lunes, 29 de julio de 2013

JUSTICIA POLITIZADA, ABERRACIÓN DEMOCRÁTICA

                        Cuando no es un pito, es una flauta. El caso es que en España nunca estamos conformes con las decisiones de nuestros tribunales de justicia, ni siquiera si se trata de sentencias judiciales en su última instancia. El reciente archivo por parte de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo de la causa contra el ex ministro socialista Blanco por un supuesto delito de tráfico de influencias, como era de esperar, ha levantado ampollas entre quienes esperaban y deseaban su condena. Es lo normal en este país, generoso en discutir sin ton ni son pero tacaño en exigir responsabilidades reales. Pero además, dicho Tribunal Supremo acaba de rebajar la condena (de seis años a nueve meses de prisión) al ex presidente balear popular Matas, corrigiendo la sentencia de la Audiencia Provincial de Palma ya que no encuentra pruebas para condenarle por fraude a la Administración, ni por falsedad continuada en documento oficial, ni mercantil, ni por prevaricación o malversación, por tanto, sólo lo condena por tráfico de influencias. ¡Menos mal que para este delito si ha encontrado pruebas! No está nada mal. Las rebajas de julio son bastante sustanciales y, en todo caso, suponen una tajante desautorización por parte del Supremo a las instancias judiciales inferiores, al juez instructor y a los fiscales respectivos.
            Curiosamente se da la circunstancia de que los magistrados del TS que han decidido sobre Blanco están considerados como “progresistas” y los que lo han hecho sobre Matas, como “conservadores”, a excepción de uno de ellos que, curiosamente, ha emitido un voto particular a la sentencia. Es esta casualidad de supuesta afinidad ideológica entre juzgadores y juzgados donde basan los críticos sus argumentos para desacreditar sendas decisiones tan benevolentes, mientras que los más maliciosos, que no creen en las casualidades, hasta comentan que un caso compensa al otro y aquí paz y allá gloria. Al no ser la primera vez que determinadas sentencias, condenatorias o absolutorias, han sido desacreditadas, alegando discrepancias o coincidencias ideológicas entre jueces e imputados, ¿qué decisión se hubiese tomado sobre Blanco y Matas si los tribunales hubiesen sido a la inversa? Prefiero no pensar que en dicho supuesto, tal como algunos entienden, ambos ex gobernantes, en consonancia con lo planteado por los instructores y fiscales, estarían hoy condenados por tráfico de influencias y Matas por algunos delitos más. Prefiero pensar que las dificultades para esclarecer determinados delitos –que no tuvo la Audiencia Provincial de Palma, ni los jueces instructores, ni los fiscales- son las que, a pesar de que todos los indicios indiquen lo contrario, al final han determinado tan benevolentes sentencias, aunque para los legos en la materia, como yo y la mayoría de los mortales, nos parezca lo contrario. El reciente revuelo político desde que el Presidente del Tribunal Constitucional admitiera ser miembro del Partido Popular nos lo hace parecer así, pues, si hasta los partidos políticos y los profesionales de la Justicia, cuestionan las sentencias en las que ha intervenido, nos ratifican que, en efecto, la adscripción ideológica sí cuenta a la hora de juzgar.
            ¿No ha de ser la Ley la que rija la actuación de fiscales, jueces y magistrados a la hora de juzgar al margen de las preferencias o adscripciones ideológicas que tenga cada uno? Si es así, o la Ley está muy mal hecha, siendo excesivamente laxa en la interpretación de los supuestos delitos, o los jueces españoles son muy malos profesionales, reservando la garantía de calidad sólo a las instancias superiores. Sólo desde cualquiera de estos supuestos se puede entender tamañas discrepancias, que no matices circunstanciales, entre los diversos tribunales o las diversas instancias judiciales. La solución, en todo caso, estaría en el Parlamento, que debiera mirar muy en serio este problema. Pero, si los propios partidos, en los que militan los parlamentarios, admiten la parcialidad ideológica de los jueces y magistrados del Tribunal Supremo y del Tribunal Constitucional, estamos hablando de algo mucho peor y de extrema gravedad. Nada más y nada menos que de una Justicia politizada ya que, implícitamente, están reconociendo que no es la Ley, sino la ideología, lo que rige la administración de justicia y, al no hacer nada al respecto, el Parlamento se convierte en el problema y no en su posible solución. Con tales argumentos se induce a creer que tanto el TS como el TC están destinados no a corregir los errores de instancias inferiores, sino, por el contrario, a corregir sus aciertos. Una perversión de las reglas de juego democráticas sin paliativos, pues, en democracia, la ideología mayoritaria en el Parlamento es la que inspira la Ley, pero, una vez aprobada y mientras esté vigente, nunca puede inspirar su aplicación a la hora de emitir una sentencia. La Legalidad, como sistema o conjunto de leyes vigente, depende, obviamente, del juego ideológico democrático (leyes progresistas o conservadoras), que, en ningún caso puede interferir a la hora de administrar justicia (es decir, aplicar las leyes), aunque, obviamente, los jueces tengan su propia ideología política (progresista, conservadora, nacionalista o vaya usted a saber). Como ciudadanos, cabe hablar de jueces progresistas o conservadores, pero no de sentencias progresistas o conservadoras (las sentencias simplemente han de ajustarse a la ley y punto), pues es, sencillamente, una aberración. Admitir que éstas se dan supone reconocer el déficit democrático que padece nuestro sistema político, en el que, como dice Orozco, el amigo de Blanco, “siempre es bueno tener un amigo en el Gobierno de tu país (…) siempre quedamos en lugares de poco tránsito (…) Y él me va arreglando cosas”. Lo que me pregunto es que, si no es un delito de tráfico de influencias, ¿por qué quedan en lugares de poco tránsito? Ellos sabrán.

                                   Fdo. Jorge Cremades Sena

martes, 23 de julio de 2013

IRRESPONSABILIDADES Y DEMAGOGIAS

                        Una sociedad incapaz de garantizar conductas responsables, al menos, las de quienes desempeñan un rol político, social e institucional más o menos relevante, ni de imponer la búsqueda de la verdad, al menos, en casos de cierta trascendencia, que provocan alarma social, es una sociedad enferma y abocada al fracaso. Es lo que pasa en España, sin que, al parecer, nadie quiera remediarlo. Las irresponsabilidades y demagogias, monedas de cambio en un marco de impunidad, provocan la desconfianza ciudadana mayoritaria en la política y en la justicia, dos pilares básicos para vivir con seguridad en paz y en libertad. Y no es para menos. En cada caso, al amparo de una calculada confusión entre verdad política y verdad jurídica se desvanecen principios básicos, como el de presunción de inocencia, en un etéreo clima de incoherencias demagógicas e irresponsabilidades, donde, apoyándose en una cierta indefinición de determinados conceptos (libertad de expresión, secreto sumarial, derecho a mentir del imputado…), se busca intencionadamente como norma –y la mayoría de las veces se consigue- un prematuro veredicto social, condenatorio o exculpatorio, que, hibridando política y justicia, dificulta o imposibilita el esclarecimiento de las responsabilidades en que se pueda haber incurrido, tanto las políticas, como las jurídicas, al extremo de que la ciudadanía considera que ni vale la pena denunciar los presuntos casos de corrupción.
Se acaba de archivar la causa contra el ex ministro Blanco, que tanto dio que hablar, al margen de la previa condena social, contra él y su partido, el PSOE (del que era vicesecretario general), por las declaraciones en sede judicial de un presunto delincuente, el famoso Dorribo, apoyadas en una reunión estrambótica con él en una gasolinera, tras entregar, según él, al primo del ministro una sustancial cantidad de dinero a cambio de favores, así como en unas grabaciones poco edificantes del ministro, que indicaban un cierto trato de favor a su amigo Orozco. El anterior papel de Blanco como azote de corruptos (siempre de los ajenos, que no de los propios. Es lo que hacen todos), pidiendo la dimisión de éstos al primer indicio (incluso antes de ser imputados) generó un ataque despiadado contra Blanco, sobre todo, cuando, tras su imputación, no presenta su dimisión. Conseguida socialmente la condena a nivel político, jurídicamente, al final, ni se llega a celebrar juicio oral al ser archivada su causa pues, en contra de la instrucción, no hay pruebas suficientes para mantener el último de los presuntos delitos que se le imputaban, el tráfico de influencias. Dorribo no pudo documentar sus acusaciones y éstas perdieron obviamente fuerza jurídica. En cualquier país de Europa, al margen de lo penal, se hubiera producido “ipso facto” la dimisión del ministro nada más constatar su conducta poco ejemplarizante y de dudosa imparcialidad, Aquí, la decisión queda al libre albedrío del afectado.
Y en este degradado y diabólico ambiente se encuadran las declaraciones, ante el juez Ruz, de otro presunto delincuente, Bárcenas (como en su día las de Dorribo), provocando un enorme escándalo político, que no jurídico, de ámbito nacional. El llamado “caso Bárcenas” –de índole jurídica-, que pretende aclarar la verdad sobre su inmensa fortuna y los presuntos delitos que haya cometido para conseguirla, se ha convertido por arte de magia en el “caso de los papeles de Bárcenas” –de índole política-, que pretende derribar a Rajoy como presidente del gobierno. Al final, como en los demás casos (el “caso Campeón”, por ejemplo, se convirtió en el “caso Blanco”), lo que menos importa es la reparación a la sociedad de los daños causados, averiguando los delitos cometidos e imponiendo las penas pertinentes (en este caso a Bárcenas; en el otro, a Dorribo), pues todo el interés (mediático, político y social) se concentra en el desprestigio del partido y del gobernante afectado (en este caso PP y Rajoy; en aquél, PSOE y Blanco), activando una dinámica diabólica en la que caben todos los excesos. Como en los demás casos, en plena fase de instrucción del “caso Bárcenas”, en la que debe regir el principio de secreto para garantizar que no se perjudique la instrucción de la causa, las declaraciones del imputado se retransmiten casi en directo sin que nadie pague por tamaña irresponsabilidad, que nunca se investigará, mientras que unas meras diligencias, que no pruebas, se convierten, mediática y políticamente, en hechos más que probados que, en este caso, condenan a Rajoy y al PP. Las acusaciones del imputado Bárcenas de entregar dinero opaco a Rajoy, las de oferta de dinero por parte del PP a cambio de su silencio, la de amenaza de que si habla su mujer será imputada y si calla caerá Gallardón entre otras ventajas para su causa, la de recibir dinero ilícito por parte de empresarios…. (todas ellas sin justificante fehaciente alguno y desmentidas por los afectados) se convierten en dogma de fe, tanto mediática, con titulares que las dan como ciertas, como política, al extremo de que, sin que ni siquiera Rajoy esté imputado, la oposición en pleno pide su dimisión (algunos se conforman con su comparecencia en el Congreso), anunciando incluso una moción de censura al gobierno, liderada por Rubalcaba, en la que, para que no falte de nada, se deberá incluir, si quiere ser unánime, el compromiso de que su alternativa de gobierno incluya el derecho a decidir de los catalanes por exigencia de CiU que, curiosamente, no es acosada por corrupción a pesar de que la investigación de su causa, más avanzada, tiene muchos más indicios y ya hay claras imputaciones. Seguramente acosar a CiU no es políticamente correcto.
¿Quién pagará por las irresponsabilidades y demagogias del “caso Blanco”? ¿Quién, en su día, por las de “los papeles de Bárcenas”? ¿Quién, por las del siguiente caso? Nadie. Como nadie pagó por los anteriores. El derecho a mentir del imputado se convierte en derecho de cualquiera a convertir en verdades sus mentiras, pues, descubiertas éstas o no demostradas judicialmente como verdades (los chorizos de guante blanco no suelen dejar documentos comprometedores), al igual que al imputado, nada sucederá a sus voceros irresponsables y demagogos. Sólo una meridiana separación de la verdad política y la jurídica, es decir, un código ético que delimite el momento en que determinadas conductas han de ser reprobables y, al margen de lo penal, susceptibles de la inhabilitación correspondiente, nos sacará de este putrefacto ambiente. ¿Por qué no lo consensuan? Ni siquiera caben excusas de tipo económico, sólo es cuestión de voluntad política. Eso, de voluntad política, pero con mayúsculas.

                                   Fdo. Jorge Cremades Sena

jueves, 18 de julio de 2013

PAPELES DE BÁRCENAS, PAPELÓN PARA RAJOY

                        El peliagudo asunto de los “papeles de Bárcenas” se está convirtiendo en un verdadero papelón para Rajoy que, con sus más fieles colaboradores, no sólo tendrá que afrontar las unánimes acometidas de toda la oposición política (le guste o no, con razón o no, es lo que toca en estos casos), sino también las puntuales y sibilinas que le preparen desde sus propias filas que, en definitiva, son las más difíciles de superar y las más peligrosas, empezando por las del propio Bárcenas. Si además ha de hacerlo como presidente del gobierno en plena situación de crisis económica, política y social el papelón de Rajoy es de padre y muy señor mío. Sólo un súbito cambio radical de la economía o una rápida sentencia judicial exculpatoria, ambas tan imprevisibles como improbables, podrían propiciar una cierta salida airosa de Rajoy como presidente del gobierno y del PP, salvo que, aprovechando la situación, se desenmascare a todos y a cada uno de los responsables de la cada vez más verosímil financiación ilegal del partido y que cada cual, incluido él mismo, asuma la parte alícuota de responsabilidad que le corresponda como dirigente del mismo cuando se produjeron los hechos. Si Bárcenas, tal como publica Pedro J. Ramírez, le ha confesado su participación en una supuesta financiación ilegal del PP y si además, de los supuestos mensajes publicados entre Rajoy y Bárcenas, se deduce una cierta complicidad entre ellos (“Tranquilidad…Es lo único que no se puede perder, Un abrazo” o “Luis, nada es fácil, pero hacemos lo que podemos. Ánimo”) en vez de un rechazo total y explícito al extesorero, urge que, como mínimo, Rajoy comparezca solemnemente en el Congreso de los Diputados para dar explicaciones contundentes a los representantes de la soberanía popular en pleno o, en caso de no ser capaz de hacerlo, para presentar su renuncia como presidente y dar paso a cualquiera de los procedimientos válidos en estos casos, como son, bien la investidura de otro presidente por el Parlamento, bien la convocatoria de elecciones anticipadas. Es lo que, con mejor o peor tono, le exige cada uno de los partidos de la oposición y, al margen de especular sobre las razones de cada uno de ellos, lo que demanda la mayoría de los ciudadanos, muy intranquilos y preocupados por todo lo que está sucediendo.
            Resulta patético que se extiendan cortinas de humo para esconder o difuminar, se mire como se mire, una realidad indeseable, que tiene en el punto de mira nada más y nada menos que al propio presidente del gobierno, cuya honorabilidad personal ni debe, ni puede estar en entredicho. No vale pues la estrategia del avestruz por patéticas que sean o parezcan las estrategias irracionales de acoso y derribo del gobierno popular (tan patéticas como las de apuntalamiento de los populares) que utilizan algunos dirigentes políticos, responsables mediáticos, tertulianos a la carta u otros personajes de marcada influencia social, ni por patéticos que sean o parezcan sus desorbitados e incoherentes posicionamientos no atacando (o no defendiendo) con idéntica vehemencia hechos repudiables parecidos cuando no les interesa, ¡Allá cada cual con sus responsabilidades cívicas! Lo realmente importante, lo sustancial, es que Rajoy y el PP, despejen, si pueden, las negras sombras de duda en que ellos mismos se han metido. No se puede matar al mensajero en ningún caso y, menos aún, en base a una supuesta operación contra Rajoy, orquestada por Pedro J. Ramírez y el Diario El Mundo, que, si lo publicado es cierto y está contrastado, tiene todo el derecho de publicarlo cuándo y cómo considere oportuno, siendo irrelevante la intencionalidad que tenga al respecto. Ni se pueden desacreditar las peticiones de comparecencia o dimisión por parte de Rubalcaba y el PSOE o de Cayo Lara e IU en base a que ninguno de ellos se la pide a Griñán por el asunto de los EREs, al igual que los nacionalistas catalanes con Mas por el asunto Palau, etc, etc, pues sus indecentes y manifiestas incoherencias no se pueden solapar con las de los dirigentes del PP, que en Andalucía y Cataluña sí justifican su petición de dimisiones, condenando “in aeternis” entre todos la solución del grave fenómeno de la corrupción a un diálogo de besugos. 
            Los mensajes entre Rajoy y Bárcenas, cuya autenticidad no ha desmentido ni el propio PP, son una bomba de relojería activada en la base de flotación del gobierno de Rajoy, quien, al margen del curso normal de los procesos judiciales que afecten a determinados personajes relacionados con el PP, está obligado a despejar urgentemente todas las dudas, respondiendo con absoluta claridad a todas y cada una de las preguntas que los diputados consideren pertinente hacerle. No vale especular sobre si lo que se pretende con la comparecencia es crear un circo en vez de conocer la verdad, ni escudarse en la mayoría de votos para impedirla, ni en justificarlo porque PSOE-IU lo ha impedido en Andalucía con muchos menos votos o porque sería plegarse a la agenda que marca el propio Bárcenas… Si, como dice Floriano, los mensajes son “la prueba material” de un intento de “chantaje privado” por parte de Bárcenas a Rajoy para “desviar la atención” sobre su posible responsabilidad penal y “ocultar el origen de su dinero”; si, como argumenta, lo que evidencian los mensajes es el fracaso del intento de chantaje privado como demuestra su estancia “en prisión” y por ello hace el chantaje “a la luz pública”; y, si subraya que el PP “no va a ceder nunca a ningún chantaje, coacción o presión” al no tener “absolutamente nada que ocultar” y por tanto “le preocupa cero” lo que haga el extesorero, lo sorprendente es que el propio Rajoy no haya comparecido a petición propia en el Congreso y lo incomprensible es que se niegue a comparecer incluso cuando se lo solicita por unanimidad la oposición. Pero, si lo que dice Floriano no fuera totalmente cierto, lo insólito es que Rajoy no haya presentado su dimisión voluntariamente o por indicación de su propio partido, pues, cuanto más tiempo pase, será peor no sólo para el PP, sino también para la vapuleada democracia española y para la salida de la crisis generalizada que padecemos.
                                   Jorge Cremades Sena 

domingo, 14 de julio de 2013

A LA DERIVA (sinopsis histórica del PSPV-PSOE)

(Tal como he anunciado en mi reciente artículo “PSOE-Alicante, se veía venir”, publicado en el Diario Información y en La Verdad, cuelgo en mi blog, por si a alguien le interesa, este pequeño análisis, escrito hace dos años, sobre las principales causas del progresivo deterioro del PSPV que lleva más de veinte años sin levantar cabeza, defraudando a muchos de sus militantes, simpatizantes y votantes)

                        Desde hace demasiado tiempo el PSPV-PSOE navega sin rumbo fijo y a la deriva por un mar de incertidumbres, mientras que el PPCV-PP, inmerso en un mar de escándalos, saca provecho sometiendo a los socialistas a sucesivas derrotas en la Comunidad Valenciana, especialmente esta última que ha sido catastrófica. Lo más doloroso es que, después de cada derrota, el partido no reacciona y, una y otra vez, sólo es capaz de ofrecer más de lo mismo: mediocridad, ausencia de liderazgos, indefinición y una feroz lucha fratricida entre los diferentes grupúsculos que lo atomizan, haciendo inviable la confección de un proyecto coherente y creíble para la ciudadanía.
            Obviamente tan lamentable situación no surge por generación espontánea, sino que es el resultado de un proceso que, a mi juicio, se inicia a nivel nacional durante la legislatura de 1993-96 y a nivel valenciano en la de 1995-99. Hasta el inicio de las mismas no se percibe, al menos públicamente, ningún síntoma de deterioro interno. Felipe González gobernaba desde 1982 con tres mandatos por mayoría absoluta y dirigía al PSOE desde 1974; Juan Lerma hacía lo propio en la Comunidad Valenciana desde 1983 con tres mandatos – dos de ellos, el primero y último, por mayoría absoluta- y dirigía al PSPV desde 1979. Conseguirlo no había sido tarea fácil, ni a nivel interno ni externo, en una época, La Transición, difícil y llena de incertidumbres.
El PSOE histórico, en el exilio, no había sido el partido de izquierdas más activo en el franquismo –lo era el PC- y el ideario socialista y socialdemócrata español estaba atomizado en múltiples partidos -PSP, FPS, PSC, PSD, PAD…- con aspectos bastante diferenciados de tipo ideológico y programático, por lo que aglutinarlos en torno al PSOE-renovado de Felipe González y consolidar el proyecto de cara al exterior como una opción viable de gobierno supuso importantes esfuerzos, teniendo en cuenta que éramos muy pocos militantes. La creación y consolidación de múltiples agrupaciones locales, las casas del pueblo, para llegar con una infraestructura partidaria hasta los más pequeños lugares, y la formación de militantes y cuadros políticos en las mismas fue una tarea muy apasionante para todos los que tuvimos que ejercer, casi desde el inicio de nuestra militancia, algún cargo de responsabilidad orgánica. El éxito electoral del PSOE en las Constituyentes de 1977 le convierte con 118 escaños -8 de ellos del PSC-C- en la segunda fuerza política, tras la UCD de Adolfo Suárez, y en un referente imprescindible para la elaboración de la Constitución. Tal responsabilidad exigía un mayor esfuerzo, no sólo de tipo orgánico sino también de definición ideológica, especialmente cuando en las Generales de 1979 se incrementan los resultados, al obtener 121 escaños, y el PSOE, definitivamente, se consolidaba como una verdadera alternativa de gobierno, si los españoles éramos capaces de consolidar la recién nacida Democracia en aquellos difíciles años, preñados de crisis económica, de terrorismo y amenazas golpistas que ponían al borde del abismo a una España en la que estaba todo por hacer.
Nuevas exigencias, nuevos retos, que requerían una reflexión interna para hacer un proyecto asumible por la mayoría de los ciudadanos. Un proyecto mayoritario a nivel interno con aspiración de ser mayoritario para la ciudadanía, que abría un periodo de confrontación ideológica entre las diferentes sensibilidades que convivían dentro del PSOE, ya consolidado como claro referente de las opciones socialistas democráticas. El marxismo, los bloques militares, la definición, la estructura organizativa. . . serán los siguientes temas de debate, más o menos acalorados, que afrontará el PSOE antes del histórico éxito electoral conseguido en 1982, por el que con 202 escaños -81 más que en la legislatura precedente- Felipe González se convierte en el Presidente del Gobierno que goza de la mayoría absoluta más abultada de nuestra historia democrática. El trabajo bien hecho daba sus frutos. La Transición llegaba a su fin. Algunos, entre los que tengo el honor de encontrarme, aparcamos nuestro trabajo privado temporalmente y tuvimos el alto privilegio de formar parte como diputados de aquel histórico momento. Otros compañeros, que ya tenían cierta experiencia parlamentaria desde la legislatura constituyente y la anterior, seguro que sintieron el mismo entusiasmo que los que llegábamos por primera vez a tan alta responsabilidad ante un horizonte esperanzador para realizar el cambio modernizador que necesitaba España.
            Y así fue. Las mayorías absolutas conseguidas en las elecciones de 1982, 1986 y 1989, propiciaron una transformación de España sin precedentes, tanto a nivel interno como en su papel exterior. El tándem Felipe González-Alfonso Guerra, como principales dirigentes del Gobierno y del PSOE –González como el indiscutible líder y Guerra como el indiscutible organizador-, pilotaron este extraordinario cambio, hasta que durante la última de estas legislaturas (1989-1993), determinadas fisuras entre ambos, provocan la dimisión de Guerra como Vicepresidente del Gobierno en 1991, abriendo en el PSOE una disputa interna que se materializa en dos corrientes enfrentadas, los “guerristas” y los “renovadores”· Entretanto se van conociendo, tanto a nivel interno como exterior, una serie de escándalos de corrupción en que se ven involucrados importantes cargos del Estado (Roldán, Mariano Rubio, Mario Conde…) y relevantes personajes del Gobierno (Vicente Albero, Juan Guerra, Narcís Serra, García Vargas…) a lo que se añaden casos de financiación ilegal socialista (Filesa) y la vinculación de los GAL al Estado que salpica a altos cargos del Ministerio de Interior (Barrionuevo, Vera…). Un panorama sombrío que sorprende a propios y extraños en un ambiente de crisis económica y política que apunta directamente a un previsible descenso electoral del PSOE.
            En tan adversas circunstancias se afrontan las elecciones de 1993. El PSOE tenía dos opciones al margen del mayor o menor riesgo de perderlas: recuperar y afirmar sus esencias ideológicas y su identidad, que habían propiciado la victoria de 1982, depurando a los corruptos “ipso facto” –no todos los socialistas eran corruptos-, o buscar un mensaje nuevo y unas personas no socialistas para desvincular ante la opinión pública lo que en estos momentos significaba el PSOE, desvirtuándolo de alguna manera. Se optó por esto último y, aunque sin mayoría absoluta, se volvió a ganar. El precio a pagar fue muy alto y los que participamos como candidatos en aquella campaña electoral bien lo sabemos. Para las candidaturas se fichó a una serie de “estrellas” no socialistas a imagen y semejanza de las de Madrid con Baltasar Garzón de número dos, justo detrás de Felipe González, que relegaban a socialistas de toda la vida que sí se sentían orgullosos de serlo a pesar de los desmanes de algunos compañeros. Estas “estrellas” salvadoras, durante la campaña, no tenían reparo alguno en proclamar su condición de no militancia, de no socialistas, obligando a los socialistas, bien a reafirmar el orgullo de serlo ante los votantes y asistentes a los mítines, bien a permanecer en silencio ante el bochornoso espectáculo. Hubo de todo. Y se ganó, dando paso a la última legislatura con gobiernos de Felipe González gracias a alianzas con los nacionalistas vascos y catalanes.
            Esta última legislatura de mayoría socialista (1993-1996) devino en un caos desde el punto de vista interno-partidario y desde el punto de vista gubernamental. Pronto se constató la intencionalidad de aquellas “estrellas” que supuestamente nos ayudaron a ganar las elecciones, valga como ejemplo el citado Garzón, así como el precio a pagar a los nacionalistas por sus apoyos. Pero, a mi juicio, fue mucho peor el deterioro interno del Partido Socialista, especialmente de algunas federaciones como la valenciana –que aún no se ha recuperado-, a medida que avanzaba la legislatura y se evidenciaba que las siguientes elecciones se iban a perder. Bajo la apariencia de “renovación” fueron surgiendo corrientes internas de tipo personalista que sólo buscaban, a cualquier precio, hacerse un hueco en las siguientes listas para mantener el cargo público. La traición, la deslealtad, la zancadilla, el codazo, el descrédito público gratuito e interesado…fueron la moneda de cambio entre los compañeros, haciendo buena la frase de que en las relaciones humanas se puede ser amigo, conocido, enemigo o compañero de partido. Un ambiente irrespirable que nada tenía que ver con lo que la organización había sido hasta poco tiempo atrás.
            Si este siniestro panorama es aplicable al PSOE, se agrava aún más en el PSPV y en la Agrupación de Alicante de forma especial. Se pierden las elecciones autonómicas y locales de 1995. Juan Lerma deja de ser Presidente de la Generalitat y Ángel Luna deja de ser Alcalde de Alicante. Ambos son los secretarios generales de sus respectivas demarcaciones partidarias, pero ninguno de los dos se mantiene –Luna algo más tiempo- como jefe en la oposición de sus respectivas instituciones públicas.
Y llegan las elecciones generales de 1996 al disolverse las cámaras en enero. Cada familia, grupo, clan o como quiera llamársele se mueve sólo por el afán personal de garantizar su cuota de poder en las listas utilizando el método que sea para conseguirlo. Sorprendentemente en la prensa alicantina aparecen unas declaraciones de Ángel Luna, a la sazón secretario general de la agrupación local, en las que, sin precedentes, hace una crítica pública a los diputados socialistas por Alicante, entre los que me encuentro, por indisciplinados y poco trasparentes. Tan insólito proceder refleja las condiciones en que se van a afrontar las elecciones que ponen punto y final a casi catorce años de gobiernos socialistas e inician para el Partido Socialista una travesía del desierto que en la Comunidad Valenciana y en la ciudad de Alicante aún no ha terminado.  
            Aunque en dichas declaraciones el señor Luna -¿o compañero?- no me citaba personalmente –sí lo hacía con otros- me acerqué a la sede socialista para hacerle llegar una carta, que trascribo:

                        Compañero Ángel Luna
                        Sec. Gral. de la Agrupación de Alicante
                        PSPV-PSOE
                        Alicante, 11 de enero de 1996

            Querido compañero:
            Ante las noticias aparecidas en la prensa de que, como parlamentario, nos habías solicitado una memoria de las actividades desarrolladas en esta legislatura por cada uno de nosotros y no habiendo yo recibido dicha comunicación, al enterarme por la prensa me he puesto en contacto con la Oficina Parlamentaria y me comunican que, en efecto, tienen allí una carta tuya para entregarme, fechada el pasado día dos de enero, pero que no me la han podido hacer llegar. Conociendo al fin su contenido, paso a comunicarte lo siguiente:
PRIMERO: Que me parece que esta situación se hubiese evitado simplemente enviándonos la correspondencia a nuestro domicilio al tratarse de fecha semifestivas y para tener constancia de que la recibíamos haber certificado la misma.
SEGUNDO: Que sin tener la certeza de que teníamos conocimiento de los datos que me pides, me parece tremendamente negativo para el Partido y sus parlamentarios las declaraciones que tú haces en los medios de comunicación, ya que no solamente ponen en entredicho nuestra labor realizada, dando la impresión de que queremos ocultarla, sino que además somos unos indisciplinados que pasamos olímpicamente de lo que nuestra Ejecutiva nos pide. Tú muy bien sabes que, al menos en mi caso, soy muy disciplinado con mi Ejecutiva y siempre he sido muy prudente con los medios de comunicación, hecho que contrasta con tus declaraciones; espero que, al menos, al conocer el contenido de la presente hagas una rectificación pública que palíe el daño personal y político que has causado, ya que de lo contrario me situarás en difícil postura de seguir siendo prudente en la reserva del contenido de la presente.
TERCERO: Que me parece una gran idea el hecho de que por primera vez se tenga constancia del trabajo que los parlamentarios venimos desarrollando y que ello pueda tener influencia en la confección de las distintas candidaturas. Sabes perfectamente que hasta la fecha ello valió de muy poco; por no poner ningún otro ejemplo valga simplemente el mío: Durante las tres legislaturas precedentes y al tener menor trabajo en Madrid, mi dedicación se centró preferentemente en la circunscripción, con la responsabilidad de coordinar el Grupo Parlamentario; ello redundó en una mayor presencia en la provincia y por las agrupaciones locales, lo que influyó que en el año 86, junto al compañero García Miralles, fuese el candidato más propuesto, y en los años 89 y 93 sucediese algo parecido…, al parecer, todo ello siempre valió para que, en las diversas candidaturas, mi lugar siempre fuese de dudosa salida. Todo ello a pesar de que jamás la Ejecutiva Local que diriges haya contado con este parlamentario para ninguna actividad de las que supongo que habréis programado, ya que si no lo hubierais hecho sería mucho peor la situación; tú bien sabes que siempre me puse a disposición de mi secretario general, e incluso en los momentos en que además eras el Alcalde de Alicante en que, como coordinador entonces del Grupo Socialista, insistí a través de tu secretario en prestar toda la ayuda posible que redundara en un futuro más consolidado de los apoyos locales al Partido en Alicante, jamás tuve respuesta a tales intenciones, pensé que por otros cauces estabais consiguiendo dicha consolidación sin necesidad de mi ayuda como coordinador del Grupo Parlamentario o del resto de compañeros; los resultados están a la vista.
CUARTO: Que cuando en el año 93 volví a ser diputado tras la dimisión del compañero Berenguer, la situación política, al tener menos diputados que en legislaturas anteriores y las mayores responsabilidades que la dirección del Grupo Parlamentario me ha encomendado ha propiciado que haya tenido más trabajo en Madrid que el resto de legislaturas, trabajo que, precisamente por centrarse en Madrid puede que sea menos conocido por esa Ejecutiva y que paso a resumiros tal como pretendes en tu carta, aunque lamento no conocer tus intenciones hasta hoy y por la prensa lo cual me impide ser pormenorizador en la respuesta.
Mi labor como diputado en esta legislatura se ha venido desarrollando como:
-vocal de la comisión de Asuntos Exteriores
-vocal de la comisión de Sanidad y luego de Defensa
-coordinador y portavoz socialista de la comisión de Cooperación y Ayuda al Desarrollo
-ponente y portavoz socialista de la Ponencia creada para la elaboración del Informe sobre Seguridad y Cooperación en el Mediterráneo a presentar en la Conferencia Euromediterránea de Barcelona
-miembro del Consejo de Cooperación Federal del PSOE
En principio el hecho de trabajar en cuatro comisiones parlamentarias (lo normal es trabajar en dos) y además ser el coordinador y portavoz de una de ellas, da idea de la tarea harto costosa a desarrollar. Si a ello se añade la portavocía de la Ponencia citada y pertenecer al Grupo Federal de Cooperación, es obvio que casi todos los lunes y viernes (días sin pleno) mi presencia en Madrid era casi obligada, como sucede al resto de compañeros coordinadores y portavoces de Comisión con tarea parlamentaria. Ello es más obvio todavía si tenemos en cuenta que la Comisión de Cooperación ha tenido una actividad vertiginosa en estos dos años por las movilizaciones reivindicativas de la Plataforma del 0´7 y la elaboración del Proyecto de Ley de Cooperación y del de los Créditos FAEX que, por disolución de las Cámaras, se han quedado en puertas de ser aprobados.
Por todo lo anterior, entre ponencia, comisiones y pleno del Congreso he tenido más de 40 intervenciones; varios debates con los portavoces de los demás grupos, especialmente los habidos en la Casa de América sobre la problemática de la cooperación y en el Casino de Madrid con presencia de organizaciones no gubernamentales, la Coordinadora de ONGs; numerosos encuentros y contactos con representantes de las ONGDs, Plataforma del 0´7, Coordinadora, etc así como autoridades del Ministerio de AAEE, de Comercio y AECI, especialmente para ir perfilando las citadas leyes de Cooperación y FAEX, así como la discusión de los diversos Planes Anuales de Cooperación Internacional (PACI de 93, 94, 95).
Pero es además necesario destacar el trabajo realizado en la Ponencia para el Informe a presentar en la Cumbre Euromediterránea de Barcelona como colofón de la acertada Presidencia Europea que ha desarrollado España en el pasado semestre. Como portavoz socialista de dicha Ponencia me siento gratificado del duro trabajo realizado, ya que hemos tenido la posibilidad de muchos encuentros con expertos de la Cooperación, autoridades del Ministerio de AAEE, como el compañero Solana, o de la Unión Europea, como el compañero Marín, por destacar los más interesantes; igualmente hemos tenido que estudiar numerosos informes nacionales e internacionales, etc pero todo ello ha dado el fruto de que, de todos los países de la ribera sur del Mediterráneo y de la Unión Europea presentes en noviembre en Barcelona, solamente el Parlamento Español haya sido quien ha hecho el esfuerzo de aportar su granito de arena ante la Conferencia, presentando nuestro Informe que tuve previamente el honor de defender en el Pleno del Congreso por parte de nuestro Grupo y que finalmente fue aprobado por unanimidad.
Finalizo este resumen destacando que, como miembro del Grupo Federal de Cooperación de la CEF, he venido asistiendo y trabajando con el resto de compañeros que lo integran en todas y cada una de las reuniones en que hemos sido convocados.
QUINTO: Que todo lo anteriormente expuesto, como me imagino que lo realizado por el resto de parlamentarios, hubiese tenido un mayor eco en nuestra ciudad si desde la responsabilidad de la Ejecutiva Local se hubiese hecho una programación adecuada de difusión o debate, aunque en mi caso la mayoría de las veces hubiese tenido que ser los sábados o domingos; yo, al igual que la Ejecutiva, lamento que no haya sido así, lo cierto es que jamás se me convocó a ello. Desde luego lo que no estoy dispuesto a reconocer es la imagen que con tus declaraciones en la prensa estás dando ante la opinión pública y por ello te envío los datos de mi trabajo. Yo muchas veces he tenido la impresión de que el trabajo tuyo como Secretario General, e incluso como alcalde, no era lo suficientemente conocido en los medios de comunicación (ello a pesar de que tienes mayor acceso a los mismos) pero jamás se me hubiese ocurrido y menos sin conocer los datos, hacer públicas esas impresiones, que hacen mal en lo personal y en lo político, una vez más se confirma que cada uno es dueño de sus silencios y reo de sus palabras. Si esos son tus criterios para defender o condenar a nivel personal los candidatos con nombres y apellidos y a través de los medios de comunicación (y te agradezco que al menos a mí no me hayas nombrado como haz hecho con otros) comprendo que en vez de mejorar vamos a peor y así lo vienen aclarando los resultados electorales, pero si además lo haces como mi Secretario General la cosa es mucho más grave todavía.
Esperando haber satisfecho tu deseo de conocer la labor realizada por este diputado aunque de forma tan precipitada, no te pido que ello haga cambiar nada de tus juicios preestablecidos (tú sabrás lo que haces), solamente deseo que al menos reconozcas públicamente los errores de tus últimas declaraciones, para evitar que lo tenga que hacer yo, pues al menos siempre defenderé mi dedicación a lo largo de tantos años a este partido y jamás fui indisciplinado con sus órganos de dirección. Mi conciencia está tranquila y no voy a permitir que ni siquiera tú pongas en entredicho mi entrega a las tareas encomendadas, aunque tú jamás, como responsable del partido, jamás me hayas encomendado ninguna.
                        Saludos socialistas.
           
            Jamás tuve respuesta a dicha carta, que era una despedida. Ya intuía que no tendría respuesta. Tampoco hubo una rectificación pública por parte de Luna a sus erróneas declaraciones. Tomé la decisión de abandonar mi actividad política y solicité a la Consellería de Educación mi reincorporación como profesor; el entonces Jefe Territorial y amigo Pepe Marín, se sorprendió por mi petición, los diputados cesantes teníamos la posibilidad de prorrogar la excedencia especial hasta la confección de las siguientes candidaturas. Días después, tuve la tentación, tal como manifestaba en mi carta, de hacerla pública para que la opinión pública tuviese conocimiento de cómo se hacían las cosas desde la dirección del Partido, pero consideré que ello haría más daño y las elecciones eran inminentes. Preferí definitivamente marcharme en silencio, aunque algunos lo hicieran con ruido, e incluso participé en la pegada de carteles al inicio de la campaña. Perdimos las elecciones, el señor Aznar se convirtió en Presidente del Gobierno, y el PSPV, pero muy especialmente la Agrupación Local de Alicante, inició un camino hacia un precipicio que, hasta la fecha, no ha tocado fondo. Ángel Luna también dejó la política activa poco después para trabajar con Enrique Ortiz como abogado.
            Cuando en 1999 el PSPV vuelve a perder las elecciones inmerso en un océano de división interna, muchos socialistas que, como yo, nos habíamos alejado de la política activa, nos sentimos muy defraudados. ¿Dónde estaba aquel partido por el que tanto habíamos luchado? Por primera vez decidí manifestar públicamente lo que, a mi juicio y al de otros muchos socialistas, estaba sucediendo y, después de tres años de silencio, publiqué en el Diario Información el siguiente artículo:

EL ESPECTÁCULO DEL PSPV-PSOE
                    El bochornoso espectáculo que el PSPV está ofreciendo a los ciudadanos, especialmente a los que nos sentimos socialistas o simpatizantes con el socialismo democrático, no es algo casual sino la consecuencia de un perverso proceso de depuración ideológica en beneficio del mantenimiento de los intereses particulares de unos pocos (cada vez son más) que, desde el gobierno de las diversas instituciones del Estado, aprendieron que la Política escrita con minúsculas puede resultar muy ventajoso para la transformación radical de sus propias vidas y haciendas o de sus familiares (obsérvense muchas de éstas y comprueben la vertiginosa transformación acaecida y no correspondida con el sueldo del cargo ocupado). Iniciado este proceso no caben medias tintas: o juegas o te vas, o, en caso de que las circunstancias lo permitan, se acepta que algunos permanezcan con escaso poder de decisión para poder ser eliminados con facilidad en épocas de vacas flacas y en beneficio de los de siempre.
          En el citado proceso se va eliminando progresivamente el inicial “romanticismo ideológico” de la predemocracia y de los años de oposición a los primeros gobiernos democráticos de centro-derecha; romanticismo que, con grandes dosis de utopía (imprescindibles para la ideología de izquierdas) se basaba en valores universales de la izquierda democrática como la honradez, la libertad real, la ética política, la entrega al servicio público, la solidaridad, la lucha contra las desigualdades, etc.; romanticismo que cautivó a una inmensa mayoría de ciudadanos que apostaron finalmente por un grupo de hombres y mujeres que, con ilusión y entrega desinteresada, habían conseguido reestructurar un instrumento político eficaz para encauzar todas sus aspiraciones en un programa a corto, medio y largo plazo que generaba ilusión y esperanza para el futuro. Ese instrumento era el PSOE, con unos principios y unos liderazgos democráticamente asumidos y unas personas con la suficiente autoridad moral y respaldo político para ejercerlos desde las distintas sensibilidades ideológicas (izquierda socialista, nacionalistas, socialdemócratas, etc.).
          Tras los diversos éxitos electorales, una avalancha de personas ajenas a la política hasta entonces (no era rentable hacer política de izquierdas) se van integrando en el Partido y en sintonía con los máximos dirigentes del mismo y de las instituciones territoriales (que siempre coincidían en la misma persona) inician un proceso de sustitución ideológica por un pragmatismo oportunista que va relegando a los “románticos” hasta eliminarlos prácticamente; sustituyendo los necesarios debates conceptuales por escaramuzas personales, los conceptos por las personas como forma real de organización y control partidista, dando paso a la aparición de todos los –ismos posibles (felipismo, guerrismo, pastorismo, lermismo, ciscarismo, romerismo, asuncionismo, franquismo -de Angel, no piensen mal-, etc.), sin ninguna diferencia entre los mismos ni ideológica, ni programática, ni de actuación y estilo político, ni de organización partidista, ni nada de nada.
          El Partido, más que un instrumento básico de actuación política, empieza a parecerse a una confederación de empresas de trabajo temporal (los –ismos citados y los no citados) que pugnan por abrirse un espacio en el mercado (cada vez más reducido) y en la que los “jefes” (así se les llama) y empleados más cualificados dedican todo su esfuerzo a la noble aspiración de convertir su trabajo temporal (cargo público) en empleo estable y definitivo (hecho que les honra como militantes de izquierda). Al igual que el gran capital, estas empresas o –ismos, carecen de color político, su éxito depende casi exclusivamente de la rentabilidad obtenida y los métodos utilizados para conseguirlo (el fin justifica los medios), suelen ser la traición, la deslealtad, la amenaza arbitraria de aplicar los reglamentos, las alianzas interesadas y oportunas entre unos y otros, etc. Esto se deduce desde el inicio del proceso de creación de estas empresas, ya que, normalmente las van creando los más fieles colaboradores del “jefe” de un –ismo anterior del que han aprendido, ejecutando ciegamente sus decisiones, todas las técnicas de actuación que ahora aplicarán inexorable y directamente desde su –ismo propio; eso sí, pasando de ser los más “fieles” defensores de su antiguo “jefe” a los más encarnizados enemigos del mismo (necesidades de la competencia empresarial).
          Así las cosas y a medida que el mercado de trabajo se va reduciendo con la progresiva disminución de apoyos electorales (saltan a la opinión pública demasiados escándalos de los “jefes”) se agudiza la “competencia empresarial” y muchos “fieles” colaboradores de los –ismos desprestigiados ven el momento oportuno de desmarcarse (como si ellos no hubieran tenido nada que ver) para consolidar o crear su nueva empresa; algunos, los más impresentables, no han tenido ningún rubor en ser los más ciegos defensores de varios –ismos (sobre todo si no consiguieron consolidar el suyo propio o durante el tiempo que tardaron en conseguirlo) e incluso han tenido la desfachatez de pertenecer simultáneamente y con la misma euforia a –ismos enfrentados en los distintos ámbitos territoriales. Asimismo para dar cierta credibilidad a la situación se ha recurrido al fichaje de “estrellas” (y “estrellitas” en ámbitos más reducidos) con el pretexto de una renovación de “caras nuevas” reservándose los “jefes empresariales” el derecho a decidir quiénes son las “caras viejas” a sustituir (es el apartamiento definitivo de los últimos románticos) y convirtiendo su propia “cara vieja” en nueva cara renovada por arte de magia con lo que su empresa (su –ismo particular) puede seguir funcionando con los nuevos fichajes. Estas nuevas estrellas y estrellitas ya presumían en los mítines, como reclamo electoral desde las elecciones del 93, de no ser socialistas, dejando asombrados a los socialistas “románticos” que quedaban y a los que se les privaba precisamente de su único bagaje político: defender y comportarse de acuerdo a los principios de aquellos difíciles años predemocráticos. Ahora, por lo visto, tenían que pedir perdón por seguir siendo lo que siempre habían sido. Los resultados están a la vista: sin compromiso político solidario, sin imaginación, sin alternativas, sin líderes éticamente cualificados, sin ideas, en definitiva, es muy difícil ganar a esta derecha que nos gobierna (seguramente por culpa de los “románticos”) a pesar de que la mayoría de los españoles siguen siendo de izquierdas y muchos de ellos (a pesar de la alta abstención en los últimos comicios) sigan prestando su apoyo a lo que queda del PSPV-PSOE.

                            Fdo. Jorge Cremades Sena
                            Alicante, Julio de 1999.

            Desde entonces ha llovido mucho. ¿Pero ha cambiado algo? Incluso el PSOE ha conseguido de nuevo gobernar con Zapatero tras los desgraciados atentados del 11-M y revalidar su confianza en el 2008, confirmando que la mayoría de los españoles son de centro-izquierda. Pero el PSPV sigue hundido; una y otra vez, pierde las elecciones y el apoyo popular ante una derecha que no tiene reparos en presentarse con listas contaminadas, seguros de que, incluso así, van a salir vencedores. ¿Es esto normal? Obviamente no a simple vista.
Curiosamente la Agrupación de Alicante vuelve a estar dirigida por Ángel Luna, el mismo que la dirigía cuando yo, entre otros, decidimos abandonar la actividad política por razones obvias. Él también lo hizo, pero volvió después. Ahora la dirige como presidente de una Gestora, situación de anormalidad, y no como Secretario General. Una Gestora surgida tras el último fiasco electoral, para, una vez más, aparentar una renovación, la misma que decidió cambiar los signos de identidad del viejo PSOE desde el año 93 para ganar las elecciones, que ha llegado en la última confrontación electoral ha minimizar incluso las siglas para captar apoyos, entonces sólo bastaba declararse no militante en los mítines. Una Gestora en cuya gestación siguen apareciendo los de siempre –Luna, Franco, Valenzuela- como la solución final –la anterior la dirigió García Miralles- sin preguntarse si no son ellos el problema. Algunos viejos socialistas, como ellos, aunque no militemos, nos seguimos preguntando si este es el camino correcto. Yo creo que no. A las pruebas me remito.
En todo caso, deseo que esta vez Ángel Luna sea capaz de acertar como dirigente del Partido, especialmente en sus declaraciones públicas, si, innecesariamente, hacen daño políticamente a la organización y personalmente a los compañeros. No siempre como en 1996, por prudencia y responsabilidad, se obtiene el silencio como respuesta. La situación pues puede empeorar. Y sigo agradeciéndole, como le decía en mi carta, que, al menos, a mí no me citara personalmente en aquellas declaraciones tan desafortunadas.
                        Jorge Cremades Sena, 26 de junio de 2011.


Mis deseos sinceros, siguen sin cumplirse. Luna, superado lo de la Gestora, dejó paso a otra ejecutiva local, y otra…..Hoy, en pleno mes de julio de 2013, lo único que lamento es que todo lo que mantengo en este pequeño análisis me sigue dando la razón. Tras esta nueva absurda y grave crisis de la Agrupación Socialista de Alicante ¿quién presidirá la nueva gestora? o, en su caso, ¿qué ejecutiva se va a elegir? ¿qué objetivos la inspirarán? La vieja guardia, tiene la palabra. Ángel Luna en un artículo que acaba de publicar en Diario Información, al menos pide perdón públicamente por el espectáculo que está protagonizando la Agrupación de Alicante. Pero ¿se ha preguntado quienes son los verdaderos responsables? Esa es la cuestión. Las enfermedades, para curarse, requieren que el paciente asuma que las padece y se someta a la correspondiente terapia curativa. De lo contrario, todo seguirá igual…o peor aún, si esto es ya posible. El espejismo del gobierno de Zapatero, por si no había suficientes problemas, ha puesto la puntilla al propio PSOE a nivel nacional, cerrando su sucesión (o mejor su continuismo) de forma falsa, al extremo de que, ni siquiera el tremendo desgaste del Gobierno de Rajoy, le hace beneficiario de los votos que éste pierde. Si el PSPV y especialmente la agrupación de Alicante ha sido incapaz de salir del bache cuando el PSOE tenía cierta credibilidad, ahora, que ni siguiera se puede apelar de forma coherente a la corrupción en el PP (ahí están los EREs, Blanco, etc), ni a un liderazgo sólido aunque sólo fuera porque detentaba el poder (Zapatero, Pagin etc etc), ni a un proyecto convergente y estructurado por la progresiva atomización a nivel nacional (PSM, PSC, PSA….), me temo que las cosas aún pueden empeorar más aún por estos lares. ¡Ojala que esta vez me equivoque!
                                  
Jorge Cremades Sena 14 de julio de 2013.



jueves, 11 de julio de 2013

PSOE-ALICANTE, SE VEÍA VENIR

                        El esperpéntico espectáculo que está protagonizando el PSOE en Alicante no sorprende a nadie que mínimamente se haya preocupado del nulo papel social que viene desempeñando el socialismo alicantino, reducido al mantenimiento de unos pocos cargos institucionales y orgánicos, irrelevantes y mal avenidos entre sí. Desde hace mucho tiempo el PSOE, como instrumento político, no existe en Alicante, sobrevive a duras penas en la Comunidad Valenciana y languidece a nivel nacional, generando un desencanto enorme en millones de ciudadanos que, sintiéndose socialistas democráticos, observan atónitos el inevitable declive del instrumento político que, durante tanto tiempo, fue el motor y principal elemento del cambio político y social en España desde la Transición. Para quienes desde hace años venimos manifestando públicamente el desnortado rumbo del PSOE y, muy especialmente, del PSPV, lo sucedido en Alicante sólo confirma, una vez más, que, lamentablemente, no tienen arreglo, pues todo lo que sucede –y no sólo en Alicante-, por absurdo que parezca, se veía venir. Juro o prometo, que quisiera equivocarme. Pero, tristemente, no estoy errado.
            Ya en 1999, después de tres años de silencio absoluto desde mi retirada de la militancia en el PSOE y de la actividad política, en un artículo titulado “El espectáculo del PSPV-PSOE” exponía las principales causas que, a mi juicio y desde mi experiencia personal, estaban conduciendo al partido a un callejón de difícil salida, pues tenía la impresión –y así lo destacaron los medios que lo publicaron- de que el PSPV “más que un instrumento básico de actuación política, empieza a parecerse a una confederación de empresas de trabajo temporal”. No me equivocaba. Han pasado catorce años y todo sigue igual. O peor. ¿Cuántas crisis ha habido desde entonces para empeorar la situación? En ninguna de ellas se ha reflexionado seriamente acerca de un proyecto innovador que la justifique. Todas ellas han consistido en luchas cainitas, un “quítate tú, para ponerme yo”, sin que nadie aporte la más mínima idea digna de interés, ni haga una autocrítica seria sobre los errores cometidos. Y, entretanto, la derecha barriendo electoralmente en cada uno de los comicios celebrados a pesar de lo que les está cayendo. Esta enésima crisis local, como las anteriores, tampoco obedece, que se sepa, a ningún asunto esencial, dando la sensación, una vez más, de que sus raíces están en la lucha por un plato de lentejas, que, siendo importante e incluso esencial desde el punto de vista humano personal, debiera ser irrelevante políticamente hablando. En definitiva, el asunto es que, ante un absurdo desalojo anterior del poder, con los mismos argumentos, es decir, ninguno, se responde ahora con otro desalojo. Y así de forma sucesiva, consolidando un derroche de ineficacia insoportable. Y de asco generalizado.
            Pero es más, hace dos años, ante la evidencia del deterioro progresivo del PSPV, incluso estando gobernando el PSOE de Zapatero, desde mis vivencias personales como antiguo militante, hice un pequeño análisis sobre las principales causas del declive socialista que, bajo el título “A la deriva” publiqué el 26-6-2011 en mi blog (Ojo crítico, http://jcremadesena.blogspot.com.es/), ante la imposibilidad de publicarlo en los diarios por exceder la extensión permitida. Una sinopsis de lo que, a mi juicio, le sucede al PSOE desde que en 1993 se cerrara en falso su primera crisis importante ante la posibilidad de perder las elecciones a causa de los casos de corrupción. Dicho análisis, que vuelvo a colgar en mi blog ya que sigue teniendo absoluta vigencia, comenzaba diciendo “Desde hace demasiado tiempo el PSPV-PSOE navega sin rumbo fijo y a la deriva por un mar de incertidumbres, mientras que el PPCV-PP, inmerso en un mar de escándalos, saca provecho sometiendo a los socialistas a sucesivas derrotas en la Comunidad Valenciana, especialmente esta última que ha sido catastrófica. Lo más doloroso es que, después de cada derrota, el partido no reacciona y, una y otra vez, sólo es capaz de ofrecer más de lo mismo: mediocridad, ausencia de liderazgos, indefinición y una feroz lucha fratricida entre los diferentes grupúsculos que lo atomizan, haciendo inviable la confección de un proyecto coherente y creíble para la ciudadanía”. ¿Acaso ha cambiado algo desde entonces a pesar de la posterior derrota electoral en las últimas elecciones generales? Nada de nada, ya ven. Todo sigue igual y, lo que es peor, no se espera ninguna mejoría.
            Leo, sorprendido, que, para intentar deshacer este último entuerto, “la ejecutiva de Alicante reclama la intervención de Rubalcaba y Puig para acelerar la expulsión de los ediles díscolos, mientras que éstos se atrincheran y amenazan con llevar su desafío a los tribunales”. Y eso, aunque ya no esté Pajín para aportar alguna nueva ocurrencia, pues las estrellas fugaces rutilantes aparecen y desaparecen en el firmamento hasta que consiguen llegar a sus dorados destinos. Por tanto, directamente a Rubalcaba, la estrella inagotable. ¡Cómo si Rubalcaba no tuviera bastante con el PSC de Navarro, el PSM de Gómez, el PSA de Griñán! o el resto de PSqués. O directamente a Puig, por si Rubalcaba se siente desbordado. ¡Cómo si Puig no tuviera bastante con intentar consolidar su liderazgo en la macroejecutiva del PSPV, diseñada al efecto! Ante tanta incertidumbre, el vicesecretario y portavoz de la ejecutiva alicantina, Lalo Díez, manifiesta que “la gente espera que demos soluciones, no un circo”. Y lleva razón. El problema es que la gente lo viene esperando desde hace ya más de veinte años y, a estas alturas, ya ni le interesa seguir asistiendo a más espectáculos circenses cuando cada una de las representaciones es peor que la anterior. Hombre, siempre cabe la posibilidad, como dicen los concejales rebeldes, el recurso a los tribunales. ¡Cómo si los tribunales no tuvieran bastante con resolver el atasco de casos de corrupción de los políticos! Sólo faltaría que, desde ahora, se tengan que dedicar además a resolver los casos de incompetencia orgánica o institucional. Es lo que nos faltaba.

                            Fdo. Jorge Cremades Sena 

sábado, 6 de julio de 2013

YA ERA HORA, Y AHORA A QUIÉN LE TOCA

                        Es el comentario más popular desde que saltó la noticia de que el juez de la Audiencia Nacional Pablo Ruz ha acordado el ingreso en prisión provisional y sin fianza de Luís Bárcenas. “Ya era hora” expresa la satisfacción social generalizada porque, en este caso, la justicia coincide con el veredicto mayoritario del pueblo sobre el destino que merecen determinados personajes como Bárcenas hasta que en sede judicial se determine el alcance de sus responsabilidades penales o civiles por sus presuntos pero más que probables delitos cometidos. Pero es tan larga la lista de espera de los presuntos delincuentes, que, inmediatamente, se completa el comentario expresando una incertidumbre inevitable, “y ahora a quién le toca”. Aunque esta reacción espontánea de los ciudadanos -legos en asuntos jurídicos, y sin motivaciones interesadas particulares-, contrasta con la de los políticos y sus respectivos voceros mediáticos que, como ya es costumbre, se enredan en una cascada de especulaciones e hipótesis sobre el caso con el único objetivo de intentar, tanto los unos como los otros, moldear la opinión pública para hacerla más favorable a sus respectivos intereses particulares, sin tener en cuenta -ni unos, ni otros- las enormes incoherencias en las que incurren si se contrastan con las hipótesis y especulaciones que dichos elementos mantenían hace bien poco, cuando las circunstancias eran otras.
            Bárcenas, de momento, ya está en la cárcel y, por mucho dinero que tenga, no puede comprar su libertad. Esto es lo importante, lo demás es circunstancial. Tras cuatro años de averiguaciones se le imputan los delitos de blanqueo de capitales, contra la Hacienda pública, cohecho, estafa procesal y falsedad documental en grado de tentativa. Es decir, casi todo el elenco de delitos posibles que va intrínsecamente aparejado a los chorizos de guante blanco. Y cometidos, presuntamente –vaya a ser que encima te pongan una querella-, de forma continuada. El juez Ruz toma la medida de prisión preventiva y sin fianza, solicitada por la Fiscalía Anticorrupción, ante el alto riesgo de fuga y ante la posibilidad de que destruya o altere pruebas relacionadas con los delitos que se le imputan. ¡Cómo si no hubiera podido hacerlo en estos años!, dicen algunos. ¿Por qué ahora y no antes? “, se preguntan los especuladores, para contestarse entre sí con diversas hipótesis antagónicas a las que manejaban entonces. Al final, la respuesta más convincente y menos especulativa es porque han aparecido nuevas circunstancias y se le imputan nuevos delitos, tal como explica Ruz en su auto. Menos mal, más vale tarde que nunca, dice el común, no vaya a ser que, como acaba de suceder con Blesa, una decisión errónea del juez le convierta en el mejor defensor del presunto delincuente. Hay que tocar madera para evitar que –como ya ha sucedido en demasiados casos- un error procesal devuelva a Bárcenas su libertad y pueda seguir disfrutando de sus casi cincuenta millones de euros, cuya procedencia se desconoce (parece que es el cobro de comisiones ilegales a las empresas a cambio de adjudicarles obras públicas…¿les suena de algo?) que, hasta la fecha, le han permitido viajar de lujo por donde le ha venido en gana (para eso se ha hecho rico), esquiando o escalando por las montañas del mundo y haciendo peinetas a todos los españoles, para dejar bien claro que siempre ha habido clases. Se supone que de ladrones, claro.
Y, hablando de ladrones, en este caso de guante blanco, el común desea con toda su alma que el resto de jueces que, como Ruz, instruyen la indecente cantidad de casos de corrupción que apestan casi todos los rincones de España, no yerren, para que lo antes posible desaparezca la incertidumbre de “y ahora a quién le toca” (curiosamente la jueza Alaya acaba de imputar, entre otros, a la ex consejera andaluza y ex ministra, Magdalena Álvarez). Es la diferencia abismal frente a quienes, más pendientes de salir airosos de sus respectivas vergüenzas que de llegar a la verdad de todas ellas, generan intencionadamente una especie de ceremonia de la confusión mediática que, ante la incertidumbre de que ahora le toque a alguno de los suyos, pasa por poner en duda la actuación del juez correspondiente para ver si incurre en el más mínimo error que posibilite echar por tierra la pertinente imputación. Especulaciones, hipótesis, y más especulaciones intentando hacer creer que lo que se está instruyendo es una “causa general” contra el PP o contra el PSOE, tal como afirman en cada caso sus respectivos dirigentes, o “un ataque a Cataluña”, como mantienen los dirigentes independentistas, o vaya usted a saber que otras ocurrencias. Todo con tal de enturbiar más el lodazal para que cada vez haya más dudas sobre la verdad. Entretanto, a la mayoría de los ciudadanos, que nada teme, le importa un pepino si Bárcenas tira de la manta, si Alaya actúa según el calendario del PSOE-A, si Rajoy o Griñán van a quedar tocados, si unos u otros colaboran más o menos con la justicia, y tantos otros síes especulativos por el estilo. Lo que le importa es que quien la haga la pague de una vez, sea quien sea y caiga quien caiga. Que la sentencia sea contundente. Que incluya la devolución de lo robado (presuntamente, vaya a ser que nos metamos en problemas) pues tiene la certeza de que de forma honrada es bastante complicado amasar, desde la nada, las fortunas que los presuntos chorizos amasan, poniéndolas a buen recaudo en los paraísos fiscales. ¡Ah, se me olvidaba, y que los jueces no caigan en ningún error! Toquemos madera.

                                    Fdo. Jorge Cremades Sena 

lunes, 1 de julio de 2013

LAS BECAS DE WERT

                        Teniendo en cuenta la más que insuficiente calidad de la Educación en España, la Ley Orgánica de Mejora de la Calidad de la Educación (LOMCE), debiera gozar del aplauso generalizado aunque sólo fuera para reconocer al ministro Wert su intención de mejorar los asuntos de su departamento que no funcionan. Sin embargo, ha sucedido todo lo contrario, generando un amplio rechazo a la iniciativa global y a cada una de las medidas concretas que se proponen al efecto (sobre la inmersión lingüística, selección del profesorado, becas….) que desembocan siempre en un absurdo debate público y mediático, poco práctico y plagado de argumentos filosófico-ideológicos con marcado interés partidista y clientelar, que en nada favorece el sosiego necesario para conseguir, entre todos, un consenso que propicie la necesaria estabilidad que requiere nuestro Sistema Educativo. Un debate en blanco y negro carente de alternativas concretas y argumentos racionales coherentes que, incluso cuando se tiene buena parte de la razón -como en el asunto de las becas, por ejemplo-, es pródigo en juicios de intenciones morales que, con marcado carácter maniqueo, sólo satisface a los respectivos creyentes y genera más dudas en el común de los mortales que no cree “a priori” en los buenos y los malos, sino en las cosas bien hechas o mal hechas, que es de lo que se trata. La necesaria LOMCE, como cualquier otra ley, tiene aspectos positivos y negativos más o menos discutibles, como no podía ser de otra forma, que, en todo caso, no pueden atribuirse a perversas intenciones por parte de nadie (al igual que sucedió con la LODE, LOGSE, LAU, etc) y lo que procede, al margen de especulaciones innecesarias, es mejorarla con aportaciones de todos para que, como su propio nombre indica, se mejore la calidad educativa.
            Pero además, en el tema de las becas ni siquiera cabe, como en otras medidas concretas, un debate con posicionamientos enfrentados de carácter pedagógico, según el valor que se dé para la calidad del proceso educativo a cuestiones como el esfuerzo, la disciplina, la planificación educativa, la autonomía de los centros, el currículo escolar, el papel de los padres, la ratio profesor-alumno, la gestión educativa… y otras tantas por el estilo, que dependen del modelo educativo que cada cual tenga. Las becas nada tienen que ver con la calidad educativa, sino con el principio solidario de igualdad de oportunidades en una sociedad civilizada para que nadie, con la capacidad y la voluntad mínima exigible, quede excluido de cualquier tipo de enseñanza por razones económicas. Así se entiende en la mayoría de los países de nuestro entorno que, con diferentes modelos de gestión y valoración, contemplan las dos variables básicas para la concesión de becas: el nivel económico y el académico. Es lógico que, tratándose de enseñanzas no obligatorias ni totalmente gratuitas, se considere un derroche de dinero público becar a quienes, teniendo recursos suficientes (aunque no sean ricos) o careciendo de la capacidad o voluntad necesaria, decidan recibirlas. Cuestión distinta es el límite que cada país pone a cada una de dichas variables que, si en la económica suele obedecer al nivel de bienestar global del país, en la académica, aunque no en todos se haga, jamás debiera rebasar los límites mínimos que se consideran satisfactorios o suficientes para evaluar el rendimiento como positivo. Por tanto, si en España la calificación de “suficiente” es numéricamente un 5 en una escala de 10, otorgando así a los alumnos el reconocimiento académico de un progreso adecuado para la progresión de sus estudios, es  racionalmente contradictorio y socialmente injusto exigir mayor calificación para ser becado, lo que supone algo así como reconocer que sí vales para dichos estudios, pero, que si quieres seguir estudiándolos, debes valer algo más que quienes tengan dinero para pagarlos.
            Dicho lo anterior, se entendería un debate de fondo sobre la eliminación de dicha injusticia que, en todo caso, nada tiene que ver con limitar el derecho a la educación para que sólo estudien los ricos, sino en ponérselo más difícil a los pobres. Bien lo sabemos quiénes estudiamos con becas concedidas con criterios mucho más injustos, cuando las becas, muy limitadas, no se garantizaban aunque tu expediente académico fuese excelente, pues dependía de si en la lista de solicitantes, ordenada de mayor a menor nota media, figurabas en un número de orden inferior o igual al del número de becas previstas para la provincia correspondiente. Pero los tiempos han cambiado y hoy no se entiende un debate en términos de principios ideológicos sobre ricos y pobres, máxime si el debate se basa, como es el caso, en discutir sobre qué nivel de injusticia se considera tolerable (cuánto más has de valer para ser becado, medio punto, uno, uno y medio…), es decir, si se mantiene el requisito del 5´5 de nota o se eleva al 6´5. La oferta pública de enseñanzas no obligatorias, tanto en centros como en plazas, sufragada en un elevado porcentaje con dinero público, desautoriza un debate en términos tan anacrónicos, pues ni hay tantos ricos, ni tantos becados, para que dichos centros estén saturados. Es más, en sociedades como la nuestra, nada impide que los ricos (sean de izquierdas o de derechas) derrochen sus fortunas privadas en mantener a sus hijos estudiando, aunque no quieran o no valgan, durante toda su vida. Nada que objetar si lo hacen en centros totalmente privados y asumen todo el gasto de dichas enseñanzas. Por tanto, si queremos coherencia en el debate, lo que habría que discutir es el exagerado nivel de tolerancia con la incompetencia cuando se estudia en centros públicos, donde el mayor coste de las enseñanzas la pagamos entre todos. Si somos tan intolerantes con los becados en su rendimiento académico, argumentando que no se derroche el dinero públicos incluso cuando rebasan el nivel mínimo de aceptación académica, deberíamos, con mucha más razón, hacer lo propio con el resto de estudiantes que, ricos o no, ni siquiera alcanzan dicho nivel y eternizan sus estudios “sine die” a base de suspensos bajo el amparo de que pueden seguir pagando la mínima parte de su coste que no corre a cargo del Estado. ¿No supone un derroche mayor? El problema es que plantear el debate en dichos términos nos llevaría muy lejos y, además, tampoco tendría nada que ver con el derecho a la educación diferenciado para ricos y pobres.  
            Curiosamente se acaba de producir la noticia de que se ha logrado un acuerdo para mantener el requisito académico del 5´5 para unos supuestos y el 6´5 para otros. Todos contentos. Acordado el nivel de injusticia tolerable los tintes revolucionarios precedentes vuelven a su cauce. Por fin la medida ya no busca que sólo estudien los ricos. ¿Era necesario tanto ruido para tan pocas nueces? ¿Ya no se divide la sociedad entre perversos y bondadosos? Esa es la cuestión. La revolución pendiente queda aparcada hasta la siguiente propuesta concreta.

                                    Fdo. Jorge Cremades Sena