No se imaginaba Rita
Barberá, supongo yo, la hostia que se avecinaba en el PP cuando, tras conocer
los desastrosos resultados electorales, abrazada a Serafín Castellano, se
lamentó esa misma noche, sorprendida por los mismos, con el comentario: “¡Qué
hostía! ... ¡Qué hostía!”, resumiendo, en términos vulgares, el alcance del
tremendo batacazo del PP en general y, muy en particular, del PP valenciano, a
pesar de haber ganado las elecciones. Ni se imaginaba, supongo yo, que el
abrazado, ex conseller y actual delegado del Gobierno en Valencia, sería, como
acaba de suceder, detenido y puesto en libertad con cargos, lo que, en caso de
haberse producido la detención días antes de las elecciones, la “hostia”
hubiese sido mastodóntica, si es que con lo acaecido no lo es ya. Que el PP
toca fondo en Valencia es un hecho irreversible, un nuevo golpe a la corrupción
(mirado así hasta suena a positivo), el enésimo, que empieza a hacerse sentir
electoralmente, pues, a todas luces, los chorizos, del signo que sean, no
pueden seguir gobernando este país y, o bien los partidos toman medidas y los
erradican de sus filas, o serán los ciudadanos, como ya se está viendo, quien
erradiquen a dichos partidos de forma definitiva. El juez investiga a
Castellano sobre posibles delitos de malversación, prevaricación y cohecho (los
típicos delitos de los chorizos de cantimpalo junto a la apropiación indebida)
en la adjudicación de contratos públicos, durante su etapa como Conseller. Se
trata de cacerías, relojes, jamones y dinero a cambio de contratos por 33
millones que, el ex gerente (de nuevo los “ex”) de Avialsa, que así se llama la
empresa afortunada, desvela a Anticorrupción de forma precisa: una diabólica
mecánica que usaban para sobornarle (supongo que él se dejaba) con
negociaciones para amañar las contrataciones “a tumba abierta” mientras se
entretenían cazando (es decir, cada uno entretenido en cobrarse su propia pieza
y todos contentos). Obviamente, tras este nuevo escándalo (que comenzó con el
regalo de un rifle, pero que la UDEF cifra ahora en más de 750.000 euros),
Rajoy ha destituido a Serafín como Delegado del Gobierno, mientras el PP le
suspende cautelarmente de militancia. ¡A buenas horas, mangas verdes! No en
vano el descontento popular es casi generalizado, aunque muchos consideren que,
al final, a cada cerdo le llega su San Martín. ¡Y hay tantos en esta granja
llamada España!
Entretanto,
y por quedarnos en esta ocasión en el Partido Popular (si lo extendiéramos a
otros sería como para echarse a llorar), que, obviamente está inmerso en un
caos morrocotudo tras su fracaso electoral y lo que se le avecina de cara a las
generales, mientras un juez ve delito electoral en el partido, reclamándole la
Audiencia Nacional 1´2 millones por su Caja B (negada miles de veces por los
dirigentes populares, como suele ser costumbre en estos casos), el fiscal
atribuye a Rato un fraude de 2´4 millones. Al final, juicio oral abierto contra
Bárcenas y Lapuerta, mientras que el PP ha de afrontar la anterior fianza ya
que el juez De la Mata considera que los citados ex tesoreros (de nuevo los
“ex”) formaban parte de una “organización criminal”, nada más y nada menos.
Como para que algunos, pretendan ahora rasgarse las vestiduras, especulando con
que si Hacienda pidió usar la fuerza “si fuera necesario” en el registro de Rato
o si solicitó a la Fiscalía que se detuviera al ex ministro, por razones de
rivalidades internas o venganzas insatisfechas u objetivos políticos concretos,
cuando lo de menos son las razones por las que salen a la luz semejantes
conductas intolerables, pues lo importante es que semejantes sujetos apechuguen
por todo el daño causado, si puede ser, al margen de las penas que se le
impongan, restituyendo hasta el último céntimo indebidamente apropiado.
Es
lamentable que por este tipo de conductas indecentes e indecentemente
toleradas, la ciudadanía española se debata durante estos días entre la
necesidad de conformar gobiernos sólidos y estables, pero de conductas
intachables, y la incertidumbre de una presunta ingobernabilidad real
conseguida a base de pactos coyunturales, susceptibles de romperse a la primera
de cambio, al estar basados sólo en intereses particulares partidarios, por
legítimos que sean, en vez de en proyectos y programas claros y diáfanos,
suscritos con luz y taquígrafos, en beneficio de la mayoría, cuando se presume
que de lo que se trata, al menos de momento, es de conseguir como sea el
objetivo matemático de conformar una mayoría sin orden ni concierto en la que
quepan todas las ocurrencias de unos y otros por disparatadas o distintas que
estas sean. Al final lo importante, como dice Pablo Iglesias tras reunirse con
Pedro Sánchez, es que “ahora me llama”… el para qué, como ven, es lo de menos.
Fdo.
Jorge Cremades Sena