Finaliza
la campaña electoral y toca, si es que nos dejan, durante el día de reflexión
hacer balance de las propuestas, ocurrencias e insultos que nos regalaron
durante la misma los candidatos de los diversos partidos que se presentan a las
elecciones locales y autonómicas para ver si somos capaces de acudir a las
urnas y optar por unos u otros con conocimiento de causa. Es mucho lo que está
en juego y convendría que nuestra decisión se alejara lo más posible de
frivolidades, fobias o filias sentimentales, rencores y venganzas, pues, al fin
y al cabo, de lo que se trata, nada más y nada menos, es de elegir los
gobiernos de todos y cada uno de nuestros municipios y de trece de nuestras
Comunidades Autónomas. Y digo “si nos dejan”, sobre el día de reflexión, que la
mayoría de los ciudadanos considera necesario para poner sosiego ante la
responsable decisión que habrán de tomar al día siguiente, porque, como
siempre, los amantes de la algarada, del mucho ruido y pocas nueces, del cuanto
peor mejor, han decidido manifestarse de forma ilegal (así lo ha advertido la
Junta Electoral) en la Puerta del Sol precisamente en dicha jornada de
reflexión para protestar sobre lo divino y lo humano, lo que, conociendo el
percal y la trayectoria de saltarse la ley a la torera de semejantes sujetos
(me refiero a los organizadores, que luego lo venden como movimientos
espontáneos ciudadanos que por arte de magia coincidían en el lugar señalado),
puede ser el colofón definitivo de un bochornoso espectáculo de prostitución
torticera de la legal jornada de reflexión, como, lamentablemente, ya sucediera
con anterioridad. Esperemos pues que los partidos serios (no seré yo quien,
justo en este día, diga los que, desde mi punto de vista, lo son o no) denuncien
de forma contundente semejante ataque a la legalidad y, por tanto, a la
democracia, con lo que los ciudadanos tendremos algún criterio para conocer, al
menos, con quienes nos estamos jugando los cuartos.
Y
digo “algún criterio” porque prácticamente los diversos candidatos, durante la
campaña, no han sido pródigos en criterios que pudieran avalar una determinada
apuesta en su favor frente a los contrincantes, dedicándose más bien a una
especie de “sálvese quien pueda” a base de airear viejos trapos sucios de unos
u otros (olvidando, eso sí, los propios, de forma insolente), de hacer una
alabanza de lo nuevo frente a lo viejo (olvidando que ni lo viejo es
intrínsecamente malo, ni lo nuevo, bueno), de usar la amenaza y el insulto como
arma política arrojadiza (olvidando que con ello no se arreglan los problemas)
y de denigrar gratuitamente a los contrarios y ensalzar a los propios sin
ningún argumento que lo avale (olvidando que sólo contrastando proyectos se
apela al voto razonado y razonable, que por cierto, a nadie interesa). En
definitiva, pasada la campaña, es casi imposible emitir un voto con el cerebro
y la razón, pues nuestros ilustres candidatos prefirieron que se vote con el
corazón y las vísceras, con lo que se ahorran tener que explicar cómo y con qué
llevarían adelante sus mágicas propuestas para resolver los problemas. Es mucho
más fácil y obviamente mucho más demagógico que es de lo que se trata.
Baste citar algún ejemplo de unos y otros (para que nadie diga que me decanto en este día de reflexión). “Votar a Ciudadanos puede ser votar a Podemos con condiciones” dice Cospedal y se queda tan contenta, como si entre dichos partidos no hubiera un abismo programático-ideológico. “La regeneración democrática y política pasa por gente nacida en democracia” dice Rivera, jubilando de un plumazo a casi la mitad de los españoles para tan loable proyecto. “El populismo de izquierdas es clave para el cambio” dice Iglesias, sin añadir exactamente para qué tipo de cambio. “Comparto con C´s y Podemos las ganas de cambiar España” remata Sánchez como si el cambio “per se” fuese la panacea. Al final,
simplemente con semejantes ejemplos (se podrían añadir muchos más), se podría
concluir que Ciudadanos y Podemos son más o menos lo mismo, que los nacidos en
la dictadura son inútiles para luchar por una democracia de calidad, que sólo
la izquierda populista está habilitada para cambiar la situación, o que lo
importante es cambiar España sin que importe si es a mejor o a peor. Al final,
para rematarlo, Pedro Sánchez añade: “el único que puede ganar al PP es el
PSOE… aunque la regeneración no es cuestión de un solo partido y habrá que
pactar con otros”, añadiendo, “a mí me gustaría entenderme hasta con el PP,
pero es difícil por sus casos de corrupción”…y se queda tan pancho olvidando la
corrupción que, lamentablemente, se da en sus propias filas y en las del resto
de partidos políticos. En fin, como para no reflexionar.
Fdo. Jorge Cremades Sena
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