecto, lo que requiere casi una refundación o, al menos, una sólida renovación. Así lo apuntan ya algunos de los tertulianos habituales propios que, hasta la fecha, se dedicaban a defender lo indefendible. Bienvenidos sean a lo razonable. Ojalá también lo hagan los militantes socialistas. No va a ser fácil a estas alturas, pero más vale tarde que nunca.
                                    Fdo. Jorge Cremades Sena 

domingo, 20 de noviembre de 2011

REBASANDO LO TOLERABLE


            No seré yo quien niegue las múltiples razones que tenemos los españoles para mostrar nuestra indignación. Como otros muchos ciudadanos, estoy indignado por muchos motivos. La grave crisis, no sólo económica, ni exclusivamente nuestra, nos condena a un presente, plagado de demasiadas dificultades e incertidumbres, que puede conducirnos a un futuro insoportable, si es que ya no estamos en él. Por ello, ahora más que nunca, es necesaria una reflexión ciudadana profunda, crítica y serena, que nos ayude a consolidar al menos un futuro de esperanza. No es la primera vez -ni será la última- en que la sociedad española se ve obligada a superar situaciones de gran dificultad, saliendo de ellas más o menos airosa. Se requiere pues que, una vez más, seamos capaces de aprender de nuestra propia historia para eliminar los errores cometidos en el pasado y consolidar los aciertos que, en parecidas o peores circunstancias, nos permitieron salir de túneles tan tenebrosos -o incluso más- como el que atravesamos ahora. Para conseguirlo, no basta sólo con la indignación, por muy justificada que esté. Máxime si esta indignación se limita a algaradas callejeras, alteraciones del orden público y desobediencia al ordenamiento jurídico establecido que, a la postre, añaden un plus de dificultad a las posibles soluciones.
            Conviene recordar que España, a pesar de las dificultades por las que atraviesa, goza del más largo periodo de libertad y prosperidad de toda su Historia y que, gracias a él, los españoles hemos conseguido las mayores cotas de igualdad de oportunidades, de acceso a la educación, de asistencia sanitaria y de protección social. Asimismo los diferentes territorios españoles cuentan con el mayor grado de autonomía política de todos los tiempos y con las más modernas infraestructuras. Conviene recordar que, dichos logros, no se han conseguido fácilmente; bien lo sabemos los que ya tenemos cierta edad. Sin ninguna de estas ventajas y doblemente indignados, apostamos en su día por conseguirlo desde la nada y lo conseguimos con perseverancia. Por tanto, a pesar de tantas dificultades, algunos tenemos la certeza de que no estamos en el peor de los momentos; hemos vivido tiempos mucho más complicados e inciertos. Si fuimos capaces de superar aquéllos, hemos de serlo para superar éstos, siempre que, como entonces, la inmensa mayoría de ciudadanos seamos capaces de aislar a quienes, como entonces, pretendan poner palos en la rueda para dificultar el camino en vez de aportar soluciones razonables y viables. La receta básica es el consenso mayoritario de las fuerzas políticas, sociales, sindicales y económicas en la búsqueda de soluciones y en la lucha contra quienes, aprovechando la difícil coyuntura, se disponen a desestabilizar el sistema. Así se hizo entonces. Ahora, con una democracia consolidada, será mucho más fácil, siempre que los diferentes partidos políticos estén a la altura que requieren las circunstancias.
            Pero es preocupante, especialmente en plena campaña electoral, que grupos de indignados rebasen lo tolerable y ningún partido político declare públicamente su repulsa por miedo a las repercusiones electorales. Mal asunto. Peor aún si ni siquiera lo hace el Gobierno, aunque esté en funciones. Es inadmisible que, en nombre de la indignación se agreda la sede de la soberanía popular, el Congreso de los Diputados, apedreándola y escribiendo en sus paredes “Abajo el régimen”, lo que pone en evidencia los verdaderos objetivos políticos de semejantes personajes, pues acabar con el régimen democrático supone inevitablemente sustituirlo por un régimen autoritario. Un ataque frontal en toda regla a los cimientos de nuestra convivencia pacífica que ningún demócrata debiera tolerar. Para mí es un nuevo motivo de indignación, probablemente, el más importante de todos ya que tolerar semejantes acciones, dejarlas impunes, significa iniciar la senda que nos conduce al caos.
             La democracia -y, por tanto, la libertad- se hace muy frágil en tiempos difíciles ya que, desgraciadamente, sus enemigos aprovechan el descontento general para buscar cierta comprensión a sus actos desestabilizadores que, simplemente, pretenden falsas soluciones al margen del sistema con afán proselitista entre las personas de buena fe que lo están pasando peor. Para conseguirlo, actúan al margen de la ley; agreden, verbal o físicamente, a las distintas instituciones democráticas y a sus representantes elegidos democráticamente; consideran mayoritarios sus movimientos asamblearios –siempre minoritarios frente a lo decidido en las urnas- para dar apariencia democrática a sus decisiones y, bajo dichos argumentos, se consideran agredidos si las fuerzas de orden público les obligan a respetar el orden jurídico establecido como a cualquier otro ciudadano. Es obvio que, ante dichos comportamientos, el estado democrático, si no quiere deteriorarse, debe aplicarles el peso de la ley legítimamente establecida; es la mejor fórmula para fortalecerse y, en todo caso, para hacerles entender que las soluciones siempre están dentro del mismo y no fuera como ellos pretenden. El silencio y la permisividad con los que actúan rebasando lo tolerable es, simplemente, intolerable. Nuestra más contundente respuesta a los intolerantes es hacer reventar las urnas con nuestros votos; la suma de todos ellos, gane quien gane, es la mejor forma de decirles donde está la verdadera mayoría democrática.
                                   Fdo. Jorge Cremades Sena 

miércoles, 16 de noviembre de 2011

SI ACABARA DE LLEGAR


            Si, carente de información, acabara de llegar a este país desde un remoto lugar y, para depositar mi voto en las urnas de forma responsable el próximo domingo, tuviera que realizar un aprendizaje intensivo de la situación económica y las opciones políticas que se me ofrecen, quedaría estupefacto. Tras conocer la caótica situación económica, al borde de la recesión, descartaría cualquier opción minoritaria, nacionalista o no, que entorpeciera la formación de un futuro gobierno fuerte y sólidamente respaldado para afrontar los díficiles retos que se avecinan. Por tanto, en sintonía con la mayoría de españoles, me inclinaría por el PSOE de Rubalcaba o por el PP de Rajoy, para que cualquiera de ellos consiguiera la cómoda mayoría parlamentaria que, sin hipotecas de intereses minoritarios, le permitiera gobernar con fortaleza. Reafirmaría mi decisión al conocer que ambos partidos tienen una amplia experiencia de gobierno en los distintos ámbitos territoriales y que sus respectivos candidatos han ocupado las más importantes carteras ministeriales; garantía más que suficiente para desestimar cualquier aventura de final incierto. Es la lógica de cualquier ciudadano sensato, no comprometido por razones de militancia o de ideología, que prefiere anteponer el racionalismo al idealismo en momentos tan críticos. Un pragmatismo político comprensible en tan difícil momento.
            Pero al saber que las encuestas, a pocos días de la elección, pronostican un tremendo batacazo del partido que gobierna y un éxito sin precedentes del partido opositor, deduciría que el gobierno socialista lo ha hecho fatal y el partido popular muy bien, o que el primero presenta un programa electoral deprimente y el segundo excelente. Falsa deducción que se tornaría en estupor al escuchar los mensajes electorales de los candidatos, los debates y las tertulias televisivas. No entendería tanta aceptación popular a un partido que pretende eliminar los servicios sociales básicos, la pensión a los mayores, las coberturas del desempleo, la sanidad y la educación pública, al extremo de dejar morir en el quirófano a los pobres y de convertir a sus hijos en meros sirvientes de los ricos bien educados; menos aún, si tal proyecto lo lidera un tal Rajoy nada carismático, sin programa, candidato por tercera vez y con la intención, aunque no lo diga, de las peores maldades contra el pueblo llano en favor de los ricos, tan ambiguo e incapaz que actúa bajo el dictado de un tal Aznar con el que fué ministro cuando el PP gobernó. Tampoco entendería la caída en pìcado de un partido gobernante, defensor del pueblo frente a los ricos, liderado orgánicamente por un tal Zapatero -actual presidente del gobierno, aunque desaparecido en la campaña-, que presenta como candidato a un tal Rubalcaba, segundón de lujo en casi todos los gobiernos socialistas precedentes –incluido el actual- y cabeza de cartel por vez primera, muy valorado por propios y extraños, hábil negociador, inteligente, maquiavélico, manipulador, con un programa propio y que, para colmo, es arropado por un tal Felipe González, quien, hace ya más de veinte años, le descubrió como excelente miembro de su gobierno y por vez primera le nombró ministro, aunque, a diferencia de Rajoy, no actúa bajo su dictado.
            O los españoles son masoquistas, o los socialistas mienten o yerran de forma flagrante. Esa sería mi conclusión. Pero, descartando obviamente lo primero, sólo lo segundo podría explicarme la escasa credibilidad de la ciudadanía en el proyecto socialista de Rubalcaba. No me sería difícil comprobarlo. No es creíble, entre otras muchas razones, que se desmarque del zapaterismo, siendo uno de sus principales valedores hasta antesdeayer; que relegue a ZP, su jefe como secretario general del partido, para resucitar a Felipe González y al trasnochado felipismo como opción de futuro, evidenciando el caos interno que sufre el PSOE desde su descalabro en las elecciones locales; que tenga soluciones para sacarnos de la crisis sin haberlas aplicado cuando era ministro; que impute ocultas intenciones a Rajoy para hacer terribles recortes, mientras justifica los suyos a funcionarios y pensionistas como ajustes obligados a pesar de no constar en el programa con el que ZP ganó las elecciones; que base su programa en soluciones provenientes del exterior, como una moratoria de la UE y una especie de Plan Marshall, para poder seguir manteniendo el gasto, sin reparar en otras soluciones en caso de negativa; que impute la crisis galopante sólo a causas externas, sin reparar en la pésima gestión del gobierno de ZP, del que formaba parte, plagado de ocurrencias y despropósitos que todos conocen. . . Y para colmo, una falta de credibilidad a una campaña mal enfocada desde el principio y basada en el voto del miedo. Con cinco millones de parados y la economía en caída libre, la inmensa mayoría conecta mejor con el slogan “Súmate al cambio”, como hizo en aquel mítico “Por el cambio” de 1982, que con el de “Pelea por lo que quieres”. Está claro que la mayoría va a pelear por lo que realmente quiere, un cambio radical, y, sobre todo, contra lo que no quiere, mantener un rumbo que le conduce inevitablemente al abismo. Esa seria mi conclusión si acabara de llegar a este país desde un remoto lugar. Pero, como no es el caso, tendré que seguir valorando otras posibilidades, que las hay, antes de introducir mi voto en las urnas el próximo domingo. 
                                   Fdo. Jorge Cremades Sena 

martes, 15 de noviembre de 2011

QUE GANEN LOS NUESTROS


            No es la primera vez, ni desgraciadamente será la última, que, como ciudadano, manifiesto mi indignación por la corrupción política, uno de los más graves problemas que padece la sociedad española. Por no indagar más en la hemeroteca, valga mi artículo, sobre el caso Gurtel, titulado “Dimisión e inhabilitación” (Ver Diario Información del 20-7-2011, fecha que curiosamente coincide con la dimisión de Camps). Si en aquel momento, coincidiendo con los socialistas, manifesté la conveniencia de que Camps dimitiese y fuese inhabilitado, ahora, conocido el caso Campeón, es coherente que, coincidiendo con los populares, me pronuncie en idéntico sentido sobre el señor Blanco. Cualquier persona claramente decidida a erradicar la corrupción política haría lo propio. Pero es deprimente y frustrante porque los socialistas han cambiado y ahora son ellos quienes no coinciden conmigo. Prefieren instalarse en las tesis que los populares defendían entonces y que, probablemente, defenderán cuando el presunto corrupto pertenezca a sus propias filas, momento en que, con toda seguridad, los socialistas volverán a mutarse de nuevo para coincidir conmigo y con otros muchos ciudadanos, que no cambiamos al respecto. Es un juego perverso de unos y otros que permite que la corrupción política, lamentablemente, siga instalada en nuestra sociedad. Por eso me da asco que ahora el principal adalid de las tesis dimisionarias, el señor Blanco, no se las autoaplique, utilizando los mismos argumentos que, en su día, utilizó Camps para mantenerse en la poltrona hasta que el hedor hizo irrespirable el ambiente y se tuvo que marchar. Por eso me causa repugnancia que los dirigentes del PSOE, al igual que los del PP en su día, convertidos en maestros de la incoherencia, defiendan públicamente lo indefendible sin que se les caiga la cara de vergüenza a la hora de pedirnos el voto.
            El reciente debate electoral entre Rubalcaba y Rajoy, convertido en interrogatorio del socialista al popular, es el mejor ejemplo de que ninguno de los dos está dispuesto a comprometerse públicamente en la búsqueda de una solución a la corrupción política. Ni una palabra al respecto, ni un reproche, ni nada de nada. Un silencio sepulcral sobre una de las principales preocupaciones que, según las encuestas, tienen los ciudadanos. Es obvio que el próximo presidente de gobierno, que será cualquiera de ellos, dejará este importante asunto tal como está. ¿Cómo es posible que Rubalcaba no reparara en tal carencia del programa de Rajoy que casi desmenuzó página a página? Pero es más sorprendente que Rajoy, estando el caso Blanco en el candelero, ni siquiera lo mencionase. La conclusión es meridiana: blanco y en botella, leche. Ninguno de los dos tiene nada que decir sobre la dignificación de la actividad política y, en estos casos, lo mejor es un buen pacto de silencio. Queda claro que en algunas cuestiones ambos sí que son exactamente iguales o, al menos, bastante parecidos.
            No sé cual de los dos ganó el debate-entrevista; tampoco, quien ganará las elecciones. Las encuestas dan ganador a Rajoy en ambos casos. Pero si estoy seguro de quien ha perdido en este envite, la ciudadanía española, condenada, una vez más, a soportar la indecente conducta de demasiados gobernantes sin tener la posibilidad de hacer nada para impedirlo, salvo no ir a votar que es la peor de las soluciones. Menos mal que al menos nos queda la posibilidad de elegir a quien cada cual considere más capaz de sacarnos del pozo económico en que estamos metidos. ¡Ojala que el resultado final sea un acierto!, pues la corrupción política parece más soportable en tiempo de bonanza, aunque siempre sea igual de perniciosa para la democracia. Caso bien distinto si, en vez del pacto de silencio, Rubalcaba y Rajoy hubiesen anunciado un pacto de caballeros para luchar contra ella en todos los ámbitos sin ningún tipo de excusas o incoherencias; de entrada, ambos ya serían ganadores junto a todos los ciudadanos. También sería distinto si, al menos, cualquiera de ellos, al margen del otro, hubiera incluido tal propuesta en su programa electoral; hoy sería ya el claro vencedor. Lamentablemente, ni una ni otra; ambos han decidido ser unos perdedores aunque uno de ellos, inevitablemente, gane las elecciones.
            Tengo serias dudas de que, quienes son incapaces de resolver un asunto que sólo depende de una decisión personal, sean capaces de hacerlo en asuntos que dependen de múltiples variables ajenas a ellos mismos. En todo caso síempre podrán resolver los problemas de algunos por la vía rápida, especialmente si se trata de amigos y el desbloqueo depende de alguien de los suyos. Es lo que, según la transcripción de las conversaciones telefónicas del caso Campeón, hace el ministro Blanco con su amigo Orozco tras preguntarle si el alcalde de Sant Boi “es de los suyos”. Y es que, tal como dice Orozco, “es bueno tener un amigo en el gobierno”; en caso contrario “es imposible, qué país”. Es nauseabundo que algunos, ocultando o minimizando todas estas miserias, hagan piña bajo el eslogan maniqueo “que ganen los nuestros”, que son los buenos, con la única intención de ganarse la confianza de la mayoría de ciudadanos que precisamente no tienen a nadie. Ni siquiera tienen, ni les dejan tener, los gobernantes que merecen.
                                   Fdo. Jorge Cremades Sena 

martes, 1 de noviembre de 2011

NIÑO RICO, NIÑA POBRE


            Al visionar el video conocido coloquialmente como “Niño rico, niña pobre”, me vinieron a la memoria mis vivencias infantiles en un cortijo andaluz, donde me crié. Por un instante pensé que se trataba de algún reportaje sobre la Historia de España –ya soy lo suficientemente mayor como para situar mi infancia como histórica-, pero al darme cuenta de que era un vídeo electoral socialista, supongo que para captar votos, quedé sorprendido. Me pareció, viendo las imágenes, que su objetivo era la defensa de la enseñanza pública -concertada o no- frente a la privada, privada, que no recibe dinero público, lo que sólo supondría un recorte de libertades para aquellos que, renunciando al servicio público de la educación, pueden y quieren pagarla por su cuenta aquí o en el extranjero. Así lo deduje al ver el comportamiento de ese niño repelente, inmensamente rico, acompañado de su sirvienta uniformada para asistir al colegio privado de élite, como a los que van los hijos de los multimillonarios y de algunos dirigentes socialistas. Pero ¿qué sentido electoral tenía el vídeo si este tipo de gente no suele votar PSOE? Es un error, me dije. Aunque con las frases finales del video despejé mis dudas. Se trata de hacer demagogia para intentar conseguir algún voto. En efecto, tras proclamar la obviedad de que sólo una enseñanza pública de calidad garantiza la igualdad de oportunidades, no sólo arremete contra la enseñanza privada, sino también contra la concertada que, en nuestro sistema educativo, es pública, para declararse finalmente como defensores de la calidad de la pública frente a la concertada -que confunden con la privada- ante un PP, empeñado en deteriorarla. Es decir, nada de nada sobre la calidad.
Es demagógico plantear la calidad de la enseñanza pública como una lucha entre centros públicos y concertados, salvo que se quiera cambiar el modelo de gestión educativa que tenemos. Pero, si es así, hay que plantearlo con toda valentía y no con engaños o verdades a medias. Nuestro sistema educativo público se gestiona, sin ser cuestionado por socialistas ni populares hasta ahora, mediante una red de centros de titularidad estatal y privada, éstos mediante un concierto. Ambos están sostenidos con fondos públicos y, por tanto, ambos forman parte de la enseñanza pública, la privada es otra cosa. Por tanto, si no se cambia dicho modelo de gestión, la calidad de la enseñanza pública es el objetivo a conseguir tanto en unos centros como en otros. Tan pernicioso es para la calidad de la enseñanza pública deteriorar los centros públicos como los concertados. Hay que hacer precisamente todo lo contrario. A ninguno de ellos asisten niños como el protagonista del vídeo, pues en los privados concertados, sufragados con fondos públicos, no se ve a este tipo de personajes, “raras avis” pertenecientes a un minoritario club social y económico, que nada tienen que ver con la totalidad de niños y niñas españoles –y españolas, vaya a ser que se me acuse de machista- como es el caso de la niña del vídeo asistiendo a su colegio público, concertado o no. Además, ninguno de ellos educa a las niñas para que de mayores ejerzan como cuidadoras o señoras encopetadas. Plantearlo así es insultar a los docentes, quienes, como trabajadores de uno u otro tipo de centro, sólo intentamos, no sin dificultades, impartir a nuestros alumnos una enseñanza desde la igualdad y la imparcialidad sin ningún tipo de discriminación que, inexorablemente, les condenaría a un destino indeseable.
Si se pretende apostar por un nuevo modelo de gestión educativa, dígase. Si se quiere anular los conciertos e iniciar un programa intenso de infraestructuras que acojan las plazas correspondientes, hágase. Pero lo inadmisible es que se juegue con la calidad de la enseñanza, cuyo deterioro obedece a múltiples factores, desde la demagogia y las inexactitudes, dibujando un panorama anacrónico e irreal que nada tiene que ver con la situación actual. Aquellos niños, hijos del señorito, que yo recordé al visionar el vídeo, hace mucho tiempo que no se ven; a mí, casi se me habían olvidado y, en todo caso, los que todavía existan no van a la educación concertada. Y aquellas niñas, mis amiguitas, hijas de los sirvientes y jornaleros, que ni siquiera iban a la escuela y estaban destinadas a servir al señorito, casi como su única salida laboral, tampoco existen hoy, ni sus madres se resignan, como sucede en el vídeo, a tal destino inevitable. La situación educativa actual, aún siendo susceptible de indiscutibles mejoras, en nada se parece a la de la España en blanco y negro de mi niñez, que se dibuja en el vídeo.
Siempre he defendido la enseñanza pública, educándome y educando a mis hijos y nietos en centros públicos y además trabajando en dichos centros como profesor. Ni siquiera se me ocurrió hacerlo en centros concertados, que también forman parte de la red pública educativa, aunque no tengo nada contra ellos. No sé si todos los dirigentes socialistas que promocionan el vídeo pueden decir lo mismo. Pero sé que demonizar a dichos centros con falsos iconos, típicos en todo caso de centros privados de élite, es indecente, máxime si el PSOE, cuando y donde gobierna, no los cuestiona. Sé que, de ser cierto que a sus alumnos les inculcan la mentalidad del perfil del niño repelente del vídeo, incurrirían en falta muy grave por no cuestionarlos, anulándoles el concierto. ¿Qué centro educativo ha inspirado a los creadores del vídeo? ¿Qué alumno concreto ha inspirado el modelo del protagonista? ¿Qué madre, el de la cuidadora? Espero que todo sea producto de la imaginación. La inmensa mayoría de los mortales no estamos acostumbrados a tratar estos ambientes ni con estos personajes. Si se trata de hechos reales el asunto sería aún más cuestionable.
                            Fdo. Jorge Cremades Sena 

jueves, 27 de octubre de 2011

UN POCO DE CORDURA


            ETA anuncia el cese definitivo de su actividad armada y se convierte en principal protagonista de la campaña electoral, ya iniciada “de facto”, eclipsando los verdaderos y graves problemas que padece el pueblo español. Nuestros políticos –al menos los democráticos-, quienes una y mil veces han declarado que el terrorismo no sería utilizado como reclamo electoral, se afanan en inventar todas las sutilezas posibles para posicionarse de forma distinta ante un asunto que debiera gozar de unanimidad, y punto. Sin embargo, coincidiendo en la obviedad de que, de entrada, se trata de una buena noticia, intentan buscar las diferencias en su significado de cara al futuro y en quien lo hizo mejor o peor en el pasado para conseguir que ETA por fin la anunciara. Mientras que desde instancias europeas instan a ETA a su disolución y desarme, aquí, en España, un abanico variopinto de declaraciones animan la ceremonia de la confusión sobre lo que algunos políticos ya han dado en denominar el posterrorismo. Curiosamente, de la noche a la mañana se acabó el terror. Ya no hay asesinos, ni memoria histórica reciente, ni cuentas pendientes que saldar. Todo ha sido un mal sueño, una pesadilla infernal, que se ha desvanecido con el despertar a este nuevo periodo de concordia.
            En este nuevo amanecer, preludio de una democracia inmaculada, quedan atrás todas las estrategias practicadas por los diferentes gobiernos en la lucha antiterrorista, desde los contactos directos o indirectos hasta la negociación, desde la persecución legal hasta el uso de métodos ilegales. Todos dicen con la boca grande que la derrota de ETA es el triunfo de todos los demócratas, por tanto de todos los gobiernos que se han sucedido; pero con la boca pequeña cada uno pretende apuntarse un plus de eficacia de cara al electorado. Todos hablan de unidad de acción futura con la boca grande, pero con la boca pequeña cada uno prepara su propia estrategia. Pero nadie puede, ni debe, dejar atrás y olvidar el triste balance de la pesadilla. Un balance real de más de ochocientas personas asesinadas y sus respectivas familias rotas para siempre, miles y miles de personas amenazadas y huidas del País Vasco, otras tantas saqueadas con el tristemente famoso impuesto revolucionario y, en definitiva, toda una sociedad, la vasca, sometida al miedo y a la falta de libertad por una minoría violenta, bajo el pretexto de una serie de reivindicaciones políticas que podían haber reivindicado, como el resto de vascos y españoles, desde la convivencia pacífica. Desde aquel consenso político, modélico ante el mundo, que finiquitó la dictadura y dió paso a la libertad hace ya más de treinta años. Un consenso que algunos dirigentes políticos pretenden incluir como parte de la pesadilla y no de la realidad en este mágico despertar.
            Entendiendo las sutilezas de algunos para afrontar la buena nueva en plena campaña electoral, es intolerable que otros rebasen descaradamente los límites de la cordura. Las dificultades que atraviesan los partidos políticos en el nuevo escenario electoral no pueden avalar un discurso irresponsable, olvidando que, tras las elecciones, es cuando queda todo por hacer al respecto. En este ranking de irresponsabilidad, hasta el momento, ocupan el liderazgo los peneuvistas Urkullo y Anasagasti. Como si el PNV no hubiera tenido nada que ver en la gobernabilidad española y vasca en todos estos años de democracia, abducidos por este nuevo ciclo posterrorista, regresan a los años setenta del pasado siglo, reniegan de la transición e, instalados en la predemocracia, se declaran genuinos paladines de una nueva y necesaria transición democrática que permita el paso a un proceso constituyente en Euskadi. Sin rubor alguno, desde una especie de amnesia patológica, abogan por un adelanto electoral en el País Vasco, por una amnistía política a todos los presos etarras –incluidos los condenados por delitos de sangre, ya que los mayores son los de Franco- y por una petición de perdón a todas las víctimas en un escenario nuevo sin vencedores ni vencidos. Se olvidan de forma indecente del periodo democrático más largo de toda la historia de España –y por tanto vasca-, del papel importante que ellos mismos y su partido han desempeñado en el mismo. Se olvidan de que en este tiempo todo, absolutamente todo lo actuado, goza de plena legitimidad y, por tanto, no cabe ningún tipo de amnistía política, menos aún un proceso constituyente y otras barbaridades por el estilo. Franco, afortunadamente, murió hace ya mucho tiempo. Ahora, sólo cabe responder ante la ley de los delitos cometidos, acatando las correspondientes sentencias y respetando a todas las instituciones del Estado siempre que actúen sobre las competencias que cada una de ellas tiene encomendadas. Lo contrario es regresar a un oscuro pasado que todos, a estas alturas, ya tenemos olvidado. Ellos, parece ser que no.
            Si no se pone un poco de cordura para evitar estas enajenaciones mentales, espero que transitorias, el radiante amanecer posterrorista que algunos proclaman se puede convertir en un negro anochecer, preludio de nuevas y horrendas pesadillas.
          Fdo. Jorge Cremades Sena

martes, 25 de octubre de 2011

CAUTELA Y PRUDENCIA ANTE EL COMUNICADO DE ETA


            Tras la insultante Conferencia de paz de San Sebastián -en la que han tratado a la ciudadanía española como menor de edad, necesitada de tutelaje internacional para resolver un conflicto armado inexistente- los asesinos etarras declaran el “cese definitivo de su actividad armada” que sustituye a su anterior declaración de “alto el fuego permanente”. Una excelente noticia, como la anterior, porque mantiene y reafirma el statu quo de cese de la violencia, existente desde entonces, que, en definitiva, es lo que desea la ciudadanía, bien definitiva o permanente, ya que, en todo caso, viene a significar lo mismo. Precisamente por esta sinonimia no se entiende muy bien la euforia generada por este último comunicado –comparada con la del anterior- al extremo de que casi todos los dirigentes políticos proclaman la derrota de ETA y el triunfo del Estado de Derecho. ¡Ojala así sea!. Pero no hay que olvidar que la declaración procede de personajes tan poco fiables que, en plena negociación con el gobierno, asesinó de nuevo a personas inocentes de forma traidora y repugnante, como han hecho siempre para enguarrar nuestra convivencia democrática. Por tanto, aun recibiendo el comunicado como muy positivo, convendría ser más cautelosos y prudentes para no generar en los ciudadanos excesivas expectativas que, en cualquier instante, pudieran tornarse en lamentables desilusiones. Lo permanente o definitivo, en cualquier momento, puede dejar de serlo en boca de esta gentuza. ¿Por qué ahora hay que darles plena credibilidad, si antes nuestros gobernantes siempre pidieron lo contrario?
            Los dirigentes de los distintos partidos políticos, del gobierno o la oposición, han coincidido, al menos últimamente, en que la única salida para la debilitada ETA era su disolución, la entrega del armamento, la petición de perdón a las víctimas y la puesta a disposición de la justicia. Una derrota en toda regla. El propio Rubalcaba, siendo ministro de Interior, no dió ningún crédito al comunicado anterior de “alto el fuego” precisamente porque no iba en dicha dirección. Todos los demás le apoyaron acertadamente. Pero curiosamente ahora, al contrario de entonces, todos aplauden el anuncio de “cese definitivo” cuando el comunicado no va en esa dirección, sino que incluso homenajea a los asesinos muertos –que no a los asesinados- y presos etarras, únicas víctimas, según ellos, de la crudeza de una lucha de la que se sienten orgullosos. Ningún arrepentimiento, ningún reconocimiento de error, ninguna disculpa. Ni siquiera renuncian a ninguna de sus reivindicaciones políticas, incluida la autodeterminación, que, obviamente, tienen todo el derecho de plantear, siempre que lo hagan por vías estrictamente democráticas, es decir en el marco de la Constitución, que, precisamente rechazaron en su momento a pesar de que, gracias a ella, fueron amnistiados como presos políticos por sus acciones anteriores. Sin embargo ahora, siendo los únicos responsables de romper la concordia constitucional española -y por tanto vasca-, apelan en el comunicado a una “solución justa y democrática al secular conflicto político” y a que “frente a la violencia y la represión, el diálogo y el acuerdo deben caracterizar el nuevo ciclo” en el que “el reconocimiento de Euskal Herría y el respeto a la voluntad popular deben prevalecer sobre la imposición”. Obviamente se refieren a la voluntad popular sólo de los vascos, lo que tiene difícil encaje constitucional. Es decir, ni siquiera  borrón y cuenta nueva para volver a la libertad. Los violentos y represores seguimos siendo los españoles, incluidos los vascos que no piensan como ellos, cuya voluntad popular inmensamente mayoritaria jamás respetaron y siguen sin respetar. ¿Cuál es la solución justa y democrática para ellos? Finaliza el comunicado con un llamamiento a los gobiernos de España y Francia a un diálogo directo -es decir, de tú a tú con ellos- para superar “la confrontación armada” y resolver las “consecuencias del conflicto”. Es decir, que finiquite la guerra civil, inventada por los ilustres mediadores de San Sebastián, que la califican como “la última confrontación armada en Europa”. Ya ven.
            Analizando pues todo el comunicado, no se entiende, salvo que haya cuestiones ocultas de alta política, que, precisamente cuando ETA está más debilitada, se acepte como creíble y válido el apartado referente al cese de la violencia, ya incluido en el anterior comunicado, y se le saque de todo el contexto, cuyas reivindicaciones en su conjunto debieran al menos plantear bastantes incertidumbres y recelos. ¿Es qué se van a aceptar todas las reivindicaciones? ¿cuántas de ellas? ¿Es que se les va a exigir la disolución, la entrega de armas, el perdón a las verdaderas víctimas y la puesta a disposición de la justicia? ¿todas ellas? ¿cuales sí y cuáles no? Cuando se despejen, entre otras, dichas incógnitas será cuando se pueda hablar o no del triunfo del Estado de Derecho, en este caso de dos, el español y el francés, frente a una banda de asesinos. Entretanto sólo cabe la cautela y la prudencia. Y la unidad de todos los demócratas, de todos los partidos democráticos, frente a errores cometidos en el pasado que sólo sirvieron para prolongar este calvario insoportable. Para ello conviene no confundir el deseo con la realidad. El comunicado de ETA, dice lo que dice y no lo que todos quisierámos que dijera. De momento sólo ha servido para priorizar en el debate electoral un problema que había quedado muy lejos entre las principales preocupaciones de los ciudadanos. ¿No estaba ya ETA derrotada? A tenor del comunicado, da la impresión de que no.
                                   Fdo. Jorge Cremades Sena 

viernes, 21 de octubre de 2011

INDECENCIA INDIGNANTE


            La autodenominada “Conferencia de paz de San Sebastián” sólo merece, desde principio a fin, el apelativo de indecencia indignante desde cualquier punto de vista con que se quiera analizar. Desde su título a sus conclusiones, la terminología utilizada, la frivola puesta en escena, la ausencia de análisis y argumentos, y hasta el momento de su celebración en precampaña electoral, suponen una indignante falta de honestidad con nuestro proceso democrático, con las víctimas del terrorismo, con el esfuerzo de la lucha antiterrorista, con las instituciones del Estado y, en definitiva, con el sistema democrático que, salvo ETA y su entorno, decidimos los españoles para vivir en paz y libertad. Una farsa incomprensible e impensable en cualquier estado europeo y, menos aún, en cualquiera de los que, junto al nuestro, integran la UE. Lamentablemente aún está vigente para algunos la teoría de que “unos sacuden el árbol, pero sin romperlo, para que caigan las nueces, y otros las recogen para repartirlas” ¡Menuda desvergüenza!
            Que mediadores internacionales, a sueldo y en plena crisis, celebren en nuestro propio territorio una conferencia de “paz”, como si estuviéramos en guerra, y que tengan la osadía de calificar el terrorismo de ETA como “confrontación armada”, justo cuando menos capacidad asesina tiene ETA, es una afrenta indignante para nuestra ciudadanía. Que hablen de “bandos enfrentados”, que insten a los gobiernos de Madrid y París –pero desde aquí- a promover un “diálogo” con el bando etarra para tratar “exclusivamente las consecuencias del conflicto” y a que den la “bienvenida” a una supuesta declaración de “cese definitivo de la actividad armada” con el inicio de “conversaciones” y “pasos profundos para avanzar en la reconciliación, reconocer, compensar y asistir a todas las víctimas” para que, acabada ETA, se realice “una consulta a la ciudadanía” sobre la independencia del País Vasco, es, sencillamente, intolerable. Y que para una supuesta supervisión internacional de todo el proceso, se declaren dispuestos a “organizar” el correspondiente “comité de seguimiento”, que reclama ETA para su desarme, y poner fin así a “la última confrontación armada en Europa”, es un insulto inaceptable. En definitiva nos tratan como si de la noche a la mañana, democráticamentes hablando, hubiéramos dejado de ser mayores de edad y necesitásemos la pertinente tutela para garantizar nuestra propia convivencia en libertad, equiparándonos con cualquier república bananera. Por tanto, el bando demócrata, es decir el Estado democrático, ha de ponerse, según ellos, en un plano de igualdad con el otro bando en litigio, el antidemocrático, para finiquitar una guerra civil que dura cincuenta años. Por ello omiten en su lenguaje vocablos como terrorismo, banda armada y asesinato. En las guerras sólo hay ejércitos y víctimas legales de uno u otro bando. ¿Cómo es posible semejante desfachatez?.
            Pero lo más indignante es que tamañas barbaridades se hayan expuesto en un foro con representantes peneuvistas y socialistas, y, para colmo, hayan menospreciado sus tímidas intervenciones en el sentido de que el fin de ETA llegue “sin contrapartidas políticas de ningún tipo”, de que “ETA nunca debió existir” y de que “nunca ha habido un conflicto armado de dos bandos, sino el ataque sistemático de una minoría totalitaria y violenta que atenta contra la convivencia democrática y la pluralidad”. Una lamentable representación que, como se veía venir, sólo ha servido, “a priori”, para avalar la indecente farsa del entorno etarra y, “a posteriori”, para dejar en ridículo a los partidos políticos democráticos implicados. Tanto el PNV como el PSE, por su actitud permisiva y colaboradora con semejantes despropósitos, han servido como tontos útiles al objetivo etarra de zarandear una vez más nuestra democracia, provocando el regocijo en el intolerante mundo abertzale y la desazón en el resto de la ciudadanía, incluidos muchos de sus propios militantes. Una desazón “in crescendo” muy preocupante ante la falta de autoridad del PSOE que, gobernando en España y en Euskadi, se declara incapaz de controlar a sus propios dirigentes territoriales, especialmente a los del PSE y del PSC, para integrarlos en un proyecto político nacional común, propiciando una peligrosa deriva nacionalista -impensable hace unos años- que le aleja de la solvencia que tuvo antaño como instrumento vertebrador de la gobernabilidad de España, para erigirse en protagonista de catastróficos experimentos nacionalistas como el que nos ocupa o como el deplorable y extinto gobierno tripartito catalán.  
               ¿Acaso la Constitución española no es homologable con las del resto de su entorno? ¿no garantiza los derechos y libertades individuales, colectivas y territoriales al mismo nivel que las demás? ¿no es la que hemos elegido democráticamente los españoles? Es inadmisible pues que aquí, y sólo aquí, se soporten tamañas afrentas que atentan directamente a nuestra convivencia pacífica y laminan nuestro prestigio exterior. Ningún otro gobierno admitiría en su propio territorio foros tan insultantes como el de San Sebastián; ningún otro pueblo se lo habría tolerado. Ningún supuesto mediador se hubiera prestado a participar sabiendo que, ipso facto, provocaría la más enérgica condena gubernamental. ¿Por qué aquí sí? Esa es la cuestión.
                                   Fdo. Jorge Cremades Sena 

jueves, 20 de octubre de 2011

CÓDIGO ÉTICO PARA GOBERNANTES, YA


            Por enésima vez la opinión pública es zarandeada por un nuevo presunto caso de corrupción política, la “operación Campeón”, que, como en otros casos anteriores, cuya lista sería interminable, supone un nuevo varapalo a la ya escasa credibilidad que el pueblo tiene en sus gobernantes. El mismo guión, el mismo argumento, la misma puesta en escena y el mismo final. Sólo cambian los protagonistas: un ministro socialista –D. José Blanco-, un exconselleiro y diputado autonómico del BNG –D. Fernando Blanco-, un parlamentario del PP –D. Pablo Cobián- y, ¡cómo no!, un exitoso empresario de dudosa honestidad, D. Jorge Dorribo. El resto de actores secundarios de esta película interminable en blanco y negro es una serie de personajes secundarios en su papel de amigos –del alma o no-, familiares o intermediarios, necesarios para desarrollar la trama argumental. ¿Les recuerda algo a Gürtel, Brugal y otros tantos ejemplos?
            Aunque Pablo Cobian y Fernando Blanco han dimitido para, según ellos, no “ocasionar daños” a sus respectivos partidos, no seré yo quien reclame idéntica actitud a José Blanco quien, como los anteriores, dice que son falsas las acusaciones que hace Dorribo de haberles entregado dinero a cambio de agilizar trámites administrativos en relación a sus proyectos empresariales. Una práctica muy extendida a nivel de rumor entre la ciudadanía que se da en los distintos ámbitos político-administrativos. ¿Por qué será? No obstante, cada cual es libre, a nivel personal, de elegir la forma de afrontar la situación embarazosa en que se ve involucrado y proclamar su inocencia hasta que los tribunales decidan, bien asumiendo responsabilidades políticas o sin asumirlas. Por tanto, las peticiones de dimisión de Blanco -el ministro- con clara intencionalidad política quedan reservadas en este caso a los dirigentes del PP, al igual que los dirigentes del PSOE, incluido el propio Blanco, han venido haciendo en otros casos en que los gobernantes acusados eran populares. Como ven, un ejercicio mutuo de coherencia y honestidad partidaria –para el común, de cinismo indecente- que provoca una desconfianza ciudadana cada vez mayor en los propios partidos políticos. Es obvio que, en este contexto de paranoia normalizada, sean coherentes –o cínicas- las declaraciones de Saenz de Santamaría, exigiendo la dimisión de Blanco, así como las de Rubalcaba, creyendo a Blanco y no a Dorribo, porque éste ha estado preso y su trayectoria empresarial es de dudosa reputación. ¿No debiera ser la coherencia una de las cualidades exigibles a un gobernante? Blanco, a nivel personal, debe gozar de la más escrupulosa presunción de inocencia ante las acusaciones, como en su día Camps y tantos otros. Cuestión bien distinta es su responsabilidad política, no por ser acusado, sino por su irregular conducta como gobernante, como en su día Camps y tantos otros.
La entrevista de Blanco con Dorribo en una gasolinera, que el propio Blanco admite, no es justificable. ¿Qué pinta un ministro reuniéndose en tales circunstancias con un empresario supuestamente corrupto? ¿Es su forma habitual de proceder con el resto de la gente? Esta actuación impresentable, al margen de haber cometido o no un delito, es la que, ipso facto, merece una contundente reprobación popular y la exigencia de que asuma responsabilidades políticas dimitiendo como ministro. La dignidad del cargo que ejerce es incompatible con actuaciones pintorescas que, como mínimo, invitan a la sospecha de parcialidad. ¿No debiera ser la imparcialidad otra de las cualidades exigibles a un gobernante? Lamentablemente conductas similares son muy frecuentes en muchos de ellos, lo que exige acabar con tales irresponsabilidades.
            Sería buen momento, ya que se acercan elecciones, que los diferentes partidos asumieran en sus respectivas campañas electorales el compromiso público de elaborar en la próxima legislatura una especie de código ético para los gobernantes. En definitiva, una declaración de principios y de conducta, tal como existe en muchos lugares para la función pública, que, aceptada a nivel general, inhabilite a quien, al margen de imputaciones civiles o penales, actúe de forma descaradamente inadecuada a las exigencias de la dignidad del cargo que ocupa. Ya que, especialmente en cargos ejecutivos de nombramiento, no se requiere requisito alguno, salvo la decisión personal de quien los nombra, y el criterio para ello suele ser el amiguismo y no otras cualidades innatas o adquiridas, que sí se exigen para cualquier nivel de la función pública, conviene que, tras ser nombrados, no se deje su permanencia en el cargo al libre albedrío de su valedor si sus conductas rebasan claramente los límites de lo mínimamente exigible desde la decencia. Se puede soportar que un gobernante sea mediocre, pero no incapaz de entender que gobierna para todos y que la alta dignidad de su cargo está muy por encima de su persona, de sus intereses y de su partido. En definitiva, lo que eufemísticamente el pueblo califica como “el cargo le viene grande” por no calificarlo como impresentable a nivel personal. Así lo entienden en otros lugares donde por mucho menos el gobernante dimite o es cesado. Algo que tienen asumido los políticos y los partidos en que militan. Aquí, por lo visto, será necesario imponerlo como norma, cuando debiera ser impuesto simplemente por el sentido común.
                                   Fdo. Jorge Cremades Sena 

domingo, 9 de octubre de 2011

EL PSOE NO QUIERE GANAR LAS ELECCIONES


            Iniciada esta larga precampaña electoral sin precedentes, da la sensación de que el PSOE no sólo perderá las próximas elecciones, tal como dicen todas las encuestas, sino que, además, sus dirigentes no quieren o no saben ganarlas, tal como se desprende de sus primeras actuaciones, supuestamente tendentes a intentarlo. Instalados en un escenario irreal, que sólo existe en sus mentes, son incapaces de afrontar la dramática situación que sufre la mayoría de españoles, quienes, en gran medida, les consideran responsables de la misma por su incompetente gestión gubernamental. Por ello les han desalojado recientemente de los gobiernos locales y autonómicos y, por ello, se han visto obligados a anunciar un adelanto electoral que no deseaban. Pero, a pesar de todo, sin la más mínima autocrítica a su desastrosa gestión y sin el más elemental análisis de la tozuda realidad, pretenden, desde su limbo particular y en plena desbandada, hilvanar en la precampaña un vano discurso, basado en viejas recetas ideológicas que ya nadie cree, con la absurda esperanza de recuperar así parte de la credibilidad perdida. Haciendo gala de la más ilusoria simplicidad ideológica, por el simple hecho de autodeclararse de izquierdas, comparecen ahora como paladines de la defensa de los pobres y los trabajadores, frente a una derecha empeñada en defender a los ricos, y como garantes del mantenimiento del estado del bienestar, frente a una derecha empeñada en destruirlo. Vaticinan, si gana la derecha, los más aviesos recortes sociales y el finiquito de los servicios públicos básicos, como la educación y sanidad pública, en beneficio de la iniciativa privada. Es decir, como en Francia y Alemania donde gobiernan. 
            Es un discurso político, según las encuestas, que carece de credibilidad para la gran mayoría de los españoles, siendo válido exclusivamente para los más fieles adictos al propio partido, quienes se mueven por otros derroteros. Ni el contexto social, ni los protagonistas, ni la estrategia elegida aportan nada nuevo para atraer el voto de los todavía indecisos. En un escenario de aguda crisis económica la prioridad es cómo salir de ella lo antes posible, quiénes ofrecen más solvencia para hacerlo y cómo van a conseguirlo. Es lo que realmente preocupa. El pueblo sabe que la salida de la crisis será lenta y costosa, lo que requiere grandes dosis de realismo y no de elucubraciones ideológicas, que, en definitiva, se han mostrado inútiles en la gestión gubernamental socialista agravando la crisis, al extremo de claudicar a las mismas haciendo recortes sociales sin precedentes como la congelación de las pensiones y la bajada de sueldos a los funcionarios públicos. No es creíble que quienes desde el gobierno han sido incapaces de evitar semejantes recortes sociales, se presenten ahora como garantes de no volver a hacerlo, pase lo que pase, si se les revalida la opción de seguir gobernando. Menos aún si su nuevo líder, Rubalcaba, es uno de los miembros más importantes del gobierno que lo hizo, impidiendo así al PSOE presentar un nuevo proyecto político, surgido de una reflexión profunda y liderado por nuevos protagonistas capaces de añadir ciertas dosis de credibilidad. Y es más increíble, con la que está cayendo, una estrategia de captación de voto basada en el miedo a un posible gobierno de Rajoy que nos conducirá al caos. Como si ya no viviéramos en el caos, como si el PP no hubiera gobernado nunca o no lo esté haciendo en la mayoría de ayuntamientos y CCAA, ganadas a los socialistas seguramente porque el pueblo es partidario de desmantelar el estado del bienestar que disfruta bajo la gestión socialista. Menuda paradoja.
            El pueblo lo que tiene muy claro es que el nuevo gobierno -socialista o no- tendrá que reducir el déficit y para ello es imprescindible recortar los gastos, sobre todo cuando es muy difícil incrementar los ingresos. Lo sabe porque es lo que viene haciendo en sus economías familiares desde hace ya demasiado tiempo -especialmente si perdió su trabajo- y no por ser de ciencias como Rubalcaba. Sabe que hay que acabar con el despilfarro de los últimos años, pagar las deudas y dejar de vivir por encima de las posibilidades a base de créditos que ya ni le dan. Por ello le interesa un discurso pragmático y realista que, con toda crudeza, hable de estos asuntos; un discurso exento de demagogias e incoherencias. Por eso, entre otras muchas razones, no entiende que, tal como dice Alarte, si el PSOE baja el sueldo a los docentes se trata de un “ajuste”, un esfuerzo necesario y generoso, para poder mantener la educación pública, pero si el PP les exige dos horas más lectivas semanales se trata de un “recorte” intencionado para acabar con la enseñanza pública y favorecer a la privada. Y lo entiende menos aún si Blanco, entre otros muchos, educa a sus hijos en la privada –como los de derechas, según ellos- y no en la pública que tanto dicen defender, mientras que los demás han de educarlos en el centro público que, según la normativa, les corresponda. No entiende, en definitiva, que quien vive y se comporta como rico encima pretenda proclamarse como defensor a ultranza de los modelos reservados al pueblo llano que, sin embargo, no utiliza. Es un sarcasmo, tan indecente, que el pueblo no se merece. Sólo falta ya que con lo que el pueblo está soportando, encima lo tomen por imbécil.
            No sé por qué me acaba de venir a la memoria la leyenda sobre una junta militar de una minúscula república bananera, cercana a los EEUU, que, ante el rechazo popular a su gestión y en plena convulsión social, se reunió para solucionar tan desastrosa situación. Al fin encontraron la solución: declarar la guerra a EEUU que, obviamente, les derrotaría y convertiría a la república en un estado más de los EEUU. Pero el problema surgió de nuevo cuando el presidente de la junta, poco antes de levantar la sesión, preguntó con gesto de preocupación: ¿Y si ganamos la guerra nosotros?.
                                   Fdo. Jorge Cremades Sena