sábado, 18 de mayo de 2013

MONARQUÍA O REPÚBLICA, UN DEBATE INOPORTUNO


                        El malestar generalizado por la crisis económica y los comportamientos indecentes de demasiados políticos genera un ambiente propicio a la divulgación de recetas mágicas, que, adobadas debidamente con ciertas dosis de demagogia, pueden llegar a tener una aceptación considerable en parte de una población que, angustiada y desesperanzada por la situación, es cada vez más proclive a creer en los milagros. Y uno de los que más llama la atención, al ser probablemente el que menos tenga que ver con la crisis y con la posible salida de la misma, consiste en cambiar, que no en reformar, la Jefatura del Estado, generando, como si no hubiera ya suficientes, un nuevo debate público, Monarquía o República, absolutamente inoportuno en el mejor de los casos, ya que todos los esfuerzos, por parte de todos, debieran centrarse en los asuntos que realmente inciden directamente en la penosa situación que estamos padeciendo. ¿Se imaginan a los italianos o los griegos planteando que la solución de sus crisis pasa por implantar de nuevo la Monarquía ante el fracaso de sus respectivas repúblicas? ¿Se imaginan a holandeses o suecos reivindicando la República como necesaria para ser plenamente democráticos? No es imaginable ni en éstos, ni en los demás países desarrollados del mundo, pues saben que, planteado en dichos términos –como se hace en España- se trata de una falacia y, al margen de las convicciones monárquicas o republicanas que tenga cada uno, rechazarían su uso como arma política coyuntural con fines electoralistas o desestabilizadores que generan más confusión en momentos tan críticos, como es el caso, sin aportar la más ínfima solución a los problemas reales, sino todo lo contrario. Los fenómenos paranormales, sólo suceden en España.
            Monarquía y República, sin más precisiones, son conceptos teóricos que, desde la antigüedad, definen dos diferentes formas genéricas de gobierno, pero que han evolucionado y se han diversificado tanto desde entonces que hoy, para saber de qué estamos hablando, requieren, como mínimo, de concreciones específicas. Por tanto el debate “per se” Monarquía o República, sin concreciones (absoluta, semiconstitucional, constitucional o parlamentaria, en el caso de la Monarquía; popular, democrática, parlamentaria, presidencialista o semipresidencialista, en el caso de la República), queda reducido a la figura del Jefe del Estado (rey o presidente), es decir, a un determinado modelo teórico sin mayor trascendencia que a nada conduce. Pero si, además de esto, se plantea como garante o portador de valores concretos (ideológicos, económicos, libertades, desarrollo, bienestar social…), que es lo que argumentan quienes lo plantean aquí, se incurre en una irresponsabilidad manifiesta y en una flagrante falsedad. Por más que algunos se empeñen en lo contrario, ser monárquico o republicano, nada tiene que ver con ser de derechas o de izquierdas, al igual que un estado monárquico o republicano nada tiene que ver “per se” con subdesarrollo o desarrollo, dictadura o democracia, esclavitud o libertad, malestar o bienestar social… Decir estas sandeces, que tanto se prodigan en nuestro país, nos llevaría, por puro razonamiento lógico, a la  conclusión, por ejemplo, de que los suecos son de derechas por no rebelarse contra su Monarquía y que, por tanto, en Suecia no hay estado del bienestar, es un país subdesarrollado y carece de libertades democráticas, mientras que en Corea del Norte, por ejemplo, sucede todo lo contrario por ser una República. Partir de falsas premisas suele conducirnos a erróneas conclusiones. Para comprobarlo basta recordar los lugares privilegiados que ocupan las quince monarquías parlamentarias -que no las de otro tipo- que existen, compitiendo e incluso superando a las más importantes repúblicas en desarrollo humano y económico, en PIB, en nivel de vida, en prosperidad, en servicios sociales, en educación, en sanidad, en libertades y otras tantas variables positivas. Pero además, si en este tipo de monarquías, como en las repúblicas parlamentarias, el Jefe del Estado (rey o presidente) tiene un mero papel representativo, ajeno a las decisiones políticas gubernamentales, poco o nada se le podrá exigir o achacar acerca de la situación económico-social, en este caso de la crisis, ya que las decisiones, acertadas o no, sobre la misma no son de su competencia. Justo lo contrario del resto de modelos monárquicos o republicanos en que la Jefatura del Estado ejerce en su totalidad o comparte las competencias gubernamentales y, por tanto, es responsable, total o parcialmente, de la situación social o económica de sus respectivos pueblos y de su posible mejora. Lo que avala la inoportunidad de introducir el debate en momentos tan críticos, cuando su nula incidencia en la crisis y en su posible solución, lo convierte en un elemento perturbador innecesario e indeseable.
            Al margen de ser monárquico o republicano, vincular la reivindicación republicana con la crisis, haciendo aparecer como responsable de ella a una monarquía parlamentaria, como es el caso, y, como su solución, sustituirla por una república sin más, es de un cinismo inaceptable. Hasta el más ingenuo, si está mínimamente informado, sabe que cualquier presidente republicano, salvo si se trata de repúblicas parlamentarias, como la alemana por ejemplo, al igual que cualquier monarca no parlamentario, como el marroquí por ejemplo, es mucho más responsable de la crisis de sus respectivos países que cualquier rey parlamentario, como el español por ejemplo, y que, por tanto, es mucho más susceptible de que se cuestione el modelo de estado que representa. Y, sin embargo, no se cuestiona el modelo; en todo caso, se reforma. Por ello, salvo en España, donde todo es diferente, en ningún otro país monárquico parlamentario, ni a los republicanos más convencidos, que también los hay, se les ocurriría desencadenar una campaña reivindicativa republicana en momentos tan inoportunos y con premisas tan falsas. Saben que, de hacerlo así, su descrédito interno e internacional sería notorio. Ya ven, los fenómenos paranormales sólo se dan aquí.
                                   Fdo. Jorge Cremades Sena

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