Si
el Imperio de la Ley es el principio básico o la primacía de la ley,
democráticamente establecida, sobre cualquier otro principio gubernativo,
especialmente contra la tiranía y la arbitrariedad del poder político, aunque
fueran bienintencionadas, no caben críticas a las declaraciones del Presidente
de Gobierno Rajoy tras los comicios autonómicos catalanes, pues, al margen de
coincidencias o discrepancias ideológicas que con él se tenga, son impecables
en un gobernante democrático. En efecto, Rajoy, tras ofrecer “diálogo y lealtad
institucional” al Gobierno catalán futuro y mostrarse “dispuesto a escuchar y a
hablar”, aclarando que lo que comienza es una nueva “legislatura autonómica”
(para eso eran los comicios y no para otra cosa) y que, en todo caso, “los
partidos de la ruptura nunca tuvieron el respaldo de la ley y no tiene el apoyo
de la mayoría de la sociedad catalana” (como evidencian los resultados), es
contundente a la hora de precisar que el único límite es el marco de la ley, la
línea roja que no se puede rebasar en dicho diálogo, que, de forma abstracta y
sin limitación ni precisión alguna, tanto reclaman algunos, y precisa, por
tanto, que seguirá “velando porque se respete el Estado de Derecho, la igualdad
de todos los españoles y los derechos y libertades de todos” lo que supone que
el Gobierno en ningún caso aceptará que se “liquide la ley” ni se discuta “la
unidad de España y la soberanía nacional”. Además, remata sus declaraciones
asegurando que el Estado continuará prestando su apoyo a los catalanes, como ha
sucedido hasta ahora, “en condiciones muy difíciles”, para seguir garantizando
la “viabilidad económica de la Generalitat, y de los servicios esenciales que
de ella dependen”, recomendando al nuevo Ejecutivo catalán a “gobernar para
todos los catalanes, a superar la fractura, la tensión y los enfrentamientos
que han marcado estos últimos años” y “a sustituir el monólogo y la imposición
unilateral por el diálogo constructivo y leal, porque ayer se constató que
Cataluña es muy plural”. ¿Qué reproche concreto
y preciso merece tales declaraciones? A mi juicio, ninguno.
En
el otro extremo, es decir, en el mundo antidemocrático independentista
(objetivo que nadie impide dentro del marco legal), aunque hasta Antonio Baños,
líder de la CUP, reconoce que “no hemos ganado el plebiscito” y no cabe
declaración unilateral de independencia alguna (ilegal aunque hubiesen ganado
el inexistente plebiscito), Junts pel Sí, es decir Mas, Junqueras y Romeva,
sostienen que están legitimados para proseguir con el “procés”, cuando ni
siquiera tienen garantizada la investidura de Mas, vetado por la CUP, y
mantienen su proyecto totalitario por encima de cualquier otra consideración,
cuando incluso carecen de proyecto de gobierno, imposible de hilvanar por su
heterogeneidad ideológica, que abarca desde el comunismo a la derecha liberal.
Y
cuando entre democracia y totalitarismo no caben medias tintas, surge una
absurda “tercera vía”, liderada últimamente por el socialista Ximo Puig (no
sabemos si por delegación de Pedro Sánchez o por consejo de su socio Compromís
en la gobernabilidad de la Comunidad Valenciana), ofreciéndose como “puente” de
“diálogo” entre Cataluña y el resto del Estado, equidistancia intolerable en
todo caso, pues, según él, “no se puede mirar hacia otro lado cuando el 47% de
las personas que han votado quieren romper con España”, olvidando que lo
fundamental es no olvidarse del 53% restante que sigue apostando, contra viento
y marea, por el Imperio de la Ley, por la democracia y por mantener los
principios democráticos descritos por el Presidente del Gobierno, razones de
Estado que para cualquier demócrata debieran estar sin titubeo alguno muy por
encima de cualquier otra razón o interés partidista por legítimo que sea. Pero
Puig se ofrece a mediar para propiciar un “diálogo” entre el “inmovilismo” de
Rajoy y “entre los que dicen que hay que romper” ya que entre el “inmovilismo o
la ruptura” hay otra vía en la sociedad “que es el diálogo”. Pero ¿no es
diálogo lo que ofrece Rajoy a los independentistas? Salvo que Puig se explique
mejor, comenzando por reconocer que los inmovilistas y responsables del caos
catalán son los montaraces dirigentes independentistas y aclarando en qué
discrepa del diálogo que ofrece Rajoy, me temo que su particular e ilimitado “diálogo”,
distinto al que propone el Gobierno, consiste en ser un diálogo claudicante
ante la amenaza totalitaria, un diálogo ilimitado y sin condición alguna, bien
para aceptar el órdago ilegal independentista directamente, bien para acomodar la
legalidad vigente al intransigente objetivo independentista al margen de la
soberanía nacional que reside en el pueblo español, pensando ingenuamente que
con ello se calmarán las voraces apetencias de los dirigentes soberanistas. Y
con tan confusos planteamientos, ininteligibles desde la sensatez, confundiendo
deseos con realidades, quien sale perjudicado es ese 53% que sufre gobiernos, o
mejor desgobiernos, arbitrarios y antidemocráticos, que atropellan sus derechos
fundamentales y atentan descaradamente contra la democracia.
Fdo.
Jorge Cremades Sena