La sentencia que acaba
de dictar la Audiencia Provincial de Málaga sobre el “caso Malaya” confirma,
una vez más, que delinquir en España sale barato. No es la primera vez, ni será
la última, que me pronuncio al respecto en dicho sentido. Coincido con la percepción generalizada de la
ciudadanía. Basta preguntar para saberlo. No obstante, dicho lo anterior, todos
mis respetos a la sentencia, que no pongo en duda que estará ajustada a
Derecho, aunque supongo que en su vertiente más benevolente ya que, según el
fiscal, defensor de los intereses generales, y la acusación particular, los
delincuentes podían haber salido bastante peor parados. No extraña que el
cabeza de la trama y principal acusado, Juan Antonio Roca, visiblemente
relajado, regalara sonrisas por doquier, tanto a abogados como a compañeros de
banquillo, mientras esperaba el veredicto del tribunal. Seguramente su
intuición no le engañaba. De los 30 años de prisión y casi 811 millones de
multa que pedía la Fiscalía, se le condena a 11 años de prisión y 240 millones
de multa. Supongo que la petición del fiscal, de haberse convertido en condena
o haberse aproximado a ella, estaría tan ajustada a Derecho como la propia
sentencia. Y estoy seguro de que se ajusta mucho más a la condena que de estos
asuntos hace toda la ciudadanía que, obviamente, desconoce, como yo, gran parte
de las dificultades para esclarecer determinado tipo de delitos. En todo caso
Roca, el cerebro que, de la nada, consigue acumular una desorbitada fortuna,
que, entre otras cosas, le permite acumular obras de arte hasta en el retrete,
poniendo en evidencia no sólo su sinvergonzonería sino también su mal gusto,
hoy es feliz.
Y como él, el resto de los 52
condenados, muchos más que los del famoso cuento de “Alí Babá y los cuarenta
ladrones”, además de los, casi otros tantos imputados, que han quedado
absueltos, supongo que porque no se ha podido probar el alcance de su participación
en los hechos o su carácter delictivo. El resultado global final, 125 años de
cárcel de los 500 solicitados por fiscalía y 581 millones de multas en total
que, visto así, puede incluso parecer demasiado, pero, si tenemos en cuenta de
qué estamos hablando, la sentencia es demasiado decepcionante. Hablamos nada
más y nada menos que de la mayor trama de corrupción municipal, del expolio de
Marbella, arruinada y endeudada hasta las cejas por culpa de estos
sinvergüenzas que, mientras la administraban, se lo llevaban crudo, del
desmantelamiento y disolución de su Ayuntamiento, de su mala imagen por
semejantes hechos y, además, de una estafa de unos 2.400 millones que, de
acuerdo con las penas impuestas, supondría una pena de menos de nueve horas y
media de cárcel por persona y millón estafado. Cierto que pasar por la cárcel
debe ser muy duro para la gente honrada, aunque algunos se muevan allí como
Pedro por su casa, pero nueve horas de cárcel por un millón de euros es
demasiado benévolo y tentador, teniendo en cuenta que la mayoría de los
mortales han de pasarse toda la vida trabajando sin llegar a ganar ni la mitad
de dicha cantidad y pasando grandes dificultades para llegar a fin de mes. Por
tanto, si de algo carece la sentencia es de efecto disuasorio ante la
delincuencia de guante blanco.
Pero, si a ello añadimos el desfile
mediático de muchos de estos delincuentes mientras estaban siendo juzgados,
llenando los platós de televisión con sus repugnantes presencias a cambio de
sustanciosas cantidades de dinero, exhibiendo en ellos su poderío económico y
el de sus familiares, producto de lo que trincaron en Marbella, que encima les
sirve como plataforma para ganar fama y más dinero, contando sus fechorías y
sus miserias privadas en la tele, sus deplorables conductas, tan levemente
castigadas en los tribunales, causan indignación en la ciudadanía, además de un
total desapego y desconfianza en nuestro sistema democrático que, siendo tan
duro con el resto de la ciudadanía, agobiada por la crisis y ahogada por los
impuestos, es tan blando con estos sinvergüenzas.
No obstante, el juez plantea que el
pago de las multas sirva para pagar la deuda de Marbella. Cabría saber qué
pasará si no las pagan. ¿Seguirán en la cárcel hasta que lo hagan? ¿Irán a la
cárcel si no pagan quienes no han de hacerlo por sus leves penas? Algunos,
entre los que me incluyo, piensan que es básico que en este tipo de delitos las
penas se vinculen sólidamente con la reparación del daño causado. Pero, aunque,
en este caso, entre todos los condenados abonaran los 581 millones de multas,
que saldarían los 500 millones saqueados durante la administración del GIL
(aunque algunos la cifran en muchos más), ¿dónde están los 2.400 millones
supuestamente estafados? Es obvio que, aun pagando las multas impuestas, que
habrá que verlo, algunos han hecho con Marbella el gran negocio del siglo y,
tras la salida de sus cortas estancias en la cárcel, podrán disfrutar el resto
de sus vidas en la mayor de las opulencias y, si les apetece, seguir
incrementando sus ilegales fortunas contándolo todo en televisión. ¿Sale barato
delinquir en España? Ustedes tienen la respuesta.
Fdo. Jorge
Cremades Sena
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