Seguramente
uno de los asuntos más urgentes en nuestro país sea el esperado paquete de
medidas concretas sobre regeneración política que ponga freno al progresivo
deterioro democrático que, “in crescendo”, venimos sufriendo en los últimos
tiempos de forma injusta y peligrosa. Justo hace algo más de un mes el Gobierno
de Rajoy convocó de forma oficial a todas las fuerzas políticas a un pacto por
la regeneración política, pretendiendo cerrar el asunto en un par de meses.
Pasado el ecuador de dicho plazo, algunos, con bastante inquietud, nos
preguntamos qué hay del tema, pues se tiene la sensación de que a las primeras
dificultades para llegar a un consenso, siempre preferible, se va quedando
olvidado en el baúl de los recuerdos. Justo lo peor que puede suceder. Perfecto
pues que el Gobierno, éste o el que fuera, pretendiera, como decía, “impulsar
un gran acuerdo”, pero pésimo si, ante la imposibilidad de conseguirlo, deja
las cosas como están ya que no podemos estar peor. La lucha por la trasparencia
y contra la corrupción no puede esperar más. Es el objetivo prioritario en
estos momentos y trasciende cualquier otro de carácter partidario; por tanto,
todas aquellas medidas vigentes que sirven como excusa legal para dificultarlo
han de ser derogadas o, al menos, modificadas al extremo de que no sirvan para
tan perversa finalidad de forma clara y contundente. Por ejemplo, ¿es tan
complejo limitar el aforamiento,
unificar criterios sobre el momento procesal penal en que un responsable ha de
abandonar su cargo o ser excluido de las candidaturas electorales o limitar los
gastos de las campañas electorales? Yo creo que no, siempre que haya voluntad
de hacerlo que es, lo que a mi juicio, falta.
Si
en su momento, la excusa para conseguir el acuerdo era el empeño del Gobierno
de incluir la modificación de elección de alcaldes, que la oposición rechazaba
a pesar de que algunos la llevaran en sus programas electorales, y la exigencia
de la oposición de retirar la reforma de la ley del aborto, ¿cuál es ahora la
excusa una vez sacado del paquete el asunto de los alcaldes -aunque Ayllón, el
Secretario de Estado de Relaciones con las Cortes, mantenga que no descarta
retomarlo-, y retirada la reforma de Gallardón, incluida la dimisión del
ministro?. Ahora la excusa, para no hacer nada, no puede ser que el PP no
consigue un pacto porque lo que busca es pasar el rodillo de su mayoría parlamentaria,
tal como esgrimen algunos tras una reciente toma de contacto para negociar,
entre otras medidas, la ley de trasparencia, el estatuto de los cargos
públicos, la reducción de los aforamientos o la limitación de los indultos. Ni
puede ser excusa para el Gobierno y el PP, ni para los partidos de la
oposición. Si como dice Alonso, el portavoz popular, el PP quiere aprobar sus
medidas de regeneración democrática “sí o sí en esta legislatura” (a la que
cada vez le queda menos), aunque asume que “tendrán más valor si se hacen con
un gran acuerdo”, lo inaceptable es que dichas medidas no salgan adelante porque
esto último no se logre y que no se logre, tal como dice, entre otros, Olaia
Fernández Dávila del BNG, porque “si no hay consenso, la terminarán haciendo
ellos”, razón de más, si así es, para no levantarse de la mesa negociadora
hasta llegar al acuerdo que mejore las propuestas individuales de unos u otros.
No
vale pues que la Izquierda plural (IU, ICV y Chunta) se escude en que el PP no
está legitimado para hablar de “regeneración democrática”, mientras ninguno
explique en el Congreso el caso Bárcenas (por esa regla de tres, sólo con el
caso de las tarjetas opacas de Caja Madrid, tendríamos que cerrar el
chiringuito y desacreditar a todos), ni que ERC o BNG vean el asunto “difícil”
por la diferencia entre extremos ideológicos (como si la corrupción o la
trasparencia tuviese colores políticos), ni que todos los partidos minoritarios
se escuden en el bipartidismo y lo rechacen porque “lo primero que busca el PP,
y es normal, es el consenso con el PSOE”. Menos vale aún que PP y PSOE, por
meros egoísmos partidarios o cualquier otra razón, sean incapaces de ponerse de
acuerdo en tan trascendental asunto. Sólo vale zanjar, de una vez por todas,
esta situación insostenible e intolerable que infecta la convivencia y
contamina la democracia. Hay que recordar que, en el peor de los casos, cabe la
posibilidad de hacerlo, precisamente por esa mayoría absoluta que los españoles
concedieron al actual Gobierno, pues, como dice Rajoy, ha llegado la hora final
de las mayorías y hay que pactar, con lo que, visto lo visto, si se dejan las
cosas como están, en el futuro hasta pueden empeorar, aunque en estos momentos
parezca ya imposible. Si a los partidos de la oposición, incluido el PSOE, les
queda poco margen para justificar la no participación activa en un acuerdo
global de regeneración política y democrática, al PP no le queda margen
ninguno, pues tiene la mayoría suficiente para, si los demás no quieren,
afrontarlo en solitario.
Fdo. Jorge Cremades Sena
No hay comentarios:
Publicar un comentario