Desde
el instante en que se produjo el trágico accidente ferroviario de Santiago de
Compostela –y ya ha pasado más de una semana- se desencadenó en las distintas
cadenas de televisión un frenético y especulativo debate sobre las causas y los
responsables del mismo que, hasta hoy, sigue conformando buena parte de sus
respectivas programaciones. En lucha despiadada por la audiencia, bajo el
atractivo formato de “tertulias políticas”, cada cadena exhibe su elenco de
tertulianos, sobradamente conocido por la parcialidad ideológica argumental de
cada uno de sus miembros, para que, una vez más, se tiren los trastos a la
cabeza públicamente sin entender que, aunque sólo sea por el debido respeto a
las víctimas y al dolor de sus familiares, determinados asuntos y
circunstancias, como es el caso, jamás deben utilizarse si, como parece, se
pretende obtener cualquier tipo de ventaja (económica, política, profesional,
etc), pues es, simplemente, indecente. Una vez más el comportamiento ejemplar
del pueblo, muy en especial del pueblo gallego, supera con creces al de quienes
debieran ser el espejo en que mirarse por la posición cualificada de
responsabilidad social o política que desempeñan. Con varias decenas de cadáveres
aún sobre las vías del tren y un centenar de heridos, algunos muy graves,
hospitalizados en diversos centros, con toda la población cercana volcada en
ayudar a las víctimas y a sus familiares, con todos los profesionales
sanitarios y de emergencias de la zona haciendo su trabajo de forma impecable y
con todo el pueblo español conmocionado por la tragedia es, como mínimo,
indecente, se mire como se mire, generar simultáneamente y alimentar
machaconamente tan especulativo como innecesario debate público que, en
definitiva, sólo provoca más dolor en el entorno de las víctimas, más
incertidumbres en toda la población y un deterioro de la imagen exterior de
España.
Cuando
todo el mundo sabe que, si un vehículo toma una curva duplicando el límite de
velocidad, el accidente es seguro; cuando el propio conductor, desde el primer
instante, reconoce de forma honesta (a diferencia de quienes abarrotan los
juzgados) que se ha distraído y no sabía ni por qué tramo circulaba (a unos 190
kmt/hora cuando debiera ir a 80); cuando no se trata de un novato ni
desconocedor del trayecto, que venía recorriendo varias veces a la semana; y,
cuando no existen, que se sepa, informes técnicos competentes cuestionando la
seguridad del sistema utilizado (aunque siempre existan otros más seguros), es
irresponsable, además de indecente, poner en cuestión, públicamente y a toro
pasado, los sistemas de seguridad de nuestra red ferroviaria (por cierto, una
de las más seguras) mediante un debate público emitido por entregas y basado en
futuribles que, puestos a exagerar, nos llevaría a concluir que tal tipo de
accidentes sólo se evitaría al cien por cien si no hubiera trenes. Por tanto, ni
se trata de demonizar al maquinista que, como cualquier ser humano, es
susceptible de cometer errores, ni de victimizarlo por trabajar expuesto a una
supuesta inseguridad del sistema ferroviario que, hasta el día del accidente,
nadie cuestionaba. No hay curvas peligrosas en la red ferroviaria si se toman a
la velocidad adecuada. Hay errores, negligencias o imprudencias humanas que las
hacen peligrosas.
Dicho lo
anterior, como en cualquier otro accidente, es lógica e imprescindible la
apertura de una investigación judicial que esclarezca las responsabilidades
civiles y penales que procedan por los daños causados; también, la de una
investigación técnica que estudie qué elementos materiales paliarían, que no
evitarían, en el futuro tan trágicas consecuencias provocadas por evidentes
errores humanos; y, por supuesto, la comparecencia en sede parlamentaria del
ministro correspondiente para responder a las cuestiones que la oposición
considere oportuno plantearle. Pero no es lógico que, iniciada la investigación
judicial, anunciada la técnica y solicitada la comparecencia, el sindicato
Manos Limpias, por ejemplo, denuncie genéricamente al maquinista, a Renfe y a
ADIF, ni que una serie de sindicalistas ferroviarios se conviertan en
tertulianos ocasionales, junto a los habituales, para especular sobre lo que
pudo haber sido y no fue, dando la sensación, que no la certeza, de que
clamorosos errores o negligencias de gestión técnica y política son los
verdaderos responsables del accidente. Una estrategia de erosión irresponsable
basada en la insinuación, que no en la denuncia pura y dura, que, consciente o
inconscientemente, desacredita nuestras infraestructuras al extremo de que,
según el gusto de cada cual, los reproches se elevan al exministro socialista
Blanco, que inauguró dicho tramo ferroviario, o a la actual ministra popular
Ana Pastor que lo gestiona ahora. Y como colofón de tan indecente proceder, el
diario catalán “El Punt Avui” cuela en su Web una viñeta en la que aparece una
vía de tren con los raíles cruzados delante de un cartel que anuncia la “Marca
España” a los pies de un toro. Una majadería miserable en toda regla. Sin
comentarios.
Fdo.
Jorge Cremades Sena
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