domingo, 19 de enero de 2014

MÁS DESPROPÓSITOS DE MAS

                        No hay por dónde coger el cacao mental de Artur Mas y sus colegas independentistas mientras inexorablemente su locura irresponsable, ilegal y antidemocrática se estrella, una y otra vez, contra el muro de la sensatez. No extraña que a su retahíla de inexactitudes, mentiras e incoherencias para justificar su injustificable proyecto, se sigan añadiendo más despropósitos a medida que se pone en evidencia la falta de apoyos internacionales. Como si de un alucinado se tratase, ni el silencio internacional, cuando no su expreso rechazo, a la petición de apoyos para llevar adelante su ilegítima e ilegal consulta soberanista, basada en el inexistente derecho a decidir de los catalanes (que reconoce implícitamente al solicitar a las Cortes Generales autorización para convocarla, sabiendo que la soberanía recae en todo el pueblo español en su conjunto y no en una parte del mismo), le hace bajar del burro y rectificar el inmenso error que está cometiendo. Ni siquiera su disimulada reunión con el xenófobo y euroescéptico Maroni, único líder político europeo que apoya su objetivo independentista, se libra de las sinrazones de su utópico proyecto, soberanista y a la vez europeísta, al “venderle” al italiano la cuadratura del círculo, aclarándole su vocación de pertenencia a la UE tras la hipotética independencia, frente a la coherencia euroescéptica de Maroni que asume, como no puede ser de otra forma ya que no depende de él mismo, la salida de la UE en caso de que cualquier territorio (como Cataluña o Lombardía) perteneciente a cualquier estado miembro (como España o Italia). Coherencia y honestidad que contrasta con el humo que pretende vender Artur Mas y que nadie, con dos dedos de frente, le compra. Al menos, el italiano, asumiendo todas las consecuencias, no engaña a nadie y, a diferencia de Mas, no tiene reparos en reconocer que la hipotética independencia de un territorio europeo del estado-matriz al que pertenece conlleva (como ya le han dicho a Mas por activa y pasiva) la inmediata salida de la UE y que su hipotético regreso futuro, que no inmediato, queda sujeto, entre otras condiciones, a la unanimidad de los estados miembros.
Y mientras el pulso de Mas al Estado Español y a la propia UE se estrella, una y otra vez, contra la lógica y el sentido común democrático, el presidente catalán sigue haciendo el ridículo dentro y fuera de España. Manifiesta que siente “envidia” de lo que sucede en Escocia y que le gustaría que el gobierno español actuase con “la misma mentalidad” que el británico; se pregunta y concluye: “¿Cómo se puede convencer a los catalanes de que no tienen derecho a votar? Es difícil parar un movimiento político y pacífico”; y arremete contra el Gobierno español porque le hace “arrodillarse” para recibir créditos lo que supone “una ofensa a la dignidad del pueblo catalán”. Se le olvida decir que no es cuestión de mentalidad de un gobierno u otro, sino de la legalidad democrática surgida del proceso histórico diferente de cada pueblo; que Escocia, con una larga historia y experiencia como estado independiente, nada tiene que ver con Cataluña, jamás constituida como tal y, desde el final del medievo, coautora, junto a otros territorios españoles, del estado moderno español y, por tanto, perteneciente de forma indisoluble al mismo; que Reino Unido y España, por su distinta historia, conformación y estructuración estatal y su legalidad democrática son radicalmente diferentes, siendo indecente y tramposo apelar a medidas iguales para situaciones desiguales; que el problema no es convencer a los catalanes de que no tienen derecho a votar, sino engañarles de forma torticera que lo tienen a base de mentiras y argumentos irracionales; que dichas prácticas políticas ilegales auspiciadas desde las instituciones democráticas, sin competencias para ello, no es propio de movimientos pacíficos y fiables; que aplicar y obligar a cumplir los requisitos establecidos para los distintos territorios de un estado por parte de quienes tienen la responsabilidad y obligación de hacerlo no supone “arrodillar” a nadie, sino velar por el interés general y el principio de igualdad.
Y, finalmente, se le olvida que lo que realmente supone una “ofensa a la dignidad del pueblo catalán”, o de cualquier otro pueblo, es engañarle para justificar el derroche de su dinero en cuestiones identitarias en vez de garantizar primero sus necesidades básicas, es malversar el erario público mediante comportamientos corruptos e ilegales de cualquier índole, es dividir el pueblo entre buenos y malos según obedezcan o no las consignas del régimen y, sobre todo, es transformar cualquier crítica merecida al gobernante en ofensa a la dignidad de sus gobernados para vendérsela de forma torticera como tal y eludir así el coste de su irresponsable, temeraria y catastrófica gestión. Fusionar territorios, pueblos y gobiernos en entes monolíticos con destino en lo universal es puro fascismo. Lo indigno no es pedir créditos para financiar las necesidades del pueblo que gobiernas, sino tener que pedirlos por haber derrochado los recursos en gastos superfluos  en vez de invertirlos en mejorar su calidad de vida. Pero, en tal caso, el indigno no es el pueblo sino el gobernante irresponsable e incompetente que, si además pretende engañar a su pueblo para seguir ejerciendo semejante irresponsabilidad, mostrándole enemigos externos inexistentes como los causantes de las penurias que el gobernante provoca, el término “indignidad” es un halago frente el calificativo que realmente merece.

                                   Fdo. Jorge Cremades Sena 

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