Me lo pregunto cada dos por tres. Siempre
que, afortunadamente para todos los españoles, aparecen datos económicos
positivos, claramente indiscutibles, una especie de neblina absurda envuelve a
los partidos de la oposición al Gobierno a la hora de valorarlos, dando la
impresión de que prefieren que cuanto peor, mejor. Y es innecesaria semejante
estrategia para hacer una buena oposición al Gobierno y al partido que lo
sostiene, simplemente contrastando sus políticas sectoriales con las tuyas
propias, pues no necesariamente son sinónimos “éxito económico y éxito
gubernamental”, aunque sin éxito en lo primero poco pueda conseguirse en lo
segundo. Por tanto, conseguido o enderezado el éxito en política económica, hay
todo un terreno abonado en política fiscal, educativa, social, territorial,
sindical, laboral, sanitaria, exterior, comunitaria etc etc en el que se puede
sembrar perfectamente todo tipo de propuestas diferenciadas y diferenciadoras
que, dentro de lo posible, conformen los matices más o menos progresistas o
conservadores de los diferentes proyectos políticos, si es que estos existen.
Que mejore la economía no supone necesariamente que mejore el bienestar social
ni las distintas políticas sectoriales en beneficio mayoritario del pueblo. Por
tanto, siendo así, ¿por qué no reconocer la recuperación económica por parte de
la oposición? ¿Por qué, en vez de negarla, no apostar por una mejor gestión de
las posibilidades que conlleva? Esta es la cuestión.
Al margen de excesivas euforias o angustias, de
adjudicación de méritos o deméritos, negar la evidencia es lo más nefasto,
tanto para el Gobierno y el partido que lo apoya como para la oposición. Y es
evidente, se mire como se mire, que la recuperación económica es un hecho
prácticamente indiscutible. No porque lo diga Rajoy, lo dicen los datos
concretos y lo reconocen los organismos nacionales e internacionales. España ha
salido de la UVI y, como mínimo, hay que reconocer que ya está en planta. Sin
que ello garantice la imposibilidad de alguna recaída, que retrase su alta
médica, su recuperación económica, casi milagrosa, es un hecho evidente e
indiscutible, avalado por los síntomas y su evolución. Ahora requiere atención,
pero no cuidados intensivos ni la respiración artificial. Tras dos años de
internamiento, ante la gravedad de su enfermedad, España pasa de destruir
empleo a pasos agigantados a reducirlo a los niveles de 2011 (EPA: 5.693.100
parados en 2º trimestre de 2012, ya con este gobierno, hasta 5.622.900 parados
en 2ª trimestre de 2.014), de decrecer de forma alarmante a crecer a un ritmo
anual del 1´2% (PIB: -0´5% en 2º trimestre de 2012 y 0´6% en 2º trimestre de
2014), de tener en riesgo la financiación de su deuda y con desorbitados
intereses a asegurarse una financiación sólida y más barata (638 puntos de
prima de riesgo en julio de 2012 a 135 hoy) y así sucesivamente una serie de
variables indiscutibles y positivas en el terreno estrictamente económico. ¿Por
qué no reconocerlo? Seguramente, la anterior negación de una realidad evidente
por el anterior gobierno, el de Zapatero, tenga algo que ver en el asunto, pues
negar la crisis en su día para afirmar incluso que estábamos en la champions
deja secuelas graves, generando la mala conciencia de que reconocer ahora la
realidad actual, que nos lleva del pesimismo a la esperanza, supone no sólo
aceptar el éxito de este gobierno sino además el fracaso rotundo del anterior
que con su errado diagnóstico agravó la situación indiscutiblemente. Dos evidencias
indiscutibles en política económica. ¿Por qué negar cualquiera de las dos o
ambas?
En definitiva, desde una oposición responsable, es
absurdo negar una realidad indiscutible y evidente, estrategia que, en todo
caso, es más apropiada para quienes, desde la utopía y la demagogia, sólo
aspiran a mantenerse en su eterna vocación minoritaria a la espera de que se
den las condiciones para imponer su revolución pendiente. De una oposición
responsable se espera la cordura del reconocimiento de lo obvio, sea presente o
pasado, sea a consecuencia de errores o aciertos propios o extraños, pues es la
única forma de afrontar el futuro con ciertas garantías de éxito. Por ello,
desde mis convicciones socialistas, tengo la esperanza de que este renovado
PSOE sea capaz de hacer autocrítica constructiva de su nefasta gestión en el
pasado reciente, de reconocer los errores cometidos así como los acierto del
gobierno actual, al menos, en cuanto a lo económico se refiere y, entonado el
mea culpa, de apostar por un proyecto futuro, creíble y realizable, de carácter
progresista que, frente al del PP, añada un plus de solidaridad con los
sectores más desfavorecidos en este nuevo contexto de recuperación económica
indiscutible. Nadie entendería su papel de abanderado en la negación de lo
obvio que otros partidos minoritarios, sin apenas responsabilidades
gubernamentales pasadas o presentes, utilizan de forma demagógica, incluso
contra el propio PSOE, para garantizarse sus cuotas de poder, conscientes de
que, en caso de tener la responsabilidad futura de gobierno, todo su
planteamiento se desvanecería en un instante por mera inviabilidad. El PSOE ni
puede ni debe seguir jugando a eso, sino todo lo contrario. Su papel, para bien
o para mal, pasa por ser una sólida alternativa de gobierno. Y para ello se
requiere, guste o no, reconocer lo obvio, como, entre otras cosas, que la
recuperación económica es un hecho y lo que necesita España es evitar una nueva
recaída. La España de hoy ofrece más garantías que la de hace dos años, está en
mejor situación. Eso es lo importante. ¿Por qué no reconocerlo?
Fdo. Jorge
Cremades Sena
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