martes, 31 de enero de 2012

POR QUÉ NI RUBALCABA NI CHACÓN


            Como era de esperar asistimos al “profundo” debate del PSOE, consistente en elegir, sí o sí, a Rubalcaba o Chacón para dirigir el partido en el futuro. El sepulcral silencio anterior -tanto de uno como de la otra, así como la del resto de militantes, más o menos cualificados- ha mutado en un debate monocorde, protagonizado por sendos coros de adeptos, para alabar las excelencias de su respectivo líder y desprestigiar las del contrario. Un concienzudo ejercicio de reflexión ideológica que, salvo tímidas excepciones, es incapaz de introducir la variable de “Por qué ni Rubalcaba ni Chacón” como tercera posibilidad, aunque sí ha servido para que reconozcan públicamente los graves errores del pasado, que veíamos todos menos ellos, quienes ahora lo acaban de descubrir tras analizar los recientes batacazos electorales. Y este descubrimiento y su reconocimiento público es lo que precisamente exige aún más la necesidad de introducir obligadamente en el debate la variable “Por qué ni Rubalcaba ni Chacón” si se pretende hacer creíble ante la ciudadanía un nuevo proyecto socialista, pues el actual carece de credibilidad, al igual que quienes durante estos años han llevado al partido a la peor situación desde su regeneración en Suresnes en 1974. Como entonces, el proyecto y sus dirigentes están totalmente desacreditados y, entre ellos, figuran en primera línea tanto Rubalcaba como Chacón, junto a los que, como ellos, apostaron fervientemente por Zapatero, colaborando activamente sin la más mínima crítica en una desastrosa gestión gubernamental y partidaria, que ha llevado al PSOE a un callejón de difícil salida. Rubalcaba y Chacón -tanto monta, monta tanto- son pues genuinos representantes de esa forma de gestionar tan desprestigiada, conocida como “zapaterismo”, y el hipotético liderazgo de cualquiera de ellos representa para la opinión pública su continuidad.
El debate, tal como está enfocado, no es socialista sino sólo zapaterista. Se inició tras el desastroso resultado en las elecciones municipales. Zapatero no convocó un congreso -como algunos solicitaban- para diseñar un nuevo proyecto y elegir un nuevo secretario general que asumiera también la candidatura a presidente de gobierno. Prefirió permanecer con sus acólitos en la dirección del partido y nombrar candidato a la presidencia de gobierno a Rubalcaba. Ello obligó a primarias y la impaciente Chacón se prestó al juego, rompiendo el hermético zapaterismo en dos. Zapatero, anulando de “facto” las obligadas primarias, convenció a los barones territoriales para que apoyasen su decisión; Chacón dió marcha atrás y se plegó a lo ordenado por su jefe. Rubalcaba fue aupado por la cúpula zapaterista y el Comíté Federal afín le dió su respaldo con entusiasmo. ¿Quien era el guapo que, en semejantes condiciones, tenía posibilidades de competir con él en las formalmente convocadas primarias?. Nadie. El zapaterismo triunfante se garantizó la colocación de sus más fieles en los lugares privilegiados de las listas para las elecciones generales y el protagonismo en una Conferencia Política para diseñar el programa electoral. El resultado, peor que el de las elecciones locales.
Conclusión, ahora más de lo mismo, salvo que la díscola Chacón mantiene el pulso, provocando la división de los barones zapateristas, quienes, sabedores de la fecha de caducidad de su jefe ZP, han perdido la referencia de a quién han de obedecer y, ante el incierto desenlace, prefieren optar por uno u otra con el riesgo de fallar y hacer peligrar su futuro personal. Una tercera vía, ni Rubalcaba ni Chacón, siempre es más arriesgada para sus intereses individuales. Así las cosas ¿quién es el guapo que lo intenta aunque sea mejor para el partido y para la sociedad? Nadie. Mantenerse en la órbita zapaterista, que es la que, dividida o no, sigue y seguirá mandando, es mucho más seguro, pues, si ya Chacón ha ofrecido un pacto postcongresual a Rubalcaba, si gana ella, es más que previsible que también lo haga Rubalcaba en caso contrario. Al fin y al cabo se trata de lo mismo, tal como manifiesta Angel Luna (Ver su artículo “Por qué Rubalcaba” en Diario Información, 15-1-2012), analizando los dos grandes proyectos que tan profundo debate provocan; dice así: “contienen las propuestas básicas, en materia de política económica y de defensa de los servicios públicos, que ya figuraban en el programa electoral….que era de todos y no vamos a cambiar de ideas en dos meses. Pero a partir de ahí, creo que los discursos tienen un acento muy diferente”. Como ven, sólo se trata de un problema de acentos en los discursos para, en su caso, declararse partidario de Rubalcaba, a quien reconoce “elevada formación intelectual y que ha pensado mucho sobre el objeto y los métodos de su acción política” con “un relato mejor hilvanado, más denso, con una mayor carga de reflexión y de contenido político”, frente a una Chacón que “se apoya más en los contenidos emocionales… con apelaciones constantes a los grandes principios que suscribimos todos” produciéndole “una sensación de salto hacia no se sabe dónde, sin más guía que el voluntarismo y la pregonada juventud de su autora”. Obviamente descarta la tercera vía ya que “para innovar no siempre hace falta gente nueva. A veces, incluso, esto supone un inconveniente, pues los nuevos no conocen suficientemente la dimensión de los problemas sufridos y no pueden detectar dónde se encuentran las dificultades relevantes que hay que superar”. Se calla que, siendo cierto que quienes mejor conocen los problemas, en este caso, son quienes los crearon y, por tanto, sí pudieron detectar las dificultades, pero no lo hicieron, por incapacidad o conveniencia, es precisamente lo que les inhabilita para hacerlo ahora. A Rubalcaba se lo acaba de decir el pueblo, a Chacón se lo dice el propio Angel Luna al considerarla incluso menos idónea. Lo inexplicable es que su artículo se titule “Por qué Rubalcaba” en vez de “Por qué ni Rubalcaba ni Chacón”. Le hubiera salido perfecto.
                                   Fdo. Jorge Cremades Sena 

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