Cuando
todo presagiaba que Cataluña se disponía a celebrar nuevos comicios (en este
caso autonómicos y no pseudo-plebiscitarios) para elegir el nuevo gobierno de la
Generalitat tras el fracaso de la última y efímera reunión de Junts pel Sí y
las CUP, así como las declaraciones de Artur Mas de que la Presidencia y demás
instituciones de la Generalitat no eran moneda de cambio, lo que al menos
hubiera supuesto una cierta dignidad política (si es que se puede hablar de
dignidad en el ilegal comportamiento de los políticos independentistas
catalanes) y, como última trinchera, una cierta reparación democrática
implícita del fraude de la anterior convocatoria electoral y una cierta
rectificación de la torticera interpretación de su resultado; cuando se
esperaba todo esto, sorprendentemente, con nocturnidad y alevosía (y
probablemente, con premeditación), unos cuantos iluminados, reunidos en “petit
comité”, le dan un visionario giro copernicano al asunto e hilvanan un
indecente acuerdo a espaldas de los catalanes para que triunfe “in extremis” la
indignidad antidemocrática y puedan mantener intacto el totalitario “golpe de
estado” planificado en el ilegal “procés” independentista, que el propio Mas,
traicionado por su subconsciente, reconoce públicamente cuando, tras utilizar
como moneda de cambio su candidatura a la Presidencia de la Generalitat y cederla
a los caprichos de los anticapitalistas de las CUP, dice en su cínico discurso
de renuncia obligada, disfrazado de honorabilidad, que “lo que no nos dieron
las urnas lo ha corregido la negociación” (más claro, el agua), mientras
anuncia que entrega la candidatura, por decisión exclusivamente personal, a
Carles Puigdemont, número tres en la lista de Junts pel Sí por Girona, de donde
es alcalde, presidente de la Asociación de Municipios por la Independencia y el
más fiel de sus cachorros convergentes, superándole en apasionamiento
independentista al ser capaz incluso de amenazar con que “los invasores serán
expulsados de Cataluña”, lo que ni siquiera fue capaz de hacer el ya ex
President Artur Mas.
Y,
por si todo lo anterior fuera poco, para que la indignidad fluya a raudales, se
prostituye hasta el procedimiento para generar la nueva mayoría que garantice
la solidez del indigno “procés” independentista, pues ni siquiera se trata de
un pacto de gobierno o sólo de investidura Junts pel Sí-CUP, sino de un amaño
democrático por el que dos de los diez diputados cupistas, burlándose hasta de
sus propios electores, son transferidos a modo de préstamo como tránsfugas
permanentes al grupo Junts pel Sí para alcanzar la necesaria mayoría gubernamental,
aunque el grupo parlamentario de las CUP, según su propio portavoz, seguirá
teniendo diez diputados con funciones diferentes, pues dos de ellos actuarán como
si fueran de Junts pel Sí, en tanto que los demás se comprometen a no votar
junto al resto de la oposición en asuntos que arriesguen la estabilidad
parlamentaria del Govern. Además, según Mas, habrá diputados de las CUP que
renunciarán a su escaño y la formación anticapitalista (por haber sido mala)
reconocerá haber cometido “errores” en la negociación para bajar la tensión
habida durante las negociaciones. Con tan insólita ficción democrática, que
rebasa cualquier planteamiento democrático en el fondo y en la forma, la
componenda miserable entre Junts pel SÍ y las CUP, contraviniendo lo prometido
a sus electores y a espaldas de ellos, Carles Puigdemont, siendo número tres en
las listas de Gerona, es investido President de la Generalitat en sustitución del
candidato ofertado a la ciudadanía, Artur Mas, ya camuflado en las listas como
número cuatro por Barcelona. El orden de los factores, no altera el producto.
No
extraña pues que Carles Puigdemont en su discurso de investidura, transmutado
en Artles Masdemont, repitiera casi literalmente el mismo programa expuesto por
Artur Mas en su fallida investidura, afirmando rotundo: “Mi programa de
gobierno es el mismo de Mas” y faltándole sólo reconocer que simplemente es su clon. Que todo será como con Mas, pero sin
Mas. Y, obviamente, al igual que Mas, ni la más mínima alusión al grave
problema de la corrupción que atenaza a CDC, el partido de ambos (el argumento
cínico de las CUP para negarse a la investidura), con su sede embargada para
responder a las imputaciones judiciales. Masdemont, al igual que Mas, no se
enteró de nada al respecto y, sin lugar a dudas, esta indignante suma de las
CUP al “Junts pel 3%”, que bajo el seudónimo de “Junts pel Sí” integraba a CDC
y ERC, le ayudará a mantenerse ignorante sobre el tema, sin la menor mácula
para declarar la ilegal, antidemocrática y totalitaria “preindependencia” de
Cataluña, pues eso de respetar las normas constitucionales y actuar bajo el
imperio de la Ley es precisamente lo antidemocrático y totalitario. Ya ven, los
efectos alucinógenos del opio independentista generan este estado de ánimo en
el que las cosas no son lo que son, sino lo que parecen. Y los partidos
constitucionalistas deshojando la margarita.
Fdo. Jorge Cremades Sena
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