miércoles, 10 de febrero de 2016

COMO POLLOS SIN CABEZA



                        Mientras los distintos medios de comunicación intentan arrimar el ascua a su sardina, según sus preferencias políticas (y los hay de piñón fijo y orejeras), nuestros líderes políticos andan como pollos sin cabeza y dando bandazos para ponerse de acuerdo sobre una investidura compleja y difícil, especialmente porque andan más preocupados por salvaguardar sus propios intereses que los generales de España y de todos los españoles. Obviamente cualquier pacto, sea el que fuere, tiene consecuencias importantes, que pueden ser graves, para cualquiera de ellos, teniendo en cuenta que, con los resultados electorales en la mano, ni siquiera es posible entre los cuatro partidos mayoritarios un acuerdo a dos, salvo el de PP-PSOE, pues el resto de combinaciones requeriría el apoyo, aunque fuera pasivo (sólo para la investidura, imaginen para la gobernabilidad), de alguno de los dos restantes, a quien con toda certeza se le exigirían responsabilidades futuras en caso de que el engendro gubernamental resultante fracasara. Si además, por lógica electoral, el futuro gobierno debiera presidirlo el PP, en primera instancia, como partido más votado, o, en segunda instancia, el PSOE, como segunda fuerza, sólo caben dos opciones razonables de gobierno: PP-Ciudadanos con la abstención del PSOE, que se niega por activa y pasiva (más aún a la opción PP-PSOE, que sería suficiente) y PSOE-Podemos o PSOE-Ciudadanos con la abstención improbable de quien quedara fuera, dado el antagonismo manifiesto entre Podemos y Ciudadanos, y la negativa, tanto de Iglesias como de Rivera de conformar un gobierno tripartito PSOE-Podemos-Ciudadanos. Con semejante escenario, si tuvieran presente el interés general y relegaran los intereses particulares y los costes políticos personales de cada uno de ellos, lo más razonable sería un pacto PP-PSOE-Ciudadanos (amplísima mayoría parlamentaria) sobre un programa viable en aquellos asuntos de vital importancia para el futuro de España, incluida la necesaria reforma constitucional, factible con dicha mayoría, para que lo gestionase un gobierno tripartito o bipartito con apoyo pasivo del tercer partido en liza, presidido obviamente por Rajoy al ser su partido el más votado con diferencia sustancial sobre los otros dos.
            Sin embargo los líderes de dichos partidos, como pollos descabezados, andan inmersos en una estrategia diabólica, preñada de insultos y descalificaciones de unos contra otros para satisfacer a su militancia y menoscabar al contrario, mientras intentan a la vez un pacto con ellos, cuando no inviable, al menos, indeseable para los intereses generales, exigiéndoles sacrificios que, al margen de lo racional y democrático, ellos mismos no están dispuestos a hacer. El resultado de tan alocada e incoherente estrategia, con tal de no consolidar lo razonable, es evidente, como, por ejemplo, intentar que el PP se abstenga, por razones de responsabilidad, en una investidura de Sánchez, apoyada por Ciudadanos, cuando el líder socialista previamente se ha negado reiterada y categóricamente a cualquier apoyo a una investidura de Rajoy o de cualquier otro líder del PP por activa y por pasiva; u otras tantas opciones antinatura para investir a Sánchez que, para ser factibles matemáticamente, requieren la colaboración de partidos tan distintos y antagónicos en asuntos fundamentales como Podemos, Ciudadanos, IU, PNV y quien haga falta para materializar tan indeseable proyecto.
            Pero como se trata de salvar el pellejo y no de conformar un gobierno serio y responsable, obviamente, se descarta la más clara lectura electoral de que el pueblo ha decidido mayoritariamente consolidar la vía constitucional, precisamente para mejorarla (más de 250 diputados y casi 200 senadores, lo avalan), sustituyéndola por lecturas más discutibles y contradictorias como, por ejemplo, la de una supuesta mayoría de izquierdas progresista, negada incluso por líderes socialistas, como Felipe González, para vender al pueblo la necesidad de un “gobierno progresista de izquierdas” que, matemáticamente, no sale por ninguna parte. Por tanto, guste o no guste, será difícil entender, al margen de que no todas las izquierdas o las derechas son iguales, que los españoles para apostar por una clara opción de izquierda progresista hayan optado por el PP, genuino representante de la derecha, como partido más votado, otorgándole incluso mayoría absoluta en el Senado, en vez de optar por el PSOE, genuino representante de la izquierda progresista, a quien relega al peor resultado electoral de toda su historia.
            En fin, salvo que se considere al pueblo como idiota, el castigo claro y contundente tanto a PP como a PSOE, nada tiene que ver con opciones de izquierdas o derechas en términos genéricos, sino al hartazgo de una determinada forma de hacer política acomodaticia y permisiva, entre otras cosas, con conductas reprobables políticamente como, por ejemplo, la corrupción. Pero si ahora la preocupación es salvar la cara y eludir los costes personales en vez de resolver los problemas ciudadanos, nuestros políticos, no habrán aprendido nada de la lección. No es ingobernabilidad, ni inestabilidad, ni incertidumbre lo que el pueblo les ha mandatado…. Y menos aún, que se antepongan los intereses personales a los generales.
                                   Fdo. Jorge Cremades Sena

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