miércoles, 16 de enero de 2013

EL MOVIMIENTO NACIONAL


                        No he podido evitarlo. De repente me ha venido a la memoria el Movimiento Nacional que, durante tanto tiempo, nos amargó la vida. El nombramiento del republicano Oriol Junqueras como jefe de la oposición en la Cámara legislativa catalana ha sido el culpable de tan infausto recuerdo. Se me habían olvidado ya los gobiernos sin oposición oficialmente reconocida. Después de todos estos años de democracia, por la que tanto luchamos los españoles, pensé que ya era irreversible que los parlamentarios que no apoyan a un gobierno conforman su oposición y que, de entre ellos, el líder del partido más votado es nombrado oficialmente como jefe de la misma. Así han funcionado todas las cámaras legislativas en todas las legislaturas y en todos los niveles territoriales. Por ello Artur Mas desempeñó el cargo de jefe de la oposición en el gobierno tripartito de Montilla (PSC-ERC-ICV) y, por ello, nadie entiende que ahora no se haya nombrado oficialmente jefe de la oposición a Pere Navarro, cuyo partido, el PSC, es el más votado entre los que se oponen al gobierno tripartito de Mas (CDC-UDC-ERC). Y es que, al igual que no se puede soplar y sorber al mismo tiempo, no cabe sostener y oponerse al gobierno simultáneamente en un sistema democrático. Eliminar la oposición del sistema legal, como hacen los totalitarismos, o acallarla menoscabando su estatus con estratagemas legales, como hacen ahora los independentistas catalanes, es atentar contra la democracia, con resultado de muerte o de heridas graves respectivamente.
            Pues bien, el gobierno de Artur Mas, al no obtener CiU la mayoría “excepcional” que solicitaba en campaña electoral, sino todo lo contrario, se sustenta en la mayoría “suficiente” que, para gobernar, le proporciona ERC, el siguiente partido más votado, y, tras suscribir un sólido pacto de gobierno con él, nombra jefe de la oposición a su líder, mentor y principal valedor del programa gubernamental que entrambos aplicarán durante la legislatura. Es decir, Artur Mas solicita en primer lugar una mayoría “excepcional”, que limita por voluntad popular el papel de la oposición pero sin menoscabar su estatus; los electores no se la conceden y, como respuesta, lo limita él mismo y menoscaba su estatus nombrando jefe de la misma a quien, obviamente, es soporte fundamental de su gobierno y, por tanto, no es oposición. Y, para que la operación sea factible y quede todo atado y bien atado, ningún republicano forma parte del gabinete, pero una especie de gobierno en la sombra o consejo paritario, formado por hombres y mujeres de CiU y ERC, se encarga de la hoja de ruta gubernamental a lo largo de la legislatura. Lo siento, pero, salvando las distancias, no he podido evitar el recuerdo de aquel siniestro Consejo Nacional del Movimiento que, formado por sus consejeros nacionales, se reunía periódicamente en el Palacio del Senado para dar cierta apariencia de sistema parlamentario junto a las Cortes Españolas monocromáticas.
            Aquellos eran tiempos de un rabioso nacionalismo español y, ya se sabe, lo menos importante para sus creadores eran los españoles y su dignidad. Lo esencial era España y todo, absolutamente todo, quedaba supeditado a ella. Aquella España “una, grande y libre”, surgida de su imaginación e impuesta por la fuerza, dirigida por el Movimiento Nacional, que definían como “la comunión de los españoles en los ideales que dieron vida a la Cruzada y constituye el Movimiento social y político de esa integración”. Evidentemente, las ideologías, las reivindicaciones socioeconómicas y las libertades, que dan lugar a la oposición, eran obstáculos inaceptables para consolidar el proyecto de aquella España, que, según la Falange –única ideología permitida-, era una “unidad de destino en lo universal”. El menosprecio, cuando no la prohibición, de cualquier desviación del ideario oficial era moneda común al considerarlo pernicioso para su España imaginaria, incluido el uso de las lenguas españolas distintas al castellano, considerando traidores o malos españoles a quienes actuasen al margen del pensamiento único establecido. Y, por idénticas razones, el desprecio, cuando no la burla, a los estados democráticos vecinos y a los organismos internacionales que, obviamente, no acogían a España en su seno porque sus dirigentes no respetaban la legalidad instituida y, además, se permitían culpabilizarlos de todos sus males, cuando su desarrollo económico dependía del entorno desarrollado por ellos. Ese era el “destino universal” de aquella España ultranacionalista, ya casi olvidada, que el actual ultranacionalismo de los dirigentes catalanes me ha traído a la memoria.
            En efecto, unidos por la Cruzada independentista, lo menos importante es la ideología que tengan los catalanes o sus diferencias económico-sociales o culturales. Lo esencial es la comunión e integración de todos los catalanes –al margen de su condición económica, social o cultural- en los ideales que inspiran la Cruzada independentista para alumbrar la imaginaria Cataluña, que, como aquella España “una, grande y libre”, según el proyecto de Mas, va más allá “de cualquier formación política y de cualquier persona” y no lo detendrán “ni los tribunales ni las constituciones”. Justo lo que sucedía en aquella España negra, impuesta por encima de la Constitución vigente y mantenida por encima de la legalidad internacional y sus tribunales, que, obviamente, la condenaron al aislamiento y al subdesarrollo, respecto a su entorno, durante tantos años. Ese fue su destino “en lo universal” hasta que la Constitución actual la colocó en la normalidad interna e internacional. Aunque sabemos que la Cataluña diseñada por el gobierno de Mas y de su jefe de oposición, insólito en Europa, es menos pretenciosa y sólo aspira a ser una unidad de destino en lo europeo, desconocemos cómo lo van a conseguir. Aunque sí sabemos cómo lo consiguieron los ultranacionalistas españoles. Pero, en fin, eran otros tiempos, que no debiéramos olvidar con tanta facilidad.
                                    Fdo. Jorge Cremades Sena 

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