miércoles, 13 de enero de 2016

ENSOÑACIONES IRRESPONSABLES



                        Como en política todo es posible y casi nada debiera sorprendernos (basta referirse a la última chapuza antidemocrática en Cataluña), nuestros políticos, respecto a la gobernabilidad del Estado, andan emperrados en moverse al filo de lo imposible para lograr finalmente la cuadratura del círculo, cuando todos ellos saben que, les guste o no, les convenga o no, lo más probable será nuevas elecciones generales, salvo que, aunque sea “in extremis”, recuperen la cordura y, renunciando a ensoñaciones irresponsables, que los ciudadanos no han avalado, entonen el “mea culpa” y, asumiendo la realidad del resultado electoral, decidan esforzarse por hacer viable lo posible y deseable en beneficio de toda la ciudadanía en vez de emperrarse en hilvanar un gobierno inestable, sin rumbo fijo ni factibles objetivos concretos, que, en el mejor de los casos, sólo retrasaría la convocatoria de dichas elecciones y, obviamente, prolongaría la ingobernabilidad, aunque esté barnizada cínicamente con cierta apariencia de gobernabilidad que sólo conduce a la inestabilidad política,  social, y económica. Los ciudadanos, si se leen correctamente los resultados, no han avalado un gobierno “de izquierdas progresista” en España por más que la suma torticera de escaños en el Congreso pueda dar como resultado una mayoría absoluta mediante el mecánico proceso de añadir a la misma cualesquiera de las opciones políticas y sus opuestas en temas fundamentales; pero tampoco han avalado un gobierno “de derechas conservador” por más que la fuerza política más votada sea conservadora. De ser así, el pueblo no hubiera castigado severamente a PSOE y PP, tradicionales y mayoritarias fuerzas políticas, respectivamente, del progresismo socialdemócrata de izquierda moderada y del conservadurismo liberal de derecha democrática, oposición mayoritaria y gobierno en la pasada legislatura, que, no obstante, se mantienen como segunda y primera fuerza política en la presente legislatura, por delante de un conglomerado variopinto de opciones radicales territoriales de izquierdas, Podemos, y de un emergente partido centrista, Ciudadanos.
Con los datos electorales citados, se observa además que de los cuatro primeros partidos, tres de ellos (PP, PSOE y Ciudadanos) son claramente constitucionalistas y, como tales, homologables con las opciones político-ideológicas democráticas moderadas que predominan en toda Europa, mientras el cuarto (Podemos) está alineado con populismos radicales (en este caso de extrema izquierda), minoritarios en Europa y de deplorable gestión en aquellos otros lares en que consiguió gobernar, con guiños totalitarios, antisistema, anticapitalistas y antieuropeos. Por tanto, teniendo en cuenta que entre los tres partidos citados suman más de 250 escaños de los 350 que forman el Congreso, quedando los menos de 100 restantes repartidos entre partidos nacionalistas, tanto de izquierdas como de derechas, independentistas y, en todo caso, claramente anticonstitucionalistas, la indiscutible lectura del resultado electoral del 20-D es que los españoles apuestan por una aplastante defensa del orden constitucional vigente, amenazado seriamente por totalitarismos populistas que cuestionan peligrosamente la democracia. Ese es el principal mandato de las urnas a la hora de conformar un gobierno fuerte que España necesita más que nunca.
Pero si además observamos que entre los tres partidos constitucionalistas sólo cabe conformar una sólida mayoría gubernamental PP-PSOE, más sólida aún si se sumara Ciudadanos por razones de emergencia democrática, o se materializa dicha mayoría o, como segunda opción, se buscan fórmulas de mayoría suficiente entre los tres partidos mediante sólidos apoyos parlamentarios que garanticen la estabilidad de un programa de gobierno pactado que salvaguarde los objetivos que se consideren urgentes y fundamentales para la actual legislatura en el terreno institucional, social, político y económico. O una de estas opciones o convocatoria urgente de nuevos comicios y que cada cual apechugue con sus responsabilidades. Todo lo demás son ensoñaciones aventureras que, en caso de hilvanarse cogido con pinzas, si es que se consigue, pueden acarrear graves consecuencias.
Una vez más los ciudadanos españoles hemos apostado por la moderación muy mayoritariamente, ahora repartida entre tres partidos en vez de dos, que, como en el resto de Europa, abarcan la derecha, el centro y la izquierda democrática. Y, como en el resto de Europa, los citados partidos están condenados a entenderse, les guste o no, para evitar arriesgados experimentos que suelen costar muy caros, especialmente a los partidos moderados que participan en ellos, pero, sobre todo, a los pueblos que los sufren. Basta echar un vistazo para comprobarlo.
Si a la hora de conformar la Mesa del Congreso de los Diputados acaban de actuar con la requerida responsabilidad y sensatez, evitando demagógicos experimentos reglamentarios de funcionamiento, aunque se hayan soportado esperpénticos comportamientos demagógicos en el acatamiento a la Constitución por parte de sus señorías de las bancadas anticonstitucionalistas, esperemos que idéntica responsabilidad y sensatez se ejerza a la hora de formar el futuro Gobierno. Rajoy, Sánchez y Rivera tienen la última palabra, demostrando que están a la altura de las circunstancias en momentos tan difíciles. Es lo que mayoritariamente el pueblo espera de ellos. Y quien no esté a dicha altura, mejor que se dedique a otra cosa.
                                   Fdo. Jorge Cremades Sena

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