martes, 7 de julio de 2015

DEMAGOGIAS SOBRE GRECIA



                        La situación crítica de Grecia es una obviedad incuestionable. Tan incuestionable como que desde que el populista Syriza llegó al poder a primeros de año ni un solo dato ha mejorado con la gestión del irresponsable gobierno de Tsipras, salvo su nivel “in crescendo” de demagogia e incoherencia, avalada por el resto de populismos en los países vecinos, incapaces todos ellos de reconocer, desde la oposición, que con la demagogia no se pueden resolver los problemas de los ciudadanos, pues sólo sirve, en todo caso, para ganar elecciones, dejando después tirados a tus propios votantes y en la ruina más absoluta a todos los ciudadanos. Cierto que Grecia con los gobiernos precedentes no estaba como para tirar cohetes, como sucedía en Portugal, Irlanda y España, entre otros países, pero no menos cierto que era impensable entonces su actual situación de “corralito”, que los países citados sí lograron evitar. Es otra realidad incuestionable. Lo ocurrido es fácil de entender, pues, justo cuando Grecia volvía a emitir deuda con una enorme demanda allá por abril del año pasado, justo cuando, como los demás países, hacía grandes sacrificios para salir del agujero, alentados los griegos por los populistas contra los nuevos recortes, incendian las calles de Atenas a final de año y debilitan al gobierno que ha de adelantar las elecciones en circunstancias muy favorables para las recetas mágicas (en definitiva, para la demagogia); y obviamente, gana Syriza, que con el bono de recompensa del sistema electoral griego (50 escaños más como lista más votada) y el impagable apoyo de la derecha nacionalista, permite a Tsipras formar un gobierno con clara tendencia populista, antisistema y antieuropeísta, según su oferta en la campaña electoral. Varufakis, nombrado después ministro (y ahora relevado, como imagen para seguir negociando con la UE), ya decía a mediados de enero que “Si Syriza gana no pagaremos la deuda hasta que Grecia crezca” y aseguraba que detrás de Grecia iría España (Pablo Iglesias visitaba eufórico Atenas para sumarse a la orgia demagógica de su homólogo Tsipras), generando  de forma insólita una alarma sin precedentes en la UE. Y, para colmo, a quienes advertían del peligro real que semejantes políticas acarrearían a los griegos les tachaban de fascistas y a sus advertencias de amenazas.
            Tras la demagogia electoral, la chulería demagógica gubernamental, cuando, lo pertinente era entonar un “mea culpa”, rectificar, reconociendo que lo prometido, tan demagógicamente, no es deuda, sino que la deuda es la que tiene Grecia con sus propios socios (entre ellos España) y que no se les puede decir unilateralmente que no se les va a pagar o que, en el mejor de los supuestos, se pagará cuándo y cómo decida el gobierno griego, corresponsable, como todos los gobiernos decentes, de los compromisos adquiridos por los gobiernos precedentes por un mero principio de seguridad jurídica. Y menos aún se les puede decir eso a los socios, ni mantener semejante demagogia con ellos, si además les pides más dinero prestado para salir de la más absoluta ruina… y menos todavía, cuando ellos están haciendo grandes sacrificios para evitar precisamente semejante situación. Si además les tratas de represores y enemigos, cuando te han rescatado ya dos veces, mientras les ruegas un tercer rescate, sin querer asumir los compromisos del segundo, la demagogia se eleva a la enésima potencia adobada con el cinismo más repugnante. Y prefiero ahorrarme el calificativo, si además utilizas a tu propio pueblo, metido en un callejón sin salida, como aval de refrendo para tus propias irresponsabilidades o como tapadera para justificarlas, apelando demagógicamente a la auténtica democracia, como si no fueran gobernantes democráticos los que actúan responsablemente con el mandato de sus respectivos ciudadanos.
            Si el antieuropeista Tsipras, como otros tantos en sus respectivos países, no quiere seguir perteneciendo a la UE o a la Eurozona, tiene todo el derecho a plantearlo, pero sin demagogia; si además quiere irse del club sin pagar las deudas contraídas, es su problema… Pero así de claro es cómo debe decírselo a los griegos,  mostrándoles las consecuencias de tamaña decisión. Sería totalmente democrático que los griegos decidieran en referéndum su propio destino, pero, siendo Grecia una parte de la UE, mientras pertenezcan al club, no pueden decidir por los demás socios (no sería democrático), sobre todo cuando lo que defienden es cumplir los requisitos que entre todos se han dado y los compromisos que han contraído.
Que “no habrá ayudas si Atenas no cumple”, que “ignorar los pactos no es el camino correcto” y tantas otras declaraciones por el estilo, sólo desde la demagogia pueden catalogarse como “estrategia del miedo”. Lo que da realmente miedo es decir, desde la pobreza y la dependencia, “no reconocemos a la Troika”, que, en definitiva, te presta el dinero, o engañar a los griegos diciéndoles que el país “abandona la austeridad”, salvo que se añada que es para dar paso a la más absoluta miseria, como la del “corralito”…. Y, entretanto, a seguir pidiendo.
                                   Fdo. Jorge Cremades Sena

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