No,
seguro que no; el título del artículo no se debe a ningún error tipográfico, es
decir, a un simple salto de tecla que cambia la “a” por la “e”, y, por tanto,
si se animan a leerlo, no crean que su contenido tiene algo que ver con algún
trolebús (ómnibus eléctrico alimentado por una catenaria de dos cables
superiores desde donde toma la energía mediante dos astas) ni nada que se le
parezca. El título obedece simplemente a una mayor precisión del nombre,
Tramabús, con que Podemos ha bautizado su nada original iniciativa, copiada del
grupo Hazte Oír, consistente en sacar a la calle un autobús propagandístico con
el falso objetivo, en este caso, de denunciar las tramas corruptas en España,
y, dadas las mentiras, embustes, engaños y trolas con que sus ocupantes-guías
pretenden confundir a la opinión pública en beneficio propio, es aconsejable
rebautizarlo como Trolabús en honor a la verdad y a una mayor aproximación a la
realidad. En efecto, agotada ya la batalla de “la casta”, plagiada también en
aquella ocasión del chavismo venezolano, y amortizados sus positivos efectos electorales
y mediáticos, que los tuvo, toca ahora la batalla de “la trama” para seguir
agitando la calle y confundiendo a los ciudadanos, que es lo único que saben
hacer, con el único objetivo de mantenerse en el candelero político-mediático,
dada su manifiesta incapacidad y pereza de hacer política desde las
instituciones en las que ya están y así beneficiar los intereses generales de
la ciudadanía. Y la principal trola del Trolabús es convencer a los españoles de que los troleros podemitas
pretenden en exclusiva erradicar de cuajo la corrupción y las prácticas
corruptas en España, de las que algunos de sus miembros ya participan también,
cuando han sido incapaces de aportar ni una sola iniciativa parlamentaria al
respecto (al igual que sucede en otras tantas políticas sectoriales), que es el
camino adecuado en cualquier Estado democrático para resolver los problemas, y
cuando de lo que se trata realmente es sencillamente de una engañosa operación
de marketing que les permita recuperar de nuevo un protagonismo
político-mediático que han ido perdiendo últimamente gracias a su inoperancia
política y al darse cuenta la ciudadanía de que sus ofertas reales consisten en
vender gato por liebre.
El
plagiado invento del Trolabus, la última ocurrencia del “pablismo” dirigente en
Podemos, consiste en poner en circulación un autobús decorado con las caras de
una serie de políticos, empresarios y periodistas que, según ellos, representan
la “trama corrupta” en España y, rayando lo delictivo, mezclan en dicho
decorado a verdaderos corruptos confesos, que ya están en la cárcel, a
presuntos corruptos, que están siendo investigados, y a otros personajes
públicos que no están incursos en ningún procedimiento judicial ni tienen
interpuesta demanda alguna en los tribunales, cuyo señalamiento inquisitorial
público sin previa denuncia, que no interponen, rozaría, jurídicamente, figuras
delictivas (como injuria, difamación o calumnia) y, políticamente, prácticas
fascistas totalitarias para incitar al odio (como los señalamientos públicos
nazis contra los judíos o los sambenitos inquisitoriales). Por tanto, los
promotores del Trolabus, como en los mejores tiempos del fascismo, señalan
públicamente a quienes, con razón o sin ella, consideran delincuentes y dignos
de reprobación pública para que se ponga sobre ellos el punto de mira y, al
efecto, mezclan en tan indecente pancarta acusatoria a políticos, entre otros,
como Mariano Rajoy, Aznar o Felipe González, con otros como Bárcenas, Rato o Jordi
Pujol; a empresarios como Blesa, Díaz Ferrán, Villar Mir o Arturo Fernández; e
incluso a periodistas como Cebrián o Eduardo Inda, a quien, por cierto,
paradójicamente, un juez acaba de dar la razón desestimando la demanda de Pablo
Iglesias contra él al considerar “veraz” la información sobre sus cuentas en el
paraíso fiscal de Granadinas y además condenando al líder podemita al pago de
las costas judiciales, quién, obviamente, pretende amordazar al periodista,
habitual destapador de casos de corrupción, para que no haga públicas sus
miserias o conductas poco edificantes.
En
fin, con tan nobles objetivos en el marco del “difama que algo queda”, el
Trolabús o autobús de las trolas, que ya circula impunemente por Madrid (el del
grupo Hazte Oír, fue paralizado “ipso facto” y con toda razón), promete
recorrer algunas otras ciudades españolas, mientras el propio Iglesias e Irene
Montero, su pareja sentimental y sustituta de Errejón en la dirección de
Podemos, actúan como guías inquisitoriales explicando a su antojo “qué es la
trama, cómo actúa y dónde tiene sus sedes”, dejando claro que la “trama”, como
la “casta”, son obviamente todos menos ellos. Un esperpéntico espectáculo más
de Podemos que se suma a los que ya nos tiene acostumbrados en el Congreso de
los Diputados, donde no aportan una sola iniciativa parlamentaria que,
obviamente, requeriría horas de trabajo, dedicación y entrega, que es en
definitiva para lo que los españoles les pagamos sus suculentos sueldos.
Fdo.
Jorge Cremades Sena
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