miércoles, 13 de noviembre de 2013

ARTUR MAS EN ISRAEL, ENÉSIMO ESPECTÁCULO

                        Por si a nivel interno de España no tuviésemos suficientes espectáculos bochornosos con el asunto independentista catalán, Artur Mas decide exportarlos al extranjero para mayor escarnio del Estado Español. A modo y manera de cualquier otro jefe de estado, decide viajar a Israel, acompañado por su esposa y por un amplio séquito de más de 60 personas, entre empresarios, periodistas, científicos y asistentes personales, que, instalados en un hotel de gran lujo, excede lo razonable de una comitiva autonómica con objetivos meramente comerciales o económicos (la competencia de política exterior o relaciones internacionales es exclusiva del Estado). Acostumbrados ya a estas expediciones diplomáticas de Mas y, en todo caso, aceptando pulpo como animal de compañía, los españoles pasamos ya de semejantes alardes, sabiendo que al final, las autoridades israelíes (como las del resto de países que ha visitado) lo reciben y lo tratan como lo que realmente es, un presidente autonómico español más, acompañado por nuestro embajador, como es lo lógico, que ni siquiera es recibido por Netanyahu, el primer ministro israelí. Pero en el último día de su periplo y durante el último acto protocolario estalla el escándalo, que. como en otras ocasiones, aprovechará Mas para vender humo.
            En la foto de protocolo con el presidente Simón Peres, aparecen lógicamente dos bandera. Y las dos israelíes, curiosamente. Insólito ya que lo normal es que una de las banderas sea la del  país anfitrión y la otra la del país de la autoridad visitante. Dos versiones al insólito hecho a cual peor. Mas se niega a posar con la rojigualda y Peres acepta su postura y, al no disponer (como es normal) de la cuatribarrada (de la estelada, mejor ni hablar), que ya hubiese sido el colmo, decide colocar una segunda bandera de Israel (primera versión). La decisión de no colocar la bandera española la toma Israel por iniciativa propia y sin presión alguna (segunda versión). El embajador español, allí presente, había reclamado la presencia de la bandera española. La embajada israelí en Madrid, sin comentar las razones de semejante irregularidad, aclara que la decisión al respecto siempre la adopta la parte israelí, una obviedad a medias si no se aclara de quién parte la iniciativa. Obviamente Artur Mas no solicitó la presencia de la rojigualda y se desconoce si solicitó la cuatribarrada. Entretanto el Ministerio de AAEE, que yo sepa, mirando hacia otro lado, al igual que el Gobierno español hace en todos y cada uno de los desacatos que a nivel interno comete el Gobierno de la Generalitat. ¿Se imaginan a cualquier otro estado ante semejante afrenta? Ninguno lo permitiría y, como mínimo, pediría explicaciones convincentes al embajador que curiosamente, antes del viaje de Mas, sostenía con criterio que sería tratado como “el presidente autonómico de un país amigo como España”. El tratamiento que, con bandera española incluida, han recibido los demás presidentes autonómicos que anteriormente visitaron Israel. Partiendo de que este tipo de camuflaje diplomático es malo “per se”, si la versión verdadera del incidente es la primera aún es peor, pero si es la segunda versión es lamentablemente pésimo.
            Tan pésimo como el callejón sin salida en que el Gobierno de Mas ha metido a Cataluña sin saber ahora cómo sacarla del mismo. Hace unos días CiU, en un ataque de lucidez democrática, vota en contra de convocar un referéndum unilateral en Cataluña, frente a su socio ERC que apoya la moción de la CUP (los de la zapatilla a Rato) en el Parlament, para hacer la consulta ilegal sin permiso alguno. Días antes un gesto razonable y por primera vez  permitía que el Consejero de Presidencia de Mas acudiera a la Zarzuela para presentar al Rey el nuevo delegado de la Generalitat en Madrid, una especie de embajador catalán en la capital de España, que sólo se entiende desde la esquizofrénica política española. Y finalmente parece que recurrirá al Parlament para que pida a Rajoy que le transfiera las competencias de convocar un referéndum, apelando al art. 150.2 de la Constitución y, por tanto, reconociendo implícitamente que no tienen competencia para convocarlo. Una nueva estrategia para culpar al Gobierno Central de la lógica negativa que la petición lleva implícita.
            Dice el citado artículo: “El Estado podrá transferir o delegar en las CCAA, mediante ley orgánica, facultades correspondientes a materia de titularidad estatal que por su propia naturaleza sean susceptibles de transferencia o delegación….” Pero en su punto 3 dice: ”El Estado podrá dictar leyes que establezcan los principios necesarios para armonizar las disposiciones normativas de las CCAA, aún en el caso de materias atribuidas a la competencia de éstas, cuando así lo exija el interés general” añadiendo que “Corresponde a las Cortes Generales, por mayoría absoluta de cada Cámara, la apreciación de esta necesidad”. Por tanto, al margen del “podrá” y no “tendrá” (por muy acostumbrados que estén los nacionalistas a arrancar con presiones intolerables competencias que el Estado jamás debiera haber cedido) y. al margen de otros preceptos constitucionales, que sería prolijo relatar, como la  soberanía nacional en el pueblo español, el derecho y deber de defender España, el impedimento de privar a cualquier español de origen de su nacionalidad…..y tantos otros, salvo que se entienda que transferir competencias para convocar referéndums separatistas es de naturaleza transferible (150.2) por su obvio interés general y su consideración como tal por mayoría absoluta de las Cortes Generales (150.3), la respuesta de Rajoy, en este caso, es obviamente negativa, ya que, como ven, incluso debiera hacer todo lo contrario en otras materias ya transferidas. En definitiva, una falacia más del esquizofrénico independentismo.

                                    Fdo. Jorge Cremades Sena

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