Los
datos positivos de los últimos días (bajada de la prima de riesgo, bajada del
desempleo, repunte de la intención de voto al PP, vuelta a cifras positivas del
IBEX, crecimiento del mercado de vehículos, incremento de inversiones
extranjeras, entre otras) están provocando una cierta euforia en algunos y una
especie de frustración en otros que para nada favorece la definitiva salida de
la crisis. Rebasar la lógica perspectiva de ver el vaso medio lleno o medio
vacío, para situarse en el desbordamiento o la sequía del mismo, es perder la
perspectiva de una realidad presente, pasada y futura, imprescindible para
optar por las políticas más convenientes de cara al futuro para la mayoría de
los españoles. Ni hay que echar las campanas al vuelo por los éxitos logrados,
que los ha habido, ni rasgarse las vestiduras ante los fracasos, que también
los ha habido, ni ante todo lo que queda por hacer, que son los verdaderos
desafíos a los que ha de enfrentarse Rajoy y su gobierno en lo que queda de
legislatura.
En
primer lugar, por la repercusión en otras medidas de carácter económico, el
desafío de cumplir el compromiso del déficit con la UE, que, a pesar de los
recortes presupuestarios y subidas de impuestos, requiere de nuevos ajustes y
la exigencia de que las CCAA cumplan su parte. Si la promesa final de Rajoy es
que a final de legislatura bajen los impuestos (así lo exige la mayoría según
las encuestas), cada vez le queda menos tiempo para conseguir dicho objetivo.
En
segundo lugar, implantar la reforma educativa, la conocida “ley Wert” que tanta
oposición ha generado en la inmensa mayoría de sectores y en algunas
autonomías, que incluso se niegan a implantarla en sus territorios, augurando
un próximo inicio de curso escolar bastante tumultuoso.
En
tercer lugar, la reforma de la ley del aborto, que cuenta con el rechazo de
toda la oposición e incluso de algunos líderes o barones del propio PP, además
de otros grupos sociales, sindicales, etc
En
cuarto lugar, la reforma fiscal que exige la Troika, apuntando a que hay margen
para subir el IVA y recaudar más con el IRPF y Sociedades sin aumentar los
tipos, obligando al gobierno a optar entre recaudar más sin incrementar los
impuestos a los ciudadanos o, simplemente a crear impuestos de nuevo cuño.
En
quinto lugar, la reforma eléctrica, obligada tras el intento de una subida
superior al 10%, que la intervención del Gobierno ha dejado en el 2´3%,
evidenciando el fracaso de su reforma de julio, que ahora afrontará entre el
descontento de consumidores y de empresas eléctricas que se sienten
defraudadas.
En
sexto lugar, la Ley de Seguridad Ciudadana que, siendo más garantista que la
actual, es rechazada frontalmente por la oposición y considerada “altamente
problemática” por el Consejo de Europa, al afrontar temas sensibles sobre manifestaciones
etc.
En
séptimo lugar, el proyecto de Código Procesal Penal que sustituiría a la Ley de
Enjuiciamiento, con propuestas novedosas como quitar la instrucción a los
jueces para dárselo a los fiscales o limitar la información a los medios, que
levantan ampollas como es lógico.
En
noveno lugar, la reforma del Código Penal que introduce, entre otras novedades,
la prisión permanente revisable, la libertad vigilada, el delito de resistencia
pasiva y otros referentes a la corrupción, que, aun homologando a España con la
mayoría de sus socios, ha provocado una reacción feroz en la oposición.
En
décimo lugar, afrontar unas elecciones europeas en mayo, que, sin lugar a
dudas, serán un auténtico termómetro de cara al último tramo de la legislatura.
Y,
por si este decálogo fuera poco, tener que afrontar todos estos retos en un
ambiente enrarecido, no sólo por la oposición casi unánime del resto de
partidos políticos (esto es España, no Alemania, donde se razona), sino además
por el desafío soberanista de Artur Mas y compañía que, con total seguridad,
seguirá, al menos hasta noviembre, sacando de quicio a todos los españoles,
incluidos los catalanes, con su esquizofrénica hégira hacia la nada. Una deriva
loca que, antes o después, invalidará sin duda la estrategia actual de firmeza
de Rajoy en sus declaraciones ante la escalada de la política de hechos
consumados por parte de los independentistas, obligándole a pasar a la acción
para evitar la consumación definitiva de tamaño delirio. Como presidente del
Gobierno, está obligado a ello, por más cantos de sirena que algunos ingenuos
le hagan con el argumento de evitar lo que llaman “choque de trenes”, cuando lo
que sucede en realidad es que uno de ellos se ha salido de la vía y está a
punto de descarrilar, si es que ya no lo ha hecho, y ahora lo que toca es
reparar los daños causados y atender a los damnificados.
Este
es el vía crucis que le espera a Rajoy en la segunda parte de la legislatura,
por más que, a pesar de lo que ha caído en la primera parte, todavía, según las
encuestas, ganaría las elecciones sacando casi diez puntos al PSOE de Rubalcaba
que no remonta ni a la de tres. Si para ello se requiere que Rajoy caiga diez
puntos más, mejor que se queden todos como están y que ambos anuncien que en la
siguiente legislatura gobernarán en coalición, como en Alemania, para salir
definitivamente de este negro agujero.
Fdo. Jorge Cremades Sena
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