No
extraña que la polémica desatada por la destitución de Antonio Miguel Carmona
como portavoz socialista en el Ayuntamiento de Madrid haya sido “trending
topic” en las redes sociales, ni extraña que gran parte de los mensajes haya
acusado a la nueva Secretaria General de la FSM, Sara Hernández, y a su
valedor, el Secretario General del PSOE Pedro Sánchez, de romper y dividir al
partido, pues su actuación al respecto no ha podido ser peor, siendo imposible
superar tan pésimo proceder. Y, consecuencia lógica de tamaña torpeza, por no
decir incompetencia, Carmona, un personaje mediático donde los haya, preso de
una gran frustración, desvela todas las miserias internas del PSOE,
especialmente las de la Federación Madrileña, empeorando más aún, si cabe, la
imagen pública de un partido que desgraciadamente hace aguas por todas partes
desde hace demasiado tiempo. Carmona no se explica, y con razón, que, siguiendo
al dictado las directrices de Pedro Sánchez (seguramente fue su inicial error),
ahora sea cesado de forma fulminante, afirmando que “el grupo municipal socialista ha trabajado
en este tiempo como una roca, de forma unida y sensata” y añadiendo “siempre he
respetado las decisiones de la ejecutiva federal de mi partido y lo seguiré
haciendo; he cumplido las órdenes federales que se me han dado: votar a favor
de la investidura de Ahora Madrid, no participar en el Gobierno y ser discreto
respecto a determinados asuntos”. Pero lo que Carmona no tolera, y eso le
honra, es el intento de Sara Hernández de comprar su silencio ante su
injustificable cese en la portavocía municipal proponiéndole como recompensa
ser Senador, a lo que ha contestado tajante “yo no tengo precio”, lo que, en
estos tiempos de deshonestidad política casi generalizada, es un valor a tener
en cuenta de cara al futuro, pues él mismo añade que “en algunos pesará la
responsabilidad de la ruptura interna del partido”, que no le “van a callar”,
que “no dará ni un paso atrás” en su idea de seguir siendo concejal porque “los
madrileños lo han elegido”, y, de cara al congreso regional ordinario de
septiembre, promete tajante: “Me voy a dejar hasta la última gota de mi
sudor por hacer posible el cambio en la dirección de mi partido”. Ya ven, la
situación del PSOE y muy especialmente del PSOE-M, peor, imposible.
La
más que justificada rebeldía de Carmona, que se enteró por la prensa de su cese
como portavoz, supuestamente por los malos resultados electorales obtenidos, no
es creíble en absoluto, pues, como él mismo sostiene, por esa regla de tres,
tendrían que cesar los responsables en otras federaciones socialistas con
peores resultados incluso, comenzando por el propio Sánchez ya que el PSOE que
dirige obtuvo los peores resultados de casi toda su historia, por más que
disimulara su fracaso personal obteniendo cotas de poder mediante pactos
incluso con el diablo, que le pueden salir bien caros. Pactos, incluso
gratuitos, como el del Ayuntamiento de Madrid (para algunos moneda de cambio
con otros lugares), sin participar en el Gobierno (Carmona era partidario de
ser vicealcalde), que dejan a los socialistas como meras comparsas y
corresponsables de todos los despropósitos populistas, un papelón que el
mismísimo Carmona, a quien Iglesias incluso llamó “subnormal”, se prestó a
desempeñar incomprensiblemente y que ahora ni siquiera le vale entre sus
propios compañeros.
El
propio Carmona, sumiso hasta el instante de su cese, dice ahora que no está de
acuerdo “con la dirección” y que su fulminante e injustificable cese es “una
cuestión puramente interna” pues “una parte del partido, concretamente el 55%,
quiere sacar del partido al otro 45%”, reconociendo que si los resultados
obtenidos “han sido malos, la campaña ha sido pésima”, lo que pone en evidencia
hasta qué punto el interno cainismo político partidario prevalece por encima de
los intereses generales de los socialistas (imaginen donde quedarían los
intereses generales del resto de los españoles), avalando la matemática
democrática como fórmula mágica de obtener el poder para ejercerlo en beneficio
propio y de tus partidarios e incluso en contra de los ajenos y contrarios, en
vez de ejercerlo en beneficio de todos. Una concepción política excluyente,
contraria a la búsqueda de consensos, que avalaría cualquier pacto de intereses
antinatura, ideológicamente hablando, con tal de obtener el poder (la lista
unitaria catalana puede tomarse como paradigmática) en beneficio propio aunque
ello al final conduzca a un previsible suicidio político más o menos lejano.
La
dirección del PSOE y especialmente de la FSM yerra estrepitosamente en el fondo
y en las formas de resolver las legítimas discrepancias internas y a pocos
meses de unas elecciones generales. Y Carmona se equivoca, por más razón que
lleve, retando públicamente a la incompetente dirección de su partido. Quienes
son incapaces de resolver sus propios problemas, difícilmente son creíbles para
resolver los problemas de los demás. Lo dicho… peor, imposible.
Fdo. Jorge Cremades Sena
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