Con
un aumento progresivo de los euroescépticos, como si la mayoría de países de la
UE pudieran sobrevivir autárquicamente y desenvolverse con solvencia en este
mundo económicamente globalizado, los distintos pueblos de la vieja Europa
estamos condenados a vivir entre penas y alegrías por los vaivenes económicos
que, con motivo de la crisis, se vienen dando en el seno de la Unión. Con una
estructura político-territorial e institucional compleja, carente de eficaces
mecanismos de decisión, manejada desde la lejanía ciudadana por organismos
excesivamente burocratizados y no siempre bien avenidos, con una dispersión de
intereses territoriales en permanente conflicto con el interés común, que debiera
prevalecer, la UE es incapaz de afrontar con éxito los grandes desafíos y
conflictos a nivel mundial (o no aparece o llega tarde, mal y dividida)
mientras, a duras penas, afronta los suyos propios. De los muchos ejemplos que
se podrían poner, baste citar los más recientes como los de Ucrania, Irak-Siria
con el yihadismo radical, o Gaza, en los que al final somos mera comparsa, o la
inmigración, la cohesión económica o la solidaridad interterritorial, en los
que, en definitiva, se juega al sálvese quien pueda. Y, lógicamente, con estos
planteamientos nadie se salva del todo, aunque, del todo, nadie se hunda
tampoco. Hoy por ti, mañana por mí, los sobresaltos se asumen a salto de mata,
con más penas que alegrías, cuando es bien fácil entender que, o nos alegramos
todos o el invento nos sirve de poco.
Si
apenas hace nueve meses se repartían alegrías por los buenos resultados de
crecimiento del último trimestre de 2013, dando por hecho que se afianzaba la
economía europea, gracias a las grandes economías de la eurozona (el PIB alemán
repuntaba un 0´4%; el francés, 0´3%, saliendo del estancamiento, como el
español, y sólo Italia seguía en tasas demasiado bajas), aunque también a
crecimientos más importantes en otros países (Portugal, 0´5%; Holanda, 0´7%...),
ahora ha bastado conocer los datos de crecimiento del segundo trimestre de 2014
para que salten todas las alarmas y nos invadan las penas, incluso en países
que, como España, siguen creciendo afortunadamente. En efecto, los reveses de
Francia, que se estanca, y de Alemania, que se contrae un 0´2%, junto a la
entrada en recesión de Italia, que no levanta cabeza, provocan un parón en la Eurozona,
cuyo PIB queda en punto muerto (y el conjunto de toda la UE se ralentiza al crecer
sólo el 0´2%, una décima menos que lo previsto), pues ni España y Portugal, con
un crecimiento del 6% y Holanda con el 0´5%, pueden evitarlo. Toca por tanto, a
toro pasado, buscar todo tipo de explicaciones a tan inesperados y preocupantes
resultados, que ponen patas arriba las previsiones de ajuste de déficit y las
perspectivas de crecimiento no sólo para este año, sino también para 2015.
Que
si “la débil evolución de la eurozona” o que si “la inseguridad derivada de los
acontecimientos geopolíticos” en Europa del Este y en Oriente Medio, son
algunas de las explicaciones al frenazo en seco de Alemania, considerada la
locomotora de la Eurozona como primera economía europea. Explicaciones que
directa o indirectamente se pueden extender a Francia e Italia, segunda y
tercera economías, al margen de su pugna por inclinar la política de la UE
hacia el empleo y el crecimiento en vez de fomentar la reducción de la deuda,
así como al resto de socios, entre los que España, junto a Portugal, es la que
mejor comportamiento de crecimiento tiene, aunque ahora se generen dudas de
poder mantenerlo en un contexto de debilitamiento de sus socios comunitarios a
los que destina más del 70% de sus exportaciones, motor, junto al turismo, de
la reactivación económica española. En España, hasta estas alegrías
circunstanciales pueden tornarse en penas.
En
todo caso, convendría revisar algunas contradicciones que, al menos en España,
son públicas y notorias por parte de determinados agoreros o supuestos expertos
sobre la eficacia de unos u otros modelos económicos. Los últimos datos de
crecimiento en la Eurozona, debieran servirnos, al menos, para dudar que el
crecimiento económico dependa de gobiernos de derecha (Alemania, España…) o de
izquierda (Francia, Italia…), cuestión distinta es la redistribución de la
riqueza (pero primero hay que crearla); que Alemania actúe en beneficio propio
(lo intentan todos, es uno de los desajustes de la UE) o que seguir su política
es un fracaso (los que no la siguen tampoco tienen éxito y quienes lo hacen,
como España, incluso aciertan)…. y así tantos y tantos tópicos que estamos
hartos de oír. Al final, cuando los asuntos no dependen exclusivamente de uno,
como es el caso, moverse en el terreno de teóricas recetas mágicas sólo sirve
para que, antes o después, se pongan en evidencia tus falsedades demagógicas. ¿Qué
dirán ahora los seguidores de Hollande o Renzi? ¿Qué, los de Merkel o Rajoy?
¿Qué, cuando el éxito del crecimiento en España, siguiendo el modelo alemán de
reducir la deuda, dispara la nuestra hasta un billón de euros? En fin, al
menos, disfrutemos de esta momentánea alegría de ser en la Eurozona una “rara
avis” hasta el siguiente trimestre. Algunos, para no alegrarse, hasta lo ponen
en duda.
Fdo.
Jorge Cremades Sena
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