Un
simple artículo periodístico en el que se insinúa que el gobierno de Merkel
considera “inevitable” una salida de Grecia de la eurozona, si el izquierdista
Tsipras, tras ganar las elecciones, pone fin a las políticas reformistas e
incumple los compromisos adquiridos, ha generado un terremoto político verbal
de considerable magnitud en toda Europa. Desde el calificativo de “chantaje
evidente para desestabilizar a Grecia” que le hace el líder izquierdista alemán
Riexinger, hasta el de “amenazar a Grecia no lleva a ninguna parte” de la
dirigente de Syriza Rena Dourou, pasando por el de “los que pretenden amenazar
desde fuera sólo tienen un calificativo: enemigos de la democracia”, del líder
de Podemos, Pablo Iglesias, se pretende instalar en la opinión pública el
mantra sicológico de que Grecia está siendo amenazada severamente por los
liberticidas europeos que gobiernan Europa desde hace décadas. Y eso que no ha
habido confirmación oficial de la noticia por parte del gobierno alemán. Por
tanto, teniendo en cuenta la habilidad de estos nuevos paladines de la libertad
para manipular demagógicamente los conceptos, dotándolos de doble significado,
según se apliquen a ellos o a sus contrincantes políticos, conviene aclarar el
caos, intencionadamente provocado, al menos desde un punto de vista
terminológico, aplicado al contexto político concreto que nos ocupa, pues, si
como dice Iglesias, “no va a venir ningún alemán, ningún fondo de inversión,
ningún banco extranjero a decirles a los españoles, a los griegos, a los
portugueses o los irlandeses qué tenemos que votar” no es menos cierto que de
lo que se trata no es de una amenaza, ni de una imposición sino, en todo caso, de
una advertencia sobre las consecuencias que podría tener para los griegos un
gobierno euroescéptico, al igual que ellos advierten de las consecuencias
derivadas, según su criterio, de un gobierno de derechas al que incluso llegan
a calificar como fascista. Y luego, obviamente, que cada cual vote lo que le
venga en gana. ¡Faltaría más!
Que
en pleno debate electoral, ahora en Grecia, luego en España, los partidos
concurrentes, adviertan a los ciudadanos de los peligros o consecuencias que,
según el criterio de cada uno, se puedan derivar si los votantes optan por una
determinada opción política u otra no supone amenaza alguna. Todos lo hacen. El
mismo derecho tiene Merkel, por ejemplo, en advertir que Grecia puede incluso
empeorar con un gobierno de Syriza, que Iglesias en advertir que si no gobierna
su amigo Tsipras los griegos jamás levantarán cabeza por culpa de la Troika.
¿Por qué en un caso es amenazar y meter miedo y en el otro no? Amenazas por
tanto, ninguna… o ambas. Y, en cuanto a miedos se refiere, curiosamente, es
Iglesias quien habla de miedos y de que estos con él cambian de bando. Al final,
por encima de estas demagogias, la gente sabe que no cumplir los compromisos
internacionales adquiridos, que no afrontar las deudas y que otras cuestiones
por el estilo, supone, como mínimo, que no te van a seguir prestando dinero
para financiar tus proyectos. Y también sabe que, si no tienes dinero propio,
como es el caso, es imposible subir las pensiones, adelantar la edad de
jubilación, mejorar los servicios públicos y, en definitiva, practicar
cualquier política expansiva. Esa es la realidad.
Parece
pues más honesto, en todo caso, si se trata de hablar de amenazas, que no es
Grecia la amenazada, sino que desde allí son algunos quienes amenazan con el
impago de la deuda (ahora reestructuración, para suavizar la amenaza), como
hace Syriza (al igual que Podemos en España), lo que le puede costar a Berlín
unos 76.000 millones (y a España unos 26.000, no lo olvidemos), siendo ambos
socios de Grecia en la UE. ¿Quién amenaza a quién? Júzguenlo ustedes. ¿Quién
mete miedo? Y, desde luego, es mucho más honesto, decirles a los griegos, como
después a los españoles, que fuera de la UE, tal como está hoy el patio
internacional, no hay solución; que sería peor el remedio que la enfermedad;
que, con mayor o menor acierto, es en la UE donde hay que buscar las soluciones
y que éstas no se buscan amenazando con no pagar lo que les debes a tus socios,
ni imponiéndoles una quita, ya que, en ese caso, es cuando se corre el riesgo,
sin precedentes, de quedar al margen de las políticas monetarias de la eurozona
o simplemente de hacer saltar por los aires el chiringuito europeo. Y si es eso
lo que se pretende, hay que decirlo con total claridad, no para que nadie diga
a nadie lo que ha de votar, sino para que los votantes sepan perfectamente lo
que está en juego.
Nadie dejará caer a
Grecia, ni apostará porque abandone la eurozona. A nadie le interesa. Pero, a
la vez, todos le exigirán el cumplimiento de los compromisos adquiridos, no
sólo con sus propios socios europeos, sino con terceros. Y esto no supone
amenaza alguna, ni meter miedo a nadie. La verdadera amenaza y el miedo
proceden de quienes, de forma irresponsable, mienten a los ciudadanos haciéndoles
creer que, en caso de gobernar, es factible practicar sus irresponsables
proyectos sin acarrear consecuencias negativas, como es el caso.
Fdo. Jorge Cremades Sena
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