Estoy
convencido de que a la inmensa mayoría de personas que como yo, por razones de
edad, pasaron buena parte de sus vidas siendo súbditos y, por tanto, sometidos
por la fuerza a la caprichosa autoridad de otros, teniendo que luchar
peligrosamente y jugárselo todo para convertirse en ciudadanos libres y, por
tanto, en sujetos con derechos políticos, miembros activos del Estado y sólo
sometidos por voluntad propia a la autoridad del mismo y a sus leyes, que
democrática y mayoritariamente se han dado, los graves acontecimientos que
están sucediendo, especialmente en Cataluña (pero también en el resto de
España), les están provocando, como a mí, una infinita tristeza y una inmensa
preocupación. En efecto, si no hemos sido capaces de consolidar profundamente
nuestro democrático Estado de Derecho, tras cuarenta años viviendo en libertad
desde el éxito de aquel esfuerzo político positivo de la Transición, que supuso
un giro copernicano frente a los cuarenta años precedentes de dictadura, hay
razones más que suficientes para que estemos infinitamente tristes e
inmensamente preocupados, pues creímos que nuestra ingente lucha de entonces
trascendería el límite temporal de nuestras propias vidas y albergábamos la
esperanza de que nuestros hijos y nietos, no sólo tuvieran una herencia
política bien distinta a la que nosotros recibimos de nuestros padres y
abuelos, sino que además sabrían conservarla e incluso mejorarla al partir de
una situación tan diferente y ventajosa. Pero, a los hechos me remito, cuando
ya estamos cerca del final de nuestro ciclo biológico (cada vez somos menos
supervivientes de la Transición) y, por razones obvias, ya hemos dado el relevo
político a nuestros descendientes, los recientes sucesos políticos apuntan a
que éstos andan despilfarrando lo heredado, como si fuera luego fácil recuperar
lo dilapidado. Seguramente no supimos transmitirles que la Democracia y la
Libertad son bienes de inmenso valor y tan frágiles que cualquiera puede
romperlos en cualquier momento por lo que quienes los disfrutamos debiéramos
estar siempre alerta y dispuestos a defenderlos con uñas y dientes si fuera
preciso, pues, una vez robados, es muy difícil su recuperación, que, a lo largo
de la Historia, ha costado ríos de sangre, sudor y lágrimas. Y seguramente
quienes siempre vivieron en Democracia y Libertad no sean conscientes del todo
de lo que supone poner en riesgo tan esenciales valores para la dignidad y la
convivencia humana, pues todos tendemos a infravalorar lo que tenemos, sobre
todo si forma parte de nuestro patrimonio desde nuestro nacimiento y poco nos
costó conseguirlo.
Infinita
tristeza e inmensa preocupación ante las miradas de odio de demasiados jóvenes,
casi adolescentes, acosando a las fuerzas y cuerpos de Seguridad del Estado para
impedirles que hagan su trabajo, lanzándoles vallas y piedras, insultándoles
gravemente, impidiéndoles salir a la calle o exigiéndoles que abandonen sus
alojamientos en hoteles como si se tratara de apestados, cuando simplemente
obedecen órdenes judiciales para defender la Legalidad democrática establecida
que algunos pretenden saltarse a la torera.
Infinita
tristeza e inmensa preocupación ante la exigencia del máximo representantes del
Estado de Derecho en uno de sus territorios de que las Fuerzas y Cuerpos de
Seguridad lo abandonen, alentando así a las masas contra las mismas, mientras
el Gobierno territorial que preside se alza contra el orden constitucional del
Estado, incluido el propio Estatuto que le legitima como autoridad, anunciando
impunemente que independiza unilateralmente el susodicho territorio.
Infinita
tristeza e inmensa preocupación ante una ilegal y prohibida consulta,
pretendidamente democrática, sin ninguna garantía, sin censo oficial, sin
papeletas ni sobres, sin colegios electorales asignados, sin urnas adecuadas,
sin representantes de los partidos en mesas presididas por voluntarios y sin
control alguno del escrutinio.
E
infinita tristeza e inmensa preocupación ante la falta de acuerdo, unánime y
sin fisuras, por parte de los partidos, llamados constitucionalistas y
democráticos (del resto, mejor ni hablar), para arropar al Gobierno en su obligada
lucha contra hechos intolerables que ponen en grave riesgo la pervivencia de
nuestra Democracia, perdiéndose en matices y cálculos electorales, cuando ante
un manifiesto Golpe de Estado totalitario lo esencial y urgente es desactivarlo
cuanto antes, tal como sucediera en el anterior intento del famoso 23-F en
1981. Y para ello se requiere, como entonces, el consenso de todas las fuerzas políticas
democráticas, de sindicatos y asociaciones cívicas decentes, de instituciones
gubernamentales…y además del activo e indiscutible apoyo al Gobierno de turno
en semejante trance por la inmensa mayoría de ciudadanos que desean seguir
viviendo y conviviendo en paz y libertad.
Infinita
tristeza e inmensa preocupación ante lo que sucede en Cataluña, mientras sus
totalitarios promotores siguen impunemente actuando contra el Estado de
Derecho, apoyados por sus huestes callejeras, y la respuesta democrática es
esperar que Rajoy, Sánchez y Rivera se pongan o no de acuerdo sobre qué medidas
adoptar para someter al totalitarismo, cuando lo aceptable sería su exigencia
unánime de que los golpistas depusieran inmediatamente su actitud y, en caso
contrario, que sobre ellos recayera sin paliativos todo el peso de la Ley.
Fdo.
Jorge Cremades Sena
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