miércoles, 29 de octubre de 2014

ESPAÑA, UNA POCILGA POLÍTICA

                        Es imposible soportar un minuto más el hedor putrefacto que se respira en España, convertida en una descomunal pocilga política que rebosa inmundicias de todo tipo por todas partes. Ya no cabe más basura política por kilómetro cuadrado, al extremo de que se tiene la sensación de que sólo los cerdos pueden vivir a gusto en tan repugnante escenario. Han sido tantos años echando todo tipo de porquerías impunemente por todos los rincones que, al final, nuestro país se ha convertido en un inmenso basurero en el que ya no cabe ni un centímetro más de mierda por más que algunos pretendan comprimir los estratos anteriores de todo tipo de porquerías. Ni siquiera así cabe la posibilidad de hacer un pequeño hueco para que quepa un poquito más. Ahora, inevitablemente, o se sanea de arriba abajo la pocilga sin ningún miramiento ni contemplación y, sacando de cuajo a los cerdos de la misma, se transforma urgente y radicalmente en un lugar habitable, o, por el contrario, serán las alimañas carroñeras quienes se encarguen de ocupar su lugar en el futuro a costa de los despojos que queden de tamaña podredumbre. Quienes desde hace bastante tiempo venimos advirtiendo que, o la democracia acaba con la corrupción política o ésta acabará con la democracia, cada mañana quedamos atónitos ante el nuevo caso de corrupción de turno que, como los anteriores, se sigue tratando de forma parcial y maniquea por voceros partidistas (militantes o no), como si la corrupción tuviese color político, mientras los líderes de los partidos, en el mejor de los casos, se enredan en la oratoria, para quedar bien ante la audiencia, en vez de hacer propuestas y tomar medidas legales concretas encaminadas a extirpar este corrosivo cáncer.
            La última macrorredada dentro de la “operación Púnica” con 51 imputados por una supuesta trama delictiva, formada por políticos y empresarios corruptos, es la gota que colma el vaso de la paciencia de los ciudadanos honrados, quienes, sin recuperarse aún por el escándalo de las “tarjetas opacas”, el del clan Pujol o el del Alcalde de Barcelona (por no citar el resto de “casos” anteriores, que no cabrían en este espacio), están hasta las narices de seguir manteniendo con sus impuestos a tantos y tantos sinvergüenzas, que, como Paco Granados o Jordi Pujol (por citar sólo los últimos), hasta se permiten el lujo de darnos clases de ética y moral en las tertulias o comparecencias televisivas, negando cínicamente conductas evidentes que, antes o después, salen a la luz inevitablemente, aunque muchos nos preguntemos que para qué, pues en el peor de los casos para ellos, se saldan con unas leves penas de cárcel, una multa y forrados para el resto de sus vidas y las de los suyos. Esa es la sensación colectiva al respecto. Y, llegados a este punto, lo que menos importa ya es si, en este último escándalo, el enésimo (ni el más grave, ni el más indecente, pues todos lo son por igual), el principal imputado, Francisco Granados, ex secretario del PP en Madrid, pertenece al PP o a cualquier otro partido, o si el alcalde de Parla (entre los otros seis detenidos) es del PSOE o no… pues, definitivamente, ya no tiene sentido la estrategia del “Y tú más” como fórmula de escurrir el bulto. Es tanta la mierda, que extenderla simplemente la hace más insoportable todavía. El deterioro causado entre todos, por acción u omisión, al sistema democrático es tal que, en la parte que toque a cada uno de los partidos, o entre todos dan un giro radical a la situación o todos sufrirán las consecuencias por sus conductas irresponsables. Y, por supuesto, todos nosotros.
            Ya es insuficiente que Rajoy pida “perdón” en el Senado por poner a personas “en puestos para los que no eran dignas” e hipócrita que desde los escaños socialistas le respondan por ello con gritos de “dimisión”, teniendo en cuenta que Griñán, que ocupa uno de ellos (y Chaves, otro en el Congreso), aunque sea insuficiente, debieran hacer como Rajoy por su manifiesta torpeza a la hora de elegir a las personas idóneas para cargos de responsabilidad, añadiendo así buenas dosis de porquería al vertedero. Ni es suficiente con entender el “hartazgo” de la gente, como dice el Presidente, ni sentirse “absolutamente desolado” como dice Gómez por la conducta del alcalde de Parla a quien considera como “hermano” o tener “un sentimiento de profunda vergüenza” como dice Esperanza Aguirre por la de Paco Granados que era su mano derecha. No es un problema de entendimientos ni de sentimientos, sino de la toma de medidas urgentes y radicales que de forma objetiva fijen, meridianamente claro, los límites, no sólo jurídicos sino también políticos, que jamás pueden rebasar quienes voluntariamente deciden dedicarse a la Política para servir a los ciudadanos en vez de engañarles y aprovecharse de ellos y de su buena voluntad. O lo hacen por consenso, o tendrá que hacerlo urgentemente el PP en solitario con la mayoría absoluta que en estos momentos disfruta. No caben demoras, ni excusas que, visto lo visto, son tomaduras de pelo inaceptables. De no hacerlo ahora, puede que después sea demasiado tarde.

                                    Fdo. Jorge Cremades Sena

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