Al
margen del varapalo electoral sufrido, como era previsible, por el PP y,
especialmente por el PSOE, que se lleva por delante al propio Rubalcaba, así
como del previsible incremento de apoyos al resto de partidos minoritarios que
se presentaban a las elecciones al Parlamento Europeo, el dato más
sorprendente, según mi criterio, es la irrupción en la escena política de
Podemos, un partido creado hace pocos meses bajo el liderazgo del mediático
Pablo Iglesias, que se estrena nada menos que con cinco escaños. El propio
Iglesias reconoce en la Cuatro a Cintora, uno de sus principales mentores
propagandísticos, que buena parte de su éxito se debe a la promoción mediática
televisiva de incalculable valor, que le convirtió en famoso antes incluso de
convertirse en político, aspiración, totalmente legítima, que muchos intuíamos.
En efecto, el tirón mediático diario y casi permanente en esa simbiosis
televisiva audiencia-personaje es un plus indiscutible de popularidad y famoseo
en toda regla (baste citar a personajes como Belén Esteban o Rosa Benito, por
ejemplo) que, tanto Iglesias como sus promotores, utilizan conscientemente al
extremo de que, como ritual populista al culto a la personalidad, tan típico de
su proclamada ideología comunista, es el único candidato que lleva impresa su
cara en la camiseta.
Recalcitrante
defensor de todas las movidas populares, reivindicaciones sociales o grupos
antisistema, que define como la voz indiscutible del pueblo, Pablo Iglesias
consigue fama arremetiendo contra el orden democrático establecido, considerando
a los partidos que democráticamente gobiernan o han gobernado, especialmente al
PP y PSOE, como verdaderos fascistas, ante la complacencia, cuando no la
complicidad, de IU e incluso del PSOE, incapaces de entender su intencionalidad
de que le ayuden a mover el árbol para él recoger sus frutos. En el descalabro
del PSOE, al margen de las torpezas de sus dirigentes, tiene bastante que ver
IU y Podemos que, a su vez, tiene mucho que ver en que el ascenso de IU haya
sido menor del esperado. Sin duda Iglesias es el más listo de la clase. El
resto, que aprenda a base de golpes. Ahora no valen las lamentaciones. Y yo, me
alegro por ello al constatar que este sistema político de democracia
representativa, que tanto defiendo y que Iglesias desde su atalaya populista
pretende derribar al considerarlo un sistema perverso de “castas” porque, según
él, sus gobernantes simplemente son los “mayordomos de los ricos”, permite,
paradójicamente, que hasta sus detractores, como él, arremetan libremente
contra el mismo para derribarlo, utilizando incluso los medios privados de tan
perversos “ricos” para promocionarse personalmente y para difundir su proyecto
opuesto en el que obviamente estas libertades no existen.
Y
me alegro sobremanera de que Pablo Iglesias, el fenómeno televisivo
antisistema, haya decidido por fin integrarse en el sistema, que repudia, con
todas sus consecuencias, por lo que me permito, con gran satisfacción,
felicitarle por su éxito electoral en su estreno como “casta” y, sobre todo,
darle la bienvenida más sincera a la “casta”. Ya dentro de la “casta”, junto a
sus ventajas e inconvenientes, si quiere permanecer en ella, no sólo podrá
dedicarse a la denuncia sistemática de todos sus males, que los hay, sino que, salvo
que no le importe ser expulsado de la “casta” por el propio pueblo, estará
obligado además a ofertarle alternativas creíbles para mejorarlos y, sobre
todo, a explicar cómo, cuándo y de dónde sacaría la financiación para ponerlas
en práctica en caso de obtener el suficiente apoyo popular. Por tanto, el éxito
de Pablo Iglesias, es el éxito del sistema democrático, que permite, gracias a
él, clarificar la realidad, bastante distorsionada, cuando se movía fuera del
mismo y se erigía como el portavoz genuino del pueblo en cada movida.
Pablo
Iglesias, en un acto de valentía, que le honra, tras afirmar por activa y
pasiva en múltiples manifestaciones, concentraciones y asambleas del movimiento
ciudadano que esa era la voz del pueblo, que no de una parte del mismo, decide
acudir a la asamblea general de todos los españoles para medir su verdadero
poder dentro de la “casta” y obtiene, no cabe duda, un buen resultado. En dicha
asamblea, la electoral, a la que más de la mitad del pueblo convocado decide
libremente no acudir, un 7´9% de los asistentes apoya la oferta de Iglesias, en
tanto que un 26% decide respaldar al PP, un 23% al PSOE, un 9´9% a IU, un 6´5%
a UPyD, un 5´4% a CiU-PNV-CC, un 4% a ERC, un 3´1% a Ciutadans, un 2% a Bildu y
un 1´9% a Compromis. Esta es la verdadera voz del pueblo soberano expresada
libremente como mandato para que, proporcionalmente, se elija el conjunto de
sus representantes (la “casta”, según Iglesias), en este caso para el
Parlamento Europeo.
Por
tanto, batacazo del PP y PSOE, cierto. Aviso a navegantes, también. Pero parece
exagerado y es inaceptable que por ello se rasguen las vestiduras aquellas
opciones que, ya no por sí mismas sino incluso sumándose a sus más afines
ideológicamente, no alcanzan el apoyo de cualquiera de las anteriores por
separado. A pesar de todo, populares y socialistas, siguen siendo los
referentes del pueblo español y a gran distancia del resto de partidos. Así se
demuestra, con los altibajos que se quiera, en todos y cada uno de los
comicios, desenmascarando las manipulaciones intencionadas de quienes,
erigiéndose en los únicos defensores del pueblo y su única voz, hasta en su
nombre les insultan desde la calle y les amenazan impunemente cuestionando su
legitimidad representativa. Por eso, Pablo Iglesias, me entenderá si le repito:
“Bienvenido a la casta”. Así sabemos quién es quién y, sobre todo, lo que
representa.
Fdo. Jorge Cremades
Sena