martes, 26 de marzo de 2013

PROFESORADO INTERINO, DRAMA PROFESIONAL


                             Si aceptamos el concepto de interino como el “que ejerce un cargo o empleo por ausencia o falta de otro” y conocemos la elevada cantidad de profesores interinos que trabajan en nuestros centros educativos (unos 11.000 en la Comunidad Valenciana y 80.000 en toda España), concluiremos que algo falla estrepitosamente; es imposible que tan elevada cantidad de profesores titulares estén ausentes o falten habitualmente a su trabajo al extremo de que su plaza tenga que ser ocupada sistemáticamente por un interino. Si ocupan plazas que todavía no han sido cubiertas por un titular, algún interés (o demasiado desinterés) ha de tener la administración para no dotarlas de forma definitiva por la vía de las conocidas oposiciones o arbitrando cualquier otro sistema de acceso estable a las mismas; y si se han convocado dichas oposiciones y las plazas no han sido cubiertas al no haber aprobado los interesados ¿cómo es posible que estos compañeros, a los que la Administración no les reconoce idoneidad para ocupar la correspondiente plaza, inmediatamente sean contratados como profesores interinos? Lo cierto es que, desvirtuando el propio concepto de interinidad, la Administración Educativa acepta que miles de profesores presten servicios en la enseñanza durante muchos años de su vida (algunos más de 15 ó 20 años) en unas condiciones de absoluta desigualdad laboral y económica con respecto a los demás profesores, quienes realizamos idéntico trabajo, manteniendo una situación socialmente intolerable y educativamente perniciosa.
          Es socialmente intolerable porque al colectivo de interinos se le niegan los más elementales derechos que la sociedad reconoce al resto de trabajadores ya que, después de ser contratados durante largos años por la misma empresa (La Administración), se les mantiene en una absoluta y permanente situación de precariedad e inestabilidad laboral (si el siguiente curso no eres contratado aquí termina el compromiso), sin derecho a ningún tipo de indemnización, ni a ningún plus por antigüedad, ni a la certidumbre de una futura jubilación, amén de otra serie de derechos en el terreno de la conciliación de la vida laboral y familiar, formación, licencias, etc, que sería prolijo pormenorizar. A pesar de que muchos de ellos tienen acumulados muchos años de trabajo, no se les incluye la componente salarial derivada de los trienios y sexenios, partes sustanciales de la nómina de los funcionarios, condenándoles, año tras año, a la misma retribución inicial como si se estrenaran por primera vez en el trabajo. Es la trasgresión evidente del fundamental principio de “a igual trabajo, igual salario” y la magnificación del agravio comparativo al igualar al interino con el funcionario en todas las obligaciones pero no en todos los derechos. Es la consagración de la injusticia social y la indignidad personal a la que se somete a unos profesionales que trabajan precisamente para que las futuras generaciones tengan como principios básicos de sus vidas la justicia y la dignidad.
          Es educativamente perniciosa ya que la prestación del esencial servicio de la Educación se resiente gravemente con este paradójico sistema dual de uno de sus pilares básicos, el profesorado, dividido en dos colectivos tan dispares; mientras el de los funcionarios disfruta de un estatus de estabilidad y seguridad muy por encima del resto de los trabajadores, el de los interinos sufre un estatus muy por debajo incluso de éstos. En el trabajo educativo, cuyos resultados siempre han de evidenciarse a medio y largo plazo, donde la planificación y la programación son fundamentales, y, donde el contacto con el entorno (centro educativo, barrio, pueblo, etc) entre profesorado-alumnado es imprescindible, es intolerable que una gran parte del profesorado esté sometido, curso tras curso, a los vaivenes caprichosos de una posible contratación temporal (con demasiada frecuencia cada año en un centro distinto), provocando una permanente movilidad e inseguridad profesional que, obviamente, perjudica gravemente la tarea educativa no sólo individual sino colectiva.
          Tal situación es injustificable desde cualquier punto de vista; ni siquiera el evidente ahorro económico conseguido puede justificar la situación deplorable a que se somete a los interinos, ya que sería indecente hacerlo si se compara con el perjuicio personal a los mismos y con el daño al sistema educativo en general. ¿Qué otra razón puede justificarlo? Es urgente que, en caso de existir alguna, la Administración la argumente con claridad o, en caso contrario, que acabe de una vez con esta lacra del sistema educativo, devolviéndole la dignidad arrebatada. La actual situación conduce a pensar que, por otros motivos mezquinos, la Administración Educativa prefiere mantener una gran bolsa de trabajo temporal en los centros docentes en vez de consolidar una plantilla fija, desvirtuando conscientemente el concepto de “interinidad”, necesario estrictamente para que pueda cubrirse momentáneamente un puesto de trabajo por ausencia temporal de su titular o porque la plaza, recientemente creada, no ha sido cubierta todavía, pero, en ningún caso, para otro tipo de situaciones.
                            Fdo. Jorge Cremades Sena D.N.I. 25.891.970

SELECCIÓN DEL PROFESORADO, EL ETERNO PROBLEMA


                        Me quedo perplejo al conocer la noticia de que el informe presentado por la Consejera de Educación de Madrid, Lucía Figar, concluye que sólo el 13´6% de los candidatos a una plaza de maestro de primaria supera la prueba de conocimientos en las oposiciones, al extremo de que más del 50% falla en cuestiones básicas, tratándose de un examen basado en conocimientos exigibles a alumnos menores de doce años. De ser cierta la noticia –los sindicatos cuestionan su veracidad- se trata de una verdadera tragedia para el futuro de nuestro sistema educativo. Que aspirantes a una plaza de docente, como se dice en los medios de comunicación, digan que el Ebro pasa por Madrid, que la gallina es mamífero, que Ávila es una comunidad autónoma…, que ignoren el significado de “escrúpulo” o de “pronóstico” y que cometan faltas de ortografía como “anbito” o “veverlo”, entre otras tantas barbaridades que se divulgan en los medios, es meridianamente inadmisible y, obviamente, inhabilita al aspirante para impartir clases, sea como funcionario o interino. Además revela que 3.857 interinos, que no superaron la prueba, han logrado trabajar por antigüedad y los 336, que aprobaron, no lo hicieron al carecer de experiencia y estar en la cola de la bolsa de trabajo. Por su parte los sindicatos tachan el informe de “sesgado” y de “falta de rigor” y califican como “una vergüenza” que la consejera dé publicidad a estos datos, argumentando que “posiblemente no sean correctos” y que su “única finalidad” es justificar el cambio de los criterios de baremo vigentes en las listas de interinos, es decir, la antigüedad, que, según la secretaria de CCOO, Isabel Galvín, son “los más justos de España” y que, según el secretario de ANPE, Francisco Melcón, lo que se pretende es “establecer bolsas específicas con criterios discrecionales de designación del profesorado” sin control sindical.
La Educación, una vez más, no se toma en serio y se utiliza como arma política arrojadiza cuando debiera ser uno de los principales asuntos de consenso. La falsa polémica desatada por el citado informe pivota sobre dos requisitos, conocimiento y experiencia, esenciales en un buen docente como en cualquier otra profesión. Pero si el primero es básico desde el inicio –no se puede enseñar lo que se desconoce-, el segundo se puede adquirir con el ejercicio de la profesión, aunque ambos deban mejorar a lo largo de la vida laboral. Por eso, de entrada, si lo que dice el informe es cierto, no cabe discusión, al margen de las intenciones de los autores del mismo al divulgarlo, pues la vergüenza no es publicar los datos, sino que candidatos a ejercer como maestros, sean los que sean, cometan errores en tan elementales cuestiones y excluirlos de la docencia es lo más sensato. Pero, dicho lo anterior, también es vergonzoso que, aprovechando los pésimos datos del informe, unos y otros, se enzarcen en una guerra mediática de intereses que, en definitiva, provoca una falsa imagen generalizada del profesorado, cuando, como en todas las profesiones, los hay buenos, malos y regulares.
              De lo que se debiera tratar es de buscar una buena fórmula de selección del profesorado que, a todas luces, es deficitaria en nuestro sistema educativo desde tiempos inmemoriales. El actual sistema de oposiciones es manifiestamente mejorable, ya que no garantiza la idoneidad docente. Así es desde que en los años setenta del pasado siglo aprobé las mías; me he jubilado y, a pesar de las variables introducidas, sigue siendo bastante deficitario. Hay que tener en cuenta que para ejercer la docencia, no sólo basta conocer la materia a impartir, que es una obviedad, sino que, además, son imprescindibles otros conocimientos pedagógico-didácticos y una serie de cualidades personales en el ámbito sicológico que los actuales sistemas de acceso no contemplan o lo hacen de forma insuficiente. Resultado, la frustración de muchos de los que acceden a la docencia, muchos de ellos excelentemente preparados en las materias que imparten. Pero una cosa es saber y otra, bien distinta, es saber enseñar lo que sabes y, a la vez, saber educar, que rebasa ampliamente el ámbito de los conocimientos. ¿Por qué el debate no se centra en estas cuestiones que son las reales? Ellos sabrán.
            Si a lo anterior añadimos el injusto dual sistema de acceso a la docencia con funcionarios e interinos, diseñado por evidentes intereses económicos, la esquizofrenia colectiva está servida. El propio informe desvela que, al margen de las medidas que se tomen, no se resuelve el asunto de la capacitación. Si 3.857 interinos, incapacitados por la administración para la docencia por no superar las pruebas, han trabajado, mientras que 336 aprobados no lo hacen al estar en la cola de la bolsa de trabajo, poco o nada se resuelve, por lógico que sea, poniendo a éstos a la cabeza ya que 3.521 –basta hacer una resta- seguirían trabajando a pesar de no tener, según la administración, la capacidad mínima para hacerlo. Es indecente enmascarar el interés de la administración y los sindicatos por el control de las listas de interinos, que es lo que provoca realmente esta polémica, como un debate sobre la idoneidad del profesorado. Bastantes problemas tienen los interinos como para que los intereses de unos y otros les compliquen aún más su existencia en vez de mejorarla. Como ser pormenorizado al respecto no cabe en este espacio, os remito a un artículo anterior, “Profesorado interino, drama profesional” que cuelgo ahora en mi blog, aunque está publicado en diversos medios el 25 y 26 de enero de 2007, donde expongo las injusticias que sufren los interinos. Poco ha mejorado el tema desde entonces.
Durante mi larga experiencia docente he visto a muchos interinos hacer un trabajo excepcional, al igual que a muchos funcionarios. También he visto lo contrario. Por eso me duele que frívolamente se cuestione mediáticamente al profesorado de forma generalizada y sin conocimiento de causa. Muchos tertulianos, algunos muy expertos en su materia, debieran acercarse a un aula de Primaria o Secundaria e impartir clases sobre la materia que mejor dominen durante una semana, sólo una semana. Así entenderían de lo que estamos hablando, pues hay músicas que es difícil tocar de oído, sobre todo si se tiene poco sentido del ritmo.
                                   Fdo. Jorge Cremades Sena

sábado, 23 de marzo de 2013

QUO VADIS, PSOE?


                        No es la primera vez, por más que lo siento, que, en diversos artículos (Consultar este blog) critico la deriva del PSOE en estos últimos años. Son demasiados los episodios erráticos, las meteduras de pata, las incoherencias, las mediocridades y las estériles luchas cainitas como para, desde mis convicciones democráticas y socialistas, no criticar el suicidio progresivo del partido que más tiempo ha gobernado la España democrática y ha sido el referente por excelencia de las clases trabajadoras. Un suicidio avalado no sólo por los hechos citados, no ajenos a otros partidos, sino además por las soluciones que proponen, a todas luces insuficientes, y por las explicaciones sobre las mismas, a todas luces carentes de credibilidad y preñadas de hipocresía. Queda tan lejana aquella frase de Felipe González, “los socialistas podemos meter la pata, pero no la mano” que, a día de hoy, no es lo más grave su manifiesto incumplimiento sino la incapacidad para erradicar con solvencia ambos supuestos, al extremo de que, recordando el título de la novela de Sienkiewicz, sólo cabe preguntarle “Quo vadis, PSOE?”, pues nadie entiende adónde va el partido que tanto ilusionó en su día a la mayoría de los españoles. Si a Pedro el Apóstol por interpretar la confusa respuesta de Jesús le costó ser inmolado, sólo la exigencia de una respuesta clara y diáfana a la dirección del partido, caiga quien caiga, podrá salvar al socialismo de su autoinmolación.
            ¿Adónde va el PSOE sin proyecto común ilusionante, sin dirección carismática y sin disciplina interna? A ninguna parte. En tales condiciones es imposible conservar su aspiración mayoritaria, imprescindible para ser alternativa de gobierno. Cada episodio se convierte en una potencial hemorragia de pérdida de votos a pesar del malestar social que genera la derecha por su forma de gobernar. El deterioro del PP no es proporcional al ascenso del PSOE, lo que genera graves incertidumbres de alternancia política de cara al futuro. Pero es lógico que esto suceda si, tras el descalabro electoral por la pésima gestión gubernamental de Zapatero, que al menos se podría disimular o medio justificar por la crisis económica, sus sucesores digitalizados incluso se muestran incapaces de poner orden dentro de sus propias filas, dedicándose a una sórdida guerra interna por conservar las migajas de poder que cada uno conserva. Y así, obviamente, es absurdo que cada metedura de pata, por no decir otra cosa, se intente justificar o enmendar ante la opinión pública, siendo peor el remedio que la enfermedad, tal como sucede, entre otros casos, con la moción de censura en Ponferrada o con el desafío del PSC.
            En Ponferrada, nada novedoso, Benidorm, con los matices que se quiera, es el antecedente perfecto. El guión, idéntico; sólo cambia el escenario y los actores. Se trata de arrebatarle el poder con pactos indeseables (ahora, con un acosador; antes, con un tránsfuga) a quien lo detenta con mayoría relativa so pretexto de lograr la gobernabilidad del municipio supuestamente mal gobernado por quien ha decidido el pueblo. La iniciativa, del grupo municipal. El partido deja hacer o apoya en la sombra hasta que la felonía se consuma y entonces, hipócritamente, la desautoriza. ¿A quién pretenden engañar? El nuevo alcalde y todos los concejales desobedecen, se van del partido y dejan el pueblo sin representación socialista hasta las siguientes elecciones. Entonces piden el reingreso al partido que, en listas cerradas, los vuelve a presentar como su mejor opción, pues otra lista diferente sería perdedora. Una jugada maestra pero éticamente reprobable que, si se lleva a cabo, lo mejor es pasar página, pues intentar justificarla es mucho peor. Es lo que ha sucedido. Rubalcaba queda desautorizado en su innecesario ultimátum mientras destacados miembros del PSOE aprovechan su falta de autoridad para menoscabar su gestión públicamente. Su leal Oscar López asume como “error” personal el apoyo a la mascarada y pone su cargo a disposición del partido, que, obviamente, no le acepta la renuncia. ¿Acaso su objetivo no era apartar de la política a un acosador? Es su inverosímil argumento ético. Le ha faltado redondear que la coincidencia de la operación con el día de la mujer así lo avala. ¿No es el mejor momento para conseguir tan noble aspiración? Fin de la farsa.
            No obstante, políticamente hablando, es aún más grave la posición de la cúpula del PSOE ante el problema planteado por el PSC ya que deja a los votantes socialistas catalanes sin la opción de apostar por su propia ideología. Rubalcaba se limita a explicar que son dos partidos distintos con el compromiso, precisamente, de que el PSOE no se presente en Cataluña y el PSC ponga sus parlamentarios a disposición del PSOE, manteniendo ambos los principios socialistas. Una alianza entre partidos “hermanos” que ha funcionado con altibajos puntuales. Pero no dice que ahora el problema es de fondo y, por tanto, no basta con buscar un nuevo protocolo de relaciones. Mientras los soberanistas catalanes rompen unilateralmente con España, el PSC hace lo propio con el PSOE al no poner sus parlamentarios a su disposición, por lo que la única forma de no dejar huérfanos a los votantes socialistas de Cataluña, que los hay, es que el PSOE se presente como tal en las próximas elecciones. Para ello urge que el PSOE consolide una federación propia en Cataluña como tiene en el resto de territorios. ¿Por qué no lo hace? Pere Navarro descarta la ruptura porque “sería una fiesta para la derecha” pero es incapaz de entender -al igual que Rubalcaba- que no hacerlo será un lamentable velatorio para el socialismo democrático. Cuando el nacionalismo se instala como esencial principio del socialismo es lo que suele suceder. La Historia así lo avala Lo dicho, Quo vadis, PSOE? La respuesta, cuanto antes, mejor.
                                   Fdo. Jorge Cremades Sena

sábado, 16 de marzo de 2013

SIMPLEMENTE, KAFKIANO


                        Es tan extraño, tan absurdamente complicado, el comportamiento y la actuación de destacados dirigentes políticos y personajes relevantes para la opinión pública española que está provocando en la ciudadanía tal estado de desconcierto que convierte el presente en un momento histórico simplemente kafkiano. O, sencillamente, han perdido el norte y les es difícil recuperar la lógica y el sentido común, o, sibilinamente, actúan adrede para crear una ceremonia de la confusión propicia para sus intereses particulares; salvo que todo obedezca a sus altas dosis de incapacidad para ejercer responsablemente el cargo que se les tiene asignado. Sea por lo que fuere, lo cierto es que han generado tal grado de frustración en los ciudadanos que hace difícil ver con claridad, no sólo dónde vamos, sino también dónde estamos y, lo que es peor, de dónde venimos, propiciando que casi todas las instituciones del Estado, los partidos políticos y sindicatos, los jueces y magistrados, las ideologías, las leyes y hasta nuestra Constitución estén siendo cuestionadas de forma creciente. Crece el rechazo ciudadano al sistema en su conjunto y la demanda de una especie de revolución que cambie todo radicalmente, sin reparar en que el problema no es el entramado político-institucional, homologable con los países de nuestro entorno, sino el comportamiento improcedente de la clase dirigente, con lo que, probablemente, haciendo los retoques pertinentes y exigiendo las responsabilidades encomendadas a cada cual, tal como sucede en los países vecinos, se conseguiría la normalidad que ellos disfrutan.
            En ninguno de estos países se concibe que el principal partido que les gobierna, tras conseguir una reciente mayoría absoluta, sea incapaz de resolver de un plumazo el bloqueo al que le somete un presunto delincuente, mientras que el principal partido de la oposición, recientemente relegado del gobierno, se desmorona en mil pedazos ante la incapacidad de un liderazgo para evitar la anarquía. ¿Por qué el PP no se querella como tal ante un Bárcenas insolente y chulesco? ¿Por qué el PSOE no rompe con el díscolo PSC y crea su propia federación en Cataluña? ¿Por qué Rajoy y Rubalcaba prefieren complicar lo fácil con estrategias absurdas que nadie entiende? Simplemente, kafkiano.
            En ninguno de estos países se admite que desde las instituciones democráticas se desafíe al propio Estado al margen de la legalidad que las legitima. Menos aún si se hace de forma reiterada y chulesca, al extremo de tachar al gobierno de opresor y antidemocrático ante la posibilidad de que ejerza su responsabilidad para impedir que semejantes desmanes prosperen. ¿Por qué los partidos democráticos no consensúan un manifiesto de repulsa contundente a esta deriva antidemocrática y de apoyo al Gobierno para que, en el uso de sus competencias constitucionales, la erradique definitivamente? ¿Por qué se enredan en interpretaciones confusas si lo fácil es aplicar la ley? Simplemente kafkiano.
            En ninguno de estos países se entiende que el partido que hace gala de determinados principios, sólo los defienda públicamente cuando le interesa, dejando en los demás casos como paladín de los mismos a quienes, supuestamente, son más tibios en su defensa. ¿Por qué la cúpula del PSOE no repudia públicamente a su secretario de organización en Huelva, Jesús Ferrera, por manifestar que la ministra Báñez “estaría mejor…haciendo punto de cruz”? ¿Por qué no lo hizo con su socio Valderas cuando, ante Cayo Lara, llamó a Blanca Alcántara “la de las tetas gordas”? ¿Por qué, si han distorsionado hasta el propio lenguaje para adecuarlo a la igualdad, dejan que sea el PP quien repudie semejantes expresiones machistas? ¿Por qué estos comportamientos absurdos si lo fácil es la coherencia en la defensa de los principios ideológicos? Simplemente, kafkiano.
              En ninguno de estos países se tolera que los distintos poderes del Estado, sus autoridades y funcionarios actúen al margen de sus estrictas competencias o hagan dejación de sus responsabilidades, por lo que avalan sin fisuras las sanciones que correspondan en caso de que tales conductas se produzcan. ¿Por qué aquí no se hace con el fiscal general del Estado, Torres-Dulce, al expedientar al fiscal-jefe de Cataluña, Rodríguez Sol, por su comportamiento inadecuado? ¿Por qué somos malévolos con quienes asumen su responsabilidad y benévolos con quienes la incumplen o se extralimitan al ejercerla? Simplemente, kafkiano.
            Son los ejemplos más recientes de todo un rosario de comportamientos similares que sería eterno relatar. Además, por si no fuera suficiente, una serie de tertulianos televisivos o radiofónicos, empeñados en defender lo indefendible, se encarga de crear una opinión pública esquizofrénica con argumentos irresponsables que distorsionan los hechos al extremo de que, en muchas ocasiones, quien debiera ser reprobado es aplaudido socialmente y viceversa. Así las cosas, de nada servirán los cambios, lógicos y necesarios, para modernizar nuestro Estado de Derecho si, entre todos, no somos capaces de cambiar nuestro comportamiento colectivo, que pasa por el acatamiento estricto a la legalidad, caiga quien caiga, y la exigencia mayoritaria de que la haga cumplir quien tiene la responsabilidad de hacerlo, sea quien sea. Es así de fácil. Es lo que hacen todos los países democráticos desarrollados. Por eso funcionan, al margen de la legalidad que cada uno de sus pueblos se haya dado. Por eso su modelo de estado es válido y el nuestro no. Siendo así de fácil ¿por qué nos empeñamos en complicarlo de forma tan absurda? En definitiva, simplemente, kafkiano.
                                   Fdo. Jorge Cremades Sena

miércoles, 6 de marzo de 2013

ITALIA, UN EJEMPLO A RECHAZAR


                        Las elecciones en Italia, que consolidan un escenario ingobernable para los italianos y un horizonte preocupante para los europeos, debe servir de ejemplo a los españoles para corregir una serie de errores que, salvando las distancias, tiene bastante similitud con los que condujeron a Italia a tan indeseable situación. No en vano el panorama político español actual es bastante equiparable al que tenía Italia hace dos décadas, cuando un proceso judicial, conocido como “Manos Limpìas”, descubre una amplia red de corrupción en el seno de los principales partidos políticos tradicionales y en diversos grupos empresariales, que, en definitiva, concluye con la desaparición de dichos partidos y la aparición de otros a imagen y semejanza de liderazgos populistas. Desde entonces la inestabilidad política y el populismo han sido los protagonistas. Con una sucesión de gobiernos de coalición, basados en el interés particular de los líderes partidarios coaligados, y, muy especialmente, del todopoderoso Silvio Berlusconi, Italia no ha vuelto a la normalidad política tradicional. Y éste es el riesgo que se corre en España si, de una vez por todas, los partidos políticos son incapaces, como sucedió en Italia, de ganarse de nuevo la confianza de los ciudadanos, perdida por el irresponsable proceder de sus cúpulas dirigentes y la apatía de sus militantes. Si, en su día, Manos Limpias intentó acabar con la corrupción política imperante, en vez de hacerlo los propios partidos políticos, no es descabellado pensar que en España, con más de trescientos casos de corrupción política en curso, puede suceder lo propio. En Italia, de aquellos polvos vienen estos lodos; en España, de estos polvos, ya veremos.
            En Italia, como sucede hoy en España, a inicios de la década de los noventa se hace necesario impulsar reformas institucionales ante una serie de críticas al sistema político italiano que, “in crescendo”, habían aparecido pocos años antes. La situación era preocupante: los partidos tradicionales, desacreditados; el déficit público, elevado; las finanzas del gobierno, en crisis; y el gasto público, reducido, entre otras variables por el estilo. El descontento social se agrava cuando en 1992 se pone al descubierto la amplia red de corrupción político-empresarial que afecta a los principales partidos. Aparecen “salvapatrias” que ponen en cuestión la continuidad del sistema, desafiándolo desde frentes muy diversos (desde protestas de naturaleza territorial a movimientos pro referéndums) con el concurso de sectores judiciales y medios de comunicación. Al final, de forma precipitada, sólo hacen reformas electorales, a todas luces insuficientes. Pero el problema era mucho más profundo y en las elecciones de 1994 se confirma lo peor: la desaparición de los partidos clásicos, que no su regeneración, y el vertiginoso ascenso de opciones populistas, especialmente Forza Italia de Berlusconi, cuyo único mérito consistía en no estar acusados de corrupción, obviamente al no tener anteriormente responsabilidades de gobierno. Se inicia así el periodo berlusconiano, cuyo líder, a base de coaliciones y rupturas con otros partidos, por intereses particulares y no por homogeneidad ideológica, protagoniza la antipolítica en Italia hasta nuestros días. Ni socialistas, eurocomunistas o democratacristianos, que habían pilotado la política italiana desde la postguerra mundial, han tenido nada que hacer desde entonces. La ciudadanía italiana queda huérfana ideológicamente. Es lo que sucede cuando los acontecimientos desbordan a la miopía política. Para los españoles, un aviso a navegantes.
             Si una sociedad pierde sus referentes ideológicos es muy difícil recuperarlos. No es pues descabellado el resultado de estas últimas elecciones en Italia. Los mismos que hace quince meses celebraban la renuncia de Berlusconi (procesado por varias causas y escándalos a pesar del blindaje legal diseñado por él mismo y con Italia al borde de la bancarrota) al grito de “payaso” y “aleluya”, ahora votan su nueva alianza derechista al extremo de impedir la gobernabilidad por parte de la otra alianza centroizquierdista de Bersani, la más votada, y de hundir al tecnócrata Monti, valedor de las políticas de la UE. Además, un nuevo fenómeno antisistema, Beppe Grillo, acapara el descontento social. Es el antipartido por excelencia. Su programa, ninguno. Su proyecto, cero. Su objetivo, atraer buena parte del descontento social generalizado. Y así se convierte en árbitro de la difícil situación, para afirmar que no formará gobierno con ninguna de las dos coaliciones. Su éxito electoral se basa en la promesa de iniciar una “guerra de generaciones”, para atraer el voto joven, y en el insulto a la clase política de forma generalizada (él no se considera como tal), para atraer el voto protesta, ya que “todos ellos son unos perdedores que han estado aquí unos 25 o 30 años y que condujeron a este país a una catástrofe”. Puede que en algunas cosas no le falte razón, pero, en todo caso, sólo plantea el problema sin aportar su posible solución que es lo esencialmente importante.
            Ni Bersani, con mayoría de diputados, ni Berlusconi, con mayoría de senadores, pueden gobernar en solitario. Ni siquiera con el apoyo de Monti. Por su parte, Grillo les da a “los viejos partidos seis meses…y todo se va a acabar” pues “ya no podrán seguir pagando las jubilaciones ni los salarios de los empleados públicos”. Es curioso que a sus 64 años de edad considere “viejos partidos” a los surgidos hace dos décadas y prehistóricos a los tradicionales, que, con aciertos y errores, eran verdaderos partidos políticos. Sin proyecto concreto viable, sin ideología determinada y sin partidos políticos la supuesta “democracia directa” del Movimiento 5 Estrellas de Grillo, diseñado en internet y bien vendido como producto comercial, se muestra eficaz para erosionar la tradicional “democracia representativa”, aunque no dice qué haría para seguir pagando las jubilaciones y los salarios públicos si los italianos le hubiesen encomendado el gobierno. Destruir sistemas sin alternativas viables conduce directamente al caos.
En España el caldo de cultivo para desarrollar “Berlusconis” y “Grillos” está servido. Es un poderoso veneno contra la democracia y el caso italiano puede servirnos para encontrar el antídoto. Esperemos encontrarlo antes de que sea demasiado tarde.
                                   Fdo. Jorge Cremades Sena