sábado, 2 de abril de 2016

ORTIZ DESEMBUCHA

Por fin Ortiz, el milagroso constructor de Alicante, desembucha todo lo que sabe y buena parte de lo que intuye la ciudadanía. Y a propósito de la noticia, sólo se me ocurre reproducir un artículo que escribí allá por octubre de 2006, ya ha llovido desde entonces, que publiqué en Diario Información de fecha 21-10-2006. Ya ven, ni siquiera existía este blog. Es por ello que os invito a que le echeis un vistazo:
 Se titula

 ALCALDES Y CONSTRUCTORES, QUE ESTAIS EN LOS CIELOS…


                        Los entusiásticos elogios que nuestro alcalde, el Sr. Alperi, ha dedicado públicamente al afortunado constructor Sr. Ortiz, al extremo de manifestar que “quisiera que en esta ciudad hubiera muchos Ortiz” han generado bastantes críticas por parte de otros personajes públicos y un cabreo generalizado en el resto de los mortales; críticas que, seguramente, no se hubiesen producido si el elogiado hubiese sido cualquier otro ciudadano destacado por su trabajo o negocio como, por ejemplo, un profesor, un médico, un comerciante o un operario; si además, tanto el Sr. Alperi como el Sr. Ortiz, son dos personajes sobradamente conocidos por sus respectivos trabajos en nuestra ciudad, los elogios de uno hacía el otro tampoco debieran ser objeto de críticas. Ni siquiera hay una explicación a las mismas por el posible menosprecio que otros constructores hayan podido sentir por las palabras del alcalde, como tampoco se hubiesen ofendido el resto de profesores, médicos, comerciantes u operarios si el elogiado hubiese sido cualquier compañero de los mismos.
La única explicación posible a las citadas críticas y al generalizado cabreo, aunque personalizadas, van dirigidas a un fenómeno simbiótico de moda por el que, al igual que cada taberna tiene su borracho, cada ayuntamiento (o alcalde) tiene su constructor, con la diferencia de que este último binomio consustancial, dotado de poderes mágicos y sobrenaturales, mientras pone su respectiva ciudad patas arriba y la transforma en un paradisiaco paisaje de ladrillo y asfalto, consigue además la aparición milagrosa de grandes fortunas (muchas veces surgidas de la nada) en el entorno de los hacedores del milagro o, sencillamente, en ellos mismos. Valgan como ejemplos más conocidos, destacados y recientes de este sobrenatural fenómeno los casos de los alcaldes Julián Muñoz y Marisol Yagüe o los constructores apodados Sandokan o El Paloma, quienes, tocados por la Diosa Fortuna, desde la nada y en poco tiempo, han conseguido entrar en el Paraíso de la Fama con sus bolsillos bien cargados.
            Pero, si en nuestra ciudad ese divino binomio alcalde-constructor no ha llegado a convertirse en maligno (¿o sí?), ¿qué error ha cometido nuestro alcalde elogiando a su constructor, para ser objeto de tantas críticas? Sencillamente el mismo que hubiera cometido nuestro constructor, si al elogiar entusiásticamente a su alcalde hubiese manifestado que “quisiera que en esta ciudad hubiera muchos Alperi”. Ambas manifestaciones menoscaban el sacrosanto poder de este moderno dios del asfalto y el ladrillo (compuesto de una sóla sustancia y dos personas distintas), que tantos beneficios aporta a nuestra ciudad, y debilitan la fe de los ciudadanos, que intuyen que sólo pueden soportar, en nuestro caso, un Alperi y un Ortiz como partes consustanciales del mismo; es algo así como si en la Santísima Trinidad, obviamente con todas las diferencias, el Padre dijera que ojalá hubiera muchos Hijos o muchos Espíritus Santos, o viceversa. El alcalde, que, como tal, puede elogiar a cualquier ciudadano por sus reconocidos méritos y desear que, por el bien de la ciudad, hubiese otros muchos como él, incurre en una grave incongruencia y osadía cuando, como parte integrante e indivisible del citado “dios del asfalto y el ladrillo”, elogia al otro componente integrante e indivisible del mismo con el deseo de que sean muchos más.
             Es comprensible que, aun conociendo la existencia de tan paranormal fenómeno, los ciudadanos se inquieten al comprobar las incongruencias y osadías cometidas, gratuitamente, por uno de sus componentes consustanciales, que convierte a este ente divino en un dios con los pies de barro al autoatentar contra su propia esencia; es asimismo lógico que, en estas circunstancias, se siembren dudas sobre su bondad generalizada y sospechas sobre su egoismo particular, corriendo el riesgo de que, puestos en la balanza los frutos destinados para disfrute de la ciudadanía y los conseguidos milagrosamente para al disfrute particular de tan pintoresco dios, el resto de los mortales pueda percibirlo definitivamente como un dios maligno, que en vez de serles útil les perjudica, al extremo de llegar a la conclusión de tener que eliminarlo (es lo que ha sucedido en los ejemplos anteriormente citados).  Por todo ello, alcaldes y constructores, que estais en los cielos de la Diosa Fortuna, no planteeis ni siquiera la posibilidad de multiplicaros en cada una de nuestras ciudades, ya que, aun siendo imposible, podeis generar el pánico de que, con vuestros milagrosos poderes, consigais vuestra propia proliferación y eso para los monoteistas sería insoportable; imagínense cómo sería para los escépticos o los ateos.

                        Fdo. Jorge Cremades Sena D.N.I.  

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