Sin
lugar a dudas, los españoles tendremos que hacérnoslo mirar lo antes posible si
queremos que nuestro sistema democrático, que tanto sacrificio y esfuerzo nos
costó construir a quienes ya estamos bien entrados en años, prevalezca en el
futuro como garantía de libertad, paz y desarrollo social, pues cada vez en
nuestra zarandeada España son más frecuentes los episodios intolerables de
violencia política, de atentados y atropellos a los derechos y libertades de
los españoles que ampara nuestra Constitución, democráticamente elaborada, para
finiquitarla por la fuerza, so pretexto de haber quedado obsoleta y, por tanto,
sustituirla, mediante acoso y derribo,
por otra que por arte de magia nos traiga un nuevo régimen paradisiaco, cuando
la alternativa a la democracia es el totalitarismo. Con planteamientos fascistas
y totalitarios proliferan grupos organizados e incluso partidos políticos,
insólitamente legalizados, que, en vez de pretender mejorar nuestro sistema
democrático (susceptible de mejoras como todo en la vida) por las vías
democráticas establecidas, que es lo que procede en democracia, prefieren
imponer su peculiar visión mediante actos violentos, verbales o físicos,
desacatando la legalidad, para impedir el normal desarrollo de la convivencia
en paz y libertad, pretendiendo hacer irrespirable el sistema democrático para
generar así un caldo de cultivo adecuado que justifique ante la opinión pública
su violento proceder. Para ellos, cuanto peor, mejor; sobre todo si brilla por
su ausencia el único mecanismo legal coercitivo de defensa democrática, que es
la imposición de la legalidad establecida o si ésta es demasiado permisiva con
los violentos, haciéndoles verdugos de la ciudadanía y convirtiendo a los
verdaderos ciudadanos en sus víctimas propiciatorias. Algo así sucede
últimamente en España, no siendo casualidad la proliferación de atentados a la
democracia y la libertad que, aunque culminen con los dirigidos por los
gobernantes catalanes independentistas (verdadero golpe de Estado civil,
inexplicable sin un previo proceso plagado de interminables actos ilegales e
impunes de menor envergadura), menoscaban, sin lugar a dudas, la calidad de
nuestra democracia de forma progresiva.
Valga
como paradigma de lo anterior el intolerable comportamiento de un grupo de
supuestos estudiantes que, para manifestar su rechazo al, según ellos, “fomento
de las políticas neoliberales en América Latina, la destrucción de lo público y
la liberalización y globalización del mercado”, han irrumpido hace unos días en
la Universidad de Alicante, pancarta en mano y al grito de “fascista”, “fuera
empresarios de la universidad” y “la uni no se vende, la uni se defiende” con
el claro objetivo de hacer callar a los conferenciantes en pleno sancta
sanctorum del conocimiento, del debate y de la razón que es lo que deben ser las
Universidades en vez de, según lo visto, reducto de liberticidas fascistas y
totalitarios del signo ideológico que sea, obcecados en imponer el silencio a
quienes discrepen de sus totalitarias formas de ver la vida en vez de
rebatirlas con argumentos razonados y razonables en y desde la libertad.
Es
más, resulta paradójico y fuera de toda lógica que los protagonistas de
semejantes comportamientos fascistas, llamen “fascista” directamente a Felipe
González, uno de los conferenciantes, evidenciando, además de su cerrilismo
ideológico, un cerrilismo cultural o conceptual, pues justo a Felipe,
protagonista indiscutido e indiscutible en la lucha por la libertad
democrática, se le podrá tachar seguramente de muchas cosas, pero de “fascista”
precisamente sólo cabría hacerlo desde un desconocimiento profundo de la
reciente historia de España o del significado del concepto de fascismo (o de
ambas cosas a la vez), lo que resulta incluso grotesco en un ámbito
universitario. Que chavales veinte o treintañeros, nacidos en un Estado
democrático que garantiza plenas libertades y que jamás vivieron en un régimen
dictatorial, insulten y arremetan con semejantes comportamientos fascistas a
quienes tanto lucharon por erradicar el régimen dictatorial en España para
sustituirlo mediante métodos democráticos, que no por la fuerza, por un régimen
de democracia plena, homologable con el de nuestros vecinos, posibilitando el
mayor periodo de paz, libertad y progreso de toda la Historia de España, no
sólo es un gesto de desagradecimiento hipócrita e insulto a nuestra memoria
histórica, sino que supone además un grave atentado en toda regla contra la
higiene democrática de nuestro actual sistema de convivencia pacífica que tanto
nos costó consolidar.
Ya
sólo falta que quienes luchamos durante la dictadura para conseguir mediante el
consenso una transición hacia la democracia sin necesidad de usar la violencia,
que, en todo caso, tendría cierta justificación durante la dictadura, seamos
tachados como fascistas por quienes en plena democracia ejercen métodos
fascistas, como los presuntos estudiantes de la UA, para imponer el silencio de
sus oponentes cuando disfrutan de todo tipo de libertades y derechos para hacer
llegar a la opinión pública sus proyectos políticos propios y para
contrastarlos razonadamente con los ajenos. Ya ven, sí había fascistas en la
UA… pero, curiosamente, no era Felipe González.
Fdo. Jorge
Cremades Sena
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