domingo, 26 de junio de 2011

A LA DERIVA (sinopsis histórica reciente del PSPV-PSOE)


            Desde hace demasiado tiempo el PSPV-PSOE navega sin rumbo fijo y a la deriva por un mar de incertidumbres, mientras que el PPCV-PP, inmerso en un mar de escándalos, saca provecho sometiendo a los socialistas a sucesivas derrotas en la Comunidad Valenciana, especialmente esta última que ha sido catastrófica. Lo más doloroso es que, después de cada derrota, el partido no reacciona y, una y otra vez, sólo es capaz de ofrecer más de lo mismo: mediocridad, ausencia de liderazgos, indefinición y una feroz lucha fratricida entre los diferentes grupúsculos que lo atomizan, haciendo inviable la confección de un proyecto coherente y creíble para la ciudadanía.
            Obviamente tan lamentable situación no surge por generación espontánea, sino que es el resultado de un proceso que, a mi juicio, se inicia a nivel nacional durante la legislatura de 1993-96 y a nivel valenciano en la de 1995-99. Hasta el inicio de las mismas no se percibe, al menos públicamente, ningún síntoma de deterioro interno. Felipe González gobernaba desde 1982 con tres mandatos por mayoría absoluta y dirigía al PSOE desde 1974; Juan Lerma hacía lo propio en la Comunidad Valenciana desde 1983 con tres mandatos – dos de ellos, el primero y último, por mayoría absoluta- y dirigía al PSPV desde 1979. Conseguirlo no había sido tarea fácil, ni a nivel interno ni externo, en una época, La Transición, difícil y llena de incertidumbres.
El PSOE histórico, en el exilio, no había sido el partido de izquierdas más activo en el franquismo –lo era el PC- y el ideario socialista y socialdemócrata español estaba atomizado en múltiples partidos -PSP, FPS, PSC, PSD, PAD…- con aspectos bastante diferenciados de tipo ideológico y programático, por lo que aglutinarlos en torno al PSOE-renovado de Felipe González y consolidar el proyecto de cara al exterior como una opción viable de gobierno supuso importantes esfuerzos, teniendo en cuenta que éramos muy pocos militantes. La creación y consolidación de múltiples agrupaciones locales, las casas del pueblo, para llegar con una infraestructura partidaria hasta los más pequeños lugares, y la formación de militantes y cuadros políticos en las mismas fue una tarea muy apasionante para todos los que tuvimos que ejercer, casi desde el inicio de nuestra militancia, algún cargo de responsabilidad orgánica. El éxito electoral del PSOE en las Constituyentes de 1977 le convierte con 118 escaños -8 de ellos del PSC-C- en la segunda fuerza política, tras la UCD de Adolfo Suárez, y en un referente imprescindible para la elaboración de la Constitución. Tal responsabilidad exigía un mayor esfuerzo, no sólo de tipo orgánico sino también de definición ideológica, especialmente cuando en las Generales de 1979 se incrementan los resultados, al obtener 121 escaños, y el PSOE, definitivamente, se consolidaba como una verdadera alternativa de gobierno, si los españoles éramos capaces de consolidar la recién nacida Democracia en aquellos difíciles años, preñados de crisis económica, de terrorismo y amenazas golpistas que ponían al borde del abismo a una España en la que estaba todo por hacer.
Nuevas exigencias, nuevos retos, que requerían una reflexión interna para hacer un proyecto asumible por la mayoría de los ciudadanos. Un proyecto mayoritario a nivel interno con aspiración de ser mayoritario para la ciudadanía, que abría un periodo de confrontación ideológica entre las diferentes sensibilidades que convivían dentro del PSOE, ya consolidado como claro referente de las opciones socialistas democráticas. El marxismo, los bloques militares, la definición, la estructura organizativa. . . serán los siguientes temas de debate, más o menos acalorados, que afrontará el PSOE antes del histórico éxito electoral conseguido en 1982, por el que con 202 escaños -81 más que en la legislatura precedente- Felipe González se convierte en el Presidente del Gobierno que goza de la mayoría absoluta más abultada de nuestra historia democrática. El trabajo bien hecho daba sus frutos. La Transición llegaba a su fin. Algunos, entre los que tengo el honor de encontrarme, aparcamos nuestro trabajo privado temporalmente y tuvimos el alto privilegio de formar parte como diputados de aquel histórico momento. Otros compañeros, que ya tenían cierta experiencia parlamentaria desde la legislatura constituyente y la anterior, seguro que sintieron el mismo entusiasmo que los que llegábamos por primera vez a tan alta responsabilidad ante un horizonte esperanzador para realizar el cambio modernizador que necesitaba España.
            Y así fue. Las mayorías absolutas conseguidas en las elecciones de 1982, 1986 y 1989, propiciaron una transformación de España sin precedentes, tanto a nivel interno como en su papel exterior. El tándem Felipe González-Alfonso Guerra, como principales dirigentes del Gobierno y del PSOE –González como el indiscutible líder y Guerra como el indiscutible organizador-, pilotaron este extraordinario cambio, hasta que durante la última de estas legislaturas (1989-1993), determinadas fisuras entre ambos, provocan la dimisión de Guerra como Vicepresidente del Gobierno en 1991, abriendo en el PSOE una disputa interna que se materializa en dos corrientes enfrentadas, los “guerristas” y los “renovadores”· Entretanto se van conociendo, tanto a nivel interno como exterior, una serie de escándalos de corrupción en que se ven involucrados importantes cargos del Estado (Roldán, Mariano Rubio, Mario Conde…) y relevantes personajes del Gobierno (Vicente Albero, Juan Guerra, Narcís Serra, García Vargas…) a lo que se añaden casos de financiación ilegal socialista (Filesa) y la vinculación de los GAL al Estado que salpica a altos cargos del Ministerio de Defensa (Barrionuevo, Vera…). Un panorama sombrío que sorprende a propios y extraños en un ambiente de crisis económica y política que apunta directamente a un previsible descenso electoral del PSOE.
            En tan adversas circunstancias se afrontan las elecciones de 1993. El PSOE tenía dos opciones al margen del mayor o menor riesgo de perderlas: recuperar y afirmar sus esencias ideológicas y su identidad, que habían propiciado la victoria de 1982, depurando a los corruptos “ipso facto” –no todos los socialistas eran corruptos-, o buscar un mensaje nuevo y unas personas no socialistas para desvincular ante la opinión pública lo que en estos momentos significaba el PSOE, desvirtuándolo de alguna manera. Se optó por esto último y, aunque sin mayoría absoluta, se volvió a ganar. El precio a pagar fue muy alto y los que participamos como candidatos en aquella campaña electoral bien lo sabemos. Para las candidaturas se fichó a una serie de “estrellas” no socialistas a imagen y semejanza de las de Madrid con Baltasar Garzón de número dos, justo detrás de Felipe González, que relegaban a socialistas de toda la vida que sí se sentían orgullosos de serlo a pesar de los desmanes de algunos compañeros. Estas “estrellas” salvadoras, durante la campaña, no tenían reparo alguno en proclamar su condición de no militancia, de no socialistas, obligando a los socialistas, bien a reafirmar el orgullo de serlo ante los votantes y asistentes a los mítines, bien a permanecer en silencio ante el bochornoso espectáculo. Hubo de todo. Y se ganó, dando paso a la última legislatura con gobiernos de Felipe González gracias a alianzas con los nacionalistas vascos y catalanes.
            Esta última legislatura de mayoría socialista (1993-1996) devino en un caos desde el punto de vista interno-partidario y desde el punto de vista gubernamental. Pronto se constató la intencionalidad de aquellas “estrellas” que supuestamente nos ayudaron a ganar las elecciones, valga como ejemplo el citado Garzón, así como el precio a pagar a los nacionalistas por sus apoyos. Pero, a mi juicio, fue mucho peor el deterioro interno del Partido Socialista, especialmente de algunas federaciones como la valenciana –que aún no se ha recuperado-, a medida que avanzaba la legislatura y se evidenciaba que las siguientes elecciones se iban a perder. Bajo la apariencia de “renovación” fueron surgiendo corrientes internas de tipo personalista que sólo buscaban, a cualquier precio, hacerse un hueco en las siguientes listas para mantener el cargo público. La traición, la deslealtad, la zancadilla, el codazo, el descrédito público gratuito e interesado…fueron la moneda de cambio entre los compañeros, haciendo buena la frase de que en las relaciones humanas se puede ser amigo, conocido, enemigo o compañero de partido. Un ambiente irrespirable que nada tenía que ver con lo que la organización había sido hasta poco tiempo atrás.
            Si este siniestro panorama es aplicable al PSOE, se agrava aún más en el PSPV y en la Agrupación de Alicante de forma especial. Se pierden las elecciones autonómicas y locales de 1995. Juan Lerma deja de ser Presidente de la Generalitat y Ángel Luna deja de ser Alcalde de Alicante. Ambos son los secretarios generales de sus respectivas demarcaciones partidarias, pero ninguno de los dos se mantiene –Luna algo más tiempo- como jefe en la oposición de sus respectivas instituciones públicas.
Y llegan las elecciones generales de 1996 al disolverse las cámaras en enero. Cada familia, grupo, clan o como quiera llamársele se mueve sólo por el afán personal de garantizar su cuota de poder en las listas utilizando el método que sea para conseguirlo. Sorprendentemente en la prensa alicantina aparecen unas declaraciones de Ángel Luna, a la sazón secretario general de la agrupación local, en las que, sin precedentes, hace una crítica pública a los diputados socialistas por Alicante, entre los que me encuentro, por indisciplinados y poco trasparentes. Tan insólito proceder refleja las condiciones en que se van a afrontar las elecciones que ponen punto y final a casi catorce años de gobiernos socialistas e inician para el Partido Socialista una travesía del desierto que en la Comunidad Valenciana y en la ciudad de Alicante aún no ha terminado.  
            Aunque en dichas declaraciones el señor Luna -¿o compañero?- no me citaba personalmente –sí lo hacía con otros- me acerqué a la sede socialista para hacerle llegar una carta, que trascribo:

                        Compañero Ángel Luna
                        Sec. Gral. de la Agrupación de Alicante
                        PSPV-PSOE
                        Alicante, 11 de enero de 1996

            Querido compañero:
            Ante las noticias aparecidas en la prensa de que, como parlamentario, nos habías solicitado una memoria de las actividades desarrolladas en esta legislatura por cada uno de nosotros y no habiendo yo recibido dicha comunicación, al enterarme por la prensa me he puesto en contacto con la Oficina Parlamentaria y me comunican que, en efecto, tienen allí una carta tuya para entregarme, fechada el pasado día dos de enero, pero que no me la han podido hacer llegar. Conociendo al fin su contenido, paso a comunicarte lo siguiente:
PRIMERO: Que me parece que esta situación se hubiese evitado simplemente enviándonos la correspondencia a nuestro domicilio al tratarse de fecha semifestivas y para tener constancia de que la recibíamos haber certificado la misma.
SEGUNDO: Que sin tener la certeza de que teníamos conocimiento de los datos que me pides, me parece tremendamente negativo para el Partido y sus parlamentarios las declaraciones que tú haces en los medios de comunicación, ya que no solamente ponen en entredicho nuestra labor realizada, dando la impresión de que queremos ocultarla, sino que además somos unos indisciplinados que pasamos olímpicamente de lo que nuestra Ejecutiva nos pide. Tú muy bien sabes que, al menos en mi caso, soy muy disciplinado con mi Ejecutiva y siempre he sido muy prudente con los medios de comunicación, hecho que contrasta con tus declaraciones; espero que, al menos, al conocer el contenido de la presente hagas una rectificación pública que palíe el daño personal y político que has causado, ya que de lo contrario me situarás en difícil postura de seguir siendo prudente en la reserva del contenido de la presente.
TERCERO: Que me parece una gran idea el hecho de que por primera vez se tenga constancia del trabajo que los parlamentarios venimos desarrollando y que ello pueda tener influencia en la confección de las distintas candidaturas. Sabes perfectamente que hasta la fecha ello valió de muy poco; por no poner ningún otro ejemplo valga simplemente el mío: Durante las tres legislaturas precedentes y al tener menor trabajo en Madrid, mi dedicación se centró preferentemente en la circunscripción, con la responsabilidad de coordinar el Grupo Parlamentario; ello redundó en una mayor presencia en la provincia y por las agrupaciones locales, lo que influyó que en el año 86, junto al compañero García Miralles, fuese el candidato más propuesto, y en los años 89 y 93 sucediese algo parecido…, al parecer, todo ello siempre valió para que, en las diversas candidaturas, mi lugar siempre fuese de dudosa salida. Todo ello a pesar de que jamás la Ejecutiva Local que diriges haya contado con este parlamentario para ninguna actividad de las que supongo que habréis programado, ya que si no lo hubierais hecho sería mucho peor la situación; tú bien sabes que siempre me puse a disposición de mi secretario general, e incluso en los momentos en que además eras el Alcalde de Alicante en que, como coordinador entonces de Grupo Socialista, insistí a través de tu secretario en prestar toda la ayuda posible que redundara en un futuro más consolidado de los apoyos locales al Partido en Alicante, jamás tuve respuesta a tales intenciones, pensé que por otros cauces estabais consiguiendo dicha consolidación sin necesidad de mi ayuda como coordinador del Grupo Parlamentario o del resto de compañeros; los resultados están a la vista.
CUARTO: Que cuando en el año 93 volví a ser diputado tras la dimisión del compañero Berenguer, la situación política, al tener menos diputados que en legislaturas anteriores y las mayores responsabilidades que la dirección del Grupo Parlamentario me ha encomendado ha propiciado que haya tenido más trabajo en Madrid que el resto de legislaturas, trabajo que, precisamente por centrarse en Madrid puede que sea menos conocido por esa Ejecutiva y que paso a resumiros tal como pretendes en tu carta, aunque lamento no conocer tus intenciones hasta hoy y por la prensa lo cual me impide ser pormenorizador en la respuesta.
Mi labor como diputado en esta legislatura se ha venido desarrollando como:
-vocal de la comisión de Asuntos Exteriores
-vocal de la comisión de Sanidad y luego de Defensa
-coordinador y portavoz socialista de la comisión de Cooperación y Ayuda al Desarrollo
-ponente y portavoz socialista de la Ponencia creada para la elaboración del Informe sobre Seguridad y Cooperación en el Mediterráneo a presentar en la Conferencia Euromediterránea de Barcelona
-miembro del Consejo de Cooperación Federal del PSOE
En principio el hecho de trabajar en cuatro comisiones parlamentarias (lo normal es trabajar en dos) y además ser el coordinador y portavoz de una de ellas, da idea de la tarea harto costosa a desarrollar. Si a ello se añade la portavocía de la Ponencia citada y pertenecer al Grupo Federal de Cooperación, es obvio que casi todos los lunes y viernes (días sin pleno) mi presencia en Madrid era casi obligada, como sucede al resto de compañeros coordinadores y portavoces de Comisión con tarea parlamentaria. Ello es más obvio todavía si tenemos en cuenta que la Comisión de Cooperación ha tenido una actividad vertiginosa en estos dos años por las movilizaciones reivindicativas de la Plataforma del 0´7 y la elaboración del Proyecto de Ley de Cooperación y del de los Créditos FAEX que, por disolución de las Cámaras, se han quedado en puertas de ser aprobados.
Por todo lo anterior, entre ponencia, comisiones y pleno del Congreso he tenido más de 40 intervenciones; varios debates con los portavoces de los demás grupos, especialmente los habidos en la Casa de América sobre la problemática de la cooperación y en el Casino de Madrid con presencia de organizaciones no gubernamentales, la Coordinadora de ONGs; numerosos encuentros y contactos con representantes de las ONGDs, Plataforma del 0´7, Coordinadora, etc así como autoridades del Ministerio de AAEE, de Comercio y AECI, especialmente para ir perfilando las citadas leyes de Cooperación y FAEX, así como la discusión de los diversos Planes Anuales de Cooperación Internacional (PACI de 93, 94, 95).
Pero es además necesario destacar el trabajo realizado en la Ponencia para el Informe a presentar en la Cumbre Euromediterránea de Barcelona como colofón de la acertada Presidencia Europea que ha desarrollado España en el pasado semestre. Como portavoz socialista de dicha Ponencia me siento gratificado del duro trabajo realizado, ya que hemos tenido la posibilidad de muchos encuentros con expertos de la Cooperación, autoridades del Ministerio de AAEE, como el compañero Solana, o de la Unión Europea, como el compañero Marín, por destacar los más interesantes; igualmente hemos tenido que estudiar numerosos informes nacionales e internacionales, etc pero todo ello ha dado el fruto de que, de todos los países de la ribera sur del Mediterráneo y de la Unión Europea presentes en noviembre en Barcelona, solamente el Parlamento Español haya sido quien ha hecho el esfuerzo de aportar su granito de arena ante la Conferencia, presentando nuestro Informe que tuve previamente el honor de defender en el Pleno del Congreso por parte de nuestro Grupo y que finalmente fue aprobado por unanimidad.
Finalizo este resumen destacando que, como miembro del Grupo Federal de Cooperación de la CEF, he venido asistiendo y trabajando con el resto de compañeros que lo integran en todas y cada una de las reuniones en que hemos sido convocados.
QUINTO: Que todo lo anteriormente expuesto, como me imagino que lo realizado por el resto de parlamentarios, hubiese tenido un mayor eco en nuestra ciudad si desde la responsabilidad de la Ejecutiva Local se hubiese hecho una programación adecuada de difusión o debate, aunque en mi caso la mayoría de las veces hubiese tenido que ser los sábados o domingos; yo, al igual que la Ejecutiva, lamento que no haya sido así, lo cierto es que jamás se me convocó a ello. Desde luego lo que no estoy dispuesto a reconocer es la imagen que con tus declaraciones en la prensa estás dando ante la opinión pública y por ello te envío los datos de mi trabajo. Yo muchas veces he tenido la impresión de que el trabajo tuyo como Secretario General, e incluso como alcalde, no era lo suficientemente conocido en los medios de comunicación (ello a pesar de que tienes mayor acceso a los mismos) pero jamás se me hubiese ocurrido y menos sin conocer los datos, hacer públicas esas impresiones, que hacen mal en lo personal y en lo político, una vez más se confirma que cada uno es dueño de sus silencios y reo de sus palabras. Si esos son tus criterios para defender o condenar a nivel personal los candidatos con nombres y apellidos y a través de los medios de comunicación (y te agradezco que al menos a mí no me hayas nombrado como haz hecho con otros) comprendo que en vez de mejorar vamos a peor y así lo vienen aclarando los resultados electorales, pero si además lo haces como mi Secretario General la cosa es mucho más grave todavía.
Esperando haber satisfecho tu deseo de conocer la labor realizada por este diputado aunque de forma tan precipitada, no te pido que ello haga cambiar nada de tus juicios preestablecidos (tú sabrás lo que haces), solamente deseo que al menos reconozcas públicamente los errores de tus últimas declaraciones, para evitar que lo tenga que hacer yo, pues al menos siempre defenderé mi dedicación a lo largo de tantos años a este partido y jamás fui indisciplinado con sus órganos de dirección. Mi conciencia está tranquila y no voy a permitir que ni siquiera tú pongas en entredicho mi entrega a las tareas encomendadas, aunque tú jamás, como responsable del partido, jamás me hayas encomendado ninguna.
                        Saludos socialistas.
           
            Jamás tuve respuesta a dicha carta, que era una despedida. Ya intuía que no tendría respuesta. Tampoco hubo una rectificación pública por parte de Luna a sus erróneas declaraciones. Tomé la decisión de abandonar mi actividad política y solicité a la Consellería de Educación mi reincorporación como profesor; el entonces Jefe Territorial y amigo Pepe Marín, se sorprendió por mi petición, los diputados cesantes teníamos la posibilidad de prorrogar la excedencia especial hasta la confección de las siguientes candidaturas. Días después, tuve la tentación, tal como manifestaba en mi carta, de hacerla pública para que la opinión pública tuviese conocimiento de cómo se hacían las cosas desde la dirección del Partido, pero consideré que ello haría más daño y las elecciones eran inminentes. Preferí definitivamente marcharme en silencio, aunque algunos lo hicieran con ruido, e incluso participé en la pegada de carteles al inicio de la campaña. Perdimos las elecciones, el señor Aznar se convirtió en Presidente del Gobierno, y el PSPV, pero muy especialmente la Agrupación Local de Alicante, inició un camino hacia un precipicio que, hasta la fecha, no ha tocado fondo. Ángel Luna también dejó la política activa poco después para trabajar con Enrique Ortiz como abogado.
            Cuando en 1999 el PSPV vuelve a perder las elecciones inmerso en un océano de división interna, muchos socialistas que, como yo, nos habíamos alejado de la política activa, nos sentimos muy defraudados. ¿Dónde estaba aquel partido por el que tanto habíamos luchado? Por primera vez decidí manifestar públicamente lo que, a mi juicio y al de otros muchos socialistas, estaba sucediendo y, después de tres años de silencio, publiqué en el Diario Información el siguiente artículo:

EL ESPECTÁCULO DEL PSPV-PSOE
          El bochornoso espectáculo que el PSPV está ofreciendo a los ciudadanos, especialmente a los que nos sentimos socialistas o simpatizantes con el socialismo democrático, no es algo casual sino la consecuencia de un perverso proceso de depuración ideológica en beneficio del mantenimiento de los intereses particulares de unos pocos (cada vez son más) que, desde el gobierno de las diversas instituciones del Estado, aprendieron que la Política escrita con minúsculas puede resultar muy ventajoso para la transformación radical de sus propias vidas y haciendas o de sus familiares (obsérvense muchas de éstas y comprueben la vertiginosa transformación acaecida y no correspondida con el sueldo del cargo ocupado). Iniciado este proceso no caben medias tintas: o juegas o te vas, o, en caso de que las circunstancias lo permitan, se acepta que algunos permanezcan con escaso poder de decisión para poder ser eliminados con facilidad en épocas de vacas flacas y en beneficio de los de siempre.
          En el citado proceso se va eliminando progresivamente el inicial “romanticismo ideológico” de la predemocracia y de los años de oposición a los primeros gobiernos democráticos de centro-derecha; romanticismo que, con grandes dosis de utopía (imprescindibles para la ideología de izquierdas) se basaba en valores universales de la izquierda democrática como la honradez, la libertad real, la ética política, la entrega al servicio público, la solidaridad, la lucha contra las desigualdades, etc.; romanticismo que cautivó a una inmensa mayoría de ciudadanos que apostaron finalmente por un grupo de hombres y mujeres que, con ilusión y entrega desinteresada, habían conseguido reestructurar un instrumento político eficaz para encauzar todas sus aspiraciones en un programa a corto, medio y largo plazo que generaba ilusión y esperanza para el futuro. Ese instrumento era el PSOE, con unos principios y unos liderazgos democráticamente asumidos y unas personas con la suficiente autoridad moral y respaldo político para ejercerlos desde las distintas sensibilidades ideológicas (izquierda socialista, nacionalistas, socialdemócratas, etc.).
          Tras los diversos éxitos electorales, una avalancha de personas ajenas a la política hasta entonces (no era rentable hacer política de izquierdas) se van integrando en el Partido y en sintonía con los máximos dirigentes del mismo y de las instituciones territoriales (que siempre coincidían en la misma persona) inician un proceso de sustitución ideológica por un pragmatismo oportunista que va relegando a los “románticos” hasta eliminarlos prácticamente; sustituyendo los necesarios debates conceptuales por escaramuzas personales, los conceptos por las personas como forma real de organización y control partidista, dando paso a la aparición de todos los –ismos posibles (felipismo, guerrismo, pastorismo, lermismo, ciscarismo, romerismo, asuncionismo, franquismo -de Angel, no piensen mal-, etc.), sin ninguna diferencia entre los mismos ni ideológica, ni programática, ni de actuación y estilo político, ni de organización partidista, ni nada de nada.
          El Partido, más que un instrumento básico de actuación política, empieza a parecerse a una confederación de empresas de trabajo temporal (los –ismos citados y los no citados) que pugnan por abrirse un espacio en el mercado (cada vez más reducido) y en la que los “jefes” (así se les llama) y empleados más cualificados dedican todo su esfuerzo a la noble aspiración de convertir su trabajo temporal (cargo público) en empleo estable y definitivo (hecho que les honra como militantes de izquierda). Al igual que el gran capital, estas empresas o –ismos, carecen de color político, su éxito depende casi exclusivamente de la rentabilidad obtenida y los métodos utilizados para conseguirlo (el fin justifica los medios), suelen ser la traición, la deslealtad, la amenaza arbitraria de aplicar los reglamentos, las alianzas interesadas y oportunas entre unos y otros, etc. Esto se deduce desde el inicio del proceso de creación de estas empresas, ya que, normalmente las van creando los más fieles colaboradores del “jefe” de un –ismo anterior del que han aprendido, ejecutando ciegamente sus decisiones, todas las técnicas de actuación que ahora aplicarán inexorable y directamente desde su –ismo propio; eso sí, pasando de ser los más “fieles” defensores de su antiguo “jefe” a los más encarnizados enemigos del mismo (necesidades de la competencia empresarial).
          Así las cosas y a medida que el mercado de trabajo se va reduciendo con la progresiva disminución de apoyos electorales (saltan a la opinión pública demasiados escándalos de los “jefes”) se agudiza la “competencia empresarial” y muchos “fieles” colaboradores de los –ismos desprestigiados ven el momento oportuno de desmarcarse (como si ellos no hubieran tenido nada que ver) para consolidar o crear su nueva empresa; algunos, los más impresentables, no han tenido ningún rubor en ser los más ciegos defensores de varios –ismos (sobre todo si no consiguieron consolidar el suyo propio o durante el tiempo que tardaron en conseguirlo) e incluso han tenido la desfachatez de pertenecer simultáneamente y con la misma euforia a –ismos enfrentados en los distintos ámbitos territoriales. Asimismo para dar cierta credibilidad a la situación se ha recurrido al fichaje de “estrellas” (y “estrellitas” en ámbitos más reducidos) con el pretexto de una renovación de “caras nuevas” reservándose los “jefes empresariales” el derecho a decidir quiénes son las “caras viejas” a sustituir (es el apartamiento definitivo de los últimos románticos) y convirtiendo su propia “cara vieja” en nueva cara renovada por arte de magia con lo que su empresa (su –ismo particular) puede seguir funcionando con los nuevos fichajes. Estas nuevas estrellas y estrellitas ya presumían en los mítines, como reclamo electoral desde las elecciones del 93, de no ser socialistas, dejando asombrados a los socialistas “románticos” que quedaban y a los que se les privaba precisamente de su único bagaje político: defender y comportarse de acuerdo a los principios de aquellos difíciles años predemocráticos. Ahora, por lo visto, tenían que pedir perdón por seguir siendo lo que siempre habían sido. Los resultados están a la vista: sin compromiso político solidario, sin imaginación, sin alternativas, sin líderes éticamente cualificados, sin ideas, en definitiva, es muy difícil ganar a esta derecha que nos gobierna (seguramente por culpa de los “románticos”) a pesar de que la mayoría de los españoles siguen siendo de izquierdas y muchos de ellos (a pesar de la alta abstención en los últimos comicios) sigan prestando su apoyo a lo que queda del PSPV-PSOE.

                            Fdo. Jorge Cremades Sena
                            Alicante, Julio de 1999.

            Desde entonces ha llovido mucho. ¿Pero ha cambiado algo? Incluso el PSOE ha conseguido de nuevo gobernar con Zapatero tras los desgraciados atentados del 11-M y revalidar su confianza en el 2008, confirmando que la mayoría de los españoles son de centro-izquierda. Pero el PSPV sigue hundido; una y otra vez, pierde las elecciones y el apoyo popular ante una derecha que no tiene reparos en presentarse con listas contaminadas, seguros de que, incluso así, van a salir vencedores. ¿Es esto normal? Obviamente no a simple vista.
Curiosamente la Agrupación de Alicante vuelve a estar dirigida por Ángel Luna, el mismo que la dirigía cuando yo, entre otros, decidimos abandonar la actividad política por razones obvias. Él también lo hizo, pero volvió después. Ahora la dirige como presidente de una Gestora, situación de anormalidad, y no como Secretario General. Una Gestora surgida tras el último fiasco electoral, para, una vez más, aparentar una renovación, la misma que decidió cambiar los signos de identidad del viejo PSOE desde el año 93 para ganar las elecciones, que ha llegado en la última confrontación electoral ha minimizar incluso las siglas para captar apoyos, entonces sólo bastaba declararse no militante en los mítines. Una Gestora en cuya gestación siguen apareciendo los de siempre –Luna, Franco, Valenzuela- como la solución final –la anterior la dirigió García Miralles- sin preguntarse si no son ellos el problema. Algunos viejos socialistas, como ellos, aunque no militemos, nos seguimos preguntando si este es el camino correcto. Yo creo que no. A las pruebas me remito.
En todo caso, deseo que esta vez Ángel Luna sea capaz de acertar como dirigente del Partido, especialmente en sus declaraciones públicas, si, innecesariamente, hacen daño políticamente a la organización y personalmente a los compañeros. No siempre como en 1996, por prudencia y responsabilidad, se obtiene el silencio como respuesta. La situación pues puede empeorar. Y sigo agradeciéndole, como le decía en mi carta, que, al menos, a mí no me citara personalmente en aquellas declaraciones tan desafortunadas.
                        Jorge Cremades Sena

MOVIMIENTO 15-M, UNA INCÓGNITA


Cuando en plena campaña electoral irrumpió en la madrileña Puerta del Sol el movimiento de los “indignados” y la plataforma “democracia real ya” me sentí convocado inmediatamente, pues he de reconocer que estaba indignado y, obviamente, sabía que nuestra democracia es susceptible de mejoras. De haber vivido en Madrid, seguro que hubiera apoyado con mi presencia la manifestación, que suponía convocada con arreglo a la normativa legal, como a todas a las que, desde que vivo en democracia, he asistido. De hecho, la indignación por muchas cosas me ha acompañado siempre a lo largo de mi vida y la he manifestado y sigo manifestando, ilegalmente cuando no existía la libertad y legalmente desde que existe, con la ventaja de que ahora lo puedo hacer, asumiendo la responsabilidad que la libertad me exige, tanto cuando lo hago por escrito como por cualquier otro medio. Por ello, ante el impacto inicial de la convocatoria, mi adhesión fue instantánea, sin reparar en algunos detalles que, días después, me hicieron dudar si debía seguir manteniendo mi precipitada adhesión. Por una parte, convocaba a los indignados a secas, lo que carece de sentido desde el punto de vista reivindicativo, ya que la indignación es contra algo o alguien, y al hacerlo de forma generalizada la convocatoria se convierte en inoperante por su carácter universal -¿quién no está indignado por algo?-, convocando a la misma protesta a indignados por cuestiones diametralmente opuestas a las de otros. Por otra parte, reivindicaba una “democracia real” desde la democracia, que, si existe, como es el caso, no puede calificarse como irreal –puede hacerse, como mejor o peor-, salvo que, partiendo del irrealismo al negar nuestra democracia, por muchas mejoras que requiera, lo que pretende es sustituirla por un novedoso sistema de convivencia, la democracia-real, desconocido hasta hoy, que, al reivindicarlo “ya”, con carácter de urgencia, se puede conseguir por generación espontánea y no como la democracia a secas, mediante un proceso, a veces largo, que, a lo sumo, aspira a consolidar un sistema de convivencia, siempre imperfecto, pero el menos malo de todos los que, hasta hoy, se han dado los diferentes grupos humanos a lo largo de la Historia. Finalmente, aun estando indignado, el desarrollo posterior de los acontecimientos y las explicaciones dadas sobre ellos por algunos de sus participantes –a título personal, ya que, según ellos, a nadie representan- han consolidado mis dudas, pues, si no clarifican y concretan los objetivos de fondo y de forma del movimiento, lo razonable es ser cauteloso y no entusiasta ante las incertidumbres que plantea.
Hasta el momento sabemos que se trata de un movimiento ciudadano de protesta y reivindicativo, pacífico, apolítico y asambleario, que se mueve por el consenso. Como consecuencia, rechazan la violencia, la ideología, la representatividad y la decisión mayoritaria, se declaran la voz del pueblo y apelan a la desobediencia civil. Amparados o no en los derechos de la democracia “irreal”, ocupan plazas y calles de forma casi permanente, convirtiéndolas en campamentos, no acatan la legalidad vigente si así lo consideran, ni respetan los derechos individuales; sus asambleas deciden cuándo y cómo desalojan el espacio público ocupado. Amparados en derechos de su democracia “real”, que no explican en que consiste –aunque supongo será no representativa-, intimidan y dificultan, si la asamblea lo decide, el normal funcionamiento de las instituciones, el trabajo de periodistas, de comerciantes, de fuerzas de orden público, etc; siempre de forma pacífica, pues cuando hay violencia, no es del movimiento convocante, sino de grupos ajenos que acuden a la manifestación y, por tanto, ninguna responsabilidad les es imputable como organizadores del evento. Al no reconocerse representados por nadie, ni representar a nadie, no hay interlocutores, salvo a título individual, por lo que, como grupo, no hay que colaborar con la policía si necesita imponer el orden público, los violentos no son de los nuestros aunque en nuestros eventos haya violencia. Menos mal que en las últimas protestas del 19-J, contra el pacto del euro, sí han establecido un sistema de seguridad propio y concretado las reivindicaciones. Es un buen síntoma evolutivo hacia la asunción de responsabilidades como grupo, hacia la interlocución y la representatividad. Es bueno que progresivamente vayan apareciendo los liderazgos.
No obstante, y de momento, prefiero nuestra democracia a secas. Tengo mal recuerdo de las que proliferaban durante mi juventud, las “populares”, y la que yo mismo viví, la “orgánica”; además soy bastante mayor y tengo la suficiente experiencia para no apostar ahora por una democracia “real”, cuando en la que vivo, lo es. Prefiero mejorarla desde un planteamiento político y no apolítico, pues en la dictadura y en la democracia orgánica, ser apolítico era una exigencia o un mérito, y ello me trae muy malos recuerdos. Prefiero hacerlo desde la representatividad y el respeto a la decisión de la mayoría, aunque mis opciones sean minoritarias, lo que supone asumir la responsabilidad representativa real que el pueblo otorga a cada opción política. Prefiero manifestar mi indignación convocando sólo a los que se indignan por las mismas cosas que yo, lo que requiere dejar muy claro cuáles son. Prefiero hacerlo desde un pacifismo, que exige el acatamiento estricto a la legalidad vigente y la colaboración responsable con las fuerzas de orden público para erradicar cualquier brote de violencia, comenzando por obedecer sus órdenes al efecto. Y si, a pesar de toda mi buena intención y predisposición, algo falla y se va de las manos, prefiero asumir la parte alícuota de responsabilidad que me corresponda, que, obviamente, siempre será mayor que la de mi simple declaración de pacifista. Con quienes jamás estaré son con los que no reconocen que en las Cortes Generales reside la soberanía popular; verlas asaltadas el 23-F por quienes, muy indignados, no se sentían representados por ellas, es el peor recuerdo de toda mi vida y lo que más me ha indignado a mí.
                                   Fdo. Jorge Cremades Sena

domingo, 19 de junio de 2011

Y AHORA NOS LAMENTAMOS

            Hechos muy graves se están produciendo últimamente en distintos pueblos y ciudades españolas sin que nuestras instituciones gubernamentales tomen cartas en el asunto, como es su obligación. Me refiero, entre otros, a determinadas actuaciones de los recién proclamados cargos públicos de Bildu, así como al movimiento de los indignados que, de seguir así, acabarán indignando a la inmensa mayoría de ciudadanos, si es que ya no lo están. Dos asuntos que, como mínimo, deterioran nuestro sistema democrático en unos momentos de especial dificultad por la crisis económica y sus lamentables consecuencias. Pero es más grave aún que, pudiendo evitarlo, algunos de nuestros gobernantes, dirigentes políticos, líderes sindicales y algunos medios de comunicación no sólo han sido comprensivos con sus ilegales actuaciones sino que se han erigido en defensores de su proceder desde el principio, vaya usted a saber por qué, aunque ahora algunos de ellos se lamenten. Olvidaron que en un Estado de Derecho quienes piensan que el fin justifica los medios, prostituyen la legitimidad de dichos fines por muy loables que sean, amenazando gravemente la estabilidad democrática y poniendo en grave riesgo la paz social. Precisamente para evitarlo, el gobierno democrático no sólo tiene el derecho, sino también el deber de cumplir y hacer cumplir escrupulosamente la ley, siendo el único ente legítimo de utilizar el uso de la fuerza si fuera necesario. Nadie más está legitimado para usarla. La Historia está llena de episodios en que, cuando un gobierno democrático hace dejación de este deber y es incapaz de mantener la paz y el orden, genera un caldo de cultivo muy peligroso que, normalmente, desemboca en la anarquía, preludio del autoritarismo o el totalitarismo, muchas veces con el respaldo de buena parte de la ciudadanía, que se refugia en el salvapatrias de turno. Este es el peligro real de una democracia debilitada y dirigida por unas instituciones a la deriva que, en todo caso, los demócratas hemos de evitar.   
            En el tema Bildu, los que apostaron claramente por su legalización, incluso a riesgo de un conflicto jurídico-institucional, ahora se rasgan las vestiduras porque su dudoso proyecto democrático ha desbordado todas las previsiones y va a controlar una buena parte de las instituciones vascas y sus arcas. ¿Qué uso van a hacer de las mismas? De momento, recién estrenado el cargo, ya han comenzado a bordear la legalidad –que deben cumplir y hacer cumplir- retirando símbolos españoles de las instituciones, intimidando a concejales rivales, amenazándoles y acosando su libertad de voto, y permitiendo la exhibición de símbolos etarras por parte de sus seguidores. Mañana, ya veremos. ¿Les recuerda algo el extinto y funesto gobierno tripartito catalán?
            En el tema de los indignados o democracia real, los que, desde el principio –y en pleno ejercicio de la soberanía popular-, derrocharon amplias dosis de comprensión a sus formas -antidemocráticas y vulneradoras de la legalidad- de plantear sus reivindicaciones, avalando la ocupación permanente del espacio público como un derecho de manifestación –incluso el día de reflexión-, están ahora desbordados ante la tozuda realidad final de este tipo de comportamientos. Quien siembra vientos recoge tempestades, dice un refrán castellano. Y así ha sido. Ahora resulta que sí hay violencia; pero la más grave de todas que consiste en acosar y pretender secuestrar la soberanía popular, lo que conduce directamente al caos. Coaccionar con violencia la labor de parlamentarios, acosar a alcaldes incluso en sus actividades privadas, insultar y amenazar a dirigentes políticos y sindicales, bajo el lema “no nos representáis” son gérmenes intolerables de anarquía o totalitarismo. ¿Quién les representa pues? Nadie, y, por tanto, nadie se responsabiliza de los desmanes que ilegalmente cometa el grupo. ¿Cuántos son? Desde luego, aunque se autoproclamen la voz del pueblo –lo correcto sería, en todo caso, de una parte minoritaria del pueblo-, muchos menos que los millones de ciudadanos que acabamos de participar en las elecciones. ¿A quién representan? Según sus itinerantes y esporádicos portavoces, a la última asamblea que un grupo de ellos acaba de celebrar. ¿Qué pretenden? Según ellos mismos una “democracia real” que, visto lo visto, sería, en todo caso, una democracia irreal por la inviabilidad de estructurar orgánicamente su proyecto, por muy loables que sean algunas de sus reivindicaciones. En democracia, los partidos políticos son instrumentos básicos de canalizar y representar ideologías para estructurar un proyecto de futuro que, mayoritariamente apoyado, pueda convertirse en gubernamental. Quienes no encuentren en los partidos existentes el cauce de sus ideas, pueden manifestarse o asociarse para presionarlos y, en todo caso, fundar un nuevo partido, pero siempre bajo el imperio de la ley democráticamente establecida. No hacerlo así es hablar de otras cosas que nada tienen que ver con la democracia.     
            ¡Claro que se podían haber hecho las cosas mejor! Pero, para ello, siempre es necesaria la aplicación inexorable de la legalidad vigente desde el principio y, en caso de duda, aplicarla en favor de la inmensa mayoría de la ciudadanía que sí la respeta aunque algunas de las leyes no sea de su agrado. Lo contrario favorece y envalentona siempre a las minorías violentas que “in crescendo” van ocupando espacios de impunidad muy difíciles de atajar después. La sabiduría popular es muy elocuente: quien juega con fuego, finalmente se quema. Por desgracia tenemos en España demasiadas hogueras encendidas y no son precisamente las de las próximas fiestas de San Juan en Alicante que, al menos, están controladas. Y ahora nos lamentamos. De momento, es lo que toca.
                                   Fdo. Jorge Cremades Sena

martes, 14 de junio de 2011

INDECENCIA POLÍTICA


            A medida que se van levantando los correspondientes secretos de los diversos sumarios en curso por distintos casos de presunta corrupción, que afectan directamente a demasiados gobernantes populares de distintos niveles en la Comunidad Valenciana, los ciudadanos, que acabamos de concurrir a unas elecciones locales y autonómicas, tenemos la posibilidad de ir conociendo algunos detalles de lo que, globalmente, ya intuíamos, pues la imputación de muchos de ellos sugiere que algo huele muy mal en la gestión gubernamental del PP valenciano. Lo inexplicable es que, sabiendo lo que se les venía encima, hayan tenido la osadía de presentar a muchos de estos imputados en sus candidaturas –con el propio Camps a la cabeza- aunque, incomprensiblemente, hayan conseguido una mayoría absoluta en casi todos los lugares donde lo han hecho. Si porque intuían la victoria, pretendían precisamente borrar los presuntos delitos con el aval de la voluntad popular y seguir ejerciendo un cargo público, nada que objetar desde el punto de vista formal a esto último –el pueblo es soberano-, pero todas las objeciones desde el punto de vista ético -que permite dividir los actos humanos en buenos y malos-, ya que su proceder sería perverso. Si porque se consideraban inocentes, pretendían agotar la presunción de inocencia más allá de la contingencia de unos comicios, que les han sido favorables, nada que objetar en el ámbito individual, pero sí todas las objecciones en el ámbito político si lo que buscan, sabiéndose culpables, es una resolución judicial absolutoria, porque entienden que existe la posibilidad de no poder demostrar en sede judicial la culpabilidad de los delitos que se les imputan, ya que los detalles de la investigación, que vamos conociendo, son en sí mismos una indecencia política descomunal, haciendo indignos a sus protagonistas del desempeño de cualquier cargo público, al margen de que finalmente puedan ser declarados culpables o inocentes.
            Que la justicia no siempre pueda demostrar los presuntos delitos imputados, por más indicios que haya, no siempre supone que no se hayan cometido y, si ello, a nivel privado, exime a los presuntos delincuentes de cualquier responsabilidad penal o civil, no les exime de las responsabilidades políticas cuando, durante la investigación de los hechos, se constata que sus comportamientos no son acordes, ni en las formas ni en el fondo, con la dignidad y la decencia debida al cargo público que los ciudadanos les hemos otorgado. Tal es el caso de muchos de los imputados citados, quienes, al margen de que sean inocentes o declarados inocentes –si son condenados la justicia les pondrá en el lugar que merecen-, han protagonizado actos tan indecentes que, de hecho, les inhabilta para seguir gobernando, aunque, de derecho, puedan seguir haciéndolo. Por dignidad política, por higiene democrática y por lealtad al partido al que pertenecen lo mínimo que deben hacer es dimitir de los cargos que ostentan y pedir perdón a la ciudadanía. Si no lo hacen, quien ha de tomar decisiones es, en este caso, el PP, cesándolos, si se trata de cargos por nombramiento, o exigiéndoles su dimisión –incluso públicamente si no lo acatan-, si se trata de cargos electos… y pedir perdón a la ciudadanía por el gravísimo error de haberlos presentado en sus listas, ya que, de no hacerlo, toda la organización se convierte en cómplice de la indecencia.
            Las conversaciones telefónicas recientemente conocidas acerca del PGOU de Alicante en las que participan Alperi, Castedo y Ortiz, como principales protagonistas, junto a otros miembros de sus entornos admistrativos, familiares y laborales están más acordes con las que podría tener cualquier banda de delincuentes antes de cometer sus fechorías que con las que debieran ser normales entre un alcalde o concejal con sus conciudadanos, por muy relevantes que estos sean. Amiguismo, compadreo, complicidad, trato de favor, información privilegiada a particulares y disposición de funcionarios para trabajar para ellos, reciprocidad de favores, regalos –aunque sean por navidad-, viajes y vacaciones compartidas, junto a otros tantos asuntos de semejante calaña, se constatan en dichas conversaciones, lo que desacredita a sus protagonistas como gestores de lo público y como promotores de la actividad privada. Máxime cuando no se trata de hechos esporádicos sobre algún tema puntual menor, sino, nada más y nada menos, que del PGOU que afecta a los intereses de miles y miles de alicantinos sin que estos tengan acceso al desarrollo de la redacción del mismo hasta abrirse el periodo de alegaciones, mientras los que tienen que velar por la limpieza del proceso lo ponen, en este caso, a disposición del “amigo” Ortiz, modelo de éxito empresarial y, de hecho, alcalde de Alicante en la sombra sin que nadie le haya votado.
            Si a medida que se vaya levantando el secreto del sumario de los demás casos pendientes, los comportamientos de los imputados son similares al de los personajes citados, más nos vale a los ciudadanos, hasta que se conozca la sentencia judicial de cada caso, dejar de creer en su presunción de inocencia y sustituirla por la presunción de indecencia que va más allà de la sentencia judicial que proceda.
                                   Fdo. Jorge Cremades Sena