Es
imposible soportar un minuto más el hedor putrefacto que se respira en España,
convertida en una descomunal pocilga política que rebosa inmundicias de todo
tipo por todas partes. Ya no cabe más basura política por kilómetro cuadrado,
al extremo de que se tiene la sensación de que sólo los cerdos pueden vivir a
gusto en tan repugnante escenario. Han sido tantos años echando todo tipo de
porquerías impunemente por todos los rincones que, al final, nuestro país se ha
convertido en un inmenso basurero en el que ya no cabe ni un centímetro más de
mierda por más que algunos pretendan comprimir los estratos anteriores de todo
tipo de porquerías. Ni siquiera así cabe la posibilidad de hacer un pequeño
hueco para que quepa un poquito más. Ahora, inevitablemente, o se sanea de
arriba abajo la pocilga sin ningún miramiento ni contemplación y, sacando de
cuajo a los cerdos de la misma, se transforma urgente y radicalmente en un
lugar habitable, o, por el contrario, serán las alimañas carroñeras quienes se
encarguen de ocupar su lugar en el futuro a costa de los despojos que queden de
tamaña podredumbre. Quienes desde hace bastante tiempo venimos advirtiendo que,
o la democracia acaba con la corrupción política o ésta acabará con la
democracia, cada mañana quedamos atónitos ante el nuevo caso de corrupción de
turno que, como los anteriores, se sigue tratando de forma parcial y maniquea
por voceros partidistas (militantes o no), como si la corrupción tuviese color
político, mientras los líderes de los partidos, en el mejor de los casos, se
enredan en la oratoria, para quedar bien ante la audiencia, en vez de hacer
propuestas y tomar medidas legales concretas encaminadas a extirpar este corrosivo
cáncer.
La
última macrorredada dentro de la “operación Púnica” con 51 imputados por una
supuesta trama delictiva, formada por políticos y empresarios corruptos, es la
gota que colma el vaso de la paciencia de los ciudadanos honrados, quienes, sin
recuperarse aún por el escándalo de las “tarjetas opacas”, el del clan Pujol o
el del Alcalde de Barcelona (por no citar el resto de “casos” anteriores, que
no cabrían en este espacio), están hasta las narices de seguir manteniendo con
sus impuestos a tantos y tantos sinvergüenzas, que, como Paco Granados o Jordi
Pujol (por citar sólo los últimos), hasta se permiten el lujo de darnos clases
de ética y moral en las tertulias o comparecencias televisivas, negando
cínicamente conductas evidentes que, antes o después, salen a la luz
inevitablemente, aunque muchos nos preguntemos que para qué, pues en el peor de
los casos para ellos, se saldan con unas leves penas de cárcel, una multa y
forrados para el resto de sus vidas y las de los suyos. Esa es la sensación
colectiva al respecto. Y, llegados a este punto, lo que menos importa ya es si,
en este último escándalo, el enésimo (ni el más grave, ni el más indecente,
pues todos lo son por igual), el principal imputado, Francisco Granados, ex
secretario del PP en Madrid, pertenece al PP o a cualquier otro partido, o si
el alcalde de Parla (entre los otros seis detenidos) es del PSOE o no… pues,
definitivamente, ya no tiene sentido la estrategia del “Y tú más” como fórmula
de escurrir el bulto. Es tanta la mierda, que extenderla simplemente la hace
más insoportable todavía. El deterioro causado entre todos, por acción u
omisión, al sistema democrático es tal que, en la parte que toque a cada uno de
los partidos, o entre todos dan un giro radical a la situación o todos sufrirán
las consecuencias por sus conductas irresponsables. Y, por supuesto, todos
nosotros.
Ya
es insuficiente que Rajoy pida “perdón” en el Senado por poner a personas “en
puestos para los que no eran dignas” e hipócrita que desde los escaños
socialistas le respondan por ello con gritos de “dimisión”, teniendo en cuenta
que Griñán, que ocupa uno de ellos (y Chaves, otro en el Congreso), aunque sea
insuficiente, debieran hacer como Rajoy por su manifiesta torpeza a la hora de
elegir a las personas idóneas para cargos de responsabilidad, añadiendo así
buenas dosis de porquería al vertedero. Ni es suficiente con entender el
“hartazgo” de la gente, como dice el Presidente, ni sentirse “absolutamente
desolado” como dice Gómez por la conducta del alcalde de Parla a quien
considera como “hermano” o tener “un sentimiento de profunda vergüenza” como
dice Esperanza Aguirre por la de Paco Granados que era su mano derecha. No es
un problema de entendimientos ni de sentimientos, sino de la toma de medidas
urgentes y radicales que de forma objetiva fijen, meridianamente claro, los
límites, no sólo jurídicos sino también políticos, que jamás pueden rebasar
quienes voluntariamente deciden dedicarse a la Política para servir a los
ciudadanos en vez de engañarles y aprovecharse de ellos y de su buena voluntad.
O lo hacen por consenso, o tendrá que hacerlo urgentemente el PP en solitario
con la mayoría absoluta que en estos momentos disfruta. No caben demoras, ni
excusas que, visto lo visto, son tomaduras de pelo inaceptables. De no hacerlo
ahora, puede que después sea demasiado tarde.
Fdo. Jorge Cremades Sena