viernes, 21 de agosto de 2015

EL TIC-TAC DE PABLO IGLESIAS



                        Aún resuena en nuestros oídos el ya famoso “tic-tac, tic-tac… el tiempo se acaba” con que Pablo Iglesias, eufórico por el cantado triunfo de su hermano político Alexis Tsipras en Grecia en enero pasado, advertía al Gobierno de España y a la “casta” en general. Este triunfo de Syriza en Grecia y el pertinente gobierno heleno de su líder, Tsipras, suponía para Pablo Iglesias y Podemos, su partido homólogo que dirige, una especie de acontecimiento histórico, al estilo del otrora famoso “acontecimiento histórico planetario” de Leire Pajín por la coincidencia de Obama en la presidencia de EEUU y Zapatero en la UE; es decir, suponía una especie de fenómeno extraordinario, casi milagroso, que habría de transformar positivamente no ya a Grecia sino también a la Unión Europea, pasando obviamente por España. Vaticinaba por tanto que “en Grecia esta noche ya se escucha tic-tac”, deseaba que ese reloj del cambio político trascendental “se escuche muy pronto en España también” y, dirigiéndose al pueblo griego, aseguraba que “Syriza, comienza la esperanza, termina el miedo, podemos, venceremos”. Por esas fechas de tan buena nueva para Iglesias Grecia, sumida en una grave crisis política y económica, comenzaba a crecer con grandes dificultades, como el resto de países golpeados por la crisis, y ante la crítica y criticable situación griega, Pablo concluía rotundo: “Yo no quiero que conviertan a mi país en Grecia y por eso les tenemos que ganar”, en referencia a los partidos gobernantes de la “casta” tanto en Grecia como en España. Ahora, justo siete meses después de aquel fenómeno planetario, Grecia, rescatada por tercera vez a petición de Tsipras, ha mutado la  grave crisis en ruina absoluta, pasando del tímido crecimiento a la recesión, tras sufrir un histórico e insólito “corralito” en Europa, el primero que se produce en una país europeo, la más grave fuga de capitales y las más altas cotas de desconfianza financiera. Por tanto, pasado el tiempo, hoy podríamos asumir, con más fundamento incluso, las palabras de Pablo Iglesias, pues, visto lo visto, ningún español sensato quiere que conviertan a su país en Grecia y, precisamente por eso, el populismo tiene que perder.
            El tic-tac de Pablo Iglesias… el tiempo se ha acabado se cumple inexorablemente, pero, de momento, para su hermano político Tsipras que, tras apalancar el tercer rescate contra buena parte de su propio partido y contra lo que él mismo pidió en referéndum al pueblo griego, acaba de presentar su dimisión y propone la celebración de elecciones anticipadas. La razón, “mi mandato del 25 de enero ha vencido”; un corto mandato en el que donde dijo digo dice Diego, con la agravante de que, incapaz de asumir sus responsabilidades como gobernante, se las transfirió al pueblo en referéndum para, tras conseguir el sí a su propuesta de rechazo al rescate, aceptar un rescate incluso más duro que el que rechazaba. Y, para mayor escarnio al pueblo, tras anunciar que se presentará a la reelección, argumenta que “ahora el pueblo debe pronunciarse; ustedes con su voto decidirán si negociamos bien o no”, tras constatar la debilidad de su actual gobierno por la ruptura flagrante de Syriza, su propio partido, ya que se requiere “un mandato fuerte” para lograr un “Gobierno estable”, obviamente presidido de nuevo por él. Los griegos, una vez más, tienen la última palabra; cuestión distinta es si será respetada y tenida en cuenta o no por un probable nuevo gobierno de un nuevo Tsipras, reforzado a nivel interno en Syriza e instalado ya en las coordenadas de la “casta”. Nadie le negará su astuta estrategia, pues la derecha griega está sin líder y la izquierda moderada desprestigiada. Pocas alternativas le quedan a los griegos.
            Si el mismo Tsipras, descendido de su nube demagógica donde ha quedado buena parte de Syriza, reconoce que “no conseguimos al resultado que esperábamos, tampoco nos trataron como esperábamos, pero, dada la situación, conseguimos lo mejor posible”, un ejercicio de realismo político sin precedentes, el precio de la irresponsabilidad demagógica lo pagarán sus compañeros disidentes que, sin lugar a dudas, quedarán relegados en esta nueva futura Syriza, que en nada se parecerá a la que aupó a Tsipras al poder hace unos meses. Lo que está por ver es dónde quedará Pablo Iglesias y su tic-tac, tras la trayectoria de su hermano político Tispras y donde quedará Podemos tras el viraje de su homóloga Syriza hacia la órbita de la maldita “casta”. Para saberlo, al igual que Syriza, Podemos tendría que ganar las elecciones generales o, al menos, llegar al poder en España. ¿Están los españoles en condiciones de sufrir el infierno demagógico de los griegos? Esa es la cuestión, pues, conocido el caso griego, es obvio que para semejante viaje no se precisan alforjas, aunque, igual que los griegos, los españoles tendremos la última palabra.
                        Fdo. Jorge Cremades Sena

sábado, 15 de agosto de 2015

A MÁS PODER, MÁS IMPOTENCIA



                        Se confunde Ada Colau cuando afirma “aparentemente tengo más poder que nunca y en cierto sentido me siento más impotente” ya que, no aparentemente sino realmente, tiene más poder que nunca como alcaldesa de Barcelona y, por tanto, más capacidad o potencia para resolver asuntos de su competencia. Cuestión distinta es que se sienta frustrada al constatar que en democracia el poder no es absoluto ni arbitrario y, por tanto, no puede hacer lo que le venga en gana. Así pues, salvo que la alcaldesa esté pensando en otro modelo de gobierno y sólo exprese un lamento, su confusión original es equiparar impotencia con responsabilidad, lo que supone un verdadero avance desde su irresponsable trayectoria anterior como licenciada en escraches, movidas callejeras, insultos y todo tipo de improperios a quienes, como ella ahora, tenían la responsabilidad de gobernar. No se trata pues de a más poder, más impotencia, sino de a más poder, más responsabilidad, lo que, aunque prefiera decir (y ella sabrá por qué) que se siente más impotente en vez de más responsable, ella misma reconoce cuando justifica su imposibilidad de resolver y ayudar a los casos individuales, alegando que estaría ejerciendo “clientelismo o tráfico de influencias”. ¿Y no es lo que les sucedía a quienes ella exigía demagógicamente solucionar inmediatamente todos los problemas individuales y colectivos de todos y cada uno de los ciudadanos? Salvo que añadamos que aquellos lo hacían desde su maliciosa condición genético-política al ser la “casta” y ella lo hace desde su bondadosa condición al ser el “pueblo”, no hay diferencia en el resultado. Ya ven, tan sutiles diferencias hacen que las apariencias engañen, pero, en todo caso, bienvenida sea Ada Colau, aunque lo haga a regañadientes, al realismo político desde su anterior populismo demagógico. Para algunos, siempre quedará el contraste entre su profundo dolor y el inmenso placer de sus antecesores por no poder resolver, como ella cuenta, la miserable pensión de la anciana que le lloró en la calle o conceder un empleo para el padre en paro del colegio de su hijo, dispuesto a trabajar en lo que sea, o para el marido de su amiga, camionero, que le pidió colocarle conduciendo un camión de basura. En fin, todo sigue igual, sólo es cuestión de sentimientos buenos o malos de unos u otros.
            Precisamente, como el resto de sus colegas ideológicos en otros municipios, Ada Colau se siente mucho menos impotente a la hora de colocar a su pareja a través del partido para asesorarla o a la hora de contratar a dedo a la pareja de su “número dos” sin pasar un proceso de selección, provocando que el PP la critique por “enchufismo” y Ciutadans por “nepotismo descarado”, una de las lacras que Ada Colau prometió erradicar tras abandonar el activismo e iniciar su carrera política. No obstante, en su descarga, hay que decir que dichas prácticas nepotistas forman parte, por lo visto, de la mayoría de los gobiernos municipales populistas, destacando especialmente Carmena en Madrid con el fichaje del marido de su sobrina o Kichi en Cádiz con el fichaje como asesores de cuatro miembros de su partido. Un aterrizaje en la política de la “casta” por parejas, familias, amiguetes o compañeros de partido que, como las apariencias engañan, nada tiene que ver con los casos de perverso enchufismo de los partidos tradicionales, pues seguramente obedece al objetivo político de defender a las familias y nada mejor que comenzar con las propias ya que hay que predicar con el ejemplo. De los esencialmente buenos no se puede esperar mácula alguna pues todas quedan reservadas para los malos.
            Es lógico pues que el diputado autonómico de Podemos en Baleares, Carlos Saura, critique con dureza algunos nombramientos del Govern balear (Més-PSIB-PSOE), del que no forma parte Podemos aunque lo apoya externamente, ya que, según él, “estamos dando la imagen de que los partidos son agencias de colocación”. Claro, así lo parece con el nombramiento como asesor de la Consellería de Salud de un joven de 20 años sin estudios superiores ni experiencia, con el del hijo del Vicepresidente primero del Parlament en la Consellería de Trabajo o la designación de la pareja de la Consellera de Salud como director gerente del Servicio de Salut, departamentos a cargo de los socialistas. Ya ven que la diferencia con lo que pasa en Madrid, Barcelona o Cádiz es sustancial: en Baleares son los perversos socialistas y no los bondadosos populistas quienes incurren en similar aberración. Por eso, Saura nada dice de Colau, Carmena o Kichi pues en Barcelona, Madrid o Cádiz, respectivamente, su partido, volcado en favorecer la política familiar y el bienestar de las familias, jamás puede parecer “agencias de colocación”, estigma exclusivo y reservado a los tradicionales y perversos partidos políticos de la “casta”. Por tanto, ¿las apariencias engañan o engañan ellos?  Esa es la cuestión
                                   Fdo. Jorge Cremades Sena

jueves, 6 de agosto de 2015

PEOR, IMPOSIBLE



                        No extraña que la polémica desatada por la destitución de Antonio Miguel Carmona como portavoz socialista en el Ayuntamiento de Madrid haya sido “trending topic” en las redes sociales, ni extraña que gran parte de los mensajes haya acusado a la nueva Secretaria General de la FSM, Sara Hernández, y a su valedor, el Secretario General del PSOE Pedro Sánchez, de romper y dividir al partido, pues su actuación al respecto no ha podido ser peor, siendo imposible superar tan pésimo proceder. Y, consecuencia lógica de tamaña torpeza, por no decir incompetencia, Carmona, un personaje mediático donde los haya, preso de una gran frustración, desvela todas las miserias internas del PSOE, especialmente las de la Federación Madrileña, empeorando más aún, si cabe, la imagen pública de un partido que desgraciadamente hace aguas por todas partes desde hace demasiado tiempo. Carmona no se explica, y con razón, que, siguiendo al dictado las directrices de Pedro Sánchez (seguramente fue su inicial error), ahora sea cesado de forma fulminante, afirmando que  “el grupo municipal socialista ha trabajado en este tiempo como una roca, de forma unida y sensata” y añadiendo “siempre he respetado las decisiones de la ejecutiva federal de mi partido y lo seguiré haciendo; he cumplido las órdenes federales que se me han dado: votar a favor de la investidura de Ahora Madrid, no participar en el Gobierno y ser discreto respecto a determinados asuntos”. Pero lo que Carmona no tolera, y eso le honra, es el intento de Sara Hernández de comprar su silencio ante su injustificable cese en la portavocía municipal proponiéndole como recompensa ser Senador, a lo que ha contestado tajante “yo no tengo precio”, lo que, en estos tiempos de deshonestidad política casi generalizada, es un valor a tener en cuenta de cara al futuro, pues él mismo añade que “en algunos pesará la responsabilidad de la ruptura interna del partido”, que no le “van a callar”, que “no dará ni un paso atrás” en su idea de seguir siendo concejal porque “los madrileños lo han elegido”, y, de cara al congreso regional ordinario  de  septiembre, promete tajante: “Me voy a dejar hasta la última gota de mi sudor por hacer posible el cambio en la dirección de mi partido”. Ya ven, la situación del PSOE y muy especialmente del PSOE-M, peor, imposible.
            La más que justificada rebeldía de Carmona, que se enteró por la prensa de su cese como portavoz, supuestamente por los malos resultados electorales obtenidos, no es creíble en absoluto, pues, como él mismo sostiene, por esa regla de tres, tendrían que cesar los responsables en otras federaciones socialistas con peores resultados incluso, comenzando por el propio Sánchez ya que el PSOE que dirige obtuvo los peores resultados de casi toda su historia, por más que disimulara su fracaso personal obteniendo cotas de poder mediante pactos incluso con el diablo, que le pueden salir bien caros. Pactos, incluso gratuitos, como el del Ayuntamiento de Madrid (para algunos moneda de cambio con otros lugares), sin participar en el Gobierno (Carmona era partidario de ser vicealcalde), que dejan a los socialistas como meras comparsas y corresponsables de todos los despropósitos populistas, un papelón que el mismísimo Carmona, a quien Iglesias incluso llamó “subnormal”, se prestó a desempeñar incomprensiblemente y que ahora ni siquiera le vale entre sus propios compañeros.
            El propio Carmona, sumiso hasta el instante de su cese, dice ahora que no está de acuerdo “con la dirección” y que su fulminante e injustificable cese es “una cuestión puramente interna” pues “una parte del partido, concretamente el 55%, quiere sacar del partido al otro 45%”, reconociendo que si los resultados obtenidos “han sido malos, la campaña ha sido pésima”, lo que pone en evidencia hasta qué punto el interno cainismo político partidario prevalece por encima de los intereses generales de los socialistas (imaginen donde quedarían los intereses generales del resto de los españoles), avalando la matemática democrática como fórmula mágica de obtener el poder para ejercerlo en beneficio propio y de tus partidarios e incluso en contra de los ajenos y contrarios, en vez de ejercerlo en beneficio de todos. Una concepción política excluyente, contraria a la búsqueda de consensos, que avalaría cualquier pacto de intereses antinatura, ideológicamente hablando, con tal de obtener el poder (la lista unitaria catalana puede tomarse como paradigmática) en beneficio propio aunque ello al final conduzca a un previsible suicidio político más o menos lejano.
            La dirección del PSOE y especialmente de la FSM yerra estrepitosamente en el fondo y en las formas de resolver las legítimas discrepancias internas y a pocos meses de unas elecciones generales. Y Carmona se equivoca, por más razón que lleve, retando públicamente a la incompetente dirección de su partido. Quienes son incapaces de resolver sus propios problemas, difícilmente son creíbles para resolver los problemas de los demás. Lo dicho… peor, imposible.
                             Fdo. Jorge Cremades Sena