jueves, 29 de mayo de 2014

BIENVENIDO A LA “CASTA”

                        Al margen del varapalo electoral sufrido, como era previsible, por el PP y, especialmente por el PSOE, que se lleva por delante al propio Rubalcaba, así como del previsible incremento de apoyos al resto de partidos minoritarios que se presentaban a las elecciones al Parlamento Europeo, el dato más sorprendente, según mi criterio, es la irrupción en la escena política de Podemos, un partido creado hace pocos meses bajo el liderazgo del mediático Pablo Iglesias, que se estrena nada menos que con cinco escaños. El propio Iglesias reconoce en la Cuatro a Cintora, uno de sus principales mentores propagandísticos, que buena parte de su éxito se debe a la promoción mediática televisiva de incalculable valor, que le convirtió en famoso antes incluso de convertirse en político, aspiración, totalmente legítima, que muchos intuíamos. En efecto, el tirón mediático diario y casi permanente en esa simbiosis televisiva audiencia-personaje es un plus indiscutible de popularidad y famoseo en toda regla (baste citar a personajes como Belén Esteban o Rosa Benito, por ejemplo) que, tanto Iglesias como sus promotores, utilizan conscientemente al extremo de que, como ritual populista al culto a la personalidad, tan típico de su proclamada ideología comunista, es el único candidato que lleva impresa su cara en la camiseta.
            Recalcitrante defensor de todas las movidas populares, reivindicaciones sociales o grupos antisistema, que define como la voz indiscutible del pueblo, Pablo Iglesias consigue fama arremetiendo contra el orden democrático establecido, considerando a los partidos que democráticamente gobiernan o han gobernado, especialmente al PP y PSOE, como verdaderos fascistas, ante la complacencia, cuando no la complicidad, de IU e incluso del PSOE, incapaces de entender su intencionalidad de que le ayuden a mover el árbol para él recoger sus frutos. En el descalabro del PSOE, al margen de las torpezas de sus dirigentes, tiene bastante que ver IU y Podemos que, a su vez, tiene mucho que ver en que el ascenso de IU haya sido menor del esperado. Sin duda Iglesias es el más listo de la clase. El resto, que aprenda a base de golpes. Ahora no valen las lamentaciones. Y yo, me alegro por ello al constatar que este sistema político de democracia representativa, que tanto defiendo y que Iglesias desde su atalaya populista pretende derribar al considerarlo un sistema perverso de “castas” porque, según él, sus gobernantes simplemente son los “mayordomos de los ricos”, permite, paradójicamente, que hasta sus detractores, como él, arremetan libremente contra el mismo para derribarlo, utilizando incluso los medios privados de tan perversos “ricos” para promocionarse personalmente y para difundir su proyecto opuesto en el que obviamente estas libertades no existen.
            Y me alegro sobremanera de que Pablo Iglesias, el fenómeno televisivo antisistema, haya decidido por fin integrarse en el sistema, que repudia, con todas sus consecuencias, por lo que me permito, con gran satisfacción, felicitarle por su éxito electoral en su estreno como “casta” y, sobre todo, darle la bienvenida más sincera a la “casta”. Ya dentro de la “casta”, junto a sus ventajas e inconvenientes, si quiere permanecer en ella, no sólo podrá dedicarse a la denuncia sistemática de todos sus males, que los hay, sino que, salvo que no le importe ser expulsado de la “casta” por el propio pueblo, estará obligado además a ofertarle alternativas creíbles para mejorarlos y, sobre todo, a explicar cómo, cuándo y de dónde sacaría la financiación para ponerlas en práctica en caso de obtener el suficiente apoyo popular. Por tanto, el éxito de Pablo Iglesias, es el éxito del sistema democrático, que permite, gracias a él, clarificar la realidad, bastante distorsionada, cuando se movía fuera del mismo y se erigía como el portavoz genuino del pueblo en cada movida.
            Pablo Iglesias, en un acto de valentía, que le honra, tras afirmar por activa y pasiva en múltiples manifestaciones, concentraciones y asambleas del movimiento ciudadano que esa era la voz del pueblo, que no de una parte del mismo, decide acudir a la asamblea general de todos los españoles para medir su verdadero poder dentro de la “casta” y obtiene, no cabe duda, un buen resultado. En dicha asamblea, la electoral, a la que más de la mitad del pueblo convocado decide libremente no acudir, un 7´9% de los asistentes apoya la oferta de Iglesias, en tanto que un 26% decide respaldar al PP, un 23% al PSOE, un 9´9% a IU, un 6´5% a UPyD, un 5´4% a CiU-PNV-CC, un 4% a ERC, un 3´1% a Ciutadans, un 2% a Bildu y un 1´9% a Compromis. Esta es la verdadera voz del pueblo soberano expresada libremente como mandato para que, proporcionalmente, se elija el conjunto de sus representantes (la “casta”, según Iglesias), en este caso para el Parlamento Europeo.
            Por tanto, batacazo del PP y PSOE, cierto. Aviso a navegantes, también. Pero parece exagerado y es inaceptable que por ello se rasguen las vestiduras aquellas opciones que, ya no por sí mismas sino incluso sumándose a sus más afines ideológicamente, no alcanzan el apoyo de cualquiera de las anteriores por separado. A pesar de todo, populares y socialistas, siguen siendo los referentes del pueblo español y a gran distancia del resto de partidos. Así se demuestra, con los altibajos que se quiera, en todos y cada uno de los comicios, desenmascarando las manipulaciones intencionadas de quienes, erigiéndose en los únicos defensores del pueblo y su única voz, hasta en su nombre les insultan desde la calle y les amenazan impunemente cuestionando su legitimidad representativa. Por eso, Pablo Iglesias, me entenderá si le repito: “Bienvenido a la casta”. Así sabemos quién es quién y, sobre todo, lo que representa.
                                   

Fdo. Jorge Cremades Sena

domingo, 25 de mayo de 2014

ENERGÚMENOS ANÓNIMOS

                        La avalancha de manifestaciones subidas de tono y con carácter delictivo en las distintas redes sociales genera en la inmensa mayoría de usuarios una preocupación progresiva al ser cada vez más conscientes, por mero sentido común, de que no todo vale, ni dentro ni fuera de las redes. En efecto las injurias, calumnias, amenazas, difamaciones, acosos, incitación a la violencia, usurpación de identidad, entre otra serie de delitos, han de ser siempre perseguibles al margen del medio en que se hagan o difundan. Más aún si cabe, cuando sus autores, se esconden o pretenden hacerlo tras el más cobarde anonimato, convirtiéndose en verdaderos energúmenos anónimos que, con aspiración de impunidad, generan, además del puntual y concreto delito cometido, un caldo de cultivo adecuado para comportamientos violentos, no sólo verbales sino, incluso, físicos. Y mucho más si, como es el caso, al utilizar las redes sociales se está dando publicidad al delito lo que se convierte en agravante.
            Es exactamente la impunidad la que desata una polémica social entre partidarios y detractores de nuevas medidas encaminadas a exigir las pertinentes responsabilidades a estos delincuentes. Una hipócrita polémica, como tantas otras, alimentada por intereses electorales de unos u otros partidos políticos con el manido derecho de libertad de expresión como arma arrojadiza identitaria, cuando todos, absolutamente todos, saben, o debieran saber, que no se trata de un derecho sin límites y, por tanto, requiere una regulación precisa, clara y concreta para que su uso no invada otros derechos individuales o colectivos. Si tal como está hoy regulado no es satisfactorio socialmente, regúlese; si no se trata de eso, sino de falta de medios, pónganse. Lo que no es aceptable es montar una gresca teórica sobre la libertad de expresión, mientras demasiada gente se ve impotente para afrontar a semejantes energúmenos, sin que las instituciones gubernamentales les protejan al dejarlos que sigan actuando a su libre albedrío. Aunque, claro, si agresiones verbales o físicas en directo, como las sufridas entre otros por Montoro, Chacón, Valenciano, Navarro y otros tantos, quedan prácticamente impunes, poco se puede esperar al respecto de las cometidas a través de las redes que requieren mayor complejidad, empezando porque a cualquier red social hay que aplicarle la legalidad del lugar en que radique la sede de su sociedad, al margen de donde opere dicha red.
            Pero, si, de un lado, las nuevas tecnologías permiten afrontar cada vez mejor este problema y, de otro, la propia UE, consciente de la gravedad progresiva del mismo, trabaja ya en un proyecto común que permita aplicar las normas europeas a toda empresa que preste servicios a los europeos, al margen de donde esté radicada, estableciendo incluso la obligatoriedad de notificar a las autoridades cualquier violación grave que pueda haberse producido, carece de sentido que aquí perdamos el tiempo en debates baladíes. Si de lo que se trata, o debiera tratarse, es de proteger los derechos fundamentales de los usuarios frente a los energúmenos, anónimos o no, es torticero introducir el mensaje de que cualquier modificación al respecto, legal o técnica, lo que pretende es coartar la libertad de expresión y maniatar a las redes sociales, cuando éstas, simplemente son el medio que utilizan los delincuentes. El objetivo debe ser la mejora de la protección de dichos derechos fundamentales, persiguiendo a quienes los transgredan, aunque algún que otro tipo de energúmenos, lo que entienda es que, por ejemplo, un acoso es delito, pero si es ciberacoso ya no lo es, o que una amenaza en directo o en un medio de comunicación es delito pero en las redes sociales no, cuando por puro sentido común un delito lo es al margen del medio o circunstancia en que se produzca y, por tanto, igualmente perseguible, que es de lo que se trata.
            Ni la Constitución, ni la UE, aceptaría medidas que fueran encaminadas a recortar el derecho básico de la libertad de expresión, menos en un país, como el nuestro, bastante garantista. No cabe pues alentar un debate al respecto. Al final, han de ser los jueces quienes, con la legalidad vigente, decidan el alcance del tipo penal a perseguir y, los legisladores quienes, si es necesario socialmente, modificarán dichos tipos. Sólo cabe, en todo caso, poner en manos de la Justicia los instrumentos suficientes y en la conciencia de las víctimas la necesidad de denunciar los hechos que, como no puede ser de otra forma, habrían de verse caso a caso, ya que sería aberrante pensar en una especie de juicios sumarísimos. Pero ello se consigue a base de garantizar a los denunciantes que su denuncia, salvo en delitos que sean perseguibles de oficio y no de parte, no caerá en ningún caso en saco roto. Lo que es intolerable es que, tratándose más bien de un problema de medios e instrumentos para impartir una justicia eficaz y justa, valga la redundancia, simplemente aplicando la legalidad vigente, bastante similar a los países de nuestro entorno, se prostituya este verdadero debate, presentándolo a la ciudadanía como un problema sobre la libertad de expresión. Este es el verdadero problema, la demagogia.

                                   Fdo. Jorge Cremades Sena

martes, 20 de mayo de 2014

POLÉMICAS FRAUDULENTAS

                        Cuando en campaña electoral las cosas no van como quisieran los responsables de los partidos políticos concurrentes nada mejor por su parte que desviar la atención generando nuevas polémicas o resucitando las antiguas, que, aunque no vengan a cuento o tengan poco que ver con el debate en curso, las consideran electoralmente ventajosas. Polémicas fraudulentas ya que pretenden prostituir el debate en cuestión, sustituyéndolo por otro que poco o nada tiene que ver para ilustrar a los ciudadanos sobre el asunto al que fueron convocados. Que el debate esencial en plena campaña de elecciones al Parlamento Europeo se sustente en un encarnizado debate sobre el machismo, eclipsando las distintas alternativas de política europea, es buena prueba de ello. Pero no la única. La demonización de Felipe González, para defender la desacertada contestación de Rubalcaba en la polémica sobre un gobierno de concentración, o la que pretende el PP ahora sobre Valenciano en el asunto de Ribery para contrarrestar la desacertada afirmación de Cañete tras el debate televisivo, son otros tantos ejemplos de polémicas fraudulentas, alimentadas, como siempre, por el viejo truco de elevar la anécdota a categoría, aprovechando anecdóticos errores de algún contrincante.
            Aunque por sus desacertadas manifestaciones, se concluyese con evidente poca consistencia que Cañete es machista, que Rubalcaba no es responsable como hombre de estado o que Valenciano se burla de las desgracias ajenas, en todo caso, se quedaría en meras y puntuales anécdotas personales. Elevarlo a categorías partidarias para generar polémicas fraudulentas es inaceptable y, seguramente, inútil ya que las personas con dos dedos de frente saben que, salvo argumentos más convincentes, no es razonable deducir que el PP sea un partido machista que maltrata a las mujeres o que el PSOE sea irresponsable para gobernar o se burle de las desgracias ajenas. Es una estupidez como un piano. Sólo los de piñón fijo, los de las orejeras, pueden sentirse satisfechos por ello y es precisamente a quienes se dirigen tan absurdos mensajes. Sólo así tienen sentido estas fraudulentas polémicas. Lo triste es que al final el pueblo se queda sin conocer en profundidad las diferentes alternativas que los distintos partidos proponen sobre el futuro de la UE, que es de lo que se trata, y así poder optar por la que consideren más creíble, viable o acertada. Pero, como ven, esto es lo que menos importa.
            Que Cañete metió la pata hasta las ingles; cierto. Que no estuvo a la altura de las circunstancias; también. Que no tiene justificación alguna y debiera haber pedido perdón (como hizo en su momento Valenciano en su error con Ribery); por supuesto. Pero concluir por ello que el PP es un partido machista, cuando en todos los partidos hay anécdotas machistas similares, que está empeñado en maltratar a las mujeres, cuando muchas de ellas, salvo que las consideren idiotas, participan en primera línea política dentro y fuera del partido, es totalmente intolerable.
            Que Felipe, como político responsable, acertó al afirmar que, en caso de necesidad, no descartaría un gobierno de coalición con el PP como hacen en otros lugares; cierto Que Rubalcaba metió la pata contestándole irresponsablemente que él jamás formaría un gobierno de coalición con el PP; también. Que ni considerando inoportunas electoralmente las palabras de González se justifica la metedura de pata de Rubalcaba, cuando se trataba de una mera hipótesis sensata en un hipotético escenario futuro de vital necesidad; por supuesto. Pero demonizar a Felipe González en las redes sociales y en los medios, incluso con insultos y argumentos despectivos, apoyando a Rubalcaba en su deriva anticontaminante con la derecha, pase lo que pase y se hunda lo que se hunda, cuando es práctica aceptable y aceptada en el resto de Europa, es igualmente intolerable.
            En clave interna, externa o simplemente electoral estas ficticias polémicas fraudulentas sólo buscan intereses particulares. Pero incluso para ello hay que saber acertar en las estrategias. No es la primera vez que este nuevo socialismo radicalizado, arremete contra la antigua cúpula socialista o socialdemócrata, es decir, la vieja guardia que, por cierto, propició los mayores éxitos del PSOE en toda su historia, en contraste con los mayores fracasos actuales. Su falso empeño en rebasar por la izquierda a todo quisqui, asumiendo todos los tópicos y sumándose a todas las movidas, le llevan a situaciones y manifestaciones esperpénticas memorables, muchas de ellas relacionadas con el machismo y la igualdad, como la ya famosa “miembros y miembras” de la inolvidable Aído. La última la acaba de protagonizar Pepe Blanco que, en pleno debate machista, seguramente para que nadie le acuse de ello, ha presentado a Elena Valenciano como “pedaza de candidato”, aunque ha rectificado enseguida cambiándolo por “candidata”. Al final, ni siquiera sabremos expresarnos. Entretanto una serie de tertulianos televisivos compiten en el “y tú más”, recordando las frases machistas expresadas por políticos del PP y del PSOE. Ni se dan cuenta de que en esta estrategia absurda, como decía Arzallus, aunque en asunto mucho más grave, “unos zarandean el nogal y otros recogen las nueces”.

                            Fdo. Jorge Cremades Sena 

miércoles, 14 de mayo de 2014

FELIPE, HOMBRE DE ESTADO; RUBALCABA, NO

                        Ante la posibilidad, cada vez más probable, de que las próximas elecciones generales dibujen un Parlamento atomizado, que haga casi ingobernable el Estado, cualquier político que se precie como “hombre de estado” antepondría la cuestionada gobernabilidad del Estado a sus legítimos intereses personales o partidarios. Por tanto, conociendo a Felipe González, nadie debiera extrañarse de que, al margen de la campaña europea o cualquier otra consideración, haya manifestado que “si el país lo necesita” el PP y el PSOE podrían imitar a los partidos mayoritarios alemanes y formar una gran coalición de gobierno. Paradójicamente, entre el resto de líderes políticos, es precisamente Rubalcaba quien sale al paso de tan sensata declaración asegurando tajantemente que, por su parte, “mientras sea secretario general del PSOE no habrá coalición con el PP”. En “román paladino”, que, aunque España se hundiera, no habría coalición con el PP, prefiriendo antes el caos. Ante su evidente déficit de “hombre de estado”, cualquier ciudadano sensato, democrático, socialista o no, concluiría que la solución pasa porque Rubalcaba deje la Secretaría General del PSOE lo antes posible o, en caso contrario, por retirar el voto al partido que dirige. Entre ambas opciones supongo que, especialmente los votantes socialistas, preferirán la primera solución, aunque, desgraciadamente, muchos de ellos ya han optado por la segunda al no despejarse la primera.
            Pero, si malo es lo anterior para un partido con clara vocación mayoritaria, es peor el argumentario, incoherente y contradictorio, en que basa su absurda postura, más propia de un Beppe Grillo, como sucede en Italia, que de un político aspirante a presidir el gobierno de un estado. Dice Rubalcaba que una gran coalición tiene sentido en Alemania, por lógica interna y tradición, pero no en España, donde no se hizo ni en la Transición; se olvida de que, siendo cierto lo que dice, no niega la conveniencia o no de una coalición actualmente, que puede ser discutible, sino que la niega por principio en cualquier circunstancia futura sea cual fuere y que no es un asunto de tradición, sino de necesidad. Dice que “un gobierno de concentración deja a una parte del electorado sin alternativa”, deduciéndose que así lo han hecho sus colegas socialistas alemanes al pactar con la derecha, cuando es todo lo contrario al ofrecerles la alternativa imperiosa y eficaz de sacar al país de una difícil situación. Dice que un gobierno de concentración “no es bueno ni para España ni para el PSOE”; se olvida de que, aunque fuese lo contrario, su categórica sentencia de que jamás se hará en España mientras él sea el secretario general, invalida el argumento de bondad o maldad de la medida, ya que, aunque fuera bueno para España no la adoptaría. En fin, menos mal que, al menos, se ha mostrado dispuesto a acuerdos y pactos de Estado. ¡Faltaría más! Aunque, para colmo, entre otros socialistas, hasta uno de sus posibles sustitutos al frente del PSOE, Madina, remata diciendo que “no hay opción de un pacto con el PP” y que es de la opinión de que “el PSOE nunca formará una gran coalición con el PP”. De casta le viene al galgo.
            La enfermiza obsesión de Rubalcaba y compañía por mostrar una falsa imagen de radical diferenciación con el PP como estrategia para contener la hemorragia electoral que sufre por su izquierda, le lleva a un absurdo abandono de las necesarias dosis de moderación y responsabilidad para incrementar ante el electorado la credibilidad perdida. Estrategia errada al dejar todo el terreno del centro al libre albedrío del PP (y, menos mal que está UPyD) para disputar el voto en la estrecha franja de la izquierda que, a su manera, ocupa IU, a quien convierte en su verdadero contrincante electoral. Y, en tales circunstancias, no sólo pone en evidencia su incoherencia con su gestión gubernamental en el pasado reciente, sino también con la política actual que practican sus homólogos ideológicos, tanto franceses como alemanes, en plena crisis económica. Es mucho más creíble desenmascarar a los vendedores de sueños que, al final, son pesadillas, que competir con ellos sobre quien los presenta mejor, cuando la realidad es que nadie aporta la credibilidad necesaria en los métodos a utilizar para hacerlos reales. Es mucho más fiable exponer la cruda realidad y las dificultades para mejorarla, que achacarlo todo al maniqueísmo ideológico, teórico y trasnochado, de los intrínsecamente buenos y malos. No en vano dice Felipe González que “a Hollande le ha pasado algo parecido a Zapatero, que trató de hacer una política de estímulo hasta que se quedó sin margen”. Más claro, el agua. ¿De qué margen dispone Rubalcaba o Cayo Lara con quién se disputa el voto? Contéstenlo ustedes.

Fdo. Jorge Cremades Sena

jueves, 8 de mayo de 2014

CORRUPCIÓN, QUE NO CESA, Y EN CAMPAÑA EUROPEA

                        En vísperas de iniciarse oficialmente la campaña electoral europea una serie de casos de corrupción, algunos novedosos y otros que traen cola, acaparan las portadas de los periódicos y ocupan buena parte de los contenidos de los medios de comunicación no escritos. El rifirrafe en el Congreso de los Diputados días atrás entre las dos Sorayas, sobre sus respectivos sobresueldos, dobles sueldos o sobres, que se convirtió en bochornoso espectáculo para no aclarar nada, indicaba ya el derrotero de la campaña para captar el voto. La corrupción, como arma arrojadiza electoral, es eficaz si, a falta de otros argumentos, quien la utiliza está limpio de polvo y paja, ya que, en caso contrario, se convierte en un bumerán que puede hacerle mucho daño. Como en España está tan extendida entre los diversos sectores sociales, económicos, políticos, sindicales y asociaciones de todo tipo, usar la corrupción como argumento electoral es la peor de las decisiones. Esta corrupción generalizada, que no cesa, se debe combatir con el Código Penal, por un lado, y con los Presupuesto Generales del Estado, por otro. Endurecimiento de penas, agilización de procesos judiciales y dotación de medios (técnicos, materiales y humanos) a los juzgados y a la policía, son algunos de los asuntos prioritarios a tener en cuenta. Y, por supuesto, educación, educación y educación en y para la honestidad. El problema no es la corrupción, sino la casi impunidad con que los corruptos la utilizan y el bajo precio que pagan por ello si es que les cogen y les juzgan. Poner el ventilador en marcha, en vez de proponer y adoptar medidas para evitarlo, no es la solución.
            Si Soraya Rodríguez, aprovechando la retahíla de casos de corrupción que afectan al PP, quiso sacar a relucir los supuestos sobresueldos o dobles sueldos de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, olvidándose de la retahíla de casos de corrupción que afectan al PSOE y de sus propios dobles sueldos, cometió un grave error político. Casualidad o no, desde ese aciago día, varios casos más que afectan a los socialistas aparecen casi con pelos y señales en los medios. Los principales, por orden cronológico: la Junta de Andalucía no exige justificantes de 300 millones en formación; la Udef pone bajo sospecha otra partida millonaria de formación en Andalucía; la Junta de Castilla La Mancha de Barreda infló contratos públicos para pagar campañas del PSOE; la alcaldía de Zaragoza de Belloch tiene un agujero contable de 362 millones; UGT cargó a la Junta el sueldo del marido de Susana Díaz en cursos de formación; altos sobrecostes y presunto desvío de dinero en la construcción del AVE Madrid-Barcelona en la época de Magdalena Álvarez; la Audiencia avala la imputación de Magdalena por parte de la jueza Alaya en el asunto de los ERE. Casi todos estos casos amplificados con detalles, pelos y señales. Y sólo han transcurrido siete días desde el rifirrafe. ¿Es la solución sacar ahora otra lista de los populares que en la Comunidad Valenciana están agotando su lista autonómica a causa de tanta sustitución por dimisiones por la corrupción? Creo que no. El grave error de Soraya Rodríguez no se subsana con otro error mayor.
            Ni los españoles, ni el resto de ciudadanos europeos, merecen el espectáculo bochornoso que protagonizan nuestros políticos. En la UE, estas cosas no ocurren, y, si suceden esporádicamente, se pagan muy caras. ¡Cómo van a entender, por ejemplo, que Magdalena Álvarez no dimita como vicepresidenta del Banco Europeo de Inversiones, si están acostumbrados a que por un plagio de una tesis doctoral dimita y acabe la carrera política de un ministro estrella de Merkel! ¡Cómo, si por causas mucho menos graves que las que se imputan a Álvarez se podría hacer un listado de políticos importantes que dimitieron en los distintos países de la UE! Mientras en la UE y en la mayoría de países miembros, hasta los errores se pagan caros, en España, ni las corrupciones lo hacen. De los errores, mejor ni hablar. Nos quedaríamos sin políticos. En España, incluso se les suele premiar con un destino dorado por los servicios prestados. Algo insólito en Europa. ¿Esperará Magdalena a que la cesen en el BEI mientras la UE queda estupefacta por todos estos políticos impresentables que forman parte de los diversos casos de corrupción sin ser cesados en sus cargos? Sería ya el colmo de la indecencia.
            Entendiendo que el PSOE pueda considerarse perdedor en el debate económico, que su bagaje de gestión pasada en nada le ayuda, que la comparación con sus homólogos franceses, menos aún, y que, por tanto, tiene pocas alternativas que ofrecer a lo que tanto la izquierda como la derecha viene haciendo en Europa, sustituir el debate económico por el de la corrupción, con la maleta llena de casos propios, es jugar a favor del PP, que se siente tranquilo en el debate económico (los datos le avalan) y, como se vio en el rifirrafe de las Sorayas, no le hace ascos a moverse en el fango compartido de la corrupción si se le incita a ello. Entretanto IU y UPyD, beneficiarios de tanta torpeza política, frotándose las manos. ¿Carece el PSOE de mejores argumentos para afrontar la campaña? Esa es la cuestión.

                                   Fdo. Jorge Cremades Sena

jueves, 1 de mayo de 2014

AL MENOS, UNA SORAYA SOBRA

                        El bochornoso, barriobajero, indecente, demagógico e indigno rifirrafe parlamentario entre Soraya Sáenz de Santamaría, vicepresidenta del Gobierno, y Soraya Rodríguez, portavoz parlamentaria socialista en el Congreso de los Diputados, sólo aporta como positivo el convencimiento de que una de las dos Sorayas está de más en la política española. Sobra, por tanto, una Soraya. ¿Cuál de ellas? Ese es el dilema. O es la Soraya socialista por acusar sin fundamento a la Soraya popular, o es ésta, por no exigirle que acredite fehacientemente sus graves acusaciones o, en caso contrario, anunciar que se las demandará en los tribunales. Semejante espectáculo no puede, ni debe, zanjarse como si se tratara de una trifulca callejera. Ni los votantes socialistas, ni los populares, ni el resto de ciudadanos, se merecen que este bochornoso espectáculo se diluya entre el rumor, las verdades a medias, la confusión entre sobres y sobresueldos, entre una legalidad indecente y la ilegalidad o entre el cúmulo de privilegios que tienen nuestros políticos frente al resto de los mortales. Los ciudadanos nos merecemos saber, al menos, si alguna de las dos Sorayas actuó en su día ilegalmente o, en todo caso, cuál de ellas lo hizo de forma torticera en el rifirrafe parlamentario, pues una de las dos (o ambas), al margen de quién iniciara el esperpento, miente o actúa de mala fe en sede parlamentaria y, por tanto, carece del crédito necesario para seguir representando a la ciudadanía.
            ¿Cobró Sáenz de Santamaría sobres o sobresueldos ilícitos? ¿Cobró Rodríguez dobles sueldos ilegales por cesantía? ¿Se ocultaron a Hacienda dichas cantidades? ¿Eran cobros ilegales? ¿Se puede demostrar fehacientemente? En caso de respuesta afirmativa a estas cuestiones procede acudir a los tribunales además de sacarlas a relucir o no en el Parlamento. Y en caso de respuesta negativa procede aclarar para qué se introducen en el debate parlamentario, máxime si son conductas o prácticas habituales recíprocas, presumiblemente indeseables pero no delictivas, salvo que se acompañen de una iniciativa parlamentaria para erradicarlas. Ni una cosa ni la otra. Simplemente un cúmulo de reproches y acusaciones recíprocas, ni desmentidas contundentemente, ni aclaradas, adobadas con un confuso lenguaje pleno de insinuaciones maliciosas para que los ciudadanos, no puedan discernir si se trata de un nuevo caso de corrupción política, cuyo destino es los tribunales, o de un nuevo caso de privilegio político legal, cuyo destino debiera ser su abolición. Una verdadera ceremonia de la confusión.
            “Si quiere hablar de dobles sueldos, podemos recordar que usted cobró como portavoz y la cesantía hasta que la eliminó un Gobierno del PP” responde la Soraya popular a la acusación personal que le hace la Soraya socialista de haber cobrado unos 600.000 euros, sin aclarar si se trata de pagos en negro, sobres, sobresueldos o dobles sueldos, aunque insinuando una procedencia irregular. Se indigna tanto la vicepresidenta que, tras el debate (por llamarle algo), en los pasillos del Congreso afirma con rotundidad: “en mi puta vida he cobrado un sobre”. La portavoz socialista contesta que “menos tacos y más transparencia”, mientras su compañera Elena Valenciano, ante la petición de miembros del PP de que Rodríguez se retracte y pida disculpas, subraya que ésta no habló de “sobres”, sino de “sobresueldos” y que lo que ha de hacer el Gobierno es “aplicar la transparencia”. Un diálogo de besugos.
Centrado el esperpento, si, tal como está el patio, el cobro de dobles sueldos o sobresueldos es una indecencia (al igual que los sueldos desorbitados), aunque sea legal, añadir intencionadamente carácter delictivo a su perceptor, siendo tú mismo perceptor de los mismos, es, además de incoherente, una majadería. O estamos en el ámbito de la justicia o en el de la política. Si nos situamos en el primero, a los tribunales y, con la pertinente documentación, exigir la dimisión del afectado si es un cargo público. Si nos situamos en el segundo, a la coherencia personal y a la claridad argumental. Pero, como ninguna de las dos Sorayas se sitúa en el ámbito de la justicia y ambas optan por el de la política, es inadmisible su mutua incoherencia y oscurantismo argumental en el esperpéntico espectáculo protagonizado en sede parlamentaria. ¿Qué pretende la socialista sacando a relucir los presuntos dobles sueldos de la popular y relacionarlos con la corrupción? ¿Qué, la popular sacando los de la socialista si eran legales hasta que el PP lo prohibió? ¿Qué, si no se trata de supuestos delictivos sino indecentes en todo caso por parte de ambas?
            Es obvio que se trata de enfangar la campaña electoral recurriendo al peor de los asuntos, tanto para PP como para PSOE, como es la corrupción política, que tiene atenazados curiosamente a ambos partidos. Si ese va a ser el tema fundamental de la campaña europea, apaga y vámonos. En todo caso, ni siquiera era necesario elevar a categoría delictiva las conductas indecentes, aunque legales, de unos u otros. Ambos tienen materia más que suficiente en casos de corrupción reales. Ambas Sorayas debieran meditar ahora cuántos votos más (salvo los de piñón fijo) van a perder por su estúpido e innecesario comportamiento. Menos mal que, al menos, nos han aclarado que ambas se embolsaban más de un sueldo, cuando la mayoría de los trabajadores sólo percibe uno o ninguno. Por su manifiesta torpeza, siendo benevolente, en la medida que a cada una le toque, al menos, una Soraya sobra, o, quizás, las dos. Decida cuál.

                                   Fdo. Jorge Cremades Sena