Desde aquel lema o eslogan del XXVII
Congreso del PSOE en 1976, “Socialismo es libertad”, el primero en España tras
la Guerra Civil, y el del “Por el cambio” de la campaña electoral de 1982, que
tantos apoyos concitó, hasta el actual de “Somos la izquierda” del XXXIX
Congreso Federal, recién celebrado, ha llovido mucho. Tanto que los propios
delegados al Congreso, los medios y los tertulianos hablan de un “nuevo PSOE”,
como si el viejo PSOE ya no sirviera para nada, como si hubiera que enterrarlo,
como si no hubiera existido, cuando es protagonista privilegiado y responsable
primordial del cambio político en España, del tránsito de la dictadura a la
democracia, del subdesarrollo al desarrollo en todos los sentidos, de la falta
de libertades a la consolidación de la libertad, del aislamiento al
reconocimiento internacional, de la desigualdad a la igualdad, del centralismo
gubernamental a la descentralización territorial jamás pensada… En fin, de
tantas y tantas urgentes necesidades que, tras el lema de su histórico Congreso
definiendo su esencia principal como partido, “la libertad”, resumía en su
eslogan de campaña electoral posterior, “el cambio”, que, en todos los
sentidos, necesitaba nuestro país para situarse en un lugar privilegiado del
concierto internacional, homologándose con la parte del mundo que apuesta por
la democracia y la libertad. Y, obviamente, el éxito fue arrollador. Así suele
suceder cuando los objetivos políticos de un proyecto son claros y cuando el análisis
de la realidad es acertado. Y así fue hasta que en 1996, ya en plena democracia
consolidada, se produce el siguiente relevo gubernamental, lógico y saludable
en democracia, producto del lógico desgaste, de algunos desaciertos y de
algunas conductas indeseables por parte de algunos dirigentes. Hasta aquí, todo
normal, pero desde entonces el PSOE, lamentablemente, va de mal en peor, dando
tumbos y palos de ciego, a pesar de que extraordinarias circunstancias
propiciaran de nuevo su acceso al Gobierno en 2004, y sobre todo, muy
especialmente, desde que se hizo palpable su incompetencia para afrontar la
crisis económica que llevó a nuestro país al borde de la ruina y al PSOE a la
oposición de nuevo.
Pero
si aquel “viejo PSOE” jamás tuvo que reafirmar su identidad en sus lemas
congresuales, pues todo el mundo sabía lo que era y representaba, mal asunto
que este “nuevo PSOE” tenga que hacerlo para darse a conocer y además de forma
imprecisa. ¿Es que el “viejo PSOE” no era de izquierdas? ¿Qué era pues? ¿Acaso
los comunistas no reivindicaban sin éxito que la izquierda eran ellos desde el
principio? ¿Y qué? Es paradójico que, cuando el comunismo (la otra izquierda,
pues no sólo hay una) se ha diluido estratégicamente entre opciones populistas
y anticapitalistas, maquilladas como transversales para disfrazar su verdadero
proyecto totalitario y caduco, el “nuevo PSOE”, como solía hacer tanto el PCE
como IU, recoja su fracasada estrategia y haga gala presuntuosa no ya de girar
a la izquierda en sus políticas sino de ser la izquierda misma, única y
sacrosanta. ¿Decir “somos la izquierda” supone que somos comunistas,
anarquistas o anticapitalistas? ¿Acaso dichas opciones “de izquierdas” no son
incompatibles en sí mismas con la izquierda socialdemócrata? Me temo que este
“nuevo PSOE” sigue instalado en una nebulosa falaz, cuando lo que interesa a
los españoles es conocer las propuestas, concisas y concretas, para resolver
sus problemas desde una óptica de izquierda moderada, socialdemócrata y progresista,
frente a las provenientes de una izquierda radical minoritaria en toda Europa.
Si además el “nuevo PSOE” se suma al errático análisis de la realidad de la
otra izquierda, una España catastrófica al borde del abismo, ni sus objetivos
políticos son claros ni el análisis de la realidad acertado. Lo contrario de lo
que sucedía con el “viejo PSOE”, hasta que inició un cambio de rumbo hacia la
indefinición y la pérdida de identidad.
Si
entonces el principal problema de España era consolidar la democracia,
afianzando la libertad, la igualdad y la solidaridad de todos los españoles,
para que dejaran de ser súbditos y se convirtieran en ciudadanos, hoy el
principal problema es todo lo contrario, un pulso totalitario a la democracia,
concretado en especial en el desafío independentista catalán y más amplio y
difuminado por quienes pretenden acabar con el Estado de Derecho, al que tachan
como “régimen”. ¿Estará el “nuevo PSOE” a la altura de las circunstancias? De
momento la inoportuna inclusión en su proyecto de la “España plurinacional”,
tan del gusto de la otra izquierda y de los secesionistas, genera bastantes
incertidumbres, pues, en el mejor de los casos, sería un proyecto teórico a
largo plazo al requerir una mayoría cualificada en las Cortes Generales y en el
pueblo español, hoy bastante improbable, y al plantearse en pleno desafío
totalitario independentista. ¿No sería preferible ser socialistas en vez de ser
“la izquierda”? Pienso que sí.
Fdo. Jorge Cremades Sena