domingo, 31 de mayo de 2015

“¡QUÉ HOSTIA!... ¡QUÉ HOSTIA!”

                        No se imaginaba Rita Barberá, supongo yo, la hostia que se avecinaba en el PP cuando, tras conocer los desastrosos resultados electorales, abrazada a Serafín Castellano, se lamentó esa misma noche, sorprendida por los mismos, con el comentario: “¡Qué hostía! ... ¡Qué hostía!”, resumiendo, en términos vulgares, el alcance del tremendo batacazo del PP en general y, muy en particular, del PP valenciano, a pesar de haber ganado las elecciones. Ni se imaginaba, supongo yo, que el abrazado, ex conseller y actual delegado del Gobierno en Valencia, sería, como acaba de suceder, detenido y puesto en libertad con cargos, lo que, en caso de haberse producido la detención días antes de las elecciones, la “hostia” hubiese sido mastodóntica, si es que con lo acaecido no lo es ya. Que el PP toca fondo en Valencia es un hecho irreversible, un nuevo golpe a la corrupción (mirado así hasta suena a positivo), el enésimo, que empieza a hacerse sentir electoralmente, pues, a todas luces, los chorizos, del signo que sean, no pueden seguir gobernando este país y, o bien los partidos toman medidas y los erradican de sus filas, o serán los ciudadanos, como ya se está viendo, quien erradiquen a dichos partidos de forma definitiva. El juez investiga a Castellano sobre posibles delitos de malversación, prevaricación y cohecho (los típicos delitos de los chorizos de cantimpalo junto a la apropiación indebida) en la adjudicación de contratos públicos, durante su etapa como Conseller. Se trata de cacerías, relojes, jamones y dinero a cambio de contratos por 33 millones que, el ex gerente (de nuevo los “ex”) de Avialsa, que así se llama la empresa afortunada, desvela a Anticorrupción de forma precisa: una diabólica mecánica que usaban para sobornarle (supongo que él se dejaba) con negociaciones para amañar las contrataciones “a tumba abierta” mientras se entretenían cazando (es decir, cada uno entretenido en cobrarse su propia pieza y todos contentos). Obviamente, tras este nuevo escándalo (que comenzó con el regalo de un rifle, pero que la UDEF cifra ahora en más de 750.000 euros), Rajoy ha destituido a Serafín como Delegado del Gobierno, mientras el PP le suspende cautelarmente de militancia. ¡A buenas horas, mangas verdes! No en vano el descontento popular es casi generalizado, aunque muchos consideren que, al final, a cada cerdo le llega su San Martín. ¡Y hay tantos en esta granja llamada España!
            Entretanto, y por quedarnos en esta ocasión en el Partido Popular (si lo extendiéramos a otros sería como para echarse a llorar), que, obviamente está inmerso en un caos morrocotudo tras su fracaso electoral y lo que se le avecina de cara a las generales, mientras un juez ve delito electoral en el partido, reclamándole la Audiencia Nacional 1´2 millones por su Caja B (negada miles de veces por los dirigentes populares, como suele ser costumbre en estos casos), el fiscal atribuye a Rato un fraude de 2´4 millones. Al final, juicio oral abierto contra Bárcenas y Lapuerta, mientras que el PP ha de afrontar la anterior fianza ya que el juez De la Mata considera que los citados ex tesoreros (de nuevo los “ex”) formaban parte de una “organización criminal”, nada más y nada menos. Como para que algunos, pretendan ahora rasgarse las vestiduras, especulando con que si Hacienda pidió usar la fuerza “si fuera necesario” en el registro de Rato o si solicitó a la Fiscalía que se detuviera al ex ministro, por razones de rivalidades internas o venganzas insatisfechas u objetivos políticos concretos, cuando lo de menos son las razones por las que salen a la luz semejantes conductas intolerables, pues lo importante es que semejantes sujetos apechuguen por todo el daño causado, si puede ser, al margen de las penas que se le impongan, restituyendo hasta el último céntimo indebidamente apropiado.
            Es lamentable que por este tipo de conductas indecentes e indecentemente toleradas, la ciudadanía española se debata durante estos días entre la necesidad de conformar gobiernos sólidos y estables, pero de conductas intachables, y la incertidumbre de una presunta ingobernabilidad real conseguida a base de pactos coyunturales, susceptibles de romperse a la primera de cambio, al estar basados sólo en intereses particulares partidarios, por legítimos que sean, en vez de en proyectos y programas claros y diáfanos, suscritos con luz y taquígrafos, en beneficio de la mayoría, cuando se presume que de lo que se trata, al menos de momento, es de conseguir como sea el objetivo matemático de conformar una mayoría sin orden ni concierto en la que quepan todas las ocurrencias de unos y otros por disparatadas o distintas que estas sean. Al final lo importante, como dice Pablo Iglesias tras reunirse con Pedro Sánchez, es que “ahora me llama”… el para qué, como ven, es lo de menos.

                                   Fdo. Jorge Cremades Sena

miércoles, 27 de mayo de 2015

AMARGA VICTORIA DEL PP

                        Es típico y tópico que, tras unas elecciones, la mayoría de los partidos buscan algún dato positivo que resalte su éxito o mitigue su fracaso, pues, como es obvio, a nadie le gusta perder ni desencantar a sus hipotéticos electores de cara al futuro. Por ello, en los comicios que acaban de celebrarse, los líderes de los distintos partidos, incluso de los que, según los resultados, estarían en vías de extinción, como puede ser IU y UPyD, hacen una lectura optimista de cara al futuro, por más que sus rostros digan todo lo contrario. Sin embargo, una de las consecuencias tras los comicios es la casi desaparición de IU y la extinción de UPyD, cuyos votantes, al parecer, se han decantado por Podemos y Ciudadanos, quienes, como fuerzas emergentes, irrumpen en los Ayuntamientos y en las CCAA de forma fresca y descarada, al extremo de que de ellos dependerá la gobernabilidad de muchísimos municipios y varias autonomías, erigiéndose, porque así lo han querido los españoles, en árbitros indiscutibles del futuro político inmediato en las instituciones más cercanas a la ciudadanía para resolver sus problemas cotidianos. Quedan, además de los nacionalistas (CiU, PNV y compañía), los partidos clásicos mayoritarios, PP y PSOE, protagonistas de un bipartidismo, que, aun quedando tocado, no desaparece ya que entre ambos acaparan el 52% de los votos (27% y 25% respectivamente) dejando el 48% restante para el resto de formaciones políticas (Podemos, C´s, CiU, PNV, Bildu, ERC, Compromís, CUP, BNG, PAR, UPN….etc etc), encabezados por Ciudadanos, que queda a gran distancia de ellos con un 6´5% de los votos, como la tercera fuerza nacional, con permiso de Podemos y sus múltiples caretas con las que ha comparecido en las diferentes circunscripciones. Por tanto, la primera conclusión es la victoria del PP, que sigue siendo la fuerza más votada en España, aunque sea una victoria amarga sin lugar a dudas.
            Una amarga victoria del PP (primera fuerza en nueve de las trece CCAA: Aragón, Baleares, Cantabria, Castilla-La Mancha, Castilla y León, Madrid, Murcia, La Rioja y Comunidad Valenciana), pero que, al no obtener la mayoría absoluta en ninguna de ellas (pierde unos 2´5 millones de votos y 10´5 puntos respecto a 2011), sólo podría conformar mayoría suficiente, si pacta con Ciudadanos, en cuatro de ellas (Castilla y León, Madrid, Murcia y Rioja), sucediéndole igual en una serie de grandes ciudades y capitales de provincias, comenzando por Madrid. Y un gran retroceso del PSOE (pierde 750.000 votos respecto a 2011), especialmente en las grandes ciudades, pero que, ganando sólo en dos CCAA (Asturias y Extremadura), podría gobernar en algunas más si llega a acuerdos con Podemos, siendo la segunda fuerza política. Así pues, como segunda conclusión, todo dependerá de la estrategia de pactos que sean capaces de hilvanar los partidos, que pueden amargar más aún la victoria del PP o aliviarle un pelín el amargor. Y Colau, como genuina representante de las diversas caras de Podemos ya ha dicho que está dispuesta a pactar con quien sea menos con PP, CiU y Ciudadanos, es decir, la derecha, por más que su “jefe” Pablo Iglesias diga que Podemos ni es de izquierdas ni de derechas sino todo lo contrario.
            Una amarga victoria del PP que, ganando en la ciudad de Madrid, se quedaría sin gobernar el Ayuntamiento por los pelos, salvo que la marca Podemos (Ahora Madrid) liderada por Carmena no se viera apoyada por un PSOE que queda como tercera fuerza política, tras el rotundo fracaso de su candidato Carmona. Y una tragedia para CiU que pierde en Barcelona frente a la marca Podemos (Barcelona en Comú), liderada por la activista antisistema, antidesahucios y proescraches Colau, relegando al PSC a la quinta posición y al PP a la sexta, lo que supone, de momento, un verdadero revés para el independentismo de Mas y Junqueras (algo positivo habría de tener). Y así sucesivamente en otras grandes ciudades, tradicionales feudos populares como, por ejemplo, Valencia. Como tercera conclusión, un verdadero juego de bolillos para conformar el gobierno de múltiples ciudades que pronto harán ver a los ciudadanos las ventajas o inconvenientes de su decisión en las urnas.
            Una amarga victoria del PP que, durmiéndose en los laureles, pensaba que, simplemente exhibiendo los indiscutibles éxitos en el terreno económico desde que Rajoy accediera al gobierno de España, las elecciones, al igual que las próximas generales, eran un mero trámite, olvidando que hacer política es mucho más que gestionar bien los recursos, pues la estrategia del “laissez faire, laissez passer”, aplicada a la economía, requiere, al menos, cumplir los compromisos adquiridos con los electores durante la campaña electoral que te catapultó al poder y, en caso contrario, explicar hasta la saciedad las causas por las que no se cumplieron, especialmente, aquellas que no requerían cambios sustanciosos en el presupuesto. Un serio aviso a navegantes de cara al futuro.

                                    Fdo. Jorge Cremades Sena

sábado, 23 de mayo de 2015

JORNADA DE REFLEXIÓN

                        Finaliza la campaña electoral y toca, si es que nos dejan, durante el día de reflexión hacer balance de las propuestas, ocurrencias e insultos que nos regalaron durante la misma los candidatos de los diversos partidos que se presentan a las elecciones locales y autonómicas para ver si somos capaces de acudir a las urnas y optar por unos u otros con conocimiento de causa. Es mucho lo que está en juego y convendría que nuestra decisión se alejara lo más posible de frivolidades, fobias o filias sentimentales, rencores y venganzas, pues, al fin y al cabo, de lo que se trata, nada más y nada menos, es de elegir los gobiernos de todos y cada uno de nuestros municipios y de trece de nuestras Comunidades Autónomas. Y digo “si nos dejan”, sobre el día de reflexión, que la mayoría de los ciudadanos considera necesario para poner sosiego ante la responsable decisión que habrán de tomar al día siguiente, porque, como siempre, los amantes de la algarada, del mucho ruido y pocas nueces, del cuanto peor mejor, han decidido manifestarse de forma ilegal (así lo ha advertido la Junta Electoral) en la Puerta del Sol precisamente en dicha jornada de reflexión para protestar sobre lo divino y lo humano, lo que, conociendo el percal y la trayectoria de saltarse la ley a la torera de semejantes sujetos (me refiero a los organizadores, que luego lo venden como movimientos espontáneos ciudadanos que por arte de magia coincidían en el lugar señalado), puede ser el colofón definitivo de un bochornoso espectáculo de prostitución torticera de la legal jornada de reflexión, como, lamentablemente, ya sucediera con anterioridad. Esperemos pues que los partidos serios (no seré yo quien, justo en este día, diga los que, desde mi punto de vista, lo son o no) denuncien de forma contundente semejante ataque a la legalidad y, por tanto, a la democracia, con lo que los ciudadanos tendremos algún criterio para conocer, al menos, con quienes nos estamos jugando los cuartos.
            Y digo “algún criterio” porque prácticamente los diversos candidatos, durante la campaña, no han sido pródigos en criterios que pudieran avalar una determinada apuesta en su favor frente a los contrincantes, dedicándose más bien a una especie de “sálvese quien pueda” a base de airear viejos trapos sucios de unos u otros (olvidando, eso sí, los propios, de forma insolente), de hacer una alabanza de lo nuevo frente a lo viejo (olvidando que ni lo viejo es intrínsecamente malo, ni lo nuevo, bueno), de usar la amenaza y el insulto como arma política arrojadiza (olvidando que con ello no se arreglan los problemas) y de denigrar gratuitamente a los contrarios y ensalzar a los propios sin ningún argumento que lo avale (olvidando que sólo contrastando proyectos se apela al voto razonado y razonable, que por cierto, a nadie interesa). En definitiva, pasada la campaña, es casi imposible emitir un voto con el cerebro y la razón, pues nuestros ilustres candidatos prefirieron que se vote con el corazón y las vísceras, con lo que se ahorran tener que explicar cómo y con qué llevarían adelante sus mágicas propuestas para resolver los problemas. Es mucho más fácil y obviamente mucho más demagógico que es de lo que se trata.
            Baste citar algún ejemplo de unos y otros (para que nadie diga que me decanto en este día de reflexión). “Votar a Ciudadanos puede ser votar a Podemos con condiciones” dice Cospedal y se queda tan contenta, como si entre dichos partidos no hubiera un abismo programático-ideológico. “La regeneración democrática y política pasa por gente nacida en democracia” dice Rivera, jubilando de un plumazo a casi la mitad de los españoles para tan loable proyecto. “El populismo de izquierdas es clave para el cambio” dice Iglesias, sin añadir exactamente para qué tipo de cambio. “Comparto con C´s y Podemos las ganas de cambiar España” remata Sánchez como si el cambio “per se” fuese la panacea. Al final, simplemente con semejantes ejemplos (se podrían añadir muchos más), se podría concluir que Ciudadanos y Podemos son más o menos lo mismo, que los nacidos en la dictadura son inútiles para luchar por una democracia de calidad, que sólo la izquierda populista está habilitada para cambiar la situación, o que lo importante es cambiar España sin que importe si es a mejor o a peor. Al final, para rematarlo, Pedro Sánchez añade: “el único que puede ganar al PP es el PSOE… aunque la regeneración no es cuestión de un solo partido y habrá que pactar con otros”, añadiendo, “a mí me gustaría entenderme hasta con el PP, pero es difícil por sus casos de corrupción”…y se queda tan pancho olvidando la corrupción que, lamentablemente, se da en sus propias filas y en las del resto de partidos políticos. En fin, como para no reflexionar.

                                    Fdo. Jorge Cremades Sena 

jueves, 14 de mayo de 2015

RIVERA METE LA PATA

                        Si tuviéramos que mencionar el listado de políticos que meten la pata en sus intervenciones públicas necesitaríamos folios y folios para hacerlo por escrito; además, si el listado incluyera a los que meten la mano, con total seguridad necesitaríamos el cuaderno entero. Por tanto, las meteduras de pata por parte de nuestros políticos en sus intervenciones públicas (lo de meter la mano queda para otra ocasión) son bastante frecuentes y, especialmente, proliferan durante las campañas electorales, periodo en el que la necesidad de captar votos exige a los líderes políticos y candidatos un plus de ingenio y habilidad, cualidades que no siempre les adornan. En todo caso, de dichas meteduras de pata se pueden sacar conclusiones importantes, no ya sobre la madurez y capacidad de sus autores, sino además, si se trata de líderes importantes y representativos de sus respectivos partidos, sobre la consistencia, coherencia y credibilidad de su proyecto político, pudiendo, en caso de que la metedura de pata sea descomunal, echar por tierra el crédito acumulado durante más o menos tiempo, al poner en innecesarias dificultades a sus propios compañeros de partido y darle oxígeno argumental a sus adversarios, quienes, obviamente, se encargarán de amplificar el asunto en beneficio propio. Y sin lugar a dudas, se mire como se mire, el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, ha metido la pata estrepitosamente vinculando la regeneración democrática española a los nacidos en democracia; es decir, como mucho, a los que nacieron un año antes que él, y, por tanto, excluyendo a todos los que hemos nacido antes de 1978 (más o menos la mitad de los ciudadanos españoles), simplemente porque tuvimos la desgracia o la suerte (¡vaya usted a saber!) de nacer durante la dictadura y, muchos de ellos, el honor de luchar contra ella hasta conseguir el periodo democrático más largo de toda la Historia de España, por más que ahora algunos, como Iglesias y compañía, lo tachen de “régimen” al que hay que derribar (para sustituirlo por no se sabe qué), y otros, como Rivera, decidan acertadamente regenerarlo, pero descartando e invalidando a quienes lo crearon. 
            Rivera, por tanto, mete la pata, por más que él mismo se haya encargado de especificar literalmente lo que dijo para que no se saque de contexto: “Y por ende con todo respeto con las demás candidaturas y con los demás políticos que lleven 35 años al frente y que hoy se visten como adalid de la regeneración, yo creo que la regeneración política de este país pasa por gente que haya nacido en democracia, por gente que no tenga mochilas, por gente que no tenga dinero en Suiza, por gentes que no tenga casos de corrupción (…) No se trata de la edad, esto no va de tener 40 años, esto va de ser libre”. Pues bien, en el mejor de los casos para Rivera, en la más positiva interpretación de lo que ha dicho (imaginen la más negativa), sigue siendo una metedura de pata, una intervención, como mínimo, desafortunada, que debiera reconocer, pues, incluso estando de acuerdo con algunos de los requisitos que exige a los regeneradores, el primero de ellos, “nacer en democracia”, que redacta en positivo curiosamente,  para nada es garantía de carecer del resto de requisitos, que redacta en negativo. Es más, supone un insulto y una descalificación a millones de ciudadanos, mayores que él, que están orgullosos de tener mochilas llenas de actuaciones positivas, frente a quienes por no tener nada, ni siquiera tienen mochilas que ofertar como reclamo de confianza a la ciudadanía.
            Rivera, por tanto, con su garrafal metedura de pata, perjudica seriamente a Ciudadanos, el partido que dirige y al que, según las encuestas, muchos ciudadanos, incluso nacidos durante la dictadura, ven como instrumento de regeneración democrática de cara al futuro, al estar desencantados de los clásicos partidos, PP y PSOE, a los que votaron y en los que, seguramente participaron, anteriormente. Y perjudica, concretamente, a quienes, nacidos en la dictadura, figuran hoy en las listas de Ciudadanos como candidatos. Si lo que quiso manifestar Rivera en su desafortunada declaración era la necesidad de que los jóvenes, como él mismo, se comprometan en la política y en los necesarios proyectos de regeneración democrática, era innecesario y contraproducente descalificar a los mayores, muchos de ellos favorables a dicha regeneración y dispuestos a aportar toda su experiencia acumulada para conseguirla. Cuando se trata de sumar en favor de un objetivo loable, descalificar por cualquier motivo (y menos por razón de edad) a quienes están dispuestos a comprometerse en el mismo, como hicieron a lo largo de su vida, es, no sólo una metedura de pata, sino una torpeza de consecuencias incalculables. Y Rivera, por el bien de sus propios compañeros y de él mismo, debiera, al margen de matizar lo que en realidad quiso decir, pedir perdón a esa parte de la ciudadanía que gratuitamente descalifica para regenerar la democracia. Gracias a ellos, entre otras cosas, él, como muchos otros, es libre, que, según él mismo, es de lo que se trata, pero sin olvidar que los primeros “libres” o al menos los que más mérito tienen son precisamente quienes en momentos muy difíciles apostaron por la libertad y no cejaron en su empeño hasta conseguirla; ahora él, como tantos otros jóvenes, sólo tienen que luchar porque no se pierda y descalificar a quien esté dispuesto a arrimar el hombro en el empeño es, como mínimo, irresponsable.

                        Fdo. Jorge Cremades Sena

domingo, 10 de mayo de 2015

REINO UNIDO Y ESPAÑA, NADA QUE VER

                        El inapelable triunfo de Cameron por mayoría absoluta en los comicios británicos, contra todo pronóstico, justo cuando se inicia la campaña electoral en España para las inminentes elecciones locales y autonómicas, pone patas arriba las expectativas de los diferentes partidos españoles sobre el resultado, tanto en las citadas elecciones, como en las generales que se celebrarán a finales de año. No en vano, entre Reino Unido y España, se dan ciertas similitudes a primera vista, pues en ambos países gobiernan sendos partidos conservadores (el tory en Reino Unido, el popular en España), con jefes de partido y gobierno impopulares y poco carismáticos (Cameron y Rajoy), con encuestas que les sitúan en difícil coyuntura electoral y, en el mejor de los casos, si ganan las elecciones, lejos de una mayoría absoluta que les garantice el gobierno en la siguiente legislatura. Además, en sendos países, hay un verdadero debate sobre la integridad territorial con partidos nacionalistas, cuando no independentistas (escoceses en Reino Unido; catalanes y vascos en España), que añaden, si cabe, mayores incertidumbres de cara al futuro y a la salida de la crisis económica, así como populismos de nuevo cuño en sorprendente ascenso a causa de la crisis (UKIP en Reino Unido, de extrema derecha, y Podemos en España, de extrema izquierda) y en la oposición mayoritaria partidos progresistas (laboristas en Reino Unido, socialistas en España) que han sido desalojados del poder y que apuestan (a mi juicio, erróneamente) por un giro hacia la izquierda como estrategia para recuperarlo. No extraña pues que, ante tantas similitudes, el rotundo e inesperado triunfo de Cameron haya desatado cierta euforia en el PP y en el Gobierno español, así como cierto desasosiego en quienes, desde la oposición, según los sondeos, tenían más que garantizado el descalabro de Rajoy y su partido, que, como Cameron, apuesta por una estrategia basada en la mejora de los datos económicos, que ayudará a salir de la crisis; en la gobernabilidad, frente a aventuras inciertas; y en la experiencia contrastada, frente a los oportunismos coyunturales, que podrían suponer un freno al camino iniciado de la recuperación, cuando no un regreso al caos de la recesión más angustiosa. ¿Y si Rajoy da la sorpresa como Cameron? Esa es la cuestión.
            Ante los anteriores paralelismos el Gobierno de Rajoy, a pesar de las  encuestas, augura que las elecciones españolas seguirán el patrón británico, al extremo de que la mismísima vicepresidenta afirma rotundamente que “hay similitudes con lo que va a ocurrir en España”, olvidando que, frente a las similitudes anteriormente citadas, Reino Unido y España no tienen nada que ver en cuanto al sistema y la ley electoral vigente en ambos países, pues, de haberse aplicado la actual ley electoral proporcional española en Reino Unido, el reparto de escaños no hubiera otorgado a Cameron la mayoría absoluta parlamentaria que goza tras los resultados electorales. Es más, Rajoy, a quien las encuestas otorgan el triunfo casi generalizado (a diferencia de Cameron que en el mejor de los casos le concedían un empate con el laborista Miliband) aunque alejado de la mayoría absoluta, con el sistema electoral mayoritario británico nada tendría que temer sobre su futuro como gobernante, pero no es el caso. Por tanto Santamaría confunde los deseos con la realidad, pues las similitudes sociológicas e incluso políticas, así como las que pudieran darse sobre motivaciones de los votantes, quedarían distorsionadas a la hora del reparto de escaños. Baste recordar que con el sistema proporcional español es impensable que un partido político, siendo tercera fuerza política con casi un 13% de los votos, sólo obtenga una representación parlamentaria de un solo diputado, tal como ha sucedido al eurófobo UKIP en Reino Unido.
            Es pues iluso extrapolar resultados con leyes electorales tan distintas para determinar una hipotética composición parlamentaria por similares que puedan ser los porcentajes de votos obtenidos. Y, aunque la tendencia es buscar sistemas electorales que favorezcan la gobernabilidad (como sucede en Grecia, por ejemplo, o acaba de implantarse en Italia), en España, con menor bagaje histórico democrático, somos más papistas que el Papa y, siendo un debate recurrente, ni queremos primar las listas más votadas, ni adoptar sistemas electorales mayoritarios, ni otras medidas más garantes de gobernabilidad. Preferimos el “totum revolutum” de un multipartidismo de opciones minoritarias, aunque dibujen, como en Andalucía, un escenario ingobernable, apelando a una absurda pureza democrática, frente a la certeza de gobernabilidad segura de la opción mayoritaria elegida por los españoles; el chalaneo mercantilista, que no el acuerdo programático, marcado por meros intereses particulares frente a los generales o, directamente, la ingobernabilidad. Y con dichos planteamientos hasta somos capaces de dar lecciones de democracia a los mismísimos británicos, incluso acusándoles de antidemócratas porque un partido, como UKIP, al margen del porcentaje obtenido,  sólo tenga un representante en el Parlamento, justo el de la circunscripción en que ganó. Seguro que en ella se lo curró, aquí es lo que menos importa.

                                   Fdo. Jorge Cremades Sena