No
sé si son “interpretaciones erróneas” a su propuesta, como dice Alicia, ni si algunos
barones y medios de comunicación “han reaccionado sin haber profundizado y
conocido” su contenido que, según ella, “no tiene nada que ver con lo que
estaban diciendo y con lo que han explicado los medios de comunicación”, ni si
el PP ya conocía la propuesta con la que Alicia ganó apoyos en las últimas
autonómicas. Si es así, peor aún, bien por su escasa difusión durante la
legislatura, bien por la actual improvisación e imprevisión, sorprendente para
propios y extraños. Se mire como se mire Alicia Sánchez-Camacho, presidenta del
PP en Cataluña, ha tenido, como mínimo, un desliz político de primera magnitud
en un asunto grave de primera magnitud.
Políticamente
hablando es irrelevante si su propuesta da al independentismo planteado por los
gobernantes catalanes una “respuesta equilibrada” que “garantiza la igualdad”, cuestiones
que, como otras tantas y por racionales que sean, para nada interesan a los
independentistas. Lo relevante de la propuesta es su inoportunidad y la nueva
imagen del PP en Cataluña como embrión de un PPC (al estilo del PSC), claudicante
ante el tsunami independentista con ofertas o parches acomodaticios, en este
caso una especie de financiación especial, como las terceras vías o los
federalismos asimétricos, creyendo calmar así la insaciable voracidad de los
políticos independentistas. Un error estratégico descomunal que sólo favorece a
CDC-ERC y perjudica especialmente al PP al dejar a Ciutadans como única opción
firme y sólida contra el soberanismo y a favor de la legalidad nacional e
internacional. Menos mal que, aunque el daño político ya esté hecho (para
regocijo de los independentistas), a diferencia de lo que hace el PSOE con el
PSC, el PP, para enmendar el entuerto, ha desautorizado inequívoca y
contundentemente a este embrionario PPC de Alicia, considerando un “profundo
error” limitar la solidaridad autonómica o plantear a destiempo modificaciones
en la financiación de las CCAA (por necesarias que sean) fuera de plazo y
lugar, como consecuencia de la presión al límite de una de ellas, en este caso
de Cataluña, ya que, como dice Montoro, “la financiación ahora no toca” y, como
dice Cañete, “el PP es un partido indivisible, como la nación española”. Es
normal que los barones populares hayan presionado, mostrando su agravio ante la
posibilidad de tratar financieramente de forma especial a Cataluña y exigiendo
lo propio para demostrar dónde conduciría la insolidaridad interterritorial. Lo
anormal e incomprensible es que no hagan lo propio los barones socialistas e
izquierdistas con sus homólogos catalanes. Es el mundo al revés. Aunque parece
que Susana Díaz en Andalucía está dispuesta a enmendarlo.
Sánchez-Camacho,
como Navarro y compañía, comete el error de caer en la trampa que pone Artur
Mas sobre el “derecho a decidir”, una falacia que “per se” no quiere decir
absolutamente nada. Montar un debate sobre el “derecho a decidir” a secas, sin
más, es una entelequia. ¿Decidir, qué? Ahí está la trampa. No decir el “qué”
concita un mayor consenso, pues a nivel teórico y genérico, se puede estar de
acuerdo como sucede con otros conceptos como libertad, igualdad… Pero ninguna
persona, pueblo o comunidad tiene derecho a decidir cualquier cosa y quienes lo
ejercen sin tener el derecho simplemente son delincuentes. Es el principio
básico de la convivencia y, en democracia, se llama legalidad que, justamente,
limita el contenido de conceptos mágicos como los citados. Camuflar con la
reivindicación genérica del “derecho a decidir” el ejercicio de un derecho que
no se tiene, en este caso, el de “autodeterminación”, regulado por la ONU sólo
para determinados supuestos (Ver artículo “Autodeterminación y legalidad” en este blog. Febrero de 2013) o la “independencia” es una farsa que
sólo pretende engañar a la ciudadanía. Participar en dicha farsa es, como
mínimo, una grave irresponsabilidad de incalculables consecuencias; más aún si,
además, no eres partidario de la independencia, convirtiendo dicha
irresponsabilidad en una estupidez supina que, al final, se paga con pérdida de
votos. Este es el desliz político en el que ha caído Sánchez-Camacho, al igual
que quienes, no siendo partidarios de la independencia de Cataluña, ni de
moverse en la ilegalidad nacional e internacional, cayeron antes, fortaleciendo
exclusivamente las legítimas aspiraciones de los partidos independentistas y
sus ilegítimas formas de consolidarlas.
En democracia
cualquier proyecto es legítimo, salvo algunos considerados aberrantes, entre
los que obviamente no está el proyecto independentista. Lo que siempre es
aberrante es pretender imponerlo al margen de los cauces establecidos,
denigrando a quienes exigen precisamente lo contrario. Un ministro socialista francés
acaba de advertir que Francia jamás permitirá a sus regiones consultas
independentistas, ni que cuestionen su pertenencia a Francia. Obvio, su
legalidad no lo contempla. La nuestra, tampoco. Nadie se rasga las vestiduras
en Francia ni denigra al ministro por semejante obviedad. Aquí, todo lo
contrario. Según Más, en otra de sus mentiras antidemocráticas, el Gobierno de
Rajoy y su partido son los culpables por negarles el “derecho a decidir”.
¡Decidir, qué! ¡Qué pena que, estando tan cerca, Francia y España, estén tan
lejos! Seguramente cuando el ejército francés defienda a la Cataluña
independiente, otra estupidez de Mas, conseguiremos aproximarnos.
En fin, si además de
otros dirigentes políticos de otros partidos en Cataluña, que ya son
demasiados, Alicia y el PP de Cataluña creen que los gnomos existen, lo tenemos
bastante crudo. Si sus jefes a nivel nacional son incapaces de sacarlos del
error, apaga y vámonos.
Fdo.
Jorge Cremades Sena
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