jueves, 23 de julio de 2015

DESPROPÓSITOS Y BARBARIDADES



                        Desde que con el gobierno de ZP se iniciara la deriva decadente de la política y los políticos, ganada a pulso con una serie de ocurrencias y despropósitos que desprestigiaban la Política, con mayúscula, y evidenciaban no ya la incapacidad política de sus autores sino la ignorancia más supina de algunos de ellos, que les descalificarían como cargos públicos en cualquier país normal mientras aquí los ejercían con normalidad, algunos incluso de relevante importancia (Ver “OCURRENCIAS Y DESPROPÓSITOS” del 3-3-2011 en Blog Ojo crítico, http://jcremadesena.blogspot.com.es/ o consultar hemeroteca de la época), no hemos dejado de seguir cayendo en picado en este declive intolerable, especialmente tras el aupamiento (aunque sólo sea a nivel local y autonómico de momento) de las más variopintas opciones populistas radicales que, no sólo presentan un currículo generoso de ocurrencias y despropósitos, sino de auténticas barbaridades inaceptables no ya para ejercer cualquier cargo político, sino incluso para convivir en una sociedad democrática, pacífica y tolerante. Es el salto cualitativo, a peor, que casi hacen buenas aquellas “ocurrencias y despropósitos”, inaceptables pero inocuas, si se comparan con estos “despropósitos y barbaridades”, intolerables y nocivas para la salud democrática que rozan incluso lo delictivo.
Si entonces nos sorprendimos de que, por ejemplo, interrumpir embarazos era comparable a “ponerse tetas”, de que un feto es “un ser vivo…pero no un ser humano”, de que procrear es “de ultraderecha y rancio”, de que el Congreso está formado por “miembros y miembras”, de que el problema es que “el PIB es masculino”, de que se debe presentar a “los mejores y las mejoras candidatos y candidatas” o de que hay que eliminar de los libros de texto, por ser machista, la frase “no llores como una mujer lo que no defendiste como hombre” que la sultana Aixa dijo a su hijo tras rendir Granada; ahora nos escandalizamos ante frases, tales como que la forma de meter a millones de judíos en un 600 es “en el cenicero”, que hayan “tenido que cerrar el cementerio de Alcáser para que Irene Villa no vaya a por repuestos” (habiendo perdido las dos piernas en acto terrorista), que para un truco se necesita “una guillotina, una plaza pública y a Gallardón”, que no se pueda asegurar que “por torturar y matar a Gallardón se vaya a cambiar toda esta historia, pero por probar no perdemos nada”, que “arderéis como en el 36”, que “menos rosarios y más bolas chinas”, que “ha llegado el momento de empalar a Toni Cantó”, que Antonio Carmona “es tonto y subnormal”, que “…una bomba os tiraba yo a vosotros” tras llamarles “hijos de puta” a los asistentes a los toros, que “no me da la gana de que mis impuestos subvencionen asesinatos (refiriéndose a los toros) a no ser que sean los de los políticos”, que “si algún día me la cruzo por un bar de ambiente la mato”, sobre Celia Villalobos… y así toda una serie de despropósitos y barbaridades que dan asco, cuando no pavor.
Pero lo sorprendente es que todo este tipo de barbaridades en boca de nuestros concejales sean toleradas por los jefes de fila de sus respectivos partidos y por los alcaldes, como si dicho lenguaje, si dicha forma de comportarse fuera normal en cualquier ciudadano medianamente decente. Tampoco cabe refugiarse en determinadas contextualizaciones, en que no fueron expresadas tras ser elegidos como ediles, en que se deben a la juventud o la inexperiencia, o en cualquier otra circunstancia, pues, como ven, muchas de ellas denotan la calaña de sus autores, dejando mucho que desear sobre su idoneidad para ser representantes políticos de los ciudadanos. Semejantes perfiles personales incapacitarían a cualquiera de ellos en cualquier otro país de nuestro entorno para cualquier cargo público. Y más aún si dicho cargo lo ejercen, no ya en un pequeño pueblo, como el caso del edil popular de Villares del Saz que llama “puta, barata, podemita” a la portavoz socialista, sino en ciudades como Madrid o Alicante, de donde proceden la mayoría de las “perlas” anteriormente citadas. Si Carmena no puede o no quiere tomar medidas contundentes al respecto (ella sabrá dónde se ha metido) Carmona y el PSOE no puede ni debe ser cómplice de tamañas barbaridades, desprestigiando así, aunque sea por omisión o consentimiento, al socialismo democrático, moderado y tolerante, ante los madrileños. Y, desde luego Echavarri, como alcalde socialista de Alicante, no puede quedarse de brazos cruzados ante las barbaridades vertidas por su concejal antitaurina de Izquierda Unida (la de la bomba en Pamplona, asesinato a políticos, amenazas a Celia…), pues una cosa es ser “lesbiana, feminista y animalista”, como se autodefine, y otra bien distinta ir amenazando a diestro y siniestro a quien no piense como ella, actitud a erradicar, simplemente por antidemocrática. Ni Madrid, ni Alicante merecen estar en boca de todos por estos indecentes comportamientos verbales de sus gobernantes.
                                   Fdo. Jorge Cremades Sena

domingo, 19 de julio de 2015

¡AGUANTA ALEXIS!



                        Atrás quedan las soflamas incendiarias de Pablo Iglesias y Podemos para convencer a la gente de la necesidad urgente de acabar con los partidos de la “casta” que trajeron el perverso “régimen del 78” al que hay que sustituir; atrás quedan las acaloradas alabanzas al régimen chavista como modelo democrático a imitar en esta perversa Europa de los capitalistas; y atrás puede quedar el eufórico hermanamiento de Podemos con el populista Syriza de Tsipras tras el estrepitoso fracaso de su gestión del tercer rescate griego que evidencia su falacia, repleta de incoherencias, rectificaciones, falsas promesas, incumplimientos y engaños a los helenos, al extremo de que, hoy por hoy, el populismo griego anda dividido, como su gobierno, con el cese de los ministros díscolos, incapaces de entender que confundir los deseos con la realidad llega a ser trágico cuando tienes la responsabilidad de gobernar, que la demagogia acaba cuando dejas de ser oposición y que, como dicen en mi pueblo, una cosa es predicar y otra dar trigo. Y a Tsipras le toca ahora dar trigo; un trigo que no tiene, que tiene que pedírselo al vecino o al socio del club al que pertenece, pero, prometiéndolo en abundancia sin tenerlo, mientras culpabilizaba a dicho vecino y socio (que ya le prestó demasiado) de todos los males de sus compatriotas griegos, ahora tiene graves dificultades para que le sigan prestando y, habiendo engañado a sus votantes, que creyeron viables sus futuros milagros si arremetían contra ellos, ahora queda preso de su irresponsable proceder político. O reconoce que no hay trigo para dar y que, por tanto, queda obligado a seguir pidiéndoselo a sus perversos vecinos y socios, que ya no se fían de él y le exigen sacrificios añadidos, o, sencillamente, renuncia al préstamo, como le pidió en asamblea a los ciudadanos griegos, pero diciéndoles, clara y definitivamente, que sólo puede repartirles miseria, que es con lo que contaba cuando hacía tan halagüeñas promesas. Bueno, siempre cabe la posibilidad, probablemente la más acertada y honesta, de explicarles que, descubierta su falacia, que tan cómodamente le mantenía en la oposición, dimite como gobernante para que su pueblo pueda elegir a otro gobernante más responsable. A veces, reconocer el fracaso y asumirlo es más importante que el éxito.
            Y en esta difícil coyuntura de Tsipras, aparece su amigo Pablo Iglesias, el que con él gritaba en los momentos de gloria de la orgía demagógica “¡Syriza-Podemos, venceremos!”, para animarle ahora, en su estrepitoso descalabro, con “¡Aguanta Alexis!”, como si éste pudiera aguantar ni un minuto más impagando deudas, amenazando a acreedores y sin poder hacer frente a los gastos del funcionamiento del Estado, como el pago a funcionarios y pensiones o el de los servicios públicos básicos como sanidad y educación. ¿A qué tiene que aguantar Tsipras? ¿a las elecciones generales en España para ver si triunfa la orgía demagógica y conseguir el poder? Si ya en su momento, dijo Iglesias que “el populismo de izquierdas es clave para el cambio” y Tsipras, reconociendo por fin que “los márgenes de maniobra de la UE son limitados”, auguró que “si Syriza triunfa, Podemos ganaría las elecciones en España”, ¿qué sucede si en vez de triunfar, Syriza ha fracasado rotundamente? A Pablo sólo le quedaría, tras el fracaso estrepitoso de Syriza, salvo que los españoles nos volvamos locos de remate, aplicar su plan B, su verdadera receta de que “el cielo se toma al asalto”, pero, como Tsipras consiguió el “cielo” del poder no al asalto sino con el engaño demagógico sistemático, es lógico que Iglesias le pida que aguante hasta las generales, desestimando las advertencias de su amigo y mentor ideológico, Monedero, mientras dimitía (como Varoufakis), de que “a veces este partido se parece a lo que queremos sustituir”, pues es el mejor camino, como hizo Syriza, para tomar el cielo sin asalto, sino mediante el engaño… Aunque, conseguido éste, como en Grecia, lleve directamente al más insoportable infierno.
            Sólo así se explica que, progresivamente, como hizo Syriza, Podemos suavice su programa económico inviable, como el impago de la deuda (ya habla de “reestructuración”) y otras ideas radicales (“crédito” como un derecho, renta básica universal, banca pública, salida del euro…), intentando presentarse como un “socialdemócrata” más, es decir, como otro partido más de la “casta” al uso, aunque, contradictoria e incoherentemente, mantenga su proyecto constituyente para derribar el régimen instaurado en la Transición. Pero la falacia de Syriza, puesta en evidencia de forma manifiesta, no se puede ocultar por más tiempo, frustrando los deseos de Iglesias de que Tsipras aguante para que la similar falacia de Podemos pase desapercibida y pueda seguir cosechando votos desencantados por la crisis. E Iglesias teme que, si Tsipras no aguanta, los españoles, por mera comparación, deducirán el camino de su hipotético triunfo… lo peor para sus verdaderos objetivos.                            Fdo. Jorge Cremades Sena

martes, 14 de julio de 2015

EL VOTO DEL MIEDO



                        No sé si, porque los líderes políticos consideran a los ciudadanos tontos de remate o porque, careciendo de argumentos más convincentes, son ellos quienes recurren a tonterías manifiestas, lo cierto es que, próximas unas elecciones, como es el caso, aparecen todo tipo de banales recursos, justo cuando la ciudadanía requiere sólidas razones, para convencerse de a quienes han de votar. Y uno de los recursos más recurrentes en semejante trance electoral es denunciar al contrario de usar el “voto del miedo”, cuando dicho recurso, utilizado por todos sin excepción (con mayor o menor base real), en vez de miedo causa risa o indiferencia en cualquier ciudadano que, desprovisto de orejeras, pretenda ver algo más allá de la miopía causada por una pertinaz militancia partidista con tendencia a la ceguera. En todo caso, al ser utilizado tan banal recurso por unos y otros, algo de positivo tendrá desde el punto de vista electoral, que no a la hora de favorecer un voto responsable. Sin embargo, si determinados hechos o circunstancias se presentan favorables para alertar a la ciudadanía del ejemplo a rechazar, lo estúpido es acusar a quienes lo ponen de relieve de usar el “voto del miedo” como estrategia electoral, tal como se empeñan algunos acusando al PP en el caso de Grecia. Que Rajoy utilice el fracaso de las políticas de Tsipras en Grecia para alejar a los ciudadanos de la tentación de votar a Podemos en España, es tan explicable y comprensible como el uso que hubiera hecho Pablo Iglesias de un hipotético triunfo de la política demagógico-populista de Syriza obligando a la UE a claudicar. Que a Tsipras se le haya visto el plumero en su  errática estrategia, es un balón de oxígeno para Rajoy en su argumentario electoral, como debiera serlo para el resto de líderes de los partidos de la oposición, excepto para quienes, homologados con Syriza, pretenden vender humo en la campaña. Desde la pedagogía política no es desdeñable que los partidos democráticos utilicen la imagen griega como el ejemplo a rechazar por activa y pasiva; una imagen vale más que mil palabras y la de Grecia, en la ruina más absoluta hundiéndose en un “corralito” inaceptable, con un claudicante Tsipras como presidente de Gobierno a la deriva y hundido en sus propias contradicciones frente a su propio pueblo y a las instituciones europeas, es lo que menos desea nadie, salvo algún loco suelto, para su propio país. Y ponerlo en evidencia es lo lógico, siendo lo ilógico manifestar que hacerlo es utilizar el “voto del miedo”, pues como dice Rajoy (y lo diría cualquier otro presidente democrático) “no sé lo que es el voto del miedo, lo que sí da miedo es la situación de Grecia”.
            Que una incipiente recuperación, dolorosa y difícil, (como se percibía en Grecia cuando llegó Syriza), se haya hundido en la ruina total del país (al contrario de lo sucedido en Portugal, Irlanda o España con otras políticas), llena de razón a Rajoy cuando manifiesta que “no hay que irse muy lejos para ver lo fácil que puede resultar arruinar una recuperación en marcha”. La sinrazón está en quienes por intereses electorales, al igual que los que tenga el PP, pretenden soslayar la evidencia griega porque defienden políticas similares a las de Syriza (aún resuena el grito de Iglesias  abrazado a Tsipras: “¡Syriza-Podemos, venceremos!), cuyo flagrante fracaso les obliga ahora a remar contracorriente. Y la estupidez está en quienes, no teniendo un proyecto populista antisistema, como el de Podemos, ni liberal-conservador, como el del PP, andan navegando entre dos aguas pensando que su sempiterna indefinición, su absurda equidistancia, les aportará un perjuicio electoral si se ponen del lado de la evidencia en el caso griego (como tantos otros) porque puede favorecer al PP.
            Que tanto el asunto griego, como el de los pactos de gobernabilidad local y autonómica PSOE-Podemos (para muchos una estrategia errática), son hechos que, según evolucionen, pueden ir a favor del PP es evidente; que los populares van a utilizarlo, como harían los demás, también. Por tanto que desde Podemos intenten minimizar sus efectos acusando al PP de utilizar el “voto del miedo” y, a la vez, usándolo ellos mismos sin ninguna base de veracidad (“el miedo debe cambiar de bando”), es comprensible. Lo incomprensible es que el PSOE haga lo propio, cuando, en el caso griego a nivel europeo, tanto socialdemócratas, como conservadores y liberales, van al unísono frente a los experimentos de los radicalismos tanto de izquierda como de derecha. Por eso es absurdo que, por ejemplo, Jordi Sevilla, nuevo peso pesado del equipo de Sánchez, diga que de la crisis griega Rajoy “intenta sacar rédito electoral” (¡menudo descubrimiento!), cuando debiera preocuparse de por qué, frente a Podemos, el PSOE, por el bien de España, no saca rédito electoral con la que está cayendo en Grecia.
                        Fdo. Jorge Cremades Sena

martes, 7 de julio de 2015

DEMAGOGIAS SOBRE GRECIA



                        La situación crítica de Grecia es una obviedad incuestionable. Tan incuestionable como que desde que el populista Syriza llegó al poder a primeros de año ni un solo dato ha mejorado con la gestión del irresponsable gobierno de Tsipras, salvo su nivel “in crescendo” de demagogia e incoherencia, avalada por el resto de populismos en los países vecinos, incapaces todos ellos de reconocer, desde la oposición, que con la demagogia no se pueden resolver los problemas de los ciudadanos, pues sólo sirve, en todo caso, para ganar elecciones, dejando después tirados a tus propios votantes y en la ruina más absoluta a todos los ciudadanos. Cierto que Grecia con los gobiernos precedentes no estaba como para tirar cohetes, como sucedía en Portugal, Irlanda y España, entre otros países, pero no menos cierto que era impensable entonces su actual situación de “corralito”, que los países citados sí lograron evitar. Es otra realidad incuestionable. Lo ocurrido es fácil de entender, pues, justo cuando Grecia volvía a emitir deuda con una enorme demanda allá por abril del año pasado, justo cuando, como los demás países, hacía grandes sacrificios para salir del agujero, alentados los griegos por los populistas contra los nuevos recortes, incendian las calles de Atenas a final de año y debilitan al gobierno que ha de adelantar las elecciones en circunstancias muy favorables para las recetas mágicas (en definitiva, para la demagogia); y obviamente, gana Syriza, que con el bono de recompensa del sistema electoral griego (50 escaños más como lista más votada) y el impagable apoyo de la derecha nacionalista, permite a Tsipras formar un gobierno con clara tendencia populista, antisistema y antieuropeísta, según su oferta en la campaña electoral. Varufakis, nombrado después ministro (y ahora relevado, como imagen para seguir negociando con la UE), ya decía a mediados de enero que “Si Syriza gana no pagaremos la deuda hasta que Grecia crezca” y aseguraba que detrás de Grecia iría España (Pablo Iglesias visitaba eufórico Atenas para sumarse a la orgia demagógica de su homólogo Tsipras), generando  de forma insólita una alarma sin precedentes en la UE. Y, para colmo, a quienes advertían del peligro real que semejantes políticas acarrearían a los griegos les tachaban de fascistas y a sus advertencias de amenazas.
            Tras la demagogia electoral, la chulería demagógica gubernamental, cuando, lo pertinente era entonar un “mea culpa”, rectificar, reconociendo que lo prometido, tan demagógicamente, no es deuda, sino que la deuda es la que tiene Grecia con sus propios socios (entre ellos España) y que no se les puede decir unilateralmente que no se les va a pagar o que, en el mejor de los supuestos, se pagará cuándo y cómo decida el gobierno griego, corresponsable, como todos los gobiernos decentes, de los compromisos adquiridos por los gobiernos precedentes por un mero principio de seguridad jurídica. Y menos aún se les puede decir eso a los socios, ni mantener semejante demagogia con ellos, si además les pides más dinero prestado para salir de la más absoluta ruina… y menos todavía, cuando ellos están haciendo grandes sacrificios para evitar precisamente semejante situación. Si además les tratas de represores y enemigos, cuando te han rescatado ya dos veces, mientras les ruegas un tercer rescate, sin querer asumir los compromisos del segundo, la demagogia se eleva a la enésima potencia adobada con el cinismo más repugnante. Y prefiero ahorrarme el calificativo, si además utilizas a tu propio pueblo, metido en un callejón sin salida, como aval de refrendo para tus propias irresponsabilidades o como tapadera para justificarlas, apelando demagógicamente a la auténtica democracia, como si no fueran gobernantes democráticos los que actúan responsablemente con el mandato de sus respectivos ciudadanos.
            Si el antieuropeista Tsipras, como otros tantos en sus respectivos países, no quiere seguir perteneciendo a la UE o a la Eurozona, tiene todo el derecho a plantearlo, pero sin demagogia; si además quiere irse del club sin pagar las deudas contraídas, es su problema… Pero así de claro es cómo debe decírselo a los griegos,  mostrándoles las consecuencias de tamaña decisión. Sería totalmente democrático que los griegos decidieran en referéndum su propio destino, pero, siendo Grecia una parte de la UE, mientras pertenezcan al club, no pueden decidir por los demás socios (no sería democrático), sobre todo cuando lo que defienden es cumplir los requisitos que entre todos se han dado y los compromisos que han contraído.
Que “no habrá ayudas si Atenas no cumple”, que “ignorar los pactos no es el camino correcto” y tantas otras declaraciones por el estilo, sólo desde la demagogia pueden catalogarse como “estrategia del miedo”. Lo que da realmente miedo es decir, desde la pobreza y la dependencia, “no reconocemos a la Troika”, que, en definitiva, te presta el dinero, o engañar a los griegos diciéndoles que el país “abandona la austeridad”, salvo que se añada que es para dar paso a la más absoluta miseria, como la del “corralito”…. Y, entretanto, a seguir pidiendo.
                                   Fdo. Jorge Cremades Sena