Mal asunto si el gran
error de Sánchez, ordenando votar en contra de la pactada elección de Juncker
como Presidente de la Comisión Europea, es el preludio de su anunciado proyecto
renovador socialista. Y no tanto por la figura de Juncker en sí misma, sino por
el incumplimiento de un acuerdo previo entre conservadores, liberales y
socialistas europeos de apostar por el candidato más votado, que, guste o no,
ha sido Juncker. ¿Qué se diría si los eurodiputados del PP hubieran hecho lo
mismo en caso de haber ganado Schulz? Con toda razón, se diría que el PP no es
un partido de fiar, ni para los españoles, ni para los europeos. Por tanto,
toca aplicarse el cuento. Hoy por hoy, la orden de Sánchez, cuando ni siquiera
ha sido proclamado oficialmente como Secretario General, desautorizando al
todavía oficial líder Rubalcaba, que suscribió el compromiso, deja bastante
aislado el PSOE en Europa, situándolo en el lado, junto a los laboristas
ingleses, del variopinto mosaico radical que conforman tanto la extrema derecha
como la izquierda, pasando por todo tipo de populismos utópicos que, sin poder
entenderse entre ellos mismos en un mínimo proyecto concreto y práctico,
conforman una trasnochada estrategia eurófoba, intransigente e insolidaria que,
en el mejor de los casos, nos conduciría al abismo crónico del histórico desencuentro
europeo que tanta tragedia, sufrimiento y ruina causó en Europa en el siglo
pasado. Error de Sánchez sin duda que, obviamente, genera malestar en el
eurogrupo socialista español y en el europeo al que pertenecen.
No en vano el mismísimo Jáuregui,
que sí sabe de qué estamos hablando, ha criticado públicamente, aunque con
exquisita moderación, la absurda decisión de Sánchez advirtiendo que “no es
fácil” el asunto por el compromiso previo entre populares y socialistas
europeos para repartirse los puestos de mayor relieve de la Unión Europea, como
es la Presidencia de la Comisión para el PPE y la del Parlamento Europeo para
el PES, donde ha sentado fatal la deslealtad de los socialistas españoles que
forman parte del mismo. No vale por tanto suavizar la gravedad del problema con
el argumento de que en la campaña europea los socialistas españoles reiteraron
por activa y pasiva que Juncker sería un mal presidente de la Comisión
(obviamente para ellos era mejor Schulz, que perdió), cuando, por sentido
común, pasadas las elecciones y según sus resultados, de lo que se trata es de
conformar una estable y sólida gobernabilidad, en este caso de la UE, para
evitar el caos y la inestabilidad. Así es como funcionan las cosas en Europa y
así es como debieran también funcionar en España, lo que evidencia otra errónea
afirmación de Sánchez asegurando que “nunca” pactará ni en Europa ni en España
un gobierno con el PP, avalando (al menos en su vertiente local, que no
europea) lo que dijo en su día Rubalcaba frente al criterio de Felipe González,
al que Sánchez dice tener como referente. En democracia, no se puede decir a
casi nada nunca jamás con esa rotundidad profética pues siempre cabe la
posibilidad de que la decisión ciudadana te ponga en el brete de elegir entre
lo malo y lo peor, que puede ser el caos, quedando obligado, al no darte la
opción de lo bueno, a inclinarte por lo malo para evitar lo pésimo.
Sánchez, la gran esperanza del PSOE
(tal como afirmé en un artículo reciente), debiera reconocer su error en este
asunto y ponerse en Europa del lado de la inmensa mayoría de los europeos,
donde están, salvo los laboristas, sus compañeros en afinidad ideológica, pero
sobre todo, en responsabilidad política que exige ser fiel a los acuerdos libremente
suscritos, esencia fundamental de la democracia. Su grave error, que podía
haber evitado simplemente con este argumento frente a quienes legítimamente son
contrarios a nivel interno al acuerdo citado, matizando que él no lo hubiera
suscrito pero no al extremo de romper lo pactado por el partido y el resto de
colegas europeos, no puede ni debe dejar de cara al futuro la mínima sospecha
de que el PSOE no es un partido de fiar. Pero, lamentablemente, Sánchez
persiste en su error, incrementando la gravedad del asunto, al contestar que
quienes desde sus propias filas le critican por el incumplimiento del acuerdo
de apoyo a Juncker lo que han de hacer es acompañarle a cualquier agrupación
socialista local y explicárselo a los militantes de base. Si no entiende que es
bien fácil explicarlo, mal asunto. Si no entiende que la responsabilidad de
liderazgo es mucho más que dejarse llevar por las opiniones cambiantes de la
militancia en cada momento y lugar, peor aún. Si no entiende que algunos
asuntos, como el que nos ocupa, excede la dimensión de una agrupación local, de
una federación territorial e incluso estatal, pésimo asunto. Esperemos que sólo
se trate de un error de principiante que, precisamente por ello, puede
enmendarse a tiempo.
Basta comprender que no es fácil
entender que quienes están errados son los socialistas franceses, italianos,
alemanes, suecos… y, prácticamente, los de todos los países que integran la UE
y muy especialmente la eurozona, mientras que los socialistas españoles están
en el acierto, gracias además, a la visionaria decisión del novedoso liderazgo
de un principiante que ni siquiera ha tomado aún las riendas del partido. Es
más razonable entender justo todo lo contrario.
Fdo. Jorge Cremades
Sena
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