lunes, 30 de mayo de 2016

INFIERNO CATALÁN, PURGATORIO ESPAÑOL



                        Usando términos religiosos no es descabellado concluir que Cataluña se ha convertido en un verdadero infierno en el que la convivencia es cada vez más insoportable y España en un purgatorio en el que se habrá de redimir culpas, que no son pocas, si finalmente quiere salvarse y alcanzar la gloria de consolidar la Democracia, hoy seriamente amenazada. Los brotes de extrema violencia que se dan en Barcelona; el deterioro económico de Cataluña, catalogado hoy como bono basura; y la quiebra social y política, que divide a los catalanes en dos bandos casi irreconciliables, no son plagas diabólicas como castigo de los dioses sino consecuencias lógicas de una errada política perversa durante todos estos años de Democracia por parte de todos los inquilinos de La Moncloa y todos los del Palau de la Generalitat que se sintieron muy cómodos alimentando una bicha que ahora corroe los cimientos de la Democracia y la convivencia pacífica. Cierto que unos gobernantes, tanto nacionales como territoriales, son más responsables que otros en este diabólico proceso de radicalismo nacionalista, hoy claramente independentista y totalitario, basado en una permisividad intolerable por parte de los primeros a las manifiestamente antidemocráticas e ilegales decisiones de los segundos; pero la verdad es que desde el inicio, probablemente para tener la fiesta en paz, los gobernantes del Estado Español colaboraron con la voracidad competencial de sus homólogos territoriales y fueron escrupulosamente condescendientes, cuando no cómplices, con sus posteriores veleidades antidemocráticas, olvidando de alguna forma que la esencia básica del Estado de Derecho Democrático es el Imperio de la Ley y que, como gobernantes, su obligación es cumplirla y hacerla cumplir. Hoy, consolidado el infierno totalitario en Cataluña, toca purgar las culpas a todos los españoles, incluidos los catalanes, para salir del mismo y reavivar una Democracia mortecina, lo que requiere precisamente recorrer el camino inverso, es decir, no seguir cediendo a los chantajes antidemocráticos y restablecer la legalidad democrática con todas las consecuencias. Más vale tarde que nunca, pues la aplicación estricta de la democracia es la única fórmula de enfrentarse al infierno catalán y de evitar que el purgatorio español derive también hacia un verdadero infierno en un futuro próximo.
            Hoy, consecuencia de la nefasta permisividad citada por parte de las autoridades del Estado y la catastrófica gestión totalitaria de las autoridades de la Generalitat, Cataluña es víctima de una serie de amenazas difíciles de afrontar. Es el territorio español con mayor potencial yihadista gracias a una manifiesta preferencia de los gobernantes independentistas por una inmigración musulmana frente a la hispanoamericana, mayoritaria en el resto de España, sencillamente con el objetivo de no incrementar más población castellano-hablante en Cataluña; es donde, insólitamente, son las propias autoridades territoriales, que representan al Estado Español, quienes orquestan, organizan y lideran un proceso totalitario secesionista en vez de defenderlo con la aplicación estricta de la legalidad democrática; y es donde, al margen de ideologías políticas contrapuestas (CDC, ERC, CUP, Podemos…y la ambigüedad del PSC), se desarrolla una especie de Movimiento Nacional, que recuerda al franquismo, en el que todo, absolutamente todo, queda supeditado a la causa nacionalista radical totalitaria. En definitiva, un radicalismo antidemocrático institucionalizado que justifica cualquier despilfarro económico, cualquier conato de violencia y cualquier transgresión a las normas de convivencia que los españoles, incluidos los catalanes, democráticamente nos hemos dado. 
            Ni se trata pues de una diabólica plaga enviada desde el más allá, ni de contubernios judeo-masónicos orquestados por enemigos (inexistentes) del pueblo catalán, se trata simplemente de una especie de golpe de Estado civil incruento (al menos de momento) orquestado por las propias autoridades independentistas de Cataluña, quienes, entre otras cosas, debieran explicarle al pueblo por qué un alcalde convergente, Trías, en vez de enfrentarse a los “okupas” ilegales les paga el alquiler del edificio ocupado con dinero de todos los barceloneses; por qué una alcaldesa populista y ex okupa, ante la violencia callejera de sus ex colegas tras ser al fin desalojados, simplemente insta a la policía a la “prudencia” y proporcionalidad en vez de instar a los violentos a que cesen en sus destrozos y agresiones; por qué un presidente convergente, Puigdemont, con su “vice” de ERC, Junqueras, deciden gastar un 73% más en la promoción exterior del ilegal “procés” frente a las partidas en Educación y Sanidad, que son las que menos crecen; por qué diputadas de la CUP, avalista del Govern, como Vehi y Reguant, acuden a los altercados y luego piden el cese del Jefe de los Mossos a quienes acusan falsamente de abuso policial; y, en definitiva, por qué el PSC decide entrar en el Gobierno municipal de Ada Colau, protagonista de tantos y tantos desmanes, y, finalmente, por qué su líder, Iceta, participa en una manifestación independentista contra el Tribunal Constitucional. Demasiados porqués sin respuestas convincentes que explicarían el infierno catalán. ¡Ah, y buena parte del pueblo que les sigue votando! ¿Por qué? ¿Para qué?
                                   Fdo. Jorge Cremades Sena

lunes, 23 de mayo de 2016

NEBULOSA SOCIALISTA



                        Un acierto total sin duda la escenificación de unidad interna del PSOE en un mitin de Pedro Sánchez en Madrid ante casi todos los barones socialistas (incluida la baronesa Díaz) y destacadas figuras como Zapatero, Almunia, Rubalcaba o Borrell, para arrancar motores en una campaña electoral bastante complicada tras la nebulosa socialista desencadenada con la estrategia equivocada de Sánchez en su empeño por ser investido presidente a pesar del varapalo electoral sufrido el 20-D. Ahora, sólo desde la unidad interna, con un proyecto nacional socialdemócrata para toda España y remando todos en la misma dirección para consolidarlo, se pueden afrontar las bajas expectativas que le dan las encuestas con el riesgo añadido de que Unidos Podemos consiga incluso el pretendido “sorpasso”, que los comunistas siempre ansiaron para liderar la izquierda e imponer su modelo. Pero además la nebulosa socialista, hoy por hoy, es tan densa que requiere mucho más que una o varias escenas de unidad (falsas o verdaderas) para que los ciudadanos perciban todos los desencuentros, aventuras y ocurrencias recientes como espejismos anecdóticos superables y no como realidades inapropiadas que inhabilitarían al PSOE como instrumento adecuado para la alternancia política y la gobernabilidad de España, imprescindibles en el sistema democrático. Baste recordar, por no ir más lejos, el reciente espectáculo protagonizado con motivo de la confección de las listas conjuntas al Senado a instancias de Pablo Iglesias, levantando a algunos barones socialistas contra Sánchez y poniendo en evidencia, como en otros tantos asuntos trascendentales, la ausencia de uniformidad de criterio en todos los territorios. Por tanto, para comenzar a despejar el nebuloso horizonte político socialista hay que esclarecer concreta y concisamente los signos de identidad del partido, en vez de generar dudas, para que todos perciban con claridad el espacio político que ocupa, cual es y debe ser el socialismo progresista, democrático y moderado (o socialdemocracia, como prefieran), diferente, aunque no incompatible con otras opciones democráticas (conservadores, liberales, centristas…) pero claramente incompatible, por razones obvias, con las de tendencia radical o totalitaria (populismo, comunismo, antisistema, nacionalsocialismo…), esencialmente opuestas a los sistemas democráticos occidentales e incompatibles con ellos.
            Dice Sánchez en el citado mitin que “el cambio no tiene intermediarios” apelando al voto útil en el pistoletazo de salida para las generales del 26-J, porque “la garantía de cambio es decir sí al PSOE” y no a Podemos o Ciudadanos. Pero lo dice inmediatamente después de intentar por activa y pasiva un pacto de investidura con Iglesias y todo lo que le rodea, abortado gracias a la manifiesta incompatibilidad entre Ciudadanos y Podemos, así como a la división generada en el seno del partido socialista. ¿Descarta Sánchez tras el 26-J pactar con opciones de dudosa ideología democrática cuando sus barones gobiernan o desgobiernan con ellas en CCAA y Ayuntamientos protagonizando desencuentros sustanciales y manifiestos despropósitos día sí y día no, sólo unidos por el único objetivo común de que no gobierne el PP? No basta pues decir que el PSOE sale a ganar las elecciones (como los demás), pues lo más probable es que, aunque las ganara, no sería con la mayoría suficiente para descartar alianzas y tras la trayectoria anterior de Sánchez hay serias dudas de cuál va a ser su posición en política de pactos. Añade, emulando a Felipe González (antes lo hizo con Adolfo Suárez) que “si el PSOE no gana en España no habrá cambio”, pero, a diferencia de entonces, el problema es que hoy muchos ciudadanos temen que dicho cambio (en abstracto) pueda ser a peor si en él participan populismos, comunismos y nacionalismos trasnochados como sucede en los países en que han gobernado. Y para ello el PSOE ha de dejar meridianamente claro que vetará cualquier apoyo gubernamental directo o indirecto con formaciones de tendencia totalitaria en vez de vetar a las que, como la socialdemocracia, son meridianamente democráticas y homologadas con las corrientes ideológicas europeas.
            La nebulosa socialista necesita más que nunca definir con absoluta claridad su proyecto gubernamental “progresista, dialogante y social” y su decisión de defenderlo, bien desde la oposición o bien en el gobierno, según quieran los ciudadanos con sus votos, aclarando que para hacerlo desde el Gobierno se requiere, de entrada, ganar las elecciones, sin posteriores interpretaciones de falsos progresismos o falsos cambios no decididos expresamente por los españoles y que sólo puedan materializarse sumando un mosaico de partidos minoritarios, que como dice ahora Sánchez “se van a tener que presentar con papeletas apaisadas”, pero a los que lamentablemente anduvo suplicando apoyos hace cuatro días para ser investido. No en vano, gracias a tan errado proceder socialista, a sus indefiniciones, aventuras y coqueteos con socios indeseables, el PP de Rajoy se permite, como Sánchez, pedir el voto útil y presentarse a la opinión pública como la única opción al “viejo comunismo” pues la opción socialdemócrata con semejante trayectoria ha dejado de serlo.
                                    Fdo. Jorge Cremades Sena

lunes, 9 de mayo de 2016

NEFASTOS VETOS



                        Se equivocó Pedro Sánchez tras el 20-D vetando al PP e impidiendo así matemáticamente la gobernabilidad del Estado, tal como se ha comprobado, y se sigue equivocando al mantener el veto para después del 26-J. Y se equivoca Sánchez porque en democracia los vetos son nefastos, salvo que se trate, que no es el caso, de opciones totalitarias que flagrantemente prostituyen el sistema democrático y actúan al margen de la legalidad vigente para imponer antidemocráticamente sus objetivos políticos. Incluso ni siquiera en estos supuestos procede el veto global al partido o a sus objetivos, por perniciosos que sean, sino al procedimiento totalitario para conseguirlos, pues en democracia cabe cualquier propuesta que, estando al margen de la Constitución, incluida su propia derogación, se pretenda implantar siempre que se acaten las reglas de juego constitucionales establecidas, es decir, la legalidad democrática vigente. Y se equivocó doblemente Sánchez equiparando en su doble veto a PP con Bildu, dos opciones que ni en sus objetivos, ni en sus métodos para lograrlos, ni en sus apoyos ciudadanos tienen la más mínima comparación. Nefastos vetos ya que en democracia nada ni nadie debe ser excluido ni excluyente, pues son los ciudadanos, sin vetar a nadie, quienes ponen a cada uno en el lugar que, según ellos, le corresponde. Cuestión distinta es el mayor grado de compatibilidad o incompatibilidad ideológico-programática entre unas opciones democráticas y otras para conformar acuerdos de gobernabilidad, lo que ofrece un variopinto abanico de posibilidades ideológicas, que, precisamente, es la esencia indiscutible del sistema democrático. Y, considerando que la gobernabilidad, objetivo prioritario en democracia (el desgobierno y el caos son el mayor atentado y el inicio de la anarquía), no exige necesariamente una coalición de gobierno, que incluso puede no ser conveniente, pero sí contempla vías de entendimiento político parcial o total con el partido que gana las elecciones, al menos en cuestiones fundamentales y urgentes, lo razonable y deseable es profundizar en ellas, que no vetarlas de entrada, para conseguir una investidura con apoyos activos o pasivos, pero condicionada obviamente al estricto cumplimiento en tiempo y forma de los objetivos pactados previamente. Vetar es sencillamente un comportamiento antidemocrático, más aun si, como es el caso, no se trata de vetos puntuales a cuestiones puntuales sino de veto total y para siempre a un partido democrático.
            Pero lo más grave no es el error de Pedro Sánchez (un pésimo liderazgo político puntual lo puede tener cualquier partido en cualquier momento), sino que el propio PSOE, en vez de hacerle rectificar o cesarlo, le apoye y no rectifique ni en el fondo ni en la forma tan errático proceder antidemocrático, corresponsabilizando así del mismo a todo el partido. Un partido centenario que en su día, por el bien de todos los españoles, sin vetar a nadie, fue capaz de pactar la transición democrática y la gobernabilidad del Estado incluso con partidos de corte totalitaria a cambio de que, estrictamente, se cumplieran las reglas de juego democráticas establecidas, lo que, finalmente, le permitió ser el partido hegemónico del reciente periodo histórico democrático y el que más tiempo lo ha gobernado. Con semejantes errores de bulto o giros ideológicos tan indeseables (lo que cada quien entienda) se está tirando por la borda el inmenso bagaje político que tantas glorias dio a los socialistas y tanto ilusionó a la inmensa mayoría de españoles gracias a sus altas dosis de tolerancia y de moderación basadas en su proyecto homologable de forma indiscutible con la socialdemocracia europea y, por tanto, alejada de coqueteos con opciones de dudosa credibilidad democrática en Europa y de vetos a opciones democráticas de sobrada solvencia europea.
            Es lamentable e irresponsable que Susana Díaz, hoy por hoy referente y promesa de sensatez frente a las veleidades de Pedro Sánchez en algunas cuestiones, finalmente le apoye diciendo que hay motivos y elementos “suficientes” para entender que el PSOE “no puede ir con el PP a ningún sitio”, sabiendo que con los resultados electorales en la mano y con los que se vaticinan, las grandes reformas que requiere España pasan por un acuerdo de gobernabilidad, sí o sí, entre PP y PSOE, única combinación capaz de sumar la mayoría absoluta cualificada requerida. Y es deprimente que aporte como argumento que ella sufrió “ese veto durante 80 días por parte del PP de Andalucía, pese a ganar ampliamente”, cuando, precisamente su experiencia, por el bien futuro de los andaluces y del resto de españoles, debiera servirle para desacreditar semejante estrategia a quienquiera que la proponga, aunque sea su propio jefe de filas, como es el caso. No vale pues el “como tú lo hiciste, yo lo hago ahora aún peor”, cuando está en juego el interés general de todos los españoles. Ya estamos como en el “y tú más” de la corrupción, lo que denota la miopía política y la incompetencia de nuestros gobernantes en términos generales. Mientras tanto, la casa sin barrer y cada vez más sucia.
                                    Fdo. Jorge Cremades Sena