martes, 24 de diciembre de 2013

ACERCA DEL ABORTO

                        Es preocupante el alto índice de frivolidad que acompaña al debate público sobre un asunto de máxima importancia y complejidad, como es el aborto, desde que el PP, tal como mantenía en su programa electoral, apoyado por mayoría absoluta, ha decidido modificar la ley vigente al respecto que, caprichosa y unilateralmente, decidió implantar ZP en 2010, rompiendo el consenso de “hechos consumados” de la anterior ley socialista de 1985, avalada por el TC, que, ni el mismísimo Aznar, se atrevió a modificar. Por tanto, al margen de la posición de cada cual sobre el aborto y para centrar el debate, el PP está legitimado y avalado electoralmente para afrontar dicha reforma, al igual que ZP en su día. Es incoherente que, mientras se le critica con razón por incumplir su programa electoral, cuando lo cumple, como es el caso, se le critique igualmente achacando la decisión a intereses ocultos. Cuestión distinta es si no hubiera sido mejor en 2010 dejar las cosas como estaban, salvo que se hubiese logrado un amplísimo consenso para modificar la ley sobre asunto tan delicado y sensible, cuando la legalidad ya estaba asumida por toda la sociedad, sin reparar en la inconveniencia de someterla al vaivén ideológico del partido gobernante que, a lo sumo, representa a la mitad social.
            Dicho lo anterior, es intolerable dividir a la gente entre proabortistas o antiabortistas, cuando, desde el sentido común, el aborto supone un fracaso, jamás un éxito, y, por tanto, salvo excepciones que confirman la regla, nadie es proabortista, aunque algunos así lo parezcan. Se trata de dar una respuesta legal a un grave problema social que lleva implícitas esenciales cuestiones éticas, morales, sanitarias, científicas e incluso económicas. Un complejo asunto que, obviamente, genera en la UE un amplio abanico legislativo que abarca desde la prohibición y pena de cárcel en Malta, a la libre decisión de abortar durante las 24 semanas de gestación (cuando el feto ya es casi viable de forma independiente) en Holanda. Sin entrar en pormenores de los distintos países que no cabrían en este espacio, se trata, en definitiva, de deshacerse de forma voluntaria de un feto y en qué condiciones y circunstancias se permite sin incurrir en delito. Para afrontar el problema, dos modelos: el de “plazos”, que es el mayoritario, consistente en establecer un periodo de libre decisión sin más de la embarazada para interrumpir el embarazo; y, el de “supuestos”, consistente en determinar determinadas circunstancias para interrumpirlo. Ninguno de ellos lleva implícito un plus de modernidad o progresía sino distinta forma de entender la cuestión; lo contrario nos llevaría a que, por ejemplo, Reino Unido o Finlandia, son países anticuados y poco progresistas, pues ambos contemplan el sistema de “supuestos”. En España, que en 1985 optó por este sistema con un gobierno socialista, otro gobierno socialista, sin consenso con los conservadores, decidió pasar al sistema de “plazos”, provocando ahora que un gobierno conservador quiera volver al sistema anterior.
            En ambos sistemas, rebasadas las circunstancias legales, se incurre en delitos o faltas, como sucede en cualquier otra norma legal y, generalizadamente, precisan informes médicos, psíquicos, sociales, plazos de reflexión a la embarazada, ofrecimiento de otras alternativas antes de practicar el aborto, no para entorpecerlo, sino para garantizar que se ajusta a derecho. Sólo en el sistema de “plazos” y sólo durante el periodo de libre decisión de la embarazada (que suele ser hasta las 12 a 14 semanas del embarazo, donde claramente el feto no es viable de forma  autónoma) se exime de cualquier requisito salvo la libre voluntad, mientras que situaciones como violación o riesgo para la salud de la mujer, suelen asumirse con normalidad y, en menor medida, las malformaciones del feto (cada vez más cuestionadas por los Derechos Humanos) y, raramente, razones económicas o sociales. Este es “grosso modo” el trato legal europeo al respecto. Entre el aberrante aborto libre sin más, desde la fecundación a la víspera del nacimiento, y la aberrante prohibición del mismo en cualquier momento o circunstancia, hay infinidad de posibilidades y cada sociedad ha de legislar sobre dónde sitúa los márgenes legales para interrumpir una vida humana en ciernes que es de lo que, en definitiva, se trata. Unos límites para que, asumidos mayoritariamente, no queden al libre albedrío de la conciencia individual actos que supondrían aberraciones desde el punto de vista de la condición humana. Es incomprensible que un asunto que ni la ciencia médica, ni la política de derechos humanos, ni la tecnología, ni la ética, entre otras ciencias, es capaz de situar y delimitar en sus justos términos, se trate de forma frívola como un asunto de avance o regresión evolutiva de la Humanidad en términos de progreso o regreso de las distintas sociedades. ¿No sería mejor buscar un punto de encuentro y estabilizar la cuestión con un amplio consenso basado en el sentido común en vez situarlo como punto de mira de todos los intereses partidistas de unos y otros?
            Desgraciadamente, como en 1985 o 2010, no es precisamente el sentido común lo que prevalece. Ni aquel histórico “mamá no me mates” para oponerse a la ley de Felipe González, ilustrado con un panfleto en que una tijera troceaba un feto viable autónomamente, ni aquel “un feto es un ser vivo pero no humano” de la Ministra Aído, como argumento para avalar la ley “de plazos” de ZP, aportan nada al sereno debate que precisa la definitiva legislación sobre el aborto en España. Menos, acusar al Gobierno de Rajoy, como hace Rubalcaba, de cambiar la libertad de las mujeres por un puñado de votos de la extrema derecha. Bastaría con preguntarle si Felipe esclavizó a las mujeres por su ley “de supuestos”, mientras él era ministro, o a cambio de qué votos o intereses Zapatero cambió la ley en 2010, mientras él ya no era ministro sino vicepresidente del Gobierno. Con este tipo de argumentos no vamos a ninguna parte. Seguramente es que tampoco pretendemos ir a ninguna parte.

                                   Fdo. Jorge Cremades Sena

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