Justo
cuando Pedro Sánchez se disponía a comparecer ante Felipe VI para expresarle su
alergia no ya a negociar sino incluso a hablar con Mariano Rajoy y con el PP
(partido conservador, pero nítidamente democrático) y su atracción fatal no ya
por hablar sino incluso negociar y lo que haga falta con Pablo Iglesias y
Podemos (conglomerado de partidos radicales, con propensión totalitaria), justo
entonces, en el penúltimo capítulo de la ronda de comparecencias para proponer
candidato a investir Presidente de Gobierno, Iglesias, seguramente pensando que
tomar el cielo “por asalto” requiere asaltar primero la Moncloa, publica su
propuesta al Rey de un gobierno tripartito, PSOE-Podemos-IU, con Sánchez como
Presidente, él como Vicepresidente, con las principales carteras ministeriales
para Podemos, una para Alberto Garzón y la creación de un pintoresco Ministerio
de la Plurinacionalidad para En Comú Podem que solucione el conflicto catalán.
Lo proclama arropado por la plana mayor podemita y sus ministrables sin haber
hablado con Sánchez y además dicta las medidas urgentes en Economía, Defensa,
Interior o Asuntos Exteriores, la necesidad de crear una “RTVE pública
independiente” (más o menos como la venezolana, digo yo), y exige “medidas de Estado
para cambios constitucionales” con “espíritu constituyente”, es decir, la
liquidación del “régimen” político español, avalado por sus 69 escaños (muchos
ni siquiera suyos), desvelando incluso la estrategia diabólica para burlar los
votos de bloqueo del PP y ningunear la amplia mayoría parlamentaria que
requiere cualquier cambio constitucional sustancial. Insólita osadía, digna de
cualquier dictador de tres al cuarto, autoproclamándose Vicepresidente de un
Gobierno presidido por el socialista Sánchez, quien, en vez de desacreditar y
desautorizar al podemita por humillarle, manifiesta que “hay que esperar a que
Rajoy fracase” pues “las negociaciones tienen que basarse en la confianza”.
En
definitiva una puñalada trapera de Iglesias a Sánchez, retándole a que
demuestre quien “manda” en el PSOE y si es capaz de imponerse a las “élites”
socialistas que le piden que no pacte con Podemos, recordándole que PSOE y
Podemos tienen casi los mismos votos y él aporta ahora el millón de votos de
IU, por lo que “la posibilidad de que Sánchez sea presidente es una sonrisa del
destino que podría agradecer”, dejando entrever quien tiene en este guiso la
sartén por el mango. Humillación en el fondo y en la forma a un PSOE centenario
y a su Secretario General que, cegado por la ambición o la necesidad personal
de gobernar, se traga lo que le echen, aunque provenga de un arrogante
aficionado al totalitarismo populista venezolano, sin que desde el socialismos
democrático y solvente se atrevan a quitarle la careta de demócrata y sus
incoherencias, recordándole que juró y perjuró que jamás iría en un gobierno
socialista del “bunker” si él no lo presidia, cuando ahora intenta imponérselo
a Sánchez, con apariencia de segundón, porque “hemos venido a gobernar” y
contradiciéndole en su estrategia negociadora porque “España no puede
permitirse esperar a Rajoy ni esperar a los juegos parlamentarios” (ese es el
respeto al parlamentarismo), mientras que, molesto por las preguntas de alguna
periodista contesta: “muchas gracias por su pregunta; por cierto, precioso el
abrigo de pieles que trae usted”. Así es el personaje con quien Sánchez intenta
negociar basándose “en la confianza” cuando, disconforme con humillarle de
forma tan vergonzante, se enorgullece de “tener el talante necesario” (¡menudo
talante!) que “las fuerzas del bunker no han demostrado tener” (el bunker
incluye a los socialistas), alegando cínicamente que si ahora quiere entrar en
un gobierno de coalición (a los podemitas no les mueve el intereses material,
son como ángeles) es por desconfiar de los socialistas “que dicen una cosa y
luego hacen otra” por lo que “Podemos es la garantía del cambio” (omite que del
cambio a peor) pues ni confía en el aparato socialista ni en sus élites. Y
Sánchez, evitando valorar lo dicho por Iglesias, asegura que sus votantes “no
entenderían que no nos entendiéramos”, cuando lo que no entienden es el
sometimiento a los intereses populistas antidemocráticos.
Y
cuando toca comparecer ante el Rey a Rajoy, éste, consciente del boicot al PP
por el resto de partidos y en medio del espectáculo bochornoso que protagonizan
Iglesias y Sánchez, declina la propuesta de investidura que le hace Felipe VI
al ser el grupo mayoritario del Congreso y haber ganado las elecciones,
alegando “mantengo mi candidatura, pero en estos momentos no tengo votos
suficientes para ser investido y aún no estoy en condiciones de presentarme a
la investidura” a la que “no iré mientras otros negocian ya el reparto del
gobierno”, trasladando la presión a Sánchez mientras reitera su oferta de un
pacto moderado. Se acaba la mascarada. No se escenifica una investidura
fracasada a priori. Vuelta a empezar con otra ronda de comparecencias. Quien
tenga los votos que lo diga. Y que cada cual apechugue con sus
responsabilidades y las consecuencias derivadas. De nuevo a partir desde cero,
pero, al menos, somos más conscientes del pie que cojea cada uno.
Fdo.
Jorge Cremades Sena